En la Biblia, la simbología de los diversos tipos de carro está asociada al uso en que se emplean. Las carretas o carros de viaje, donde se pueden cargar los bártulos y viajar sentado, representan el viaje y el camino. En cambio, los carros de guerra tirados por caballos son símbolo de los ejércitos invasores y del combate.
En la Edad Media, el carro tirado por dos caballos tenía una simbología ambivalente. En su aspecto positivo, hace alusión a la capacidad para gobernar y dirigir, a la superioridad, a la dirección competente, a la inteligencia, a la evolución continua, al progreso y al carácter protector. También simboliza el control sobre las pasiones, el éxito legítimo, el avance merecido, la voluntad firme, y la claridad de los deseos. En su aspecto negativo, se refiere a la ambición desmedida o injustificada, a la dirección usurpada, al gobierno ilegítimo y al oportunismo.
En la mitología griega, se presenta a Helios, el dios Sol, recorriendo el cielo en un carro de fuego, o en un carro de oro tirado por caballos de fuego o que expulsaban fuego por sus narices.
Carros y caballos en la Biblia
Los carros de guerra
Caballos y carros usados en Egipto desde tiempos antiguos: José iba en "el segundo carro de guerra" que tenía el rey Faraón (Gén. 41,43). Cuando los israelitas se escaparon de la esclavitud de Egipto, fueron perseguidos por "toda la caballería y carros de Faraón, y gente de a caballo, y todo su ejército. (Ex. 14,9; 15,4). Años más tarde Egipto fue el principal proveedor de caballos para los reyes de Israel (1 Reyes 10,28- 29).
El uso del caballo y del carro de guerra impráctico en gran parte de Canaán. Esto se debe a lo montañoso de gran parte del país, especialmente en Judea y Samaria, excepto por los caminos principales a través del territorio. Esto es la razón por la que los carros no se hallaron en las batallas que libraron allí.
No hay ninguna noticia de que Josué hubiese usado ni caballería ni carros de guerra en la conquista de Canaán.
A diferencia de los ejércitos invasores, que confían en sus carros y sus caballos, Israel debe confiar en su Señor.
"Cuando salieres a la guerra contra tus enemigos, y viereis caballos y carros, un pueblo más grande que tú, no
tengas temor de ellos, que Yavé tu Dios es contigo, el cual te sacó de tierra de Egipto" (Deut 20,1)
“Unos con los carros, otros con los caballos nosotros invocamos el nombre de Yavé, nuestro Dios.
Ellos se doblegan y caen, y nosotros en pie nos mantenemos.” (Sal 20,8-9)
En la práctica, esto no fue siempre así, y los textos bíblicos denuncian a los reyes que buscaron hacerse ejércitos con carros y caballos como los otros pueblos: Salomón (1 Reyes 4,26; 10,28, 29; 2 Crón.
1,14; 9,25), y Ajab, que murió en su carro (1 Reyes 22,35).
El profeta Isaías advirtió a los reyes de su tiempo no ir a Egipto por ayuda consiguiendo de ellos caballos para el día de la batalla.
"¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda, y confían en caballos; y su esperanza ponen en carros, porque son muchos, y en
caballeros, porque son valientes; y no miraron al Santo de Israel.” (Is. 31,1).
Uso de carros en tiempos de paz
Eran principalmente los reyes y las personas ricas o de posición los que usaban carros tirados por caballos en tiempo de paz. Como príncipe, Absalón iba en un carro, y el rey Rohoam y el rey Acab tenían sus carros en los cuales viajaban con pompa (2 Sam. 15,1; 1 Reyes 12,18; 1 Reyes 18,44).
Entre los griegos y luego entre los romanos, se practicaban las carreras de carros en el estadio.
El profeta Elías, arrebatado en carro de fuego
2 Reyes cap.2
1 Esto es lo que sucedió cuando el Señor arrebató a Elías y lo hizo subir al cielo en el torbellino.
Elías y Eliseo partieron de Guilgal, 2 y Elías dijo a Eliseo: “Quédate aquí, porque el Señor me ha enviado hasta Betel”. Pero Eliseo respondió: “Juro por la vida del Señor y por tu propia vida que no te dejaré”. Y bajaron a Betel. 3 La comunidad de profetas que había en Betel salió a recibir a Eliseo, y le dijeron: “¿Sabes que hoy el Señor va a arrebatar a tu maestro por encima de tu cabeza?”. Él respondió: “Claro que lo sé; ¡no digan nada!”.
4 Elías le dijo: “Quédate aquí, Eliseo, porque el Señor me ha enviado a Jericó”. Pero él respondió: “Juro por la vida del Señor y por tu propia vida que no te dejaré”. Y llegaron a Jericó. 5 La comunidad de profetas que había en Jericó se acercó a Eliseo y le dijeron: “¿Sabes que hoy el Señor va a arrebatar a tu maestro por encima de tu cabeza?”. Él respondió: “Claro que lo sé; ¡no digan nada!”.
6 Elías le dijo: “Quédate aquí, porque el Señor me ha enviado al Jordán”. Pero Eliseo respondió: “Juro por la vida del Señor y por tu propia vida que no te dejaré”. Y se fueron los dos.
7 Cincuenta hombres de la comunidad de profetas fueron y se pararon enfrente, a una cierta distancia, mientras los dos estaban de pie a la orilla del Jordán. 8 Elías se quitó el manto, lo enrolló y golpeó las aguas. Estas se dividieron hacia uno y otro lado, y así pasaron los dos por el suelo seco. 9 Cuando cruzaban, Elías dijo a Eliseo: “Pide lo que quieres que haga por ti antes de que sea separado de tu lado”. Eliseo respondió: “¡Ah, si pudiera recibir las dos terceras partes de tu espíritu!”. 10 “¡No es nada fácil lo que pides!, dijo Elías; si me ves cuando yo sea separado de tu lado, lo obtendrás; de lo contrario, no será así”. 11 Y mientras iban conversando por el camino, un carro de fuego, con caballos también de fuego, los separó a uno del otro, y Elías subió al cielo en el torbellino. 12 Al ver esto, Eliseo gritó: “¡Padre mío! ¡Padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería!”. Y cuando no lo vio más, tomó sus vestiduras y las rasgó en dos pedazos. 13 Luego recogió el manto que se le había caído a Elías de encima, se volvió y se detuvo al borde del Jordán.
Eclesiástico cap. 48
1 Después surgió como un fuego el profeta Elías, su palabra quemaba como una antorcha.
2 Él atrajo el hambre sobre ellos y con su celo los diezmó.
3 Por la palabra del Señor, cerró el cielo, y también hizo caer tres veces fuego de lo alto.
4 ¡Qué glorioso te hiciste, Elías, con tus prodigios! ¿Quién puede jactarse de ser igual a ti?
5 Tú despertaste a un hombre de la muerte y de la morada de los muertos, por la palabra de Altísimo.
6 Tú precipitaste a reyes en la ruina y arrojaste de su lecho a hombres insignes:
7 tú escuchaste un reproche en el Sinaí
y en el Horeb una sentencia de condenación;
8 tú ungiste reyes para ejercer la venganza y profetas para ser tus sucesores
9 tú fuiste arrebatado en un torbellino de fuego por un carro con caballos de fuego.
10 De ti está escrito que en los castigos futuros aplacarás la ira antes que estalle,
para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos y restablecer las tribus de Jacob.
11 ¡Felices los que te verán y los que se durmieron en el amor, porque también nosotros poseeremos la vida!
El profeta Elías aparece unido al símbolo del fuego cuando se enfrenta a los profetas de Baal (1 Re 18).
El carro de fuego en que es transportado puede leerse en varios sentidos simbólicos:
* por un lado, los carros de guerra aluden a la victoria; en este sentido Elías es “Carro de Israel y su caballería” porque para el pueblo este profeta es más valioso que un ejército.
* el carro de fuego tirado por caballos es un símbolo de las fuerzas celestiales (el dios sol). Al ser llevado en carro de fuego Elías pasa a otro plano, el celestial. Por esto es un profeta muy importante en la apocalíptica, ya que Elías “no murió” sino que fue arrebatado al cielo.
* este paso de Elías a los cielos, en el cual transmite parte de su espíritu a Eliseo, es figura de la Ascensión de Jesús que sube a los cielos y promete su Espíritu a la comunidad que lo contempla al irse (Hech cap. 1).
El viaje en carro del eunuco etíope
Hechos de los Apóstoles cap. 8
26 El Ángel del Señor dijo a Felipe:
«Levántate y ve hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza: es un camino desierto».
27 Él se levantó y partió. Un eunuco etíope, ministro del tesoro y alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, había ido en peregrinación a Jerusalén 28 y se volvía, sentado en su carruaje, leyendo al profeta Isaías.
29 El Espíritu dijo a Felipe:
«Acércate y camina junto a su carro».
30 Felipe se acercó y, al oír que leía al profeta Isaías, le preguntó:
«¿Comprendes lo que estás leyendo?».
31 Él respondió:
«¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?».
Entonces le pidió a Felipe que subiera y se sentara junto a él. 32 El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era el siguiente:
Como oveja fue llevado al matadero;
y como cordero que no se queja ante el que lo esquila,
así él no abrió la boca.
33 En su humillación, le fue negada la justicia.
¿Quién podrá hablar de su descendencia,
ya que su vida es arrancada de la tierra?
34 El etíope preguntó a Felipe:
«Dime, por favor, ¿de quién dice esto el Profeta? ¿De sí mismo o de algún otro?».
35 Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este texto de la Escritura, le anunció la Buena Noticia de Jesús. 36 Siguiendo su camino, llegaron a un lugar donde había agua, y el etíope dijo:
«Aquí hay agua, ¿qué me impide ser bautizado?».
37 . 38 Y ordenó que detuvieran el carro; ambos descendieron hasta el agua, y Felipe lo bautizó. 39 Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe, y el etíope no lo vio más, pero seguía gozoso su camino. 40 Felipe se encontró en Azoto, y en todas las ciudades por donde pasaba iba anunciando la Buena Noticia, hasta que llegó a Cesarea.
El “camino” en el libro de los Hechos es símbolo del seguimiento de Jesús. En ese camino, el Espíritu le indica a Felipe que tiene que alcanzar ese carro, ¡habrá tenido que correr un poco! Logra subir al carro, es decir, se pone a compartir el camino con este extranjero.
El texto nos presenta la situación de este hombre: etíope, o sea, no judío; “temeroso de Dios” que conoce al Dios de Israel, adora en Jerusalén y lee las Escrituras, y de buena posición social. Es eunuco, castrado para estar al servicio de la reina. Su situación personal está reflejada en el texto que lee: fue como oveja llevada al matadero, fue privado de su descendencia. Por eso pregunta: Dime, por favor, ¿de quién dice esto el Profeta? ¿De sí mismo o de algún otro?.
Felipe le anuncia la Palabra, haciendo que la vida del eunuco cobre sentido desde la experiencia de Jesús. Entonces, este extranjero hace frenar el carro junto a un río. Literalmente, ¡parar el carro! Símbolo de que hay una situación que obliga a frenar y reflexionar. Y este hombre se hace bautizar. Después sí, sigue contento su camino.
Bibliografía:
Rosa Aquino, Diccionario de Símbolos
Fred Wight, Usos y costumbres de las tierras bíblicas