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En la plegaria de intercesión el amor de Dios cubre todas las distancias
miércoles, 16 de agosto de 2006
El que permanece en mi y yo en el da mucho fruto porque separados de mi nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mi es como el sarmiento que se tira y se seca, después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante y así sean mis discípulos.
Juan 15, 5 – 8
Ayer compartíamos en la catequesis la dimensión ascendente de la plegaria de intercesión. Esta expresión de confianza que nace de nuestro corazón y que mueve el corazón de Dios en lo que Dios dispuso siempre de movimiento, de vínculo entre nosotros y El. Nada absolutamente de lo surge como oración en nosotros es absolutamente nuestro. Es fuerza del Espíritu que actúa en nosotros y que Dios inspira como oración que El ha previsto, desde siempre, desde toda la eternidad para que podamos estar sumados a su plan de redención y de salvación. Hoy queremos descubrir ésta otra dimensión también clara en la oración de intercesión que llamamos el movimiento descendente. En la etapa descendente la plegaria de intercesión no es menos misteriosa que aquella que compartíamos ayer. Implica una intervención divina en el curso de las cosas que a veces va contra la naturaleza que El mismo ha establecido. Contra las leyes físicas cuando se trata del mundo exterior. Contra la naturaleza Jesús claramente parado frente a la tempestad llamando al viento al silencio y todo volvió a una gran bonanza. Contra las leyes físicas cuando se trata de un mundo exterior con la plegaria para conseguir la lluvia. Dios nos mueve a orar por esto y cuenta con nuestra oración para orar por esto. Las leyes biológicas para que lo que toca al mundo del hombre pueda conseguir el hombre por la plegaria la curación. Ayer recibí de un amigo un testimonio hermoso que afectó directamente a su familia. La plegaria en comunión con un sacerdote y la sanidad de uno de los miembros de la familia. El poder de sanidad de la oración. También las leyes psicológicas se trastocan, las de la vida espiritual, sobre todo cuando la libertad está en juego. Plegarias para conseguir la conversión del corazón. Son las oraciones que nosotros elevamos al cielo y que Dios cuenta con éstas oraciones para hacer lo que Dios sabe, que corresponde a su plan de salvación. En ese plan de salvación hemos sido incorporados y Dios nos muestra que El es capaz de cambiar las cosas y el curso de las cosas. Que siempre estuvo dispuesto que para esa disposición suya contaba con nuestra súplica porque no lo quiere hacer sin nosotros. Todo es posible para Dios. Ha creado todo de la nada y conserva todas las cosas en su existencia y de forma permanente por su sola voluntad, por su sola Palabra como dice la Escritura. Ha conducido la evolución del universo de manera ascendente, hacia la armonía y la belleza, hacia la vida, hacia nosotros como señores en el universo, imagen y reflejo de su presencia y no obstante la libertad nuestra. Y pese al pecado conduce la historia del mundo hacia la persona de Jesús y hacia la constitución definitiva del reino de alegría paz y gozo a que somos invitados. Nada podría poner límites a su acción y a sus intervenciones en su creación. Ni las leyes de la naturaleza, ni la vida, ni la libertad de las criaturas dotadas de razón, ni el pecado mismo. Dios es realmente poderoso. Para nosotros ésta verdad se traduce en búsqueda de comunión con la fuerza con la que El actúa y comparte su misterio con nosotros. A los discípulos se los dice cuando los envía a la misión: expulsen a los demonios, curen a los enfermos. El Señor les está dando y está compartiendo la fuerza que hay en El para cambiar el rumbo de la historia y hacerla historia de plenitud y de felicidad. Esto se acrecienta en el corazón de los que oran y particularmente como dice hoy la Palabra en el texto que corresponde a la liturgia éste miércoles cuando oramos en común: cuando dos de ustedes se reúnen a orar el Espíritu concede lo que ustedes piden. El Espíritu que asiste a los orantes concede en la persona de Jesús lo que ustedes claman al cielo. Cuanto más si los que oramos no somos dos sino miles y miles detrás de un objetivo: que ésta red en éste tiempo crezca y se desarrolle hasta alcanzar cada rincón del país sobre todo en los lugares donde hay oscuridad, sentido de muerte, falta de sentido de vida.
Dios es Todopoderoso. Sin embargo no es un Dios de confusión como dice Pablo en primera de Corintios 14, 33 sino un Dios de paz. El dirige todas las cosas con prudencia, con sabiduría, sobretodo con el amor que hace de la historia de los hombres una historia de redención, de plenitud. Sabemos que su amor no es cualquier tipo de amor es humilde e incansablemente paciente, es plenamente respetuoso de nosotros, de nuestra autonomía, de nuestra libertad. No nos invade Dios, nos suma a la fuerza de su amor. No avanza sin nosotros, no quiere avanzar sin nosotros. Y no podemos concebir de parte suya intervenciones que violentaran nuestra libertad ni siquiera las del mundo inanimado ni siquiera las del mundo humano. Dios actúa con poder sobre los acontecimientos de la historia en la medida que los hombres se abren a su poder. Si las cosas no son distintas es porque nosotros hemos decidido que Dios no forme parte de nuestra historia. Hemos generado la confusión a partir de la construcción de nuestra propia Babel en el mundo contemporáneo. No hay un momento de mayor comunicación entre los hombres. Las distancias se acortan rápidamente entre nosotros. Sin embargo no podemos decir que el sistema de globalización nos esté permitiendo vivir más humanamente. Las brechas son cada vez más grandes entre los ricos y los pobres. Cada vez más pobres y cada vez menos ricos acumulan una cantidad importante de los bienes que podrían ser distribuidos entre todos. El sistema de globalización no ha cortado las distancias en algún sentido, en otro sentido si. Estamos frente a la era de la comunicación y tal vez los hombres nunca hemos estado tan incomunicados como en éste tiempo. Porque hemos repetido Babel. Hemos dicho lo dejemos a Dios de lado y construyamos nuestra propia historia. Hagamos nuestro propio mundo. Hagamos un mundo sin Dios. Este es el discurso que está contenido en el corazón mismo de la secularización: un mundo sin trascendencia. Un mundo que empieza y termina donde está el proceso del nacimiento, desarrollo, evolución y muerte de la historia. En éste mundo, en ésta Babel nosotros clamamos por un Pentecostés que aún cuando hablemos lenguas distintas podamos entendernos. El que regala ese lenguaje es el amor que se derrama en abundancia en el corazón de los que oran en el Espíritu. En realidad Pentecostés no es otra cosa que la manifestación del Espíritu del amor en el corazón de los discípulos y en el corazón de los tres mil que lo escuchan y se convierten. Ellos que vienen de distintos lugares y hablan lenguas diversas lo escuchan hablar y los entienden porque habla el lenguaje comprensible al corazón humano. El lenguaje del amor, inconfundible lenguaje que atrae, une, nos hermana y nos permite recorrer caminos juntos. Cuando oramos intercesión en realidad lo que se transforma en movimiento descendente sobre nosotros por participación de Dios al que le abrimos la puerta de nuestro corazón es el amor que transforma la vida y que nos hermana y nos hace uno. Dios ha puesto realmente la creación en nuestras manos. Ha confiado a nuestro cuidado el gobierno del mundo y de la historia y esto no pierde valor por el hecho de que nos hayamos mostrado muy por debajo de ésta responsabilidad, como de hecho lo estamos demostrando escandalosamente en éste tiempo de injusticias, de guerras, de conflictos, de genocidios, la subsistencia de condiciones de vida infrahumanas entre tantos hombres y pueblos, los dramas de todo tipo que no logramos terminar por dominar. Ha sido tan grande el escándalo que hemos generado no solo sobre la humanidad sino sobre la creación de cara a la irresponsabilidad de vivir sin Dios que la misma creación se está quejando. Sino, qué es el desequilibrio ecológico? Cuanto el trastornar nosotros las leyes que la misma creación tiene para vivir en armonía. Y no es Dios el que violenta las leyes. Somos nosotros que hemos violentado el orden. Y en esto es implacable la situación. Dios perdona siempre. Nosotros perdonamos de vez en cuando, pero la creación no perdona Porque las leyes de la creación son estrictamente ordenadas por Dios a favor del hombre, y cuando el hombre va en contra de las leyes de la creación éstas se le vuelven en contra al mismo hombre. Es lo que está pasando en éste tiempo con el desequilibrio ecológico. Entonces nos abrimos para pedirle a Dios en nuestra plegaria que tienda los brazos para hacer lo que nosotros no logramos hacer o que de hecho hacemos mal. Esto es clamar al cielo y pedir la intervención de Dios. Para eso hace falta un corazón humilde que reconoce que no puede por si mismo. Que la vida le da para ciertas cosas pero que solamente lo puede en la medida en que, como dice Jesús, creemos en la comunión que tenemos con El en el Padre y de verdad reconocemos como dice hoy la Palabra que acabamos de compartir que sin El no podemos absolutamente nada. Solo cuando está ésta conciencia, la oración de súplica, la oración de intercesión se hace poderosa. No es que nosotros nos hagamos poderosos orando y ahora es como si nos revistiéramos de gladiadores como en un ejército orante. Es Dios el que se hace fuerte en la debilidad de un pueblo que clama el cielo para ganar lugar donde Dios todavía no tiene lugar en el corazón nuestro. Y el ahora que El quiere hacer en medio de nosotros, historia de salvación. Es lo que estamos haciendo nosotros ahora en éste tiempo de Jericó. Estamos pidiendo por una obra de Dios chiquita. Cuantas obras querrá Dios hacer en el corazón de los hombres más. Nosotros nos toca pedir por esto porque es la obra que Dios nos ha confiado. Orar en red de Jericó es orar con la oración de súplica primero por la conversión. Oración y conversión van de la mano, queremos recorrer éste camino.
El efecto descendente de la oración de súplica de intercesión es la mano de Dios que se tiende sobre la creación y sobre todo lo creado, sobre la historia, moviendo a los hombres a transformar en Dios lo que El ha querido desde siempre como plan suyo. Entonces pedirle a Dios en nuestra plegaria que tienda los brazos para hacer aquello que nosotros no logramos hacer sería como evadirnos de la historia. Es como la primera objeción que nos establece el racionalismo con el cual compartimos una parte importante del camino de éste tiempo de la historia de la humanidad. Los que rezan son unos volados que en realidad no tienen puestos los pies sobre la tierra. Las leyes de la naturaleza, las leyes de la convivencia, las cosas establecidas sobre las bases de la cultura como viene dada no puede cambiar. Sería como una forma de escapar de la realidad. Es una pregunta que cuestiona nuestra manera de orar y no hay que desecharla tan fácilmente. Hay que incorporarla a nuestro modo de rezar. Porque en realidad la historia es orar y trabajar y en ese orden y comprometernos. Esta pregunta se disipa cuando se coloca a la plegaria de intercesión en su justo lugar. En referencia con la fe, las obras y sobretodo en el vínculo de amor no oramos mágicamente, oramos confiadamente, oramos con fe y en la caridad, intercedemos desde el amor, no intercedemos desde cualquier lugar. Es seguramente un requisito necesario para la intercesión la fe en el poder total de Dios. Oramos a Dios porque creemos que El puede hacer lo que nosotros, hemos constatado, no podemos hacer. Oramos confiando sabiendo que en el plan de Dios nada se escapa, ni aún el no recibir aquello que pedimos, porque la oración que hacemos movidos por El pidiendo lo que pedimos cuando no se cumple como nosotros lo pedimos no quiere decir que Dios no esté escuchando la oración sino que posiblemente la respuesta esté en una gracia que Dios está dando que va mucho más allá de lo que nosotros hemos pedido. Por eso oramos confiados en la apertura a lo que Dios nos quiera dar sabiendo que lo que nos da y nos entrega siempre será para el bien de los que lo amamos. Pero pedirle que haga lo que no nos es posible no nos dispensa de aquello que para nosotros si es posible. La plegaria de intercesión lejos de suprimir las obras debe ayudarnos a tomar conciencia de aquellas que están dentro de nuestras posibilidades, acompañarlas, avivar nuestro celo, renovar la confianza, poner manos a la obra. Oramos y nos hacemos copartícipes con Dios en su plan de salvación. Nos hacemos con El hacedores de una historia nueva. Este es el momento justo para recordar la doctrina que Santiago nos deja en el capítulo 2 del verso 14 al 16: la fe sin obras es algo muerto, muéstrame tu fe sin obras que yo por mis obras te mostraré mi fe. Una plegaria sin obras cuando están a nuestro alcance es una mentira. No queremos un pueblo evadido de la realidad sino desde la oración proféticamente comprometido con lo que hoy nos toca vivir. Despierto, la oración no adormece al pueblo. La verdadera oración despierta a un pueblo. Cuando Marx decía que la oración es el opio de los pueblos, que la fe es el opio de los pueblos lo decía en un contexto donde la fe estaba realmente divorciada de la vida de quienes en ese momento eran referentes, pastores en el lugar donde a él le tocaba experimentar la fe que se proclamaba. Por eso no oramos de cualquier manera, oramos con disposición a convertirnos de corazón y a vivir ajustadamente a lo que Dios nos pide para éste tiempo. Oramos confiados y oramos también sabiendo que Dios puede con lo más duro que es nuestro propio corazón, con lo más difícil que son nuestras propias situaciones de incoherencia con las que proclamamos la fe de la cual solo somos testigos. La oración va de la mano de la conversión.
El primer efecto que genera como respuesta la oración de intercesión, la plegaria con su movimiento descendente Dios hacia nosotros la fuerza del amor cubre todas las distancias. Esto es lo más grande que tiene la oración de intercesión. Lo más hermoso que nos regala Dios en la oración de intercesión es acortar las distancias. El amor suprime todas las distancias entre quienes se quieren. Cuando nos queremos en Dios cuanto más, nos reúne, nos hace coincidir. Esto es lo que nos permite dar una respuesta a la pregunta planteada : como realiza Dios lo que se le pide? Cómo aparece allí donde se lo solicita? Con aquellos por quienes se pide: amando. Yo rezo por mi hijo cuando va a su trabajo, a su estudio. Yo rezo por mi mujer cuando sale de casa o cuando tiene dificultades en la educación de los chicos, etc. Cuando yo estoy rezando por éstas intenciones lo que yo estoy recibiendo como gracia de Dios sobre mi hijo, mi mujer, etc. es amor, y no cualquier amor, el amor de Dios. Dios nos mete en esa corriente del amor suyo que desciende al clamor nuestro. Es el amor el que acorta las distancias. Es el amor el que nos pone en comunión. Oramos intercesión y la respuesta a éste clamor al cielo es la presencia del amor. Dios hace simplemente lo que sabe hacer El: amar. Es todo lo que El sabe hacer y lo mejor que El sabe hacer. Con eso lo hace todo en realidad. Cuando nosotros clamamos al cielo Dios responde amando. Ama y cura. Ama y da vuelta la naturaleza de la historia. Ama y abre caminos. En el amor Dios consuela, fortalece, da claridad interior, nos reconcilia. Por el amor Dios hace la justicia, por el amor Dios perdona. Dios es amor. Si nosotros clamamos la presencia de Dios en tal o cual circunstancia estemos atentos a recibir como se manifiesta el amor en ese lugar. En los múltiples modos que Dios tiene para hacerse presente y abrirse camino desde el amor podremos descubrir cuanta riqueza hay en la plegaria de intercesión que hacemos por un hermano o hermana. Clamémosle al cielo. No dejemos de pedirle a Dios lo que sabemos que Dios está dispuesto a darnos desde su amor y desde allí movernos a transformarlo todo. El amor transforma la historia. Que falta en el mundo de hoy para que sea una cosa distinta? Acaso no falta amor? Acaso no es fuerte el egoísmo que se ha instalado casi como en un sistema de pensamiento, donde el placer y el hedonismo, que es la búsqueda de si mismo desenfrenadamente termina por definir la historia de los hombres llevándolos a un sinsentido. Cómo se transforma ese sistema si no es en una cultura fundada bajo la fuerza de un amor de Dios que responde al clamor de su pueblo haciéndose presente El en el corazón de la historia. Le pedimos a Dios que venga, que se haga presente, que abra caminos, que aglutine a su pueblo, que lo reúna, que ore con poder, le decimos que actúe como sabe hacerlo El , con amor. Solo con amor. Solo Dios así sabe trabajar. Cuando oramos lo que pedimos en el fondo es que Dios libere la fuerza de amor que hay en su corazón.
Padre Javier Soteras
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