Cuarta Morada: El Señor nos viene al encuentro con la gracia de la sobrenaturalidad

viernes, 14 de diciembre de 2012
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Las moradas de Santa Teresa nos ponen de cara al vínculo de amistad profundo con el Señor que vive dentro de nosotros como en un castillo, tiene su casa, Dios ha venido a habitar en nosotros. En la cuarta morada, Dios se nos muestra como dándose como dice Teresa, de balde.

Ya no es necesario hablar, las palabras están de más cuando con tanta evidencia el Señor se muestra vivo en medio de nosotros y es la experiencia que Teresa de Jesús hace cuando nos acerca a este lugar tan profundo de encuentro con Jesús, en la cuarta morada.

“En el último, dirán día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz diciendo, si alguno tiene sed, venga a Mí y beba, el que cree en Mí, como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Él se refería al Espíritu que debían recibir los que creyeran en Él. El Espíritu no había sido todavía derramado.

En la cuarta morada, es el momento en el que el Señor nos viene al encuentro con la gracia de la sobrenaturalidad notándose esto claramente en la oración, dice Teresa. Para aprovechar mucho en este camino de llegar hasta donde nos lleva el Maestro, no está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho. Así lo que más nos mueve a amar, eso tenemos que hacer. O expresado de otra manera, no vamos a complacer a Dios, dice Teresa con mucha palabra muy bien hilvanada y muy pensada. Él busca nuestro amor, nuestra entrega y confianza en sus manos. Quizás no sepamos en qué radica el verdadero amor, no consiste en el mayor gusto espiritual, sino en la mayor determinación en querer agradar a Dios en todo procurando en lo que podamos de no ofenderle y al mismo tiempo, dice Teresa, rogando que vaya siempre adelante la gloria y la honra de Dios, el florecimiento de la iglesia y del reino de Dios. No quiere decir que ya no existan tentaciones en esta etapa del camino, nos siguen asediando pero en el lugar de darnos algún daño de golpe, nos hacen bien, nos llaman a la realidad, nos ponen en camino de humildad. En esta morada Dios viene a nuestra ayuda y nos invita a caminar por el sendero de la humildad.

En la experiencia del amor muchas veces, por no decirlo que las experiencias de amor más concretas y más ciertas, no necesitan de las palabras. Seguramente como para poder paradojar lo que Teresa viene diciendo que en la relación con Dios vos puedes dar cuenta de cuantas veces la palabra no ocupó el discurso del amor sino que el gesto fue elocuente en el encuentro de amor. El amor de amistad, el amor de pareja, el matrimonial, el del noviazgo, el amor de solidaridad, el gesto comprometido con los más pobres, gestos de amor que hablan más que las palabras. Esta es la experiencia de Teresa de Jesús, en la que nos invita a compartir en esta mañana.

Es así, la palabra no tiene lugar porque el amor es una expresión acabada de la presencia de Dios en nosotros en esta cuarta morada. Es tan evidente que Dios nos puede y trabaja en medio de nosotros con un orden de novedad que deja todas las cosas puestas en su lugar.

Es por eso, el segundo título de nuestro encuentro hoy en torno a la cuarta morada: Dios es el centro de nuestro microcosmos, como maestro que nos enseña el camino.

Es la ciencia del amor de Dios que habita por dentro que se manifiesta con más claridad que antes. ¿Cuáles son las dificultades que aparecen en esta parte del camino?, esto lo responde Teresa diciendo que es muy habitual, en este tiempo, que haya muchas distracciones en el plano de imaginación de la persona es lo que ella llama loca de la casa, añadiendo que la falta de capacidad para razonar, la inquieta interiormente a la persona, nos atormentan las distracciones, sentimos que estamos junto a Él pero nuestro pensamiento vuela de aquí para allá. No hay por qué asustarse, el pensamiento y la imaginación son como las manos de nuestro ser interior, no son el centro de nuestra alma, podemos estar muy juntos a Dios aunque no podamos aquietar el movimiento de nuestras manos. Sin querer, podemos desperdiciar mucho tiempo del que dedicamos a la oración al tratar de fijar el pensamiento en Dios. No nos damos cuenta de que tenemos un mundo dentro de nosotros mismos, si no podemos detener el movimiento, dice Teresa de los astros tampoco por más que lo intentemos vamos a detener el continuo divagar de nuestra imaginación. Qué hacer, no prestarle atención a cómo van y vienen las olas diría yo del mar sobre la arena de la playa, sino sencillamente dejar que en el fluir de ese proceso todo se vaya limpiando y nosotros no perder la mirada como si estuviéramos en el mar contemplando el horizonte o verdaderamente que atrae para que no sea lo poco que distraiga nuestro corazón, esta presencia de Dios que nos habita adentro no siempre implica que vayamos a sacar mucho fruto o que logramos hacer una buena reflexión, o que tengamos una atención puesta en él mismo, puede que distintas circunstancias hagan que divaguemos mientras rezamos. Aquí lo importante es permanecer y determinarnos en el amor, allí donde Dios se muestra como pedagogo y maestro por dentro de nosotros, ese momento en el que el Señor ante toda la movilidad de nuestra interioridad y particularmente nuestros pensamientos, o imaginación, sentimientos, afectos, hasta la misma voluntad sea tomada desde el centro por Él para comenzar a poner las cosas en su lugar.

La presencia de amor de Dios que nos quema por dentro y va purificando en este tiempo del camino como de desierto, de repente y que a veces se da con tanto movimiento de ideas, de sentimientos, de afectos, de lo que se sabe que el Señor está en el centro y va como poniendo luz, claridad, de repente se hace como una lluvia que lo empapa todo y lo calma todo y viene la quietud interior, la oración que se recibe de Dios es a veces así. Los gustos pueden llamarse oración de quietud en este momento, no brota de nuestro esfuerzo de reflexión, sino que recibe el aliento directo de Dios que hace oración reflexionando sobre la vida de Cristo y de la propia vida, se asemeja a la persona dice Teresa que riega el jardín con mucho trabajo transportando baldes de agua y a veces es así como decía el salmo en la liturgia del día de ayer, uno con lagrimas va regando el propio terreno. El que recibiendo los gustos de Dios en este momento de oración es como el que va a regar su jardín sin ningún esfuerzo, recibe directamente el agua del cielo en forma de lluvia. Esta etapa de la cuarta morada consiste en percibir esa presencia de Dios que nos inunda con su gracia. Dice Teresa, cuando Dios quiere hacernos estos regalos sobrenaturales se podría decir que se produce una grandísima paz y suavidad en nuestro interior. Como decíamos están demás de las palabras y los gestos hablan por sí mismos.

En esta etapa del camino la gracia de Dios nos hace ir mucho más allá de nuestro esfuerzo al cual prácticamente ni lo aplicamos, no se siente. Esa preciosa agua del cielo humedece, dice Teresa, y ablanda los terrones de nuestro corazón y hasta llega a beneficiar nuestro propio cuerpo. No sé como dice Teresa pero el que lo ha experimentado lo entenderá que todo el hombre  exterior goza en ese gozo y suavidad interior, en esta experiencia de quietud interior no bastan, ni alcanzan las palabras para explicar en alguna forma todo lo que hace Dios en nosotros sino que es preciso valerse de diferentes comparaciones y dice Teresa, es como un manantial. Un poco antes dije que esta oración de quietud se parece a la lluvia que riega nuestro jardín pero no es lluvia, no cae desde fuera, sino que brota desde lo más profundo de nosotros mismos, no sé como es, ni como ocurre pero me pareciera que esa fuente de agua edificante mana de lo mas intimo y secreto del alma, parece cumplirse la palabra del Señor, brotaran aguas vivas del corazón de los que creen en mí, es como un foco de calor escondido donde se queman preciosas hierbas aromáticas llenando de agradable color y fragancia todo nuestro corazón, nuestra voluntad e inteligencia y hasta nuestro cuerpo, sin saber como sucede, dice Teresa nos transforma y nos da fuerza y capacidad para realizar cosas que antes no podíamos.

No hay peor forma de lograr esa forma de oración de quietud, todo diría Teresa como engolfado en Dios, habitado por Él sin poder explicar con palabras solamente en el silencio permanecer en su presencia, no hay peor forma de llegar allí que suspirando por tener esta experiencia, por buscarla. No nos toca a nosotros dice Teresa, buscar o codiciar esta oración de quietud. Por varios motivos, primero nuestro amor y seguimiento de Cristo debe ser desinteresado, segundo seria falta de humildad pretender algo que no se nos debe, tercero en lugar de buscar gustos tenemos que pedir poder tener padecimientos para imitar al Señor y acompañarlo en el camino, cuarto el da a cada uno lo que le conviene y finalmente quinto, si pretendemos tener oración de quietud en el propio esfuerzo trabajaremos inútilmente. ¿Cómo alcanzar entonces esta gracia de oración? Con humildad, es Señor se deja ganar, se deja comprar por humildad, lo primero es ni pensemos merecer esos regalos, hay que dejar que todo ocurra según lo que Dios quiera y aspirar a esto a lo que Dios quiera.

El silencio, el mejor aliado de este tiempo. Cuando el Señor a alcanzado en nosotros este estadio interior, la persona desea estar en silencio, se da cuenta de que las palabras están de más, se trata del silencio interior y el exterior, van de la mano en este caso. En las primeras etapas de la oración nos hacen guerra a nuestros sentidos que buscan siempre lo más agradable, suave y también tenemos que lidiar con nuestra imaginación y con nuestro pensamiento. Pero en este tiempo el recogimiento que da el Señor no permite aquello otro como buen pastor nos llama hacia el interior, de este magnífico castillo interior y también atrae nuestros sentidos, pensamientos, imaginación y todo se aquieta. Al principio cuesta entender que no haya palabras, pero después el silencio termina siendo el mejor aliado. En los recogimientos, la iniciativa parte claramente de Dios sin saber como sucede y a veces estando nosotros algo distraídos nos atrae suavemente hacia Él a lo más íntimo de nosotros, ¿para qué nos atrae? Se pregunta Teresa, para irnos preparando para algo mas, para que estemos más atentos a sus llamadas interiores.

Vayamos juntos a ese lugar donde Dios nos conduce y que seguramente será ese lugar de pradera del que habla el salmo 22, donde el Señor nos descansa, nos fortalece, nos conforta, nos invita a estar y a permanecer con Él.

                                                                                                                     Padre Javier Soteras