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De las maldades Dios saca bondades
martes, 18 de marzo de 2008
Este camino que estamos haciendo en el tiempo de la Cuaresma es un tiempo de la Gracia y hemos dicho que vamos a tratar de recuperar éstas ideas, estos pensamientos y éstas realidades que hemos venido celebrando desde nuestra catequesis a lo largo de éste tiempo.
En primer lugar la Cuaresma es el regalo que la Iglesia hace al hombre para que el hombre pueda tener un ámbito apropiado de escucha al llamado a la conversión. Hemos comenzado hace un tiempo atrás hace cuatro semanas exactamente con la imposición de la cenizas haciendo el llamado a la conversión.
Que lindo que la Iglesia haga éste llamado en nombre de Dios y en nombre de lo definitivo para que te acuerdes ser humano de donde vienes y hacia donde vas y como has de caminar para alcanzar ello a lo que estás llamado. Nuestro camino es un llamado a la conversión. El camino de la conversión es un camino de purificación que realiza la Gracia. Para eso Jesús dio su sangre por nosotros.
Lo vamos a contemplar en estos días por delante en la Semana Santa dentro de muy breve tiempo. Lo vamos a contemplar en la cruz sacrificándose y entregándose por nosotros .
Me amó y se entregó por mi
nos dirá Pablo y lo vamos a recordar muchísimas veces. Quizás éste sea el gran golpe, el gran cachetazo que nos pueda ayudar a despertar de nuestras perezas, de nuestro abandono, de nuestra indiferencia quizás, de nuestra frialdad, de nuestra dureza de corazón, de nuestro obcecamiento.
Invita la Iglesia a contemplar al crucificado haciendo el camino. En muchos lugares, en muchas comunidades, en el mundo entero por estos días, en las iglesias, en los lugares de culto, en los parques, en ambientes abiertos también, en casas de familias, en camas de hospital muchas personas, muchos corazones van a seguir los pasos de ésta vieja devoción de la Iglesia que nos recuerda el camino de la cruz: el Vía Crucis.
Vamos a estar contemplándolo en éste tiempo. Lo estamos contemplando. Permanentemente miramos a Aquel que se abraza a la cruz y que como dice Lucas
se encaminó decididamente a
Jerusalén. Aquel que nos indica no solo el camino sino que se hace nuestro camino porque se ha hecho de nuestra carne. Aquel que no es un fantasma, aquel que no pasó solamente, sino que está vivo y es hoy el Camino. Es el hombre que sufre, que lucha, que espera.
Es el hombre que se levanta para soñar, para creer, para amar, para servir. Jesús está en la vida de cada ser humano aunque ese ser humano no sea una persona dotada con el don sobrenatural de la fe, aunque no haya recibido el bautismo no importa. Jesús está identificado con esa persona. Por cada uno ha dado la vida, se ha hecho camino. Ese camino no está lejos de nosotros porque ese camino es cada uno de nosotros. Jesús se ha hecho uno de nosotros. No es una idea, no es para una simple reflexión. Es un acontecimiento para vivir. Aquí hay que despertar. Una comprensión a la que hay que nacer. Jesús está en el hombre, el hombre es Jesús . Jesús es el Camino y el Camino es cada uno de nosotros.
En San Agustín cuanto hubo en su lucha, su salir del pecado, su entrar en el mundo de la fe, su empezar a vivir la experiencia de Dios. Hemos dicho en éste tiempo cuanta necesidad de ser purificados, cuanto de nuestra persona, de nuestro mundo interior está llamado a ser alcanzado por Jesús que es el Hombre. Cuando proclamamos a Jesús como el Hombre según la voz de aquel soldado en aquel viernes santo después de morir el Señor en la cruz: he ahí al hombre
ecce
homo. Ver a ese hombre y al proclamarlo plenamente humanidad realizada y restaurada en Dios.
Cuando el pueblo de Israel huyendo de Egipto iban por el desierto las víboras los picaban Egipto, víboras que significaban el lenguaje que Dios tenía con la infidelidad del pueblo pero Moisés hizo una serpiente de bronce y todos al mirarla quedaban restaurados, quedaban curados. Al contemplar y al enseñar a Jesús, humanidad plena Aquel que ama intensamente, Aquel que es justicia, paz, esencialmente lo definitivo. Jesús no debe faltarle a nadie. Que a nadie le falte el conocimiento y descubrimiento de Jesús.
Que a nadie se le niegue la enseñanza del corazón de Jesús
. Este es mi hijo muy querido
dirá el Padre. Esta es la voz venida del cielo, la voz sobrenatural, la voz eterna. El es el predilecto,
Aquel en quien pongo toda mi satisfacción
dirá la voz de Dios
Aquel en quien me complazco
, dirá la voz del Padre. Jesús es esencial.
Para alcanzar éste conocimiento de Jesús, algo propio del camino de la Cuaresma, esto que llamamos de la purificación de la mente y el corazón es ir a la búsqueda de ese conocimiento cada vez más profundo del Señor, cada vez más pleno que nos haga más humanos. Será un conocimiento que no nos deshaga de nosotros sino que solo sacuda de nosotros las frutas secas, las ramas que no dan fruto.
Una identificación con el Señor será éste conocimiento. Este camino de purificación .Señor que me conozca, Señor que te conozca dirá Agustín. Esta oración la podemos hacer nuestra en éste camino de la Cuaresma.
Vamos caminando hacia la Pascua para celebrar un tiempo más de fe, de culto externo, de recordación, para dolernos solo afectivamente o sensiblemente de algunos errores como para hacer simplemente una reflexión y tomar decisiones que nos hagan desde nuestra fuerza dar algunos pasos de bondad, de justicia, que nos hagan sentirnos que le respondemos a Dios desde nuestra posibilidad humana.
No podemos aspirar más bien al proyecto de Dios que es un poco más ambicioso que el nuestro que es superior a nuestras fuerzas. Porqué no confiar en Dios. El llamado a la purificación es un llamado a depositar nuestra confianza en El y sacar las seguridades de nosotros mismos . En la medida que vamos adquiriendo éste conocimiento, ésta compenetración con el Señor. Este sentir con el corazón de Jesús, con sentimientos de Jesús. Como dice Pablo:
tengan los mismos sentimientos de Cristo
Jesús.
Este mirar al crucificado para descubrir la necesidad de hacernos pequeños, de aceptar las humillaciones, las cosas que nos someten y nos quitan los gustos de vivir como quisiéramos para saber aceptar la vida como don y abrirnos a la acción de la Gracia. Esa Gracia que nos va abrir nuevos rumbos. Esa Gracia que va ser que caminemos en medio de tormentas, en medio de limitaciones, de dolores, de guerras y de injusticias y de persecuciones.
No importa. En nada de afuera está el ser al que Dios nos llama. Está en medio de las limitaciones para que se manifieste la obra que el Señor va a querer realizar en cada uno de nosotros. Las cruces de cada día nos hacen crecer, nos hacen descubrir el camino de Jesús, la confianza de la entrega de la caridad, que nos hacen valorar, que nos hacen admirarnos de nuevo. Siempre el Señor nos está haciendo crecer. Ser purificados es lo propio de éste tiempo de la Cuaresma.
Camino que está lleno de la Gracia de Dios. Por eso está lleno de algunas presencias contrarias a los deseos de Dios que pueden ir pulsando nuestro ánimo y nuestro interior, que son partes de esa purificación. No hay que asustarse. No hay que estar siempre diciendo yo no quiero ser tentado. Jesús también fue tentado, probado. El Señor se dejó de ganar desde la humildad por la manera de obrar del Padre sobre El.
Nosotros no somos más que el Señor. Hemos de seguir también sus pasos. Vamos a tratar también en éste tiempo de comprender que entregarnos con sinceridad al Señor significa despertar un camino de pruebas donde la tentación va a aparecer y tiene que aparecer y hay que estar atento. ¿Para que? ¿porqué el creyente vive en medio de las dificultades y de tensiones y de pulsiones tanto externas como internas sobre todo internas? Porque el Señor lo permite para que aprendamos a depender, esa mala palabra para la sociedad de hoy de la cultura de una concepción materialista de la vida. Depender, ni loco, tener miedo, ni loco, tener que responder a otros, ni loco. Yo solo yo y pasarla bien yo y sentirme bien yo.
Esa es la muerte de la trascendencia. Un hombre sumergido en la experiencia inmanente de vida. Una concepción inmanente. Es decir encerrado dentro de mis propias fuerzas y viviendo solo para mi. Jesús me llama y se me hace camino para enseñarme que todo lo que tengamos que sacrificar en éste mundo y purificar y depender de nuestro corazón es importante que estemos dispuestos a aceptarlo con tal de ganar lo definitivo. Hay dos purificaciones. Una primera, la que nos hace salir del pecado grave. El que nos hace perder la comunión con Dios.
Muchas veces perdemos la comunión con Dios en la vida por el pecado. Estamos acostumbrados al pecado mortal. ¿ Que es el pecado mortal? Lo que me pone de espaldas a Dios decididamente. Yo no quiero obedecer y no quiero aceptar lo que Dios me propone y lo que me propone a través de la Palabra y de su pueblo que es la iglesia. No quiero reconocer con orgullo, con soberbia, con suficiencia, no quiero aceptar lo que Dios me propone a través de la Iglesia. No acepto sus mandamientos, no acepto los llamados del Espíritu, hago lo que yo quiero, hago lo que yo siento. Entonces vivo de espaldas a Dios.
Esa primera purificación se llama primera conversión que es posible por la acción de la Gracia solamente salir del pecado. Muchas veces el Señor lo permite a través de un gran golpe, una experiencia de vacío, de soledad, de alguna desgracia muy honda, de algún dolor muy especial, de alguna insatisfacción, de alguna pérdida del sentido de la vida. Muchas veces tiene que romperse un matrimonio para que se convierta un corazón, tiene que perderse un noviazgo, tiene que fracasar todo un trabajo realizado con mucho esfuerzo, tiene que enfermarse una persona hasta tiene que tocar muchas veces fondo una persona para darse cuenta que Dios lo ama y que eso que estaba viviendo no es el camino.
San Pablo con mucha fidelidad a su propia conciencia tal vez no desde la experiencia del pecado mortal porque a conciencia y por fidelidad a las tradiciones perseguía a los cristianos pero el Señor lo voltea del caballo y lo deja ciego. Quiero recordar lo que en mi experiencia de la pastoral carcelaria tuve cuado conocí al amigo Santa Cruz que ya falleció. Cuando lo conocí en la cárcel era el que me ayudaba o sea el sacristán de la capilla de la unidad penal.
Me acuerdo aquellas primeras misas: cuatro o cinco internos, al tiempo sesenta, setenta, cien. Orábamos. ¡Cómo rezaban los presos! ¡Cómo rezaban el rosario!, ¡como leían la Palabra! ¡Cómo cantaban! Nunca vi cantar así a alguien. Parece que la experiencia de tocar fondo, de sentirse privado de los derechos más profundos de los que uno cree puede acudir cuando uno quiere. Hasta que no somos privados de ciertas posibilidades a veces no comprendemos el mensaje de la salvación: salir del pecado. Y Santa Cruz decía: Padre, había matado a su hijo, tenía cadena perpetua.
Decía, yo gracias a la cárcel conozco a Jesús y se le llenaban de lágrimas los ojos. Yo no podía creer lo que me decía éste hombre. He visto tanta gente que tiene tanto odio por alguna desgracia que le pasa, por alguna injusticia que no podía creer que éste hombre dijera gracias a ésta desgracia he conocido a Jesús y ahora soy otra persona.
He nacido de nuevo. Increíble la conversión por donde pasa. Pasa la conversión por la muerte de un hijo. ¿ por donde va a pasar mi conversión? ¿ por el cáncer que me han descubierto recién? ¿ por la pérdida de mi trabajo? ¿ por la inestabilidad de mi matrimonio? ¿ cuándo voy a creer en Dios? ¿ cuándo voy a confiar en el Señor? cuándo le voy a entregar mi vida todos los días para decirle mi vida la pongo en tus manos dame la Gracia porque no puedo vivir como vos quieres sin tu Gracia ¿ cuando va a llegar ese día?.
Como crecer en ésta conversión. San Pablo necesitó ser lavado los ojos de aquellas escamas y llamado al Bautismo y entonces empezó a anunciar al Señor.
¿ cómo puede llegar esa sangre de Jesús que derramó en la cruz? ¿Cómo puedo hacer que esa sangre llegue hasta mí y como un agua fresca me saque las manchas que tengo en las manos, en los pies del camino?
Porque el polvo se ha ido pegando a mis pies. El olor de mi cuerpo, lavar mi cuerpo, purificarme, quedar como renovado, como cuando después de un largo día de trabajos, de andadas, de corridas y de un gran cansancio llego y esa hermosa agua que me lava me refresca parece que revivo, que resucito. ¿ cómo hago para que la sangre de Jesús llegue a mi? ¿Usted sabía que una buena confesión de los pecados con el sacerdote es un sacramento que hace que la sangre de Jesús me bañe como esa agua fresca, me restaure y me resucite?
Todos los bautizados necesitamos reconocer nuestros pecados. Muchas veces nos cuesta reconocer el pecado. Nos cuesta una buena confesión. Que importante que nos acerquemos a reconocer el pecado. Cuanta gente aun no tocada por la Gracia podrá decir mil cosas de la confesión. Se confiesa solo el que recibe el llamado. Pero ¿cómo? ¿El Señor no quiere que todos se salven y que todos sean purificados y que todos sean santos y lleguen a ser hijos de Dios? Por supuesto. Pero no todos están dispuestos ni todos tienen los mismos tiempos.
Tiempos diferentes. ¿ quién se acerca a recibir el perdón a través de la Iglesia? Aquel al que ya no le preocupan aquellas disquisiciones intelectuales: que yo no necesito de mediaciones, que yo no tengo porqué decirle a un sacerdote. Es un acto de fe sobrenatural y es un acto de amor la confesión. Es un momento intenso de amor, de verdad y de luz.
Cuando me acerco a una buena confesión, a reconocer mis pecados es porque el Señor me está llamando. No vaya a la confesión por costumbre, porque simplemente dijo malas palabras o no tuvo paciencia y lo dice así nomás. Yo fui veinte años párroco y en la vida de la parroquia se vive la experiencia de la confesión con mucha intensidad. Es rica para el sacerdote la experiencia de la confesión para el sacerdote. Una de las cosas más lindas. Poder contener a aquel que ha dicho he pecado, necesito del perdón. Es distinto aquel que dice: son pequeñas cositas, las de siempre. Es preferible entonces que no se confiese entonces. No hay que confesarse así. Una confesión hay que prepararla. Es algo que tiene dimensión, tiene profundidad. No es cuestión de moral. La confesión no tiene nada que ver con la moral.
La confesión es el encuentro con Jesús. Esa es nuestra moral. Es vivir de cara al Señor. Es querer vivir con los sentimientos del Señor y nos descubrimos y nos alarmamos y advertimos porque Dios nos permite verlo de que no tenemos esos sentimientos, que muchas veces decidimos conforme a sentimientos contrarios al Señor y que lo despreciamos y le damos la espalda y que no vivimos nuestra condición de bautizados. Es decir no somos fieles a la alianza de nuestro bautismo, perdemos la Gracia.
Volveré al Señor como el hijo pródigo porque he experimentado que el pecado me quita la dignidad, que éste no es mi camino, que yo necesito volver al Padre y que el Padre es realmente el Padre que me ama y me espera. Esta ha de ser mi disposición para una buena confesión. ¿Como ha de llegar la sangre de Jesús? No vayamos a confesarnos solo porque dijimos malas palabras, sacamos el cuero o nos enojamos con alguno o nos burlamos del prójimo, solo porque nos sentimos mal.
Vayamos a la confesión descubriendo quien es el Padre. El problema del hombre es el pecado. Pero en realidad el problema del hombre no es el pecado. El verdadero problema del hombre es no conocer a Dios. El pecado no existe si no se conoce a Dios. No se aprende el pecado por la moral. No se puede. Si no existe el encuentro de las personas no existe un conocimiento del otro.
En la confesión nosotros necesitamos comprender que nosotros tenemos la Gracia por un lado de ser purificados. En éste camino de purificación la práctica más frecuente de una buena confesión en la yo me acerque para buscar la Gracia que no merezco pero necesito y que le pido humildemente al Señor: dame tu Gracia porque sin ella no puedo vivir. A veces no cuesta tanto confesarse como reconocerse pecador, reconocer que tiene que cambiar, tomar una decisión.
El Señor tendría un tiempo para que yo sacuda mi pereza, mi apego, mi comodidad, mi mediocridad. Una de las cosas que tenemos que purificarnos: de nuestra mediocridad, de nuestra falsa temeridad, de nuestros apegos desordenados, de nuestras dependencias, de ese afianzamiento de la vida a nuestra medida y gusto.
Señor dame la Gracia de la conversión, dame la Gracia de comprender el misterio de mi vida mirándote a los ojos, que te conozca Señor, que me conozca. Este es el camino de la Cuaresma para el cristiano.
La dureza del corazón, el pecado, el vivir en la mediocridad, en la tibieza, en la mentira, el vivir con doblez. El pecado, esa es la muerte porque nos lleva al infierno, nos quita la vida de la gloria de Dios. Por eso necesitamos de la Gracia de la conversión, orar unos por otros. Una buena confesión es una buena purificación y es una experiencia de resurrección. Animarse a hacer una linda confesión.
Padre Mario Taborda
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