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Cristo como ejemplo de tolerancia mutua
lunes, 31 de julio de 2006
Nosotros, los que somos fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no complacernos a nosotros mismos. Que cada uno trate de agradar a su prójimo para el bien y la edificación común. Porque tampoco Cristo buscó su propia complacencia, como dice la Escritura: Cayeron sobre mi los ultrajes de los que te agravian. Ahora bien, todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido escrito para instrucción, a fin de que por la constancia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza. Que el Dios de la constancia y el consuelo les conceda tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús, para que con solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Romanos 15, 1 – 6
Quisiera hoy que nos detengamos en la primera expresión del texto a los Romanos: “Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles sin buscar nuestro propio agrado”. Nuestro corazón está lleno de marcas y lesiones que han dejado los rechazos, los desprecios recibidos, los fracasos, las desilusiones, y muchos de reveses sufridos en la vida. Cada vez que nos sucede algo desagradable es como si esa herida se abriera provocando un dolor interior muy fuerte.
A veces nos preguntamos ¿por qué a mi?, y otras veces nos lamentamos de nuestra suerte: “pobre de mí, nací para ser un pobre desgraciado, una pobre desgraciada”, claro que no lo expresamos tantas veces con palabras para no quedar en el ridículo frente a nosotros mismos, mucho menos frente a los demás. Experimentamos esta fragilidad en el corazón, sin embargo Dios nos dice hoy, a través del Apóstol Pablo, que es posible sobrellevar, con fortaleza en medio de nuestra debilidad, esta invasión, y es más aún, dice, podemos sobrellevar las nuestras y las de los demás.
Recordemos que para Pablo la fortaleza no está en erguirse con una posición hierática, dura, firme, de dientes apretados y de rostro imperturbable, sino por el contrario, dejar que Dios actúe en medio de nuestras fragilidades con la fuerza con la que Dios se hace presente en el corazón de los que se reconocen a si mismos incapaces de todo. Todo es posible en el Señor.
Esta fuerza que viene de Dios, esta acción de fortaleza que viene de Dios, no permite sobrellevar la flaqueza de los que no tienen esa confianza puesta en Él. Sería interesante descubrir como Pablo termina el texto que hoy hemos compartido, invitándonos a un acto de confianza y de paciencia, en la espera de la manifestación de Cristo Jesús. Esta es la clave de la fortaleza en el esquema de Pablo, los fuertes son los débiles en Dios, los fuertes son los hombres y las mujeres, que como Jesús ha dicho en las bienaventuranzas, todo lo esperan de Él, son felices en medio de las persecuciones, los llantos, situaciones de injusticia, son felices cuando tienen o atraviesan por momentos de dolor, cuando trabajan por la paz.
La fortaleza está en la debilidad de quien sabe confiar profundamente en Dios. No solamente, dice Pablo hoy, podemos ser fuertes allí, sino también sobrellevar desde allí la flaqueza de los débiles.
Nuestras fragilidades se pueden superar, pero no podemos pensar que nos convertiremos en dioses, en superhombres, no es eso lo que se pide de nosotros, esos superhombres que a veces la sociedad quiere constituir, haciéndonos todo-terrenos, capaces de todo, sin límites, como Dios, realmente como Dios, como si fuéramos Dios. Nuestra fortaleza nace del reconocimiento de la debilidad.
Hay modos distintos de ser fuertes, hay temperamentos distintos, hay herencias y predisposiciones varias respectote esto, por lo tanto, no hay que copiar, yo tengo que encontrar y desarrollar mi propio modo de ser fuerte, que nace del reconocimiento de mi propio modo de ser débil.
En la perspectiva de Pablo ser fuerte nace de un reconocimiento de la fragilidad puesta en Dios. Hay personas que nunca hablan de su debilidad, y otros que si lo hacen, unos necesitan mas apoyo afectivo y otros menos, pero eso no significa que los primeros sean fuertes y los segundos no, son distintos. Algunos tienen un cuerpo capaz de soportar muchos dolores, pero les cuesta mucho tolerar un tiempo de calma junto a un ser querido, entonces son débiles por dentro. Otros son capaces de pasar noches sin dormir junto a un ser querido, pero tienen poca resistencia al dolor físico y se desmayan cuando cae una gotita de sangre de la nariz propia o de otro.
Hay muchas maneras de ser débiles, y muchas maneras de ser fuertes, es necesario liberarse de ciertas formas de entender la fortaleza para poder ser verdaderamente fuertes. Existe el error de creer que controlándolo todo seré mas fuerte, armando mi propia fortaleza, y eso es un error porque es imposible controlarlo todo, pero también es un error porque pretendiendo controlarlo todo nos sentimos mas débiles todavía cuando algo se nos escapa de las manos, se nos rompen los esquemas de pensamiento, en los que todo estaba bajo nuestro control.
De hecho, si alguien es muy controlador, es muy cerrado en sus esquemas, en el momento en que algo sale de esos esquemas, se desestabiliza tremendamente y grita por dentro: “pero, ¿en qué me equivoqué?, ¡por Dios!”. Suele pasarnos esto cuando inconcientemente creemos que el mundo gira alrededor nuestro, y que todo está bajo nuestra óptica, bajo nuestra mirada, bajo nuestro control.
Parece que se nos viniera todo abajo, sufrimos por no ser libres en el fondo, porque querer dominarlo todo, es atarnos a todo. La necesidad de tener todo bao control nos convierte en personas realmente muy débiles. La fuerza está en la debilidad, este es el camino por el cual no solo podemos sostenernos a nosotros, sino sostener a los demás. Parece una contradicción, la fuerza está en la debilidad.
Eso es justamente lo que estaba ausente en la predicación del dictador mas grande del siglo pasado, para Hitler, los débiles eran despreciables, por eso era necesaria la creación de una raza fuerte, que excluya a toda persona que posea alguna cierta debilidad, el mundo no es para los débiles.
Muy por el contrario, en la mirada de Dios, los débiles, los frágiles, los pobres, los enfermos, los lisiados, los ciegos, los paralíticos, los leprosos, los pecadores, son el objeto del amor de Cristo Jesús, por ellos ha venido, en ellos y en nosotros, cuando así lo reconocemos, es donde Dios se hace realmente fuerte.
Los fuertes son las personas que no se atan a nada, ahí está la fuerza de los débiles, son las personas libres que están dispuestas a cambiar sus planes, que son capaces de adaptarse a nuevas situaciones de manera inteligente, reconociendo que la vida es un préstamo y que no tiene sentido querer manejarla, es un regalo, y por eso no es razonable querer dominarla como si fuéramos los creadores.
La vida es un regalo, por eso puedo esperar lo inesperado, aquello que aparentemente no entra en los esquemas mas lógicos, hasta el dolor, que es parte de la vida, tiene capacidad para engendrar algo nuevo. También las humillaciones, los fracasos y las desilusiones deben ser consideradas como fermentos de vida nueva, de preciosísimas transformaciones. Si aceptamos enfrentar cualquier cosa que la vida nos depare de cara a Dios, eso nos hará fuertes, y de cada experiencia agradable o desagradable saldremos mas fortalecidos.
Nosotros estamos llamados a llevar la fortaleza de los débiles, dice Pablo, aceptemos las distintas posibilidades de ser fuertes que la vida nos vaya poniendo. A veces tendremos que ser fuertes en medio de un gran desprendimiento, liberándonos de todas nuestras seguridades, a veces seremos fuertes disfrutando de una etapa de serenidad y calma, otras veces seremos fuertes teniendo la valentía de llorar, así reclaman los fuertes la pérdida, la partida de un ser querido, de gritar, de llorar de dolor. “¿Por qué me has abandonado?”, no son palabras dichas por una persona débil, sino del mas fuerte.
Un tiempo para mi es necesario, buscar algunos minutos para estoar solo, sin hacer nada, es algo indispensable para poder encontrarme con mi propia verdad, y desde allí hacerme fuerte, pero si trato de escapar de mis angustias perdiéndome en una actividad desenfrenada, el hueco interior se irá haciendo cada vez mas grande y experimentaré una horrible sensación de debilidad interior, de inseguridad, de desamparo espiritual.
¿Cómo se hace para ser fuertes, para sobrellevar la flaqueza de los débiles?: así, como lo estamos planteando. Algunos suelen confundirse y creen que un tiempo para uno es simplemente un tiempo para distraerse, entonces seguimos como escapando de nosotros, haciendo cosas superficiales y así evitamos enfrentar aquello que en realidad nos está pasando. Un tiempo para uno mismo debería ser, por lo menos algunas veces, un tiempo para ser nosotros mismos, para reconocer eso que nos da tristeza o nos amarga por dentro, y si es necesario, llorar, gritar, sacar afuera todo eso que no nos atrevemos a decirle a los demás, enfrentar la angustia interior, sentirla hasta el fondo es un paso fundamental para volverse verdaderamente fuertes.
El que vive escapando es un ser tremendamente débil. No es fácil tomar la decisión de mirar de frente lo que estamos sintiendo en el fondo del corazón, pero hagámoslo, pensando que eso también es compartir la pasión de Jesús, para poder alcanzar la verdadera resurrección, como el grano de trigo, dice la Palabra , que si no cae en tierra y muere no produce frutos.
Debemos morir a nosotros mismos, aceptándonos como somos y desde allí dejar que Dios nos haga fuertes.
Jesús pasó por situaciones de mucho límite, de fragilidad, no negó lo que sentía, lo expreso y lo llevó adelante con fortaleza, con esperanza. Vale la pena contemplar los momentos de llanto de Jesús, “cuando estuvo cerca y vio la ciudad quiso llorar por ella”, dice Lucas 19, 41. El Evangelio de Juan nos presenta a Jesús confundido y turbado en el velatorio de su amigo Lázaro, finalmente se nos cuenta que Jesús lloró cuando encontró la muerte de quien había sido compañero suyo en el camino.
Jesús también se lamentaba dolorido, dirigiéndose a Jerusalén, la ciudad amada, “cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, pero tu no quisiste”, además los Evangelios nos hablan de otro momento de profundo dolor por la muerte de Juan El Bautista, cuando Jesús se enteró decidió escapar en una barca a un lugar desierto, dice la Palabra , para estar a solas. La Carta a los Hebreos, nos habla de la Pasión del Señor diciendo que Jesús pedía ayuda con fuertes gritos y lágrimas a Aquel que podía salvarlo de la muerte, sabemos que antes de morir gritó “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
Vemos entonces que Jesús conocía la angustia, no solo sufrió en su cuerpo cuando vivió la Pasión , sino que varias veces en su vida sintió amargura en su interior, buscó la soledad para aliviarse, gritó y lloró. Miremos esto así planteado, maravilloso, Dios llorando, como nosotros. Se hizo frágil como nosotros para hacerse fuerte en nosotros y para hacernos fuertes a nosotros.
Por eso no pretendamos escapar de las angustias y las amarguras interiores, es mejor que les pongamos nombre, que sepamos enfrentarlas unidos a Jesús, que sabe lo que se siente. Gritemos, lloremos con Él si hace falta, pero no escondamos lo que sentimos, ni tratemos de ocultarlo en el ruido, en la actividad. Llorar y lamentarse de vez en cuando no es ser débil, débiles son los que tienen miedo de reconocer lo que sienten. Enfrentando lo que nos pasa y pidiendo la ayuda del Espíritu Santo nos iremos fortaleciendo como verdaderamente uno se puede fortalecer, esto es fortalecerse por dentro.
Un camino para vencer nuestras debilidades y fortalecernos en medio de ellas, un remedio necesario sería un momento de oración cada día para reconocer todo lo que me hace sentir débil y entregar allí todo lo que pueda alimentar esa sensación interior de debilidad que hay en mi. Ahí pedirle al Señor que me fortalezca con su infinito poder, puedo expresar mi dolor con algún texto bíblico, suele ser útil recurrir a la imaginación pensando en Jesús resucitado, lleno de luz, de gloria y de poder, que pasa su mano sobre cada parte de mi cuerpo y luego penetra en mi intimidad profunda derramando energía y fortaleza, poder que me sana y me armoniza todo. Esto se puede acompañar con una oración: “derrama en mí, Jesús, la vida nueva y poderosa de tu resurrección”, también puedo tocar a Jesús para que me fortifique, así puedo transformar mi pobreza en audaz confianza.
El Señor nos quiere así, nos quiere confiados, entregados, silenciosos en el dolor, en la debilidad, en la fragilidad y entregados a su mano, capaz de hacerlo todo nuevo, de recrearlo de transformarlo desde nuestro caos, desde nuestro sinsentido, es allí donde todo nos parece que se nos hace oscuro y difícil donde Dios quiere ser Dios y espera eso de nosotros, que podamos mostrarle el costado frágil, débil, empobrecido.
Dios hace su papel, su rol fino en nuestra vida cuando nosotros le damos espacio desde nuestra debilidad, y para eso nada mejor, nada mas acertado, que abrirnos a un camino de oración.
Los problemas y desafíos de cada día nos pueden encontrar frágiles, débiles, o por el contrario fuertes y seguros, eso depende en buena parte o en buena medida nuestra victoria o nuestro angustioso fracaso. Lo mas importante es la fortaleza interior que solo el Señor nos puede dar, que nos hace verdaderamente resistentes y firmes, teniendo esa fortaleza los problemas no nos abaten, no nos desesperan, no nos hacen sentir pequeños, son realmente un estímulo.
Igualmente las cosas lindas que la vida nos presenta cada día pueden encontrarnos desganados, lánguidos, adormecidos, o pueden encontrarnos llenos de energía y de ganas de vivir, de entusiasmo. Es muy importante entonces que desde el comienzo del día le pidamos al Señor que nos llene de su vitalidad, de su salud, de su fortaleza, de su energía, Él, que tuvo poder para crearnos, también viene hoy a darnos poder para llenarnos de una vida mas fuerte, mas intensa, “tu has formado mis entrañas, tu me has formado en el vientre de mi madre, te doy gracias por tantas maravillas, soy un prodigio de tus manos, que sorprendes son tus criaturas”. Así Dios nos quiere, orando a su majestad, a su grandeza, a su poder, a su fuerza, confiados, sabiendo que en Él todo lo podemos.
Cuando pretendemos apoyarnos solo en nuestra capacidad y en nuestra energía nos taparemos con nuestra debilidad natural y lo único que vamos a hacer es bajar los brazos, pero si nos dejamos fortalecer por Dios sentiremos su potencia, y no perderemos la ganas de luchar.
De eso se trata, de abrirnos desde nuestras fragilidades, desde nuestras debilidades, al poder y a la grandeza de un Dios que en nosotros todo lo puede.
Nosotros podemos sobrellevar la debilidad de los débiles si somos fuertes, claro que nuestra fortaleza no nace de esa posición rígida con la que a veces el mundo identifica la fortaleza, hierática, firme, de dientes apretados, de rostro adusto y serio, no es esa la fortaleza a la que Dios nos invita, es a la fortaleza que nace de un reconocimiento de la propia fragilidad, en donde Dios si se hace fuerte en nosotros, los pobres, los débiles, los frágiles, los que reconocemos que solos no podemos y que en Dios todo lo podemos.
Padre Javier Soteras
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