Seguimos al Dios de las obras o a las obras de Dios

lunes, 21 de enero de 2013
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Buenos días oyentes de Radio María, este próximo domingo vamos a celebrar el bautismo de nuestro Señor, una hermosa oportunidad para renovar nuestro propio bautismo.

Es muy importante que compartamos nuestra vida porque esta palabra de Dios es la palabra de vida y al compartirla nos ayudamos unos a otros en el caminar de la fe.

 

La consigna de hoy a la luz del evangelio que vamos a proclamar es una pregunta que debemos hacernos como desafío de la fe. Cuando rezamos el Padrenuestro, decimos “que se haga tu voluntad”, ¿sos consciente de esto? Seguimos las obras de Dios o al Dios de las obras. Hoy vamos a hablar de esto en la catequesis.

Vamos a invocar al Espíritu Santo, porque él es el que viene a hacerlo en nuestra vida, con un corazón humilde vamos a rezar:

 

Aquí estamos en tu presencia Santo Espíritu, Señor nuestro, míranos cautivos bajo el peso del pecado pero reunidos hoy en tu nombre. Ven a nosotros, quédate con nosotros tú, que con Dios el Padre y su Hijo posees el nombre glorioso. No permitas que pongamos obstáculos a tu justicia tú que amas por encima de todo lo que es recto. Únenos eficazmente a ti por el único don de tu gracia. Que seamos uno en ti y que en nada nos apartemos de la verdad. Que reunidos en tu nombre y guiados por nuestro cariño hacia ti, nuestro juicio no se aparte del tuyo para que recibamos en el mundo futuro la recompensa a las acciones bien hechas. Por Cristo Nuestro Señor, Amén.

María madre de la Iglesia ruega por nosotros, San José bendito, ruega por nosotros.”

 

El evangelio de hoy es el de San Lucas Capítulo 5, 12-16, que dice así:

 

Mientras Jesús estaba en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, se postró ante él y le rogó: "Señor, si quieres, puedes purificarme".

Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante la lepra desapareció.

Él le ordenó que no se lo dijera a nadie, pero añadió: "Ve a presentarte al sacerdote, y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio".

Su fama se extendía cada vez más y acudían grandes multitudes para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades.

Pero él se retiraba a lugares desiertos para orar.” Palabra del Señor

 

 

Esta palabra de Dios nos hace reflexionar sobre algo importante en nuestra vida de fe, que la sintetizo en una frase: Nosotros seguimos las obras de Dios o al Dios de las obras, no es un juego de palabras sino una actitud de fe.

Hay tres aspectos en el evangelio en los que vamos a basar nuestra reflexión.

 

En primer lugar la lepra era una enfermedad que marcaba una exclusión al enfermo y le impedía participar de la vida pública, quienes padecían esta enfermedad era considerado que cargaban con un pecado o la consecuencia de un mal que se trasmitía por la herencia. No solo eran excluidos de la sociedad sino que vivían de las migajas que algunos buenamente les daban. Era una realidad de exclusión no solo social y religiosa, nadie podía acercarse a un leproso porque contagiaba esta impureza, por lo tanto cuando uno entraba en contacto con un leproso había todo un ritual, realmente era una cruz y una maldición para el enfermo.

 

En segundo lugar, el clamor de este enfermo, cuando pasa Jesús le grita, Señor si quieres puedes curarme y en este clamor el sentido de un acto de fe verdadero de presentarse frente al Señor, porque lo reconoce así, con la humildad de decirle, si quieres puedes curarme.

Uno piensa cuántas veces en nuestras oraciones de petición damos lugar a esta acepción de Dios de decirle si quieres da lugar a lo que te estoy pidiendo o cuantas veces lo hacemos más bien en un tono impositivo. Uno pide porque quiere conseguir cueste lo que cueste lo que estamos pidiendo y hacemos de nuestra relación amistosa con Dios una realidad de transacción comercial o de negocio.

 

En tercer lugar, la actitud de Jesús después de esta curación milagrosa. Termina este relato diciendo él se retiraba a lugares desiertos para orar porque su fama se extendía cada vez más y acudían grandes multitudes para escucharlo y para hacerse sanar de sus enfermedades. Uno puede pensar porque en lugar de retirarse a un lugar solitario no sigue obrando milagros para cautivar aquellas multitudes, esto es difícil de comprender porque las obras de Dios siempre entusiasman. Presentar un Dios que es fabuloso, mediático, que cura, que sana, sería mucho más fácil suscitar la fe en su pueblo y en todos nosotros. Sin embargo Dios aparece escondido, cuando lo buscan porque su fama se extiende, se aparta. En el fondo se revela este cuestionamiento. Uno lo sigue a Dios por las obras o lo sigue a Dios por Dios mismo. Qué pregunta, no? Jesús sana y se retira, hace el bien y después busca la soledad del monte.

Porque los milagros no son el reino, el reino que Dios vino a predicar es Amor, es justicia, es misericordia, es vida.

El dar salud a un enfermo apenas es un signo especial pero esto corre veloz, cuando hay un signo fantasioso y estridente, allí es donde corre la noticia.

 

Hoy se trata de un leproso que grita su propia enfermedad lejos del pueblo y como nadie podía acercarse a él, Jesús es el que escucha este grito desesperado, se abre paso con decisión y se le acerca contra toda ley. Y este pedido del enfermo recibe la mirada amorosa de Cristo que lo cura con su mano, que lo toca y dice aquellas palabras divinas “quiero”, queda purificado, queda limpio. Jesús le pide que haga silencio de esto, que cumpla con la ley, que vaya a ver al sacerdote para que lo declaren limpio y él se retira. Es el programa de Jesús de Nazaret, si tenemos la posibilidad de leer hoy la primera lectura de la liturgia Primera carta del Apóstol Juan capítulo 5, ahí se nos dice: el que cree en el hijo de Dios tiene en su corazón el testimonio de Dios. El que no crea en Dios lo hace pasar por mentiroso porque no cree en el testimonio que Dios ha dado acerca de su hijo, y el testimonio es este, Dios nos ha dado la vida eterna en su Hijo y el que está unido a su Hijo tiene la vida y el que no lo está no tiene la vida.

En esto nuestra fe pasa por un tamiz, cuál es la motivación para creer en Cristo, Cristo mismo o las obras de Cristo. Cuando uno se deja atraer por las obras de Cristo hay que tener cuidado, porque cuando la fe empieza a sostenerse solamente por los signos y no por el autor mismo, por Dios mismo, por lo que su palabra viene a darnos como estilo de vida, por allí uno hace de la fe un seguimiento conveniente y cuando se saca la conveniencia, nuestra fe desaparece.

 

Creo que es un planteo que en algún momento de la vida uno tiene que hacerse. Si yo sigo a Cristo por el éxito tengo que tener cuidado, si yo sigo a Cristo por una obra y no lo sigo por ser Dios encarnado que me trae en las bienaventuranzas un estilo, un camino de vida para construir su reino puedo correr el peligro de quedarme con las obras y si solamente me quedo atado por las obras se desvanece la figura del salvador.

Que las obras sean un trampolín, sean un puente, sean un modo para acercarme a Cristo y aferrarme a él, puede ser. Pero cuando practico una fe solo para conseguir obras, ese éxito pasa. Madre Teresa decía Dios me ha llamado a ser fiel, no me ha llamado a ser exitosa y lo que nosotros buscamos en la fe es la fidelidad a la voluntad de Dios. Por eso en el Padrenuestro decimos, que se haga tu voluntad, porque estamos poniendo al desnudo nuestra vida, nuestra alma, nuestro corazón en decirle a Dios “si quieres” podés darme esto.

 

Dios no triunfa por sus obras, triunfa porque es Dios. Dios se hace presente en nuestra vida no para convencernos pro las obras sino para que nuestro corazón se aferre a él por la fe, por su amor, por su misericordia.

 

 

Vuelvo a un libro muy bonito del Cardenal Francisco Van Thuan cuya causa de canonización está introducida que es “Testigos de esperanza” porque allí en un retiro que predica a la curia vaticana en la época del Beato Papa Juan Pablo II manifiesta su experiencia cuando siendo Obispo de una diócesis en Vietnam pasa diez años en la cárcel por una cuestión de fe y muchas veces en la vida cuando uno reza y parece que Dios no nos escucha yo vuelvo a este libro porque tiene una experiencia de vida y una experiencia de fe profunda que el Cardenal trasmite.

Allí hay un capítulo de esto, Dios y no las obras de Dios y para compartir su testimonio voy a leer una parte para que no nos ilusionemos yendo atrás de los milagros sino que a Cristo hay que seguirlo por Cristo, porque el es Dios, es el Redentor. Hace falta purificar la fe en la Iglesia.

 

Posponiéndolo todo a la llamada del Señor Abraham eligió a Dios, obedeció sin titubeos y partió de su patria sin saber adónde iba hacia una tierra que Dios le había prometido. Con esta opción radical el santo Patriarca empieza su extraordinaria experiencia. Él vivió como un extranjero en el país que Dios le había prometido, no dudo de que Dios iba a mantener la promesa de darle un hijo a la edad de cien años. Ofreció confiadamente a su único hijo en sacrificio porque pensaba que poderoso era Dios aún para resucitarlo de entre los muertos y justamente se convirtió en padre de una multitud de pueblos numerosos como las estrellas del cielo y los granos de arena que hay en las playas. Apoyarse solo en Dios, elegir a Dios, esta fue la gran experiencia de los patriarcas, de los profetas, de los primeros cristianos evocada por el Capítulo 11 de la carta a los Hebreos en el que se repite 18 veces la frase “por la fe” y una vez la expresión “con fe”. No fiarse de Dios y buscar seguridad en otra parte ha sido desde siempre la tentación del pueblo de Dios. La dura experiencia de personajes incluso gloriosos como Moisés, David, Salomón. María es la fiel por excelencia, con ella miles de testigos, el ejército de grandes ejemplos que nos falta en la historia de la Iglesia universal y en las vicisitudes de la vida personal.

 

«Durante mi larga tribulación de nueve años de aislamiento en una celda sin ventanas, iluminado en ocasiones con luz eléctrica durante días enteros, o a oscuras durante semanas, sentía que me sofocaba por efecto del calor, de la humedad. Estaba al borde de la locura. Yo era todavía un joven obispo con ocho años de experiencia pastoral. No podía dormir. Me atormentaba el pensamiento de tener que abandonar la diócesis, de dejar que se hundieran todas las obras que había levantado para Dios. Experimentaba una especie de revuelta en todo mi ser».

 

«Una noche, en lo profundo de mi corazón, escuché una voz que me decía: "¿Por qué te atormentas así? Tienes que distinguir entre Dios y las obras de Dios. Todo aquello que has hecho y querrías continuar haciendo: visitas pastorales, formación de seminaristas, religiosos, religiosas, laicos, jóvenes, construcción de escuelas, misiones para la evangelización de los no cristianos…, todo esto es una obra excelente, pero son obras de Dios, no son Dios. Si Dios quiere que tú dejes todas estas obras poniéndote en sus manos, hazlo inmediatamente y ten confianza en Él. Él confiará tus obras a otros, que son mucho más capaces que tú. Tú has escogido a Dios, y no sus obras"».

 

«Esta luz me dio una nueva fuerza, que ha cambiado totalmente mi manera de pensar y me ha ayudado a superar momentos que físicamente parecían imposibles de soportar. Desde aquel momento, una nueva paz llenó mi corazón y me acompañó durante trece años de prisión. Sentía la debilidad humana, pero renovaba esta decisión frente a las situaciones difíciles, y nunca me faltó la paz. Escoger a Dios y no las obras de Dios. Este es el fundamento de la vida cristiana, en todo tiempo».

 

«De este modo, comprendo que mi vida es una sucesión de decisiones, en todo momento, entre Dios y las obras de Dios. Una decisión siempre nueva que se convierte en conversión. La tentación del pueblo de Dios siempre consistió en no fiarse totalmente de Dios y tratar de buscar apoyos y seguridad en otro sitio. Esta es la experiencia que sufrieron personajes tan gloriosos como Moisés, David, Salomón…».

 

La Biblia habla claramente. Según el arzobispo vietnamita «esta fue la gran experiencia de los patriarcas, de los profetas, de los primeros cristianos, evocada en el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos en la que aparece en 18 ocasiones la expresión "por la fe" y una vez la expresión "con la fe"». Esta es también la clave de lectura que permite comprender la vida de tantos hombres y mujeres que en estos dos mil años de cristianismo han dado su vida hasta el martirio. Entre todos estos ejemplos, destacó el de María, mujer «que optó por Dios, abandonando sus proyectos, sin comprender plenamente el misterio que estaba teniendo lugar en su cuerpo y en su destino».

 

«Escoger a Dios y no las obras de Dios: esta es la respuesta más auténtica al mundo de hoy, el camino para que se realicen los designios del Padre en nosotros, en la Iglesia, en la humanidad de nuestro tiempo. Es posible que quienes optan por Dios tengan que pasar por tribulaciones, pero aceptan perder los bienes con alegría, pues saben que poseen bienes mejores, que nadie les podrá quitar».

 

Cuando escuchamos este evangelio, escuchamos una invitación a la confianza en esta oración del leproso: “Señor si quieres puedes curarme”, una actitud de confianza en aquel que obraba la salvación, Cristo cuando las multitudes lo seguían por su fama, él se retira al monte solo a orar y por eso es que debemos seguirlo a él por él y no por sus obras.

 

Este fin de semana vamos a celebrar el Bautismo del Señor, que lindo es que nos preparemos para renovar nuestro propio bautismo, que hagamos profunda la oración del padrenuestro y que nuestra fe este centrada en Dios y no en las obras de Dios.

 

Que Dios te bendiga!

 Padre Daniel Cavallo