La plaza, espacio para el encuentro

martes, 5 de febrero de 2013
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La plaza en las ciudades de la antigüedad era un lugar público destinado al comercio, la discusión de ideas, el encuentro, el juego y la actividad política. 

 
En ocasiones, la plaza era una calle más ancha que el resto, embaldosada y bordeada de columnas. Estas plazas se encontraban a la entrada de la ciudad, atravesando las puertas, como se describe en Neh 8,1:
Llegado el mes séptimo, todo el pueblo se congregó como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta del agua.
En este lugar también se ubicaban los ancianos para juzgar, por eso el salmo 126 dice del varón que tiene muchos hijos: 
No será humillado cuando litigue con sus adversarios en la puerta de la ciudad.
Frente a un juicio injusto dice Isaías 59,14: La verdad en la plaza ha tropezado.
 
También se llama plaza al espacio libre que queda frente a los edificios públicos, ya sea la explanada de la residencia de la autoridad o el gran atrio de los templos; la plaza puede ser el centro cívico o religioso de una ciudad. Es un lugar de intercambio y de relaciones sociales. Jesús critica a los presuntuosos que esperan ser reconocidos y saludados en las plazas (Mc 12,38).
 
En la plaza, desde siempre también, es posible encontrar a los niños jugando:
 ¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: 
“¡Les tocamos la flauta, 
y ustedes no bailaron! 
¡Entonamos cantos fúnebres, 
y no lloraron!”. (Mt 11,16-17)
 
En la plaza puede haber un mercado, o realizarse las ferias de ventas en los días establecidos. Entonces, se encuentran los mercaderes que llegan de lejos, los pequeños chacareros y artesanos que llegan desde el campo o desde los suburbios, y la plaza en un lugar lleno de actividad, de noticias y de intercambio.
 
Entre los griegos, era muy importante la plaza de las ciudades-estado, llamada ágora (que significa asamblea). Estaba rodeada de los edificios privados y públicos más importantes. Era un lugar fundamental para el desarrollo de la cultura. En sus viajes, San Pablo llegó hasta la plaza de Atenas, y debatió con los filósofos en el Areópago, un monte situado al oeste de la Acrópolis de Atenas, sede del Consejo que allí se reunió desde el 480 a. C. hasta el 425 d.C. (ver Hechos de los Apóstoles cap. 17).
 
 
La plaza como antecedente de las sinagogas
 
1 Todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está ante la puerta del Agua. Entonces dijeron a Esdras, el escriba, que trajera el libro de la Ley de Moisés, que el Señor había dado a Israel. 2 El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. 3 Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley.
Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: “Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren”. Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. 10 Después añadió: “Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque este es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes”. 11 Y los levitas serenaban al pueblo, diciendo: “¡Tranquilícense! Este día es santo: no estén tristes”. 12 Todo el pueblo se fue a comer y a beber, a repartir porciones y a hacer grandes festejos, porque habían comprendido las palabras que les habían enseñado. (Neh 8,1-3.9-12)
 
Este texto del libro de Nehemías nos presenta la actividad de lectura, comentario y celebración de la Palabra a la vuelta del exilio (aproximadamente año 450 a.C.). La reunión se realiza en la plaza que está delante de la puerta del Agua. El centro de la reunión es el libro de la Ley, que rige la vida del pueblo. 
Para esta liturgia de la Palabra no hace falta un lugar especial. Lo que importa es la actividad que se realiza. Aquí encontramos el antecedente de las sinagogas. 
La palabra sinagoga proviene del verbo griego synago que significa “reunir, congregar, convocar”; “sinagoga”, por lo tanto, designa a los reunidos, los congregados. La Biblia de los LXX utiliza este término para traducir el hebreo “asamblea”.
Sinagoga, antes que designar un lugar físico, hace referencia a la asamblea reunida.
Es importante tener en cuenta que, desde el post exilio hasta el tiempo de Jesús, la actividad religiosa judía se desarrollaba en dos lugares:  en el Templo de Jerusalén, a cargo de los sacerdotes, donde se hacían las ofrendas y sacrificios, y en las sinagogas, donde el pueblo se reunía para meditar la Ley. La sinagoga podía reunirse en una plaza (como en el texto citado de Nehemías), en la casa del maestro, bajo un árbol, o en un edificio construido específicamente con ese fin.
 
Jesús en las sinagogas
 
Las sinagogas eran (y siguen siendo para el judaísmo) lugar de discusión y debate de la Palabra. Así, en numerosas ocasiones, Jesús, enseñando en las sinagogas, tiene discusiones o enfrentamientos. Ver por ej. Lc 4,16 ss.
 
La plaza escatológica
 
La imagen de la plaza como lugar público, centro cívico y espacio de encuentro, se encuentra también en la visión gloriosa de la Jerusalén celestial:
 
1 Las doce puertas eran doce perlas y cada puerta estaba hecha con una perla enteriza. La plaza de la Ciudad era de oro puro, transparente como el cristal. 22 No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. 23 Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero. (Ap 21,21-23)
Si las plazas de la tierra están situadas en las explanadas de los templos, esta plaza, por el contrario, no necesita templo que represente la presencia de Dios, ya que Dios mismo está allí, en medio de su pueblo, en el lugar del encuentro definitivo.