Se levanta un sol de esperanza que nos asocia

viernes, 24 de mayo de 2013
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Caminando hacia la fiesta patria del 25 de Mayo, de la mano del entonces Cardenal Primado de la Argentina, Jorge Mario Bergoglio SJ, vamos acercándonos a reconocer en nuestra más profunda identidad los desafíos que, como pueblo, tenemos hacia delante, a la hora de participar de este tiempo de refundación de la Nación, en los años del bicentenario 2010-2016 que estamos transitando.

Cuando uno entra en contacto con lo que ha dejado él proféticamente en el corazón de nuestro país, particularmente cuando en los tedéums ha expresado su sentir como pastor sobre la Nación, uno descubre cuánta riqueza y cuánto don Dios nos ha regalado en Jorge Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco.

En esta catequesis el eje central será su homilía [1] en el solemne Tedéum celebrado en la Catedral Metropolitana el 25 de mayo de 2003.

Tomamos como base el texto evangélico del Buen Samaritano:

 

"Y entonces, un doctor de la ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida Eterna?" Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?" Él le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo".

"Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida". Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?". Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver" ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?" "El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera".

Lc. 10, 25-37

 

Decía el Cardenal Bergoglio en su homilía: “Sentimos resurgir un sol de Mayo al que los argentinos, como siempre, deseamos ver como un recuerdo que es destello de resurrección.” ¡Qué hermosa expresión! El recuerdo, del tiempo que pasó, pero que también es futuro y es presente de vida.

“Es el esperanzado llamado de Jesucristo a que resurja nuestra vocación de ciudadanos constructores de un nuevo vínculo social. Llamado nuevo que, sin embargo, está escrito desde siempre como ley fundamental de nuestro ser: que la sociedad se encamine a la prosecución del Bien Común y, a partir de esta finalidad, reconstruya una y otra vez su orden político y social.” Lo que plantea al pensar en nuestro país -en medio de las crisis por las que atravezamos- es que pongamos por delante el objetivo y detrás todas las acciones y planificaciones que consideramos necesarias para alcanzar aquel objetivo. Allí es cuando aparece el sol de Mayo, que nos guía en el presente y en los tiempos que vendrán. Por eso le llama “destello de resurrección” a este momento celebrativo.

 

Luego comienza a desarrollar el texto evangélico: “La parábola del Buen Samaritano es un icono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que debemos tomar para reconstruir esta Patria que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el Buen Samaritano. Toda otra opción termina o bien del lado de los salteadores o bien del lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del herido del camino. Y -como decía un poeta nuestro- "la patria no ha de ser para nosotros sino un dolor que se lleva en el costado". Nosotros podemos poner en el horizonte las personas, situaciones, dolores de lo que nos ocurre, que nos invitan a la “samarietaniedad” (me animo a inventar esta palabra), a ser samaritanos, como un modo de empoderarnos, de fortalecernos y de animarnos a recorrer este camino detrás de un rayo de sol que, como destello de resurrección, aparece en el horizonte, en recuerdo de aquel 1810 y que nos llama a asumir el tiempo que vendrá con esperanza.

 

“La parábola del Buen Samaritano nos muestra con qué iniciativas se puede rehacer una comunidad a partir de hombres y mujeres que sienten y obran como verdaderos socios (en el sentido antiguo de conciudadanos). Hombres y mujeres que hacen propia y acompañan la fragilidad de los demás, que no dejan que se erija una sociedad de exclusión, sino que se aproximan –se hacen prójimos– y levantan y rehabilitan al caído, para que el Bien sea Común. El sol que marca el horizonte en medio de las dificultades y desencuentros es el sol del bien de todos. Allí se muestra el destello de la gracia de una resurrección que nos esperanza. Pero para que sea de todos, hay que incorporar a todos, nadie puede quedar excluido. Hay que empezar por las periferias existenciales, donde nos esperan los hombres que hoy nos invitan a la “samarietaniedad”, a ser buenos samaritanos.

 

“Desde el comienzo de la vida de la Iglesia, y especialmente por los Padres capadocios, el buen samaritano fue identificado con el mismo Cristo. Él es el que se hace nuestro prójimo, el que levanta de los márgenes de la vida al ser humano, el que lo pone sobre sus hombros, se hace cargo de su dolor y abandono y lo rehabilita. Abrirnos caminos para la reconstrucción de la Patria en memoria agradecida, supone recorrer un camino de “samarietaniedad” con Jesús.

“El relato del buen Samaritano, digámoslo claramente, no desliza una enseñanza de ideales abstractos, ni se circunscribe a la funcionalidad de una moraleja ético-social; sino que es la Palabra viva del Dios que se abaja y se aproxima hasta tocar nuestra fragilidad más cotidiana. Esa Palabra nos revela una característica esencial del hombre, tantas veces olvidada: que hemos sido hechos para la plenitud de ser; por tanto no podemos vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede "a un costado de la vida", marginado de su dignidad.” En este tiempo, Francisco hace escuchar la voz de los pobres en el corazón del mundo, como lo hizo sentir en la Argentina. Las periferias gritan y nos llaman al encuentro.

El futuro está entremezclado en el dolor, como la Pascua, que es lo nuevo que Dios ha recreado, la humanidad nace de la cruz. Por lo tanto, no podemos ser indiferentes ante el dolor que aparece relatado en lo cotidiano, en la trama de todos los días en nuestro país. De allí que las periferias nos convocan para reconstruir la Patria. En particular, hoy nos detenemos en las periferias existenciales juveniles, sabiendo que más de ochocientos mil chicos en la Argentina sufren hambre, no tienen lo suficiente para vivir dignamente. Y novecientos mil tienen el rostro de los ni; casi diríamos, sin rostro de dignidad por la falta de trabajo y de estudio. ¡Cuánto grito de “samarietaniedad” se escucha en el corazón! ¡Cuánto nos queda por hacer! Bergoglio nos solía repetir hagan, hagan, hagan. Me decía un sacerdote amigo que cuando se acercaba para compartirle un nuevo proyecto, lejos de decirle no te metás en tanta cosa, fijate si vas a poder, le decía hagan. No hacé, sino hagan, sumá más voluntades, hagan, hay mucho por hacer. El escenario de lo vulnerable ¡tiene tantas posibilidades para la reconstrucción! No se trata ya de discursos evasivos, como el del sacerdote que pasaba por allí o el del levita. Se trata de lo concreto, como hace Francisco, que te pone en un brete, digo yo (como a la vaca, cuando la van a vacunar, la entran por un brete y no tiene forma de zafar), Francisco tiene esa cualidad: es tan concreto como el Evangelio, no se puede zafar con su forma pastoral de guiar.

 

Nos está esperando como Nación la inclusión del herido, del que está al costado del camino. La inclusión o la exclusión del herido al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos. Todos enfrentamos cada día la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo. (…) Nuestras múltiples máscaras, nuestras etiquetas y disfraces se caen: es la hora de la verdad, ¿nos inclinaremos para tocar nuestras heridas?, ¿nos inclinaremos a cargarnos al hombro unos a otros? Éste es el desafío de la hora presente, al que no hemos de tenerle miedo.”

La solución de nuestros problemas no está en el discurso fácil de la política, sino en ponerse la patria al hombro. ¿Y qué es ponerse la patria al hombro? Saber sobrellevar mutuamente nuestras cargas, dirá el apóstol San Pablo en Gálatas. “En los momentos de crisis la opción se vuelve acuciante: podríamos decir que en este momento, todo el que no es salteador o todo el que no pasa de largo, o bien está herido o está poniendo sobre sus hombros a algún herido.”

“La historia del buen Samaritano se repite: se torna cada vez más visible que nuestra desidia social y política está logrando hacer de esta tierra un camino desolado, en el que las disputas internas y los saqueos de oportunidades nos van dejando a todos marginados, tirados a un costado del camino. En su parábola, el Señor no plantea vías alternativas: ¿qué hubiera sido de aquel malherido o del que lo ayudó, si la ira o la sed de venganza hubieran ganado espacio en sus corazones? Jesucristo confía en lo mejor del espíritu humano y con la Parábola lo alienta a que se adhiera al amor de Dios, reintegre al dolido y construya una sociedad digna de tal nombre.”

 

El otro día Francisco ha dicho que es un pecado grave estar desinformados, es una manera de crear indiferencia. Porque nos duele lo que pasa, y evidentemente la evasión en la desinformación es como una coraza ante el dolor que no sabemos cómo soportarlo.

Y continúa diciendo en su homilía: “Esta peligrosa indiferencia de pasar de largo, inocente o no, producto del desprecio o de una triste distracción, hace de los personajes del sacerdote y del levita un no menos triste reflejo de esa distancia cercenadora, que muchos se ven tentados a poner frente a la realidad y a la voluntad de ser Nación. Hay muchas maneras de pasar de largo que se complementan. Una: ensimismarse, desentenderse de los demás, ser indiferente; otra: un solo mirar hacia afuera. Respecto a esta última manera de pasar de largo, en algunos es acendrado el vivir con la mirada puesta hacia fuera de nuestra realidad, anhelando siempre las características de otras sociedades, no para integrarlas a nuestros elementos culturales, sino para reemplazarlos. (…) Inclinación similar se ve en quienes, aparentemente por ideas contrarias, se entregan al juego mezquino de las descalificaciones, los enfrentamientos hasta lo violento, o a la ya conocida esterilidad de muchas intelectualidades para las que "nada es salvable si no es como lo pienso yo".

En este contexto de reflexión, buscando ser Nación desde la inclusión, queremos preguntarle al Señor hacia dónde va nuestro quehacer samaritano, qué gritos de dolor nos invitan a hacernos próximos, cercanos, no por la propia fuerza -porque no nos da el cuero- sino por la gracia de Dios, que nos pone en sintonía con los Cristos que nos esperan en cada rincón del país en que se pide por un sol nuevo, por la resurrección en medio de la cruz. Cuando nos cargamos la patria al hombro, cuando la cruz forma parte de nuestra existencia y el hermano no nos resulta extraño, comienza a aparecer la gloria del Señor sobre nosotros. Y como pueblo, nos levantamos, nos ponemos de pie.

 

 

P. Javier Soteras



[1] A partir de aquí, va entre comillas la cita textual de Bergoglio. Se puede leer texto completo en el siguiente link:

http://aica.org/aica/documentos_files/Obispos_Argentinos/Bergoglio/2003/2003_05_25.htm