Invitados a ser luz

lunes, 20 de septiembre de 2021

20/09/2021 – En Lucas 8, 16-18 jesus dice “No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o ponerla debajo de la cama sino que se la coloca sobre un candelero para que los que entren ve a la luz.” Nosotros sabemos que los tiempos que estamos viviendo son muy complejos pero también sabemos que no es tiempo para esconderse, hay que mostrar el rostro con nuestro sentir y pensar con nuestro saber y nuestro comprender de la realidad para llamar a las cosas por el nombre que tienen según entendemos pero siempre con espíritu de paz y reconciliación.

 

 

“No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado. Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener»”.

Lucas 8,16-18

 

Serás Mi Luz

El testimonio que nos da la Madre Teresa de Calcuta, dados a conocer en sus escritos, al poco tiempo luego de su muerte, donde relata su segunda conversión o su conversión dentro de la conversión.

Mientras ella va a Loreto a hacer unos ejercicios espirituales, a su regreso en el tren, el Señor se le manifiesta.

No hay lugar donde Dios se prive de hacerse sentir y puede ser en la cocina, en el trabajo o donde sea. Ella vive la experiencia de una “locución interior”, luego confirmada en el discernimiento con un sacerdote jesuita muy cercano a ella. Ahí escuchaba la voz clara del Señor “Serás mi luz”.

Si bien la Palabra hizo epicentro en Madre Teresa en Calcuta la onda expansiva llegó a todo el mundo. Y su figura, diminuta y envejecida y llena de vida, sigue conmoviéndonos. Podríamos decir que esa misma llamada es para cada uno de nosotros: “Ustedes son la luz del mundo” dirá también Jesús.

Apenas baja del tren, Teresa de Calcuta se encuentra con el rostro de Cristo en los más débiles, pobres y sufrientes de Calcuta, y allí empieza a moverse en ese territorio de sombras y de muerte, siendo una luz. Las circunstancias después quisieron apagar esta luz en Calcuta y en el mundo, como todos los soplos de las fuerzas del mal que empezaron a sacudirla… El Señor la irá guiando y sosteniendo. A nosotros nos invita a tomar la posta, así como los atletas hacen lo mismo en las carreras de olimpíadas.

Hoy venimos a recibir de la Madre Teresa de Calcuta el testimonio para la carrera, para seguir corriendo detrás de alcanzar a Cristo, diría San Pablo. Él dice “he sido alcanzado por Cristo y estoy viendo si puedo alcanzarlo yo”. El Señor pasa, nos deja la experiencia de que ha sido Él, pero no alcanza con quedarnos quietos sino que tenemos que salir a buscar a Cristo. ¿Dónde alcanzarlo? en los pobres y los débiles, lo mismo a lo que nos invita el Papa Francisco “en la carne de los pobres está Dios”.

Es verdad que Jesús está en la eucaristía, pero hay otro lugar, quizás un poco olvidado por nosotros en una espiritualidad desencarnada queda fuera de foco “lo que hagan con uno de estos pequeños a mí me lo hacen”.

Es Cristo crucificado quien dice “tengo sed” a lo que Madre Teresa dirá ¿sed de qué? Sed de amor y de las almas, le responderá el crucificado. El Señor nos invita a ser luz, a comunicar esa luz dándonos a los demás, y especialmente nos dice que en las sombras y las oscuridades donde necesariamente se reclama su presencia. Es bueno ponerle nombres a esos lugares que necesitan de la presencia luminosa de Dios. Veamos si en el ámbito de la familia, del trabajo, de la empresa, el sindicato, la escuela, en la calle, o en la política… ¿dónde sentimos que el Señor nos pide que estemos presentes? A veces nosotros desde una expectativa de máxima seguridad esperamos tener todo claro para ir. Y el Señor nos dice “andá yendo”; pero la claridad se hace mientras se va caminando. En estos territorios con prudencia, pero con firmeza, cuando uno identifica que hace falta la luz de Jesús necesitamos hacernos fuertes en la oración, en la vida sacramental, haciendo fuerza desde la vida comunitaria, e ir yendo… con humildad y sobre todo con amor.

La luz que se entremezcla con la sombra

¿Cuál es la experiencia de la Madre Teresa? que mientras ella va siendo luminosa para los demás, interiormente vive la noche oscura de la fe. Es un coro de sombras interiores que se produce por la luz que el Señor pone en el corazón de una persona. La noche oscura de la fe es la percepción sombría de sí mismo a partir de la luminosidad que el Señor irradia. Interiormente el corazón se siente en sombra, y experimenta la propia pobreza y las contradicciones. ¿Por qué se da? Seguramente esto se da por la indicación de su director espiritual de apartarse de la experiencia primera y sensible, para ir por más, como diría San Ignacio. ¿Qué le dice el director espiritual? “No sigas más esa voz, aunque sea la de Jesús”. ¿Pero cómo? “Es que si es la de Jesús, Él se va a manifestar cuando tenga que ser y con mayor firmeza”. San Juan de la Cruz dice que el que va ascendiendo hacia la cima, que sería la unión perfecta con Cristo (“Ya no soy yo el que vive es Cristo quien vive en mí” diría San Pablo), uno tiene que ir de nada tras nada.

No quedarse detenido en nada de lo que Dios me va regalando. Es hermosa la experiencia interior de oración, es hermoso que el Señor se nos manifieste, pero hay que trabajar porque lo que nos espera a nosotros es el trabajo apostólico. Por eso el Papa Francisco, en su gran capacidad de discernimiento, invita a no auto referenciarnos en nuestras espiritualidades, en lo lindo y calentito de la presencia del Señor en nuestros grupos, pero es necesario desprenderse de esos regalos para ir al territorio donde Cristo se manifiesta entre los débiles y sufrientes. Ahí el Señor dice “tengo sed, tengo hambre, estoy desnudo, preso”… Ahí Dios nos dice “estoy aca, dónde me buscás?”. Francisco habla de una Iglesia de éxodo, una Iglesia en salida.

Las espiritualidades nuestras tienen que salir de la auto referencialidad, romper con el “idilio” que despierta las primeras experiencias del Señor, para ir a la “carne de los pobres donde vive el Señor”. Esto de ser luz no es para sentirse un iluminado, sino para sacarla de adentro de nosotros, y entregándonos revestir con la luz de Jesús al que está sólo, afligido, fatigado, y darle la paz y la dignidad que todos merecen por ser Hijos de Dios. La luz no está para dejarla debajo del cajón, lo que sería dejarla encerrada en nuestros procesos comunitarios, una lucesita que nos ilumina sólo a nosotros… “porque al que tiene se le dará más.

Entonces salir de nuestra luz para entregarla no supone que perdamos la mística, sino que entregándola se va a hacer más clara la presencia del Señor. Porque es dando como se recibe…. La falta de la fuerza apostólica de nuestras comunidades es porque esta luz que Dios nos da cada vez que nos juntamos a compartir la oración o la eucaristía, le quitamos la dimensión de la misionalidad, Claro que la sensación es de “desapropiación” como que uno se vacía, pero también es verdad que cuando uno se vacía ahí mismo comienza a renovarse la energía.

 

Una Iglesia en salida

Esto de salir y de ir encontrando en la medida que vamos avanzando el rostro de Cristo en los pobres. Hay una imagen que viene de San Francisco de Asís, de la Madre Teresa de Calcuta y de San Alberto Hurtado… es que cuando se acercan a los pobres, de alguna manera, la luz de Cristo que va en el corazón les dice “acá estoy”. La experiencia de encontrarse con Jesús en el pobre es una experiencia interior que tiene que tener por detrás un fuerte compromiso en la oración. ¿Dónde voy a ser alcanzado para alcanzarlo? En el encuentro con el Señor.

Dicen que en un momento determinado en el comienzo de las Misioneras de la Caridad, era tal el deseo de las monjas más jóvenes de servir que pidieron a la Madre Teresa extender más el tiempo de servicio; ella dijo que sí pero ese mismo tiempo extra sería extra de oración. A un tiempo más de encuentro con el pobre, un tiempo más de encuentro con el Señor. Y también podría ser al revés, a un tiempo más de encuentro con el Señor un tiempo más de encuentro con el pobre. ¿Cuándo te vimos pobre, preso, enfermo, desnudo…? Cuando lo hicieron con uno de ellos a mí me lo hicieron. Esto no es una parábola, sino el sacramento de Jesús en el rostro de los pobres. Claro que a veces es distinto ese encuentro al modo tranquilo y sereno con el que uno reza.

El territorio de los pobres no es sólo para los que tienen particular cercanía con lo social, sino que es un lugar teológico, un lugar donde Dios se revela. Por lo tanto a ese territorio se entra descalzo. Es como cuando uno va a hacer adoración eucarística, uno tiene que ir con una disposición interior diferente. Uno tiene que ir con una disposición a escuchar al Señor que se manifiesta. A veces mediado por escupitasos, insultos, etc pero el Señor nos invita a ir más allá de las apariencias.