Los astros

martes, 31 de julio de 2012
image_pdfimage_print
 

La gloria de las estrellas es la hermosura del cielo,
un adorno luminoso en las alturas del Señor:

por la palabra del Santo
se mantienen en orden
y no abandonan sus puestos de guardia.

(Eclesiástico 43,9-10)

 

 

El hombre del antiguo oriente era sensible a la presencia de los astros. Sus ciclos regulares le permitían medir el tiempo y establecer su calenda­rio. Ese interés que tenían por los astros los llevaba a observarlos metódi­camente. Egipcios y mesopotámicos eran reconocidos por sus conoci­mientos astronómicos. También en América, mayas, aztecas e incas desarrollaron estudios astronómicos y fijaron rigurosos calendarios para fiestas y rituales.

Los orígenes de la astrología se mezclan con los de la astronomía, ya que prácticamente todas las civilizaciones han acudido a los astros tratando de averiguar el destino de los seres humanos.

La astrología, tal y como se la conoce en la actualidad, fue creada en Babilonia hace más de cuatro milenios. Se trataba de una mezcla de religión, ciencia y creencias. La parte científica estudiaba la evolución de los astros a lo largo del tiempo, y detectaba y determinaba la concurrencia de ciertos eventos. La parte religiosa intentaba determinar relaciones entre los eventos cósmicos y los sucesos terrenales como la caída de reyes o resultados de batallas.

 

 

La armonía de las esferas es una antigua teoría de origen pitagórico, basada en la idea de que el universo está gobernado según proporciones numéricas armoniosas y que el movimiento de los cuerpos celestes según la representación geocéntrica del universo — el Sol, la Luna y los planetas — se rige según proporciones musicales; las distancias entre planetas corresponderían, según esta teoría, a los intervalos musicales.1

La expresión griega harmonia tou kosmou se traduce como «armonía del cosmos» o «música universal»; la palabra armonía se entiende aquí por las buenas proporciones entre las partes y el todo.

Se atribuye a Pitágoras el descubrimiento de la relación entre el tono de la nota musical y la longitud de la cuerda que lo produce: el tono de la nota de una cuerda está en proporción con su longitud. En la teoría conocida como «la armonía de las esferas», Pitágoras propone que el Sol, la Luna y los planetas emiten un único zumbido basado en su revolución orbital, y que la cualidad de la vida en la Tierra refleja el tenor de los sonidos celestiales que son imperceptibles para el oído humano.

 

Los astros en la Biblia

 

La divinización de los astros, muy corriente en el antigo oriente próximo, siempre representó un peligro para la fe monoteísta. Por eso la Biblia señala constantemente que los astros fueron creados por Dios al servicio del hombre, sin capacidad para regir su destino, ya que Dios ha dado al ser humano el libre albedrío. Se rechaza todo tipo de consulta a los astros ( Levítico 19,26-31 y Deuteronomio 18,9-13 ).

 

 

Dios dijo: “Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir el día de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los años, y que estén como lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la tierra”. Y así sucedió. Dios hizo los dos grandes astros –el astro mayor para presidir el día y el menor para presidir la noche– y también hizo las estrellas. Y los puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para presidir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el cuarto día. (Gén 1,14-19)

 

 

Salmo 8

1 Del maestro de coro. Con la cítara de Gat. Salmo de David.

2 ¡Señor, nuestro Dios,

qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!

Tú, que afirmaste tu majestad sobre el cielo,

3 con la alabanza de los niños

y de los más pequeños,

erigiste una fortaleza contra tus adversarios

para reprimir al enemigo y al rebelde.

4 Al ver el cielo, obra de tus manos,

la luna y la estrellas que has creado:

5 ¿qué es el hombre para que pienses en él,

el ser humano para que lo cuides?

6 Lo hiciste poco inferior a los ángeles,

lo coronaste de gloria y esplendor;

7 le diste dominio sobre la obra de tus manos,

todo lo pusiste bajo sus pies:

8 todos los rebaños y ganados,

y hasta los animales salvajes;

9 las aves del cielo, los peces del mar

y cuanto surca los senderos de las aguas.

10 ¡Señor, nuestro Dios,

qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!

 

 

Los astros se conmoverán

 

“En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. 26 Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. 27 Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.

Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.

Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!”.

(Mc 13,25-37)

 

Comentario al texto bíblico:

Por fin llega la manifestación del Hijo del Hombre. Ahora la descripción asume el lenguaje de las visiones apocalípticas: el sol se oscurece, la luna pierde su resplandor. Los astros mayores, creados para iluminar y señalar los tiempos y las solemnidades, ya no cumplen su función. Así entramos en un mundo nuevo, en otra historia. Si los astros del cielo, que tienen una función tan específica y son símbolo de la estabilidad del mundo, dejan de actuar, quiere decir que se trta de una transformación más radical. Las estrellas caen del cielo. Hoy sabemos que, si una sola estrella cayera sobre la tierra, esta quedaría totalmente destruida. Imaginemos qué sucedería si caen todas. Sin embargo, se supone que luego los hombres siguen en la tierra para contemplar un espectáculo hermoso: la llegada del Hijo del Hombre.

El Hijo del Hombre que llega con gran esplendor es una imagen tomada de Dn 7,13. Su venida es gloriosa, es decir, manifiesta la presencia poderosa y misericordiosa de Dios. Con él llegan los ángeles, seres de la corte celestial que proclaman su gloria en el cielo y en la tierra. La parusía o venida final del Hijo del Hombre reúne a sus elegidos, su pueblo, para que estén siempre con él. El fin del mundo, la llegada de la escatología [fin de los tiempos] no ha sido una catástrofe, como se la imagina habitualmente, sino un momento maravilloso de luz y de encuentro.

(…) Por último hay una llamada a estar alerta. No sabemos cuándo sobrevendrá el fin. Por eso debemo estar en la actitud de los buenos servidores, dispuestos a salir al encuentro inmediatamente, apenas seamos llamados.

Finalmente, está la famosa claúsula: De aquel día y de aquella hora nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre.El misterio permanece, pero en medio del misterio debe permanecer firme nuestra esperanza.

Sergio Briglia, Evangelio según San Marcos, en Comentario Bíblico Latinoamericano, Ed. Verbo Divino