El sentido del esfuerzo

martes, 27 de noviembre de 2012
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CAMPEONES DE LA VIDA Alejandro Lerner

Aunque las puertas se cierren, aunque no me sienta bien
Aunque el tiempo pegue fuerte se que voy a estar de pie
Yerba buena nunca muere, no se cansa de pelear
Aunque llueva, nieve, o truene, te tenés que levantar

Aunque no hayan Navidades, a la hora de la fe
Cuando la campana suene se que voy a estar de pie
Que no nos falte el trabajo ni las ganas de soñar
Que el sueño traiga trabajo y el trabajo dignidad

El futuro que no viene, el pasado que se fue
Lo que queda es el presente para poder estar bien

 

 “un niño vio un pequeño orificio en el capullo de una mariposa y se sentó a observar. La mariposa luchaba por abrirlo más grande y poder pasar su cuerpito a través del agujero. Parecía atascada. El niño quiso ayudarla con unas tijeras y por fin la mariposa pudo salir de aquella cárcel que la aprisionaba. La mariposa tenía el cuerpo hinchado y las alas pequeñitas y dobladas. El niño esperó inútilmente que volara. La mariposa había quedado mermada en sus facultades, porque el niño no sabía que la mariposa necesita un esfuerzo, y tiempo también, para llevar líquidos a sus alas y permitir así que éstas se fortalezcan y se extiendan. La mariposa solo podía arrastrarse en círculos. Nunca pudo llegar a volar. A volar solo podía llegar después de la lucha, del esfuerzo. Privarla de esto fue también privarla de su salud”

 

VLF:    Todo tiene su tiempo y cuesta esfuerzo que a veces no es bueno eliminar. Hay que tener paciencia para que las cosas resulten como queremos. ¡Cuántas veces hemos querido tomar por el camino corto para salir de las dificultades, de lo que nos cuesta, ‘recortando’ el esfuerzo –como el niño de este cuento- para ser libres, cuando en realidad ese esfuerzo es necesario que esté para poder salir adelante!

 

SS: Sí. Lo que dice el relato de la mariposa bien podría aplicarse a los seres humanos. Para nacer hay que esforzarse: el bebé que nace pone una parte de sí para nacer. Hoy estamos inmersos en lo que yo suelo llamar “la cultura del atajo”, que es la búsqueda de llegar sin viajar, imaginar un destino y encontrarnos ahí. Y en realidad es en el viaje donde está el descubrimiento, la creatividad, es en el viaje donde uno accede al conocimiento de sus propias posibilidades y limitaciones. El esfuerzo existe porque existe el límite. Ahora bien: no es tan sencillo el tema del esfuerzo porque a veces hay como una apología del esfuerzo inútil. Una cultura ‘adrenalínica’, donde hay personas adictas a la adrenalina y al esfuerzo que muere en sí mismo. Es lo que pasa en los casos de querer establecer records, y uno dice: ‘con esto, ¿qué es lo que se pretende demostrar, mas allá de la capacidad para sostener una determinada actividad? Yo creo que el esfuerzo nunca debería estar desligado de una pregunta que considero esencial y es la pregunta “¿para qué?”. Es la pregunta que conecta de alguna manera con lo trascendente, es decir, ir más allá de uno, pero más allá de uno no hacia cualquier lugar sino más allá de uno hacia los otros.

VLF: Es decir, dar lo máximo de sí mismo pero con un fin trascendente, y no hacer del esfuerzo un fin en sí mismo

 

SS: Por ejemplo: un ladrón que sale a robar todas las noches, también se esfuerza para hacerlo, pero ¿eso mejora su calidad humana? ¿mejora el mundo en el que vive? No. Daña a otros. Hay muchas personas que hacen cosas que lejos de mejorar el mundo, lo empeoran, a pesar de que ponen en eso mucho esfuerzo, y es porque no tienen una voluntad de sentido, un fin trascendente.

            Por eso, el tema del esfuerzo creo que tiene muchas puntas: por un lado, la búsqueda del atajo para eliminar el esfuerzo, por otro lado la cultura del “delivery”: que me llegue todo hecho, se trate de lo que se trate sin la participación de uno. Usando una metáfora: cocinar significa: conseguir los ingredientes, saber unirlos, tener paciencia, estar presente para que no quede crudo ni se queme, para al final llegar al resultado de algo en el que uno estuvo comprometido. En la cultura del delivery, todo esto desaparece y vamos directamente a los resultados. Resultados sin proceso. Llegada sin viaje. Por otro lado aparece la dilapidación del esfuerzo. La cultura del aguante: esto de demostrar cuánto uno puede aguantar, hasta dónde puede llegar aunque esto esté aplicado a fines no trascendente, fines que mueren en sí mismos o que de última tienen una finalidad narcisista que es la de que la persona que lo hizo se glorifique a sí misma por algo que no mejora el mundo de todos. También está el esfuerzo que es silencioso, que no trasciende, que es el que ofrece frutos compartidos, que hacen del mundo un lugar mejor, y que es el que mucha gente hace todos los días con su trabajo silencioso, con ese trabajo que parece que no aporta demasiado pero sin el cual estaríamos peor, como es el esfuerzo del que barre una calle, maneja un colectivo, es enfermero… los que hacen que cuando nos levantamos el mundo esté funcionando al parecer como algo regalado y que sin embargo es el fruto del esfuerzo silencioso, simultaneo y colectivo de muchas personas.

 

VLF: ¿cuál es el límite del esfuerzo y cuales las consecuencias de estos polos –el nada de esfuerzo y el mucho esfuerzo-¿

 

SS: el nada de esfuerzo nos lleva a no madurar, a no crecer, a no explorar el mundo en el que vivimos, a conocer mucho menos al otro porque no salimos de una cierta pasividad que nos deja ensimismados. Muchas veces se evita el esfuerzo para evitar el riesgo, para no afrontar conflictos ni dificultades. Y la vida es un rico menú que ofrece entre sus platos los esfuerzos y las dificultades donde nos probamos, nos conocemos a nosotros mismos, conocemos a los demás y conocemos el universo en el que vivimos. Hay quienes evitan el esfuerzo por sí mismos, y quienes –como el niño del relato- quieren ayudar a otros evitándole el esfuerzo, y en realidad es una ayuda que no ayuda porque impide al otro conocerse y le impide crecer. Es una ayuda que sustituye al otro en lugar de implementarlo. Uno puede ayudar dándole al otro lo que el otro necesita para desarrollarse, o uno puede ayudar al otro suplantándolo. “Vos no sabés y yo lo hago por vos”. Es una forma en que el ‘ayudante’ se quiere mostrar a sí mismo y a los demás cuan generoso es y cuánto se preocupa por el otro, pero con esto no ayuda. En cambio, hay otra forma de ayuda que empieza por preguntarle al ayudado qué es lo que necesita, de qué manera podemos aportar eso que necesita (porque tal vez lo que necesita es que no nos metamos, y a veces hay que esforzarse para no meterse y quedarse al margen).

            Entonces. Hay dos formas de impedir el esfuerzo del otro. Una cuando el otro mismo no quiere esforzarse por temor al trabajo, a la dificultad a superar, a lo desconocido que tendrá que explorar, o cuando es reemplazado por alguien que dice quererlo pero que no lo está ayudando. Y en la otra punta tenemos el que no reconoce el límite, el que se esfuerza en el afán de superar algo insuperable. Yo creo que los límites son necesarios en la vida, son orientadores, son sanadores, y tenemos que saber reconocer cuándo un límite es el premio a un esfuerzo; porque a veces gracias a un esfuerzo llegamos al límite, y otras veces hay personas que se esfuerzan, se esfuerzan y no reconocen el límite –ni para ellos ni para otros-. ¿cuál es el límite del esfuerzo? Un ejemplo: yo puedo anotarme en una maratón y llegar último. Puedo volver a anotarme al año siguiente y llegar último otra vez, pero dos segundos antes de lo que llegué el año anterior como producto de mi trabajo de todo el año. Tal vez para ganar estos dos segundos hice el esfuerzo de dejar de fumar, empecé a comer mejor, comencé a acostarme mas temprano y levantarme mas temprano para dedicarle un tiempo al entrenamiento. No es solo que llego dos segundos antes en la carrera, sino también que mi calidad de vida y mi salud han mejorado y tal vez esto lo aplico en muchas otras actividades en mi vida. Quizá esos dos segundos menos en la carrera son lo menos importante, y quizá son mi límite. En el camino del esfuerzo hay muchas cosas que aprender. Ahora, si yo me anoto para ganar la maratón y ese es mi objetivo, y solo logro llegar a la mitad de la tabla de los corredores, y considero esto como un fracaso, es que yo no reconozco el límite, con lo cual mi esfuerzo no ha tenido valor para mi a pesar de todo lo que ha producido. No me ha producido el sentimiento de logro, de crecimiento, porque yo no admito mis límites. Y si yo no reconozco mis límites, como no los traspaso todo esfuerzo es inútil. Creo que hay mucha gente que al no reconocer el límite se esfuerza inútilmente y de una manera a veces dañina porque empieza a apelar a herramientas que ya no son las propias porque son herramientas que van desde la trampa hasta el estímulo indebido, hasta maniobras que no corresponden en el afán de superar el límite. Y no es que no se estén esforzando, pero es un esfuerzo sin sentido.

 

VLF: ¿cómo y cuando podemos educar en el esfuerzo? Y ¿qué riqueza tiene esto para la vida adulta? A veces en la niñez, la educación crea una auto-exigencia que es nociva

 

SS: Creo que el esfuerzo con sentido, o el esfuerzo que se asocia a la exploración del sentido de la propia vida, una vida en el mundo con los otros, entendido así es un valor. Y creo que hay una forma única de educar en valores, que es viviendo los valores que uno quiere transmitir. Si no, se convierten en ‘discursos’ sobre valores. Los discursos que no están acompañados de actitudes son como la moneda que no tiene respaldo. Generan una inflación de palabras, pero no transmiten educación. Entonces, si estamos hablando de padres e hijos, la mejor manera de educar en el esfuerzo, es que nos vean esforzándonos en cosas que tienen sentido, que nos permiten descubrir el sentido de nuestra vida. Creo que todas las vidas tienen sentido, solo hay que descubrirlo. Entonces, si nosotros vivimos aplicando nuestras mejores energías, nuestro compromiso, nuestra presencia, nuestro sentimiento, a tarea, a vínculos que mejoren un poquito el mundo, todos nuestros esfuerzos habrán tenido sentido. El esfuerzo en el trabajo, en los vínculos. Los vínculos, sobre todo si son importantes, también exigen esfuerzo y entonces, hay que aprender a priorizar, es decir, dejar otras cosas que también nos gustarían para concentrarnos en sostenerlo. A veces visitar a un amigo implica emplear tiempo para desplazarse, postergar otras cosas que también nos gustaría hacer. Esto también es esfuerzo, y esfuerzo con sentido. Lo mismo en el trabajo. Yo creo que se educa en el esfuerzo a través del tipo de esfuerzo que uno desarrolla en la vida, y el tipo de esfuerzo que nos ven hacer aquellos que nos toman como referentes, ya sea referentes como padres, como docentes o simplemente como adultos confiables, o como adultos cercanos y significativos.

 

VLF: ¿cuáles son los errores más comunes en la educación en el esfuerzo? Muchas veces escuchamos papás que dicen a sus hijos “tenés que ser el mejor” (en el colegio, en el deporte, en el hobby). Este también es un límite que está pegadito a la competencia.

 

SS: Esa es la cultura de la exigencia, que a veces tiene aristas muy fuertes. El problema de la exigencia (tanto la auto-exigencia como la exigencia al otro) es que se la suele mencionar como un valor, y yo no creo que en sí misma lo sea. Y tiene un problema: la exigencia pide un resultado sin importarle el cómo. Apunta sobre todo a la cosecha, pero no a la siembra. Es como si le pidiera a un manzano que de las mejores manzanas sin preguntarnos qué necesita ese árbol para eso. Yo necesito comer la mejor manzana de ese árbol, pero esa es ‘mi’ necesidad. Yo tengo que escuchar la necesidad del árbol. El árbol quizá me pedirá paciencia, me pedirá presencia, me pedirá que yo deje de lado algunas cosas mías para estar ahí en el momento de una tormenta que amenace o cuando haya una plaga de la que tenga que salir, o cuando sea necesario que le coloque un tutor para que el viento no lo voltee. Y quizá esto ya no me guste tanto, porque lo que yo quiero es comer la manzana, no quiero tener que trabajar para el árbol.

Por eso creo que muchas veces en la educación de los hijos se plantea la exigencia como si eso fuera una buena educación, y dejamos de ver a nuestro hijo para ver nuestro deseo reflejado en el hijo. Y nuestro deseo puede tener que ver con una carencia nuestra. Por ejemplo: yo no pude estudiar y entonces quiero que mi hijo tenga medalla de oro en la facultad, y que entonces venga a reivindicar asignaturas pendientes que yo tengo, y que si miro bien ni siquiera son asignaturas pendientes porque yo me esforcé en la vida y tal vez no conseguí eso pero conseguí otras cosas valiosas. O a veces al contrario: como hemos sido exitosos (a veces “exitosos” entre comillas, porque es exitoso desde el punto de vista de lo que socialmente se considera exitoso), no queremos que nuestros hijos estén por debajo de eso. entonces la exigencia está apuntada a que ‘no nos dejen mal’. Si yo fui buen médico, que mi hijo no me deje mal siendo tornero, aunque sea un tornero feliz. Es decir, lo que le exijo lo quiero por ‘mi nombre’, no por ‘su felicidad’.

Por eso, con la exigencia hay que tener cuidado, porque a veces requieren esfuerzos que hacen sufrir mucho y no producen frutos felices.

 

VLF: querría detenerme en el esfuerzo de las generaciones jóvenes, estos jóvenes que a veces no tienen futuro ni ideales ni metas, que no le ven sentido al esfuerzo.

 

SS: los adolescentes en general tienden a cerrarse. Están construyendo su identidad, y muchas veces esa cerrazón que muestran o esa mala cara permanente que muestran, probablemente no tenga que ver con nosotros aunque nosotros creemos que es así. Probablemente tenga que ver con cosas de un mundo en construcción que los cierra porque necesitan diferenciarse del adulto. Mientras eran niños necesitaban identificarse con los adultos, sentirse muy cerca, porque el adulto era la condición de seguridad en el mundo. A medida que van desarrollando recursos propios se van cerrando. Para crecer, el adolescente a veces necesita ‘confrontar’ el mundo de los adultos. Lo importante es que ‘haya’ adultos del otro lado. El problema no es que el adolescente confronte. El problema es lo que el adulto hace con esa confrontación: si reprime de una manera virulenta como un agricultor que en lugar de poner límites para ayudar a crecer, en lugar de podar, mutila; si ‘no hay’ adulto, si el adulto quiere congraciarse con el adolescente que confronta y entonces no le pone un ‘tutor’ para que esa marcha vaya teniendo una dirección. Es importante que los padres puedan darse cuenta cuál es la necesidad de ese hijo adolescente. En el caso del estudio, tal vez un ambiente más flexible, no tan exigente, pueda satisfacer mejor sus necesidades. A veces los padres dicen que ‘no ven feliz’ a su hijo. ¿qué quiere decir esto? ¿Qué no lo ven feliz ‘a su manera’(la de los padres), no lo ven feliz de acuerdo a su concepto de la felicidad, no lo ven feliz de la manera que a ellos los dejaría tranquilos? Mi percepción de que mi hijo no es feliz es una percepción que yo tengo que constatar con la realidad. Por lo tanto, podría sentarme con mi hijo, si es que tengo canales de diálogo construidos y mantenidos, y decírselo: ‘yo no te veo feliz. ¿es así o solo me parece a mí?’ Esto es ir a la fuente, no imponer mi visión de la realidad y actuar en consecuencia porque eso puede llevar a provocar más conflicto. Debo desarrollar mi percepción de la realidad ante la fuente que es mi hijo. Puede que mi hijo me diga que no es así. Entonces puedo pedirle que me cuente como se siente. Eso sería el comienzo del diálogo. Puede ser que él diga ‘algo de eso hay’. Ahí se le puede preguntar ‘¿te puedo ayudar en algo?’ Y esto es parte de un trabajo, que es un trabajo esforzado, y es el trabajo de ser padres. Es un esfuerzo cotidiano, full time, y es un esfuerzo que si uno realiza acompañando el crecimiento de una persona que no ha venido al mundo a cumplir mis expectativas sino a ser una persona única a la que tengo que ayudar a desarrollar sus cualidades, no siendo complaciente pero sí siendo observador de su singularidad, ese trabajo me va a requerir un esfuerzo constante y permanente, que si lo hago, va a ser breve (me va a llevar solo unos 18 años, que no es tanto si calculamos el promedio de vida actual), y si no lo hago se va a convertir en una preocupación. Lo que estamos haciendo es criar hijos para que sean adultos, no para que sean permanentemente niños. Es un esfuerzo que tenemos que tener en la conciencia desde que nos convertimos en padres. Ser padres no es un juego. Es acompañar el desarrollo de una vida autónoma.

 “A partir de los 20 años, todas las personas son responsables de su cara”, decía un escritor famoso. Esa cara de alguna manera es la síntesis de lo que ellas son. Cada uno es responsable de lo que hace con su vida. Sucede a veces con los hijos que queremos ayudarlos, pero la ayuda consiste en soltar, y eso conlleva una dosis de dolor, pero a veces el no soltar impide crecer

 

Una oyente dice por ejemplo : Me esfuerzo por el estudio, mis padres también, pero siento que no voy a llegar a un buen puesto. No veo una meta

SS: Quizá lo que está en juego, de fondo, es el tema de la vocación por un lado, y la pregunta ‘¿para qué?’ por otro lado. ¿Para qué estudia una persona? ¿Para obtener un título? Hay entonces sobre todo un interés utilitario, es decir, está buscando una herramienta útil para un desarrollo económico o para una posición social. ¿estudia porque quiere saber? Verá entonces de qué vive además.

            Muchas veces pasa con los chicos que se encuentran estudiando algo porque es lo que sus padres esperan que ellos estudien, o están terminando una carrera porque sienten que eso es lo que se espera de ellos. Y a veces hay que tomar el riesgo de decir ‘no voy a estudiar pero voy a trabajar’; o le pido como ayuda a estos padres que me quieren y por tanto también están haciendo esfuerzo para que yo estudie, que ese esfuerzo lo orienten en otra dirección porque quizá siento que el estudio no va a ser lo mío. Esto por un lado. Después entran los ingredientes sociales. Hay muchos chicos que estudian y dicen “en esta sociedad, donde las salidas laborales no están siempre garantizadas, donde la competencia es feroz, ¿de qué me sirve estudiar?” esta es una pregunta que no la va a responder nadie. Es una pregunta que se tiene que responder cada uno. Cuál es el fin del estudio, como cual es el fin de tantas cosas que hacemos. Si quiero ganar dinero rápido, quizá no tenga que estudiar. Pero ojo: hay formas de ganar dinero que no están vinculadas a los valores.

         Tengo un hijo de 24 años que dice no quiere trabajar ni estudiar porque no quiere pertenecer al sistema

SS: Yo le preguntaría ¿qué quiere decir no pertenecer al sistema? Y ¿cuál es tu propuesta a la respuesta del sistema? Y ¿cómo la vas a desarrollar? Una cosa es que a los 24 años no quiera pertenecer al sistema, y otra que quiera seguir viviendo mantenido, vivir del asistencialismo materno y paterno, que es una de las peores formas de pertenecer al sistema, o una forma de aprovecharse de lo peor del sistema. Desarrollar una vida fuera del sistema requiere un esfuerzo muy grande y requiere atravesar riesgos. ¿está dispuesto a eso?

         ¿es bueno mandar a un hijo a maestra particular?

SS: Cada familia es un mundo, cada problema es personal. La escuela ofrece un programa y da conocimientos y herramientas para desarrollar ese programa. A veces los chicos dejan de rendir por estar abrumados por un exceso de ayuda, que no ayuda. Si estos padres tomaron responsablemente esta decisión y les está dando resultado, quizá sea una buena decisión. Una cosa es la exigencia en un extremo y otra evitarle a los hijos todo esfuerzo en el otro extremo. Hay tanto padres exigentes al punto de no ser bueno esto, y otros que están con la palabra ‘pobrecito’ todo el tiempo, como si sus hijos fueran discapacitados, que necesitaran todo el tiempo ayuda.

         Por qué a veces cuando un amigo o pariente cercano pasa por una experiencia de dolor, de error, nos cuesta tanto aceptar esto. ¿será porque nos cuesta también a nosotros?

SS: Si es un ser cercano uno en seguida percibe ese dolor como en la propia carne. No se puede ni se debe evitar esto. La pregunta en el plano emocional, es no cómo evitamos sentir algo, sino ¿qué hacemos con eso que sentimos? Nosotros no somos responsables de lo que sentimos. Nadie se propone sentir lo que siente. Pero sí somos responsables de lo que hacemos con lo que sentimos. Si ese dolor del ser querido que nos provoca dolor a nosotros se convierte en lástima o en distancia (porque no soporto verlo sufrir me alejo), son cosas que además de ser responsabilidad mía, no ayudan. No es lo mismo compasión que lástima. La compasión me pone a mi al nivel del que sufre, la lástima me pone por arriba. Con la cercanía ayudamos si preguntamos ¿qué puedo hacer?

         ¿qué pasa con el esfuerzo no reconocido, como es por ejemplo el del ama de casa?

SS: esta tarea, además de ser de enorme responsabilidad porque de ella muchas veces dependen varias vidas, o depende el éxito externo de mas de una vida. Gracias a ese esfuerzo permanente, silencioso, merece mayor reconocimiento. Creo que es importante que las propias amas de casa reivindiquen ese oficio, y no crean que son menos. Para ser ama de casa implica conocimientos, experiencias, desarrollo de habilidades… Es una muestra cotidiana de esfuerzo donde a veces parece que ni siquiera hay derecho a enfermarse.

            Respecto al tema del reconocimiento del esfuerzo en otros planos, hay que ver hasta qué punto es importante para cada uno que le reconozcan sus esfuerzos externamente, y hasta qué punto nos olvidamos del reconocimiento interno. Hay muchas personas que ponen tanto acento en el reconocimiento externo que parece que si no lo tienen no están seguros de que los vean, de que existen. Quien depende 100% de ese reconocimiento, nunca va a ser suficiente, porque la existencia no me la puede dar el reconocimiento del otro. Tenemos que saber valorarnos a nosotros mismos. Acá hay que ver también que existe una diferencia entre el respeto y la autoestima. La autoestima tiene mucho que ver con lo que los otros nos dan como comentario valioso acerca de nosotros mismos, pero a veces está demasiado basada en la mirada externa. El respeto empieza por aquello que yo valoro de mi mismo y cómo lo pongo en el mundo. Quien se respeta a si mismo va a terminar siendo respetado. Hay quienes se esfuerzan para ser reconocidas. Otras se esfuerzan para lograr un fin, y como consecuencia de eso son reconocidas. Si el reconocimiento externo es el fin de mi esfuerzo voy a estar siempre un poco sintiéndome que no soy reconocido lo suficiente

         Qué pasa cuando un ser querido te exige cambios de hábitos –de limpieza por ejemplo- pero nunca es suficiente ¿valdrá la pena tanto esfuerzo cuando esto no es reconocido

SS: Si todo el tiempo me esfuerzo para amoldarme a lo que el otro espera de mi, es un esfuerzo inútil, porque nadie puede hacer del otro una persona distinta de lo que es. No es bueno esforzarse para complacer. Ahora, si el otro se complace en ver lo que hacemos porque eso es lo que somos, ahí va a haber un vínculo en construcción y que se va a ir alimentando.

 ‘PA’LANTE’

Alberto Plaza

Cuando resulta todo difícil, cuando la esperanza se va,
cuando se vuelve noche tu vida, se nubla todo y parece que el sol no quiere alumbrar
Dale una vuelta, mira distinto; piensa que todo puede cambiar
toda la fuerza que te hace falta la tienes dentro del alma y allí la vas a encontrar

Pa’lante, pa’lante camina, no te detengas jamás
Pa’lante, pa’lante con fuerza todo se puede lograr
levanta bien la cabeza y mira alegre al futuro
porque algo bueno vendrá

Pa’lante, pa’lante camina , no te detengas por ná
Pa’lante, pa’lante con fuerza que así se hará realidad
el sueño que andas buscando, esa promesa de vida
amor y felicidad

Basta de los que siembran el odio, basta de los que empujan pa’trás
hay tanta gente buena en el mundo que bastaría un segundo para borrar todo el mal
Por eso la esperanza no muere, por eso no se acaba la fe
porque cuando el amor es profundo es permanente y fecundo y no hay quien pueda con él