“La verdadera felicidad”

jueves, 16 de agosto de 2018

16/08/2018 – Compartimos este cuento de los hermanos Grimm que nos invita a pensar acerca de cuáles son aquellas cosas que nos atan, se convierten en obstáculos y nos impiden ser felices:

 

Un joven había servido siete años a su señor, y pidió su salario para despedirse y volver al lado de su madre. Su señor, complacido, le dio un pedazo de oro tan grande como su cabeza.

El oro pesaba mucho, y el muchacho se lo echó al hombro y empezó a caminar.

Se encontró a un hombre a caballo y se puso a pensar en voz alta: ‘Qué bueno sería ir a caballo, en vez de tener que cargar con el oro’. El jinete lo oyó y le propuso cambiar.

El muchacho le dio el oro y se montó en el caballo, agradecido. A poco de cabalgar, el caballo se desbocó y tiró al inexperto jinete al suelo.

Pasaba por allí un aldeano con una vaca, se estableció el diálogo obvio, y se cambió el caballo por la vaca. Cuando el muchacho tuvo sed, quiso ordeñar la vaca, pero esta le dio una patada y lo dejó sin sentido por un buen rato.

Así lo encontró un carnicero que llevaba un chancho al matadero y que le explicó que esa vaca era demasiado vieja para dar leche, mientras que el chancho le podía proporcionar salchichas excelentes para todo un año. Trato hecho y adelante con el chancho.

En eso se cruzó con un muchacho que llevaba un ganso y que le dijo que habían robado un cerdo en el pueblo de donde él venía, y si lo veían a él con el animal iba a pasarlo mal. El joven se asustó y se emocionó de gratitud cuando el amable muchacho le dejó quedarse con el ganso a cambio del chancho.

Por fin llegó el joven al último pueblo del camino, y vio allí a un afilador que cantaba muy alegre mientras trabajaba, de lo cual dedujo el joven que era feliz.

Cuando el afilador le dijo que su oficio traía la felicidad, le cedió el ganso a cambio de dos piedras de afilar.

Siguió el camino, sintió sed y se arrodilló al lado del arroyo para beber, pero al inclinarse, se le cayeron las piedras del bolsillo y se perdieron en el agua.

El joven sintió tal alegría al verse libre del último obstáculo que exclamó con sinceridad espontánea y verdadera: ‘¡Soy el hombre más feliz del mundo!’.