Arder en el amor para la misión

martes, 7 de mayo de 2013
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El oído interior es el que nos permite contemplar ese semblante de Dios. Es la ausencia de silencio interior lo que nos impide descubrir nuestra propia identidad. Es por el camino del oído interior por donde vamos haciéndonos obedientes al querer de Dios y, a partir de allí, sintonizar cordialmente con los hermanos. Dice la Palabra algo impedía que ellos pudieran descubrir que era el Señor quien peregrinaba con ellos. De a poco ellos fueron despertando su oído a la escucha: ¿Acaso no ardía nuestro corazón cuando nos explicaba las Escrituras?

Que arda tu corazón misionero, tu capacidad creativa para armar un espacio cordial alrededor de tu mesa y puedas partir el pan para la misión.

El fuego de la Palabra fue calentando el corazón de los discípulos de Emaús y eso les permite, cuando Jesús parte el pan, descubrirlo totalmente, develando el misterio. El peregrinar fraterno se devela en dos momentos: al explicarles la Palabra y al partir el pan.

Dios está escondido en la historia, en la naturaleza, en los acontecimientos. En el sentir hondo y profundo se aprende a contemplar. Allí nos quiere conducir el Señor. Seguramente que en una silenciosa escucha, vas a descubrir a Dios. La vida se abre y se hace misión.

 

Padre Javier Soteras