Dios nos envia para cambiar la realidad de la que nos lamentamos

jueves, 19 de noviembre de 2020
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19/11/2020 – En el Evangelio de día San Lucas 19 42 44 Jesús aparece en Jerusalén llorando sobre ésta ciudad que no escuchó la voz de Dios.

Te invito a que traigas a tu corazón las imágenes de injusticia y dolor que existen en nuestra casa común, esas que tanto dolor causan a tu alma, para que te des cuenta de que tus lágrimas, junto a las de Jesús se hacen clamor al cielo. Lo llamamos oración de lamentación que desde el dolor de lo humano se eleva a Dios para que Él intervenga.

Dios nos envía para cambiar la realidad de la que nos lamentamos, nos envía con Su fuerza. El cambio es posible si damos pequeños pasos hacia grandes metas.

Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: “¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios”.

San Lucas 19,41-44.

 

 

Ciudad de la paz

El Evangelio de hoy se encuentra en el contexto de la entrada de Jesús a Jerusalén. Jesús entra a ésta ciudad central del pueblo de Israel, es su última subida, su última entrada y trae todo un anuncio de paz, de renovación, de vida nueva, a partir de pocas palabras que hoy escuchamos en estos versículos del capítulo 19 de Lucas donde El hace presente la centralidad que  tuvo y tiene para el pueblo de Israel la ciudad de Jerusalén. Jerusalén tenía por nombre la princesa de la paz siendo una ciudad que históricamente, lo sufrimos hoy también, si hay un lugar donde no hay paz es justamente en Jerusalén. Ella tenía ese nombre por destino, princesa de la paz. Sin embargo el anuncio que hace ésta lamentación, éste dolor de Jesús por Jerusalén se da en el contexto de su entrada. El sube a un asno que no había sido montado y lo hace como señal de su ingreso triunfal como rey pero lo hace de éste modo, arriba de éste burro, de éste asno, estaba diciendo que entraba para traer de alguna manera esa paz mesiánica tan deseada históricamente por el pueblo de Israel. La paz siempre había sido esperada por el pueblo de Israel, la seguimos esperando, la seguimos celebrando a partir de Jesús y El la trae mostrándola de éste modo.

El entra como rey arriba del asno. Habitualmente quien entraba a una ciudad como rey entraba con toda la milicia. Jerusalén princesa de la paz tan asediada recibe la presencia de Jesús para poder abrirse a la paz mesiánica tan. Una ciudad llamada princesa de la paz en éste contexto se vuelve asediada, devastada y El entra como un príncipe, un rey de paz, trae la paz mesiánica y lo hace de un modo totalmente distinto a los reyes del momento subido sobre el asno. Estos son los signos de una nueva oportunidad. Jesús llega, Dios siempre está. Dios se acerca a visitar a su pueblo, a darle una nueva oportunidad, Dios quiere traer la esperanza donde no la hay

Escuchamos palabras fuertes: llegará un día que tus enemigos te rodearán con trincheras, te sitiarán, te cercarán por todas partes. Podemos imaginarnos como es estar dentro de la ciudad con esa conciencia de ser todo un pueblo de Dios reunido en torno al templo y de pronto recibir éstas expresiones te cercarán, sitiarán, te acecharán, te derribarán por tierra, no dejarán piedra sobre piedra. Israel ya tenía experiencia de esto, sabía lo que era ser sitiado, de hecho en ese momento ya era una pequeña parte del Imperio Romano pero Jesús no trae solo el recuerdo de éstas experiencias sino que también trae la esperanza y el sentido para éstas experiencias. La visita de Jesús será la nueva oportunidad que siempre tiene el pueblo de Dios para volver a escuchar a Dios.

Así como Jesús entró a Jerusalén, la visita para restaurarla, consolarla, también para pagar el precio de la no escucha del pueblo, también así llega Jesús a tu vida en distintos momentos, ha llegado, está llegando.

El consuelo de Dios

Jesús llega a Jerusalén y hace ésta lamentación. El contexto es su entrada mesiánica y a posteriori de estos versículos está el relato de la expulsión de los vendedores en el templo porque han hecho de la casa de su Padre una casa de ladrones. También Jesús viene a nuestra vida para esto, para limpiar, despejar esa cerrazón de la que hablábamos, de ojos, oídos y corazón, viene a desalojar lo que no tiene que estar donde está, a reubicar las cosas, a darle un nuevo posicionamiento a eso que se hace centro.

 

 Jesús viene a consolar y sabe en qué condición se encuentra nuestra vida, nuestro corazón y mucho más lo sabe cuando sufrimos, cuando experimentamos ese agobio, ese encierro, ese dolor, esa cerrazón. Para esa situación de vida es que Jesús viene a comprender, a ponerse en nuestro lugar y viene a consolarnos, a remplazarnos de ese lugar que el Padre nunca quiso que estemos y sin embargo las dificultades de la vida nos han dejado en ese lugar pero ese lugar de dolor, de encierro, de desesperanzas, de agobio, no es el querer de Dios para tu vida y para eso viene Jesús para consolarte y decirte yo te comprendo, se lo que estas viviendo pero salgamos de ahí, volvé a abrir el corazón a la revelación de Dios, al don de la vida. Tu vida es más grande y tiene las posibilidades de abrirse a la Revelación de Dios, abrirse al consuelo de Jesús. El entra como príncipe de paz. Dejalo que entre a tu corazón. Que quite lo que se ha hecho centro para que El pueda ser el centro y desde la escucha de El en tu corazón centrándose en vos podés preguntarle como reubicar los dolores, dificultades, tristezas, angustias, preocupaciones de la vida pero cuando El puede instalarse en el lugar de rey de Señor en el templo de tu ciudad que es tu corazón. Jesús puede darle sentido a esas circunstancias de la vida. Lo va hacer a través de su Pascua. Para eso entra Jesús. La Pascua de Jesús va a ser el pago de esas no escuchas del pueblo de Dios, es la posibilidad que tenemos de abrir el corazón, volver a ver y escuchar como el Padre siempre quiso y quiere que lo hagamos.

Tal vez ésta experiencia del pueblo de devastación y no visión tiene que ver con estar centrados en nosotros e imposibilitados de verlo al otro, de vincularnos de otra manera con el otro. Esta puede ser la posibilidad de Jesús a través de su Pascua en nuestra vida, la de dar un paso. Un primer paso en la realidad de los vínculos heridos pueda ser en primer lugar la aceptación. Imaginate como salir de la cerrazón, de la no visión y poder aceptar la dificultad de un vínculo roto. Herido. Como aceptar que esto pasó. Aceptarlo en gran medida es no hacer nada simplemente dejar que eso que pasó sea como fue. No tenés posibilidad de modificarlo. La dificultad en cuanto que eso sigue molestando tanto en nuestra vida tiene que ver con la no aceptación y es necesario aun para salir de ella primero aceptarla. En segundo lugar hay una posibilidad de Pascua, de paso que tiene que ver con dejar de lado los prejuicios o el juicio sobre ese hecho, sobre ese vínculo herido, abandonar el juicio porque cierra la posibilidad del encuentro, del perdón, de la mutua comprensión y el tercer paso para completar .este proceso de señorío de Jesús en tu vida es la de pedir perdón o perdonar  según lo que corresponda. Esta es la propuesta de Jesús: aceptar lo que pasó pero dar un paso más dejando de lado los juicios para con el otro y animarte a pedir perdón, a que te pidan perdón y puedas perdonar.