El agricultor siembra, mira, reza y espera

miércoles, 13 de febrero de 2013
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Bienvenidos para compartir como cada día la catequesis del día, nos ponemos en manos de Jesús porque tenemos la certeza que el reino de Dios crece y germina cada día.

 

Qué lindo que es comenzar el día en manos de Jesús, vamos dejando el descanso y tomando la posibilidad de vivir un nuevo día, de alabar a Dios porque nos hemos despertado, nos hemos puesto en marcha, porque vamos retomando el ritmo y disfrutamos de la mañana.

Te invitamos a que nos pongamos en camino para que la palabra de Dios sea sembrada en nuestro corazón.

 

El evangelio que nos propone la liturgia hoy es de San Marcos, Capitulo 4-26,29.

 

 

Jesús decía a la multitud «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo.

La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga, después trigo abundante en la espiga. Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha llegado la siega.»

 

Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué parábola lo expondremos?

Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra; pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.»

Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según podían entenderle; no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado.

 

Jesús continúa explicado a sus contemporáneos y a través de la palabra a nosotros los misterios del reino de los cielos a través de parábolas al igual que la parábola del sembrador que escuchábamos el miércoles continúa manteniendo la temática agrícola, bien conocida para sus oyentes que en general se dedicaban al cultivo de la tierra.

Primera se trata del crecimiento silencioso de una semilla y después del crecimiento de este ejemplo que Jesús grafica con el grano de mostaza que presenta grandes contrastes entre su tamaño original y el fruto final.

 

Jesús hoy nos habla del reino de los cielos y lo hace a través de estas dos parábolas que hemos escuchado. Es la presencia de Dios reinando en nuestra vida, en nuestra historia real y concreta, Jesús se vale de estos dos ejemplos muy sencillos y cotidianos para expresar de qué modo Dios está presente en la vida y en la historia de cada uno. Aquí aparece explícitamente esta expresión del reino de Dios, la acción misteriosa de la naturaleza sobre la semilla es aprovechada por Jesús para indicar el crecimiento del reino de Dios que no depende meramente de la intención humana sino de la intervención silenciosa y misteriosa de Dios.

 

Aquí San Marcos tiene cuidado en indicar que el campesino es el que siembra la semilla y está pendiente de ella, de día y de noche pero aunque no sepa cómo la semilla va creciendo, así es el reino.

 

Te proponemos que medites en tu corazón qué te va diciendo la palabra proclamada.

 

Jesús se vale de estas parábolas para que nosotros podamos ir escuchando y entendiendo el mensaje de Jesús para poder hacerlo vida porque a nosotros nos corresponde contribuir a la siembra y estar atentos a su crecimiento cada día pero es Dios quien hace crecer la semilla por todas partes.

El reino de Dios es don y es tarea, es regalo de él y presencia de él pero también es una tarea que nosotros cada día vamos construyendo con nuestro intento de vivir y hacer vida la palabra de Dios.

Por eso son tan lindo estos ejemplos que Jesús nos va poniendo acerca de estas cosas cotidianas que la gente que escuchaba a Jesús podía entender y comprender bien de qué se trataba.

 

Jesús habla entonces de esta semilla que cae en la tierra y va germinando y también va comparando el reino de Dios con esta semilla de mostaza. Nosotros queremos descubrir la presencia de Jesús cada día en medio de nosotros y su modo de obrar en nuestra Iglesia, en nuestras comunidades, en nuestros ámbitos, porque el reino de Dios es una realidad, es una presencia real en la vida y en la historia, está presente en nuestro corazón, está presente en nuestras situaciones de vida.

Esta certeza es para nosotros un motivo de gran alegría, un motivo de esperanza pero también estamos en la espera, todavía no ha alcanzado su plenitud, es una realidad en crecimiento y de esto nos están hablando estas parábolas que acabamos de escuchar en el evangelio de hoy.

 

Estas dos parábolas están íntimamente unidas pero nos marcan distintos aspectos de la presencia de Dios, es una parábola de contraste que contrapone la inactividad del agricultor – por un lado, y la cosecha por otro. La parábola quiere hacernos pensar y descubrir el poder de la semilla que germina y crece por su propio poder. Por eso Jesús dice en este ejemplo, aún cuando el hombre duerma o se levante de noche o de día, una vez sembrada la semilla va siguiendo su propio ritmo, y su propio curso, más allá de quién sembró. Con esto Jesús nos quiere enseñar que el reino de Dios actúa misteriosamente y más allá de nuestras acciones. El crecimiento del reino de Dios que se manifiesta en el amor, en la paz, en la búsqueda de la justicia, en la solidaridad, en el perdón, en el deseo del bien para nuestros hermanos, el reino de Dios que se va manifestando de tantas y cuantas maneras no depende de nuestra actividad, si fuera así sería un reino absolutamente limitado, hay un poder de Dios que obra por sí mismo.

Tampoco se trata de quedarnos con los brazos cruzados, ni de ser conformistas, por eso decíamos recién que el reino es don pero que también es tarea.

El agricultor hace todo hasta un punto pero una vez sembrada la semilla ya no depende de él, la semilla va a crecer por sí misma. Es muy lindo tener presente cómo el Señor va obrando, cómo se manifiesta en nuestra vida y en nuestra historia y cómo nos enseña en estas dos parábolas que acabamos de escuchar.

 

Una de las cosas lindas de la palabra de Dios de hoy es cómo nos muestra ese reino y la siembra de una semilla de mostaza que es muy pequeñita pero crece y se hace un gran árbol.

Muchas veces hay situaciones pequeñas, simples y cotidianas que nos llenan de Dios, situaciones que a lo mejor no trascienden como la visita a un ser querido, o alguna acción generosa, un gesto delicado etc. que nos llenan de Dios.

 

Te proponemos hoy que compartas experiencias donde hayas visto la presencia de Dios en situaciones simples, sencillas, aparentemente insignificantes o intrascendentes pero donde ciertamente Dios estaba presente.

 

En estas parábolas el protagonista no es el labrador ni el terreno bueno o malo sino la semilla y esto nos invita a una mirada esperanzadora y confiada.

Quizá en nuestros días nos cuesta entender esto porque hay muchas cosas que van avanzando, la ciencia va progresando y hay muchas posibilidades de intervención para asegurar un mayor porcentaje de efectividad y de éxito. En cualquier situación, en las empresas, en las siembras, hay muchas posibilidades y a veces nos confiamos demasiado a estas posibilidades

La palabra de hoy nos recuerda que todo depende de Dios, de su gracia que obra indefectiblemente, es muy bueno tener esta conciencia en nuestra vida, y podemos agregar, gracias a Dios que depende de él, porque entonces nosotros nos confiamos, nos entregamos, hacemos una lectura orante de la palabra y a partir de ahí nosotros intentamos estar atentos al reino de Dios que va creciendo.

 

Muchas veces nos pasa que pensamos una acción y después de pensarla, rezamos para que nos vaya bien y en realidad la palabra nos invita a ponernos en manos de Dios para que con nuestras acciones estemos atentos a lo que Dios quiere y podamos ser puente y no obstáculo. Esta parábola nos invita a desterrar el eficientismo religioso en el cual estamos inmersos, pretendemos hacer crecer el reino con la sola fuerza humana, con nuestra actividad y es una lucha contra nosotros mismos y contra el activismo y el eficientismo de nuestro propio tiempo. Cuantas veces nos pasa que creemos que valemos por lo que hacemos que nuestra actividad es la que va rigiendo nuestro modo de ser y a veces pensamos que mientras más ocupado estemos más importante nos sentimos, o que mientras más ocupado estemos los demás creen que somos más importantes porque estamos llenos de cosas.

 

La palabra nos va ayudando a descubrir que en las cosas de Dios es al revés, hay que estar tranquilos, descansando con confianza en Dios, que su obra se lleva a cabo, él ya sembró. Es mirar adelante con confianza, sin fanatismo ni desesperanza, a veces el activismo puede ser una máscara de la soberbia o de la desconfianza en Dios. La palabra nos propone una esperanza activa y no una actividad desesperanzada, nuestras acciones, nuestro proceder, nuestras búsquedas, nuestros intentos puestos en las manos de Dios, nos invitan a una esperanza activa y no a una actividad desesperanzada.

 

Es muy lindo el salmo 127, en una expresión que dice: es inútil que ustedes madruguen y velen hasta muy tarde y se desvivan por ganar el pan, Dios lo da a sus amigos mientras duermen, cuántas veces nos desanimamos porque no nos salen las cosas, a nosotros Dios nos pide trabajar y confiar, sabiendo que el va haciendo la obra, por eso esta parábola también nos habla de procesos, procesos que respetar. La tierra produce primero un tallo, la espiga y luego grano abundante en la espiga, la paciencia, también vamos a hablar de la paciencia, de esto tan lindo que queremos que se haga vida y que nosotros podamos vivir en lo cotidiano.

 

En lo cotidiano es donde se hace presente el reino de Dios y muchas veces de manera simple, pequeña y sencilla, esa es la consigna del día de hoy.

 

Es bueno pedirle a Dios la gracia de la paciencia, de los tiempos, de sus tiempos y de los procesos propios de cada etapa en la vida, en las acciones, en las cosas de Dios. Hay una espera que hay que hacer, la prisa es enemiga de los procesos, muchas veces queremos tener los resultados rápidos, queremos que esto que hemos pensado, salga y forzamos los tiempos.

La parábola nos va hablando de que hay una espera, de que hay una paciencia, hay que esperar los tiempos de Dios. Es una paciencia que brota de quien ama y de quien confía. Es como la paciencia de una madre que espera a su hijo, como la paciencia de un docente cuidadoso y delicado que espera que su alumno interprete, entienda, aprenda; como la paciencia de un pastor que conduce a su rebaño; como la paciencia de quien espera que una plantita vaya creciendo. Es una paciencia que brota del amor que sabe esperar y en este sentido la parábola de la semilla de mostaza que es muy pequeñita, destaca el crecimiento del reino que se va manifestando en cosas simples y pequeñas que parecen insignificantes, pero cuántas cosas sencillas, simples y que parecen insignificantes nos hablan de la presencia de Dios…. de ese reino que verdaderamente se va manifestando.

 

Estas parábolas nos invitan a la confianza y a la esperanza, no tenemos que angustiarnos por miedo al fracaso, exigiendo frutos a corto plazo, eso podría obstaculizar los procesos.

Cuántas veces nos preguntamos, valdrá la pena hacer esto? Y si nos va mal? Cuántas veces estas actitudes nos detienen… sabemos que hay emprendimientos que llevan tiempo, y entonces, qué es lo que nos respalda a nosotros en nuestro accionar y en nuestro vivir el evangelio? Es precisamente Jesús, es precisamente el vivir el evangelio, y esta también es una pregunta que uno debe hacerse. Esta acción brota del deseo de vivir el evangelio, esta acción brota del deseo sincero de amar, de Jesús que me ganó el corazón? El evangelio nunca fracasa. Posiblemente puede salir la acción de otro modo pero el reino de Dios crece a pesar de las dificultades, de las incomprensiones, de las trabas, y esto es lo hermoso, el Señor nos invita a trabajar confiando en que el reino crece, en que el reino madura en su tiempo, en su proceso, de acuerdo a cada realidad, y esa es nuestra esperanza.

 

Nos apoyamos en el evangelio, a cada uno de nosotros lo que nos pide Dios es recibir el reino como buena tierra, colaborando desde nuestra libertad, desde nuestro trabajo, desde nuestra acciones de cada día y mucho mejor si las compartimos con nuestros hermanos porque somos campo sembrado, somos comunidad y todo esto sin impaciencia porque el protagonista es Dios y el reino crece desde dentro con la fuerza del Espíritu Santo que poco a poco da abundantes cosechas de solidaridad, de servicio entre nuestros hermanos que más necesitan y que va echando ramas en las que pueden cobijarse todos, especialmente los más desprotegidos, los que más lo necesitan.

 

Esta parábola nos invita a una mirada nueva, esta es la novedad frente a una cultura activista, donde todo vale según nuestra capacidad de producir más, según nuestros apuros, el reino depende de la semilla sembrada, Dios nos salva con su amor, su reino crece porque él lo quiere y el amor de Dios está metido en la vida como la semilla está bajo la tierra.

El agricultor ha sembrado, sabe dónde está sembrado pero no sabe cómo crece, por la fe nosotros podemos descubrir esa presencia del amor de Dios que hace nuevas todas las cosas y que está más allá de nuestras derrotas, de nuestro pecado, de nuestro pesimismo y de nuestra mirada que sólo ve lo que aparece. El agricultor siembra, mira, reza y espera.

 

Nosotros queremos pedirle al Señor una mirada contemplativa y descubrir esa presencia de Dios que no depende en primera instancia de nuestras fuerzas porque el Bien ha vencido porque Cristo es la semilla sembrada que con su muerte descendió a las profundidades de la tierra y con su resurrección resurge la vida para ir expandiéndose.

 

La pedagogía de Dios nos muestra su grandeza haciéndose pequeño, naciendo en un pesebre y es grande y nos muestra su grandeza abriendo los brazos en la cruz.

 

Muchas gracias y que Dios los bendiga.