Por el camino de la entrega

lunes, 13 de mayo de 2013
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Evangelio según San Lucas 12,13-21.

Uno de la multitud le dijo:"Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?". Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas".
Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba así mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'.
Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'.
Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'.
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".

1. Un error querer prever lo imprevisible

La parábola cuenta de un hombre que tiene que resolver un problema que se le ha presentado. Este hombre que acumula bienes en su granero ve aumentar su capacidad de producción, motivo por el cual piensa que derribando los graneros existentes y construyendo uno de mayor capacidad podrá hacer lugar a la creciente producción. Entre todas sus previsiones hay una que no estaba en sus cálculos: “Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado? ” A la hora de administrar, tiempos, bienes, recursos naturales es necesario planificar. Una básica planificación responde a cinco preguntas: ¿qué?, ¿cómo?, ¿con quién?, ¿cuándo?, ¿cuánto? A las cinco preguntas esenciales habría que sumarle la pregunta por el cielo y sus designios, es decir la voluntad de Dios. La planificación sería en el plano del proyecto de Dios si incluyéramos las preguntas que conducen al discernimiento y a la sabiduría ¿qué quiere Dios de esto? Es como la que no siempre incluimos   en nuestras maneras de afrontar lo que se nos pone por delante como desafíos y que debería estar en el corazón mismo de toda tarea planificada o re planificada, hacer foco, focalizar. A veces la planificación puede hacer desdibujarnos la orientación y quedarnos en el orden por el orden en sí mismo. Cuando el orden en si mismo no está ordenado para el fin para el cual nos hemos ordenado, quedamos como atrapados en la red de nuestra racionalidad, de nuestros esquemas, de nuestras supuestas previsiones sin hacer contacto con la realidad más cruda que nos viene por el hecho mismo de lo que acontece y en donde todo los días hay que estar reorientando, re focalizando y poniendo particular mirada sobre el hacia dónde va nuestra acción planificadora.  Dios habla y la confrontación de nuestro sentir interior ante lo que Dios estaría diciendo y los signos interiores de paz, gozo y alegría más los signos externos acompañados por la mirada de otros que quieren nuestro bien. Cuando incluimos al cielo en la planificación, lo imprevisible se hace visible e inclusivo en el proyecto o planificación confirmada por el querer de Dios.
 


2. La inexactitud de lo preciso

De los hombres más organizados que ha conocido la historia está el célebre filósofo Kant. Tan preciso en su orden que dicen algunos ajustaban su reloj de acuerdo al momento en que el pasaba. El problema fue cuando Kant pasó por otro camino y cambio la rutina nadie pudo saber exactamente qué hora era. Cuando las referencias son tan previsibles y no hay lugar para las sorpresas no se puede pasar del plan A al Plan B. Cuando planificamos en Dios dadas las coordenadas básicas de orientación y querer de Dios, existen más de dos alternativas, se incluye al mismo fracaso ante el cual ya tenemos respuesta desde la cruz de Cristo.


El mundo preciso ha mostrado en más de una oportunidad que lo que parecía pronosticable no lo fue tanto. Veamos sino en estos días los comportamientos de los mercados. En economía todo pude entrar en el cálculo de los probables, menos el comportamiento humano ante determinadas variables económicas. En el comportamiento humano 2+2 puede dar = 5 o 3 o 6.  A eso le podemos llamar la inexactitud de lo preciso. En lo humano el libre albedrío supone la capacidad de autodeterminación del sujeto en cuestión, más la real intervención del Señor de la vida, la acción de los demás, la presencia del que se opone a Dios y nuestra felicidad. Todos estos factores hacen inexacto los cálculos precisos, eso quiere decir que a nuestra planificación debemos abrirla a otros niveles de lectura de la realidad, a la que llamamos discernimiento.
 


2. La planificación se aclara cuando la riqueza la pones en el cielo

Cuando leemos la parábola del rico que puso su riqueza en el cielo sentimos la tentación de pensar que el texto va dirigido a los que tienen mucho.


La parábola nos amonesta a todos de una u otras maneras, todos hemos recibido mucho por parte de Dios. Ante los ojos de Dios todos tenemos una gran cantidad de bienes que administrar y la mejor forma de hacerlo es ordenándolos para que cada uno ocupe el lugar que se merece, ni mas, ni menos. A ese orden le llamamos escala valórica, distinguiendo lo más importante de lo menos, lo esencial para la vida de lo accidental, lo que permanece de lo que pasa, lo que tiene consecuencias graves de lo que no, etc.


Cuando decimos que la planificación de la vida se aclara cuando la riqueza la ponemos en el cielo, estamos poniendo como valor más alto la eternidad y por el cual debemos trabajar en primer lugar, allá vamos, eso queda, es nuestro destino final, todo lo cual indica que los demás valores debemos orientarlos, ordenarlos en relación a este bien, el más alto. La vida es como un racimo de uva uno lo agarra desde el tallo y todo el racimo cuelga, uno agarra el racimo desde una uva y lo más fácil es que se quede con la uva entre los dedos y se caiga el racimo. Si la vida la agarramos desde arriba todas sus riquezas y posibilidades permanecen en la órbita de nuestra libre y responsable administración.

 

                                                                                                                             Padre Javier Soteras