Las religiones de la antigüedad practicaron los sacrificios de animales como una forma de culto a la divinidad. Estos animales, una vez sacrificados, eran asados y compartidos en una comida ritual. El animal ofrendado – víctima – podía ser un animal de caza (venados o ciervos). Los pueblos pastores hacían sus sacrificios con las especies que criaban: ganado vacuno, ovino o caprino.
“Por sacrificio se entiende la acción religiosa, el rito, que, mediante la consagración a una divinidad de un ser vivo, una especie vegetal, un líquido o un objeto – si se trata de un ser vivo, con o sin inmolación – crea un vínculo entre esa divinidad y la persona que lleva a cabo el rito; todo ello bajo el supuesto de que dicho rito puede influenciar a la divinidad en el sentido pretendido por el oferente.” (G. Widengren, Fenomenología de la religión)
Esta misma noción se aplica al ritual de la Pachamama, practicado en el norte argentino, en el cual la tierra es “alimentada” con los productos que ella brinda todo el año.
Cuando se sacrifican animales, el olor que sube de los animales asados se considera un “calmante aroma”:
Es un holocausto, un manjar abrasado de calmante aroma para Yavé (Lv 1,17).
“Tomar literalmente este lenguaje (…) es quitarle todo valor simbólico: el ofrecer comida es un gesto de participación y comunión. Se traslada al plano religioso una práctica que es corriente en la vida ordinaria y que tiene un gran poder evocador.” (José S. Croatto, Los lenguajes de la experiencia religiosa)
De los pastores al Templo
En los orígenes del pueblo de Israel, los ritos eran celebraciones familiares. Generalmente, el padre de familia era el encargado de hacer el sacrificio y preparar el asado ritual.
Así, por ejemplo Abraham y Sara, como signo de hospitalidad, ofrecen pan recién horneado y un ternerito asado a los tres visitantes que llegan a su campamento:
Abraham fue rápidamente hasta la carpa y le dijo a Sara:
– Prepara tres medidas de harina, amasa y hornea unos panes.
Luego fue al corral y separó un ternerito tierno y hermoso; se lo dio al sirviente y éste se apresuró a prepararlo (Gén 18,1-7).
Estos tres misteriosos visitantes anuncian a Abraham y Sara el futuro nacimiento de Isaac.
Las instrucciones más antiguas para la preparación del cordero pascual indican que se trata de una comida familiar. Allí se estipula expresamente que el cordero debe ser asado:
El animal será sin defecto, macho, de un año. En aquella misma noche comerán la carne. Nada de él comerán crudo ni hervido, sino asado, con su cabeza, sus patas y sus entrañas. (Ex 12,5.9)
Durante el reinado de Salomón (970-933 a.C.) se construye el Templo. Con esto comienza un proceso de centralización de la vida religiosa. Con el correr de los años, los sacerdotes serán los únicos autorizados para sacrificar y asar los animales, y el único lugar sagrado para hacerlo será el Templo de Jerusalén.
En el Templo de Jerusalén, los animales eran sacrificados sobre el altar y asados en una parrilla:
3 Para el servicio del altar fabricarás unas calderas donde recoger las cenizas, tenazas, tridentes y braseros. Todos estos utensilios serán de bronce. 4 Harás también una parrilla de bronce en forma de red en cuyos cuatro ángulos habrá cuatro anillos de bronce, 5 y lo pondrás debajo del plano o fogón del altar: esta parilla llegará hasta el medio del altar. (Ex 27,3-4)
La centralización del culto en un único templo estaba vigente en tiempos de Jesús. Por eso la Pascua se había convertido en una fiesta de peregrinación, en la cual las familias acudían a Jerusalén para hacer sacrificar el cordero en el templo, y luego lo llevaban a la casa para la comida familiar. Jesús, que no vivía en Jerusalén, tuvo que pedir una casa prestada para esto (Mt 26,17-19). (Nota: el judaísmo actual no realiza más sacrificios; la Pascua judía (Pesaj) se celebra con una comida familiar.)
Jesús comiendo asado
Además de la cena de Pascua ya mencionada, muchas páginas del evangelio nos muestran a Jesús compartiendo la comida: con pecadores (Mc 2,15-17), con la gente (Mc 6,30-43; Mc 8,1-10), y con la comunidad (Jn 12,1-8). También, Jesús usa la imagen de las comidas de fiesta para hablar del Reino (Lc 14,15-24). Con esto, realiza los signos del Reino de Dios ya prometidos por los profetas:
Yavé de los Ejércitos está preparando para todos los pueblos, en este cerro, una comida con jugosos asados y buenos vinos, un banquete de carne y vinos escogidos.
En este cerro quitará el velo de luto que cubría a todos los pueblos y la mortaja que envolvía a todas las naciones.
Y destruirá para siempre a la Muerte.
El Señor Yavé enjugará las lágrimas de todos los rostros; devolverá la honra a su pueblo, y a toda la tierra, pues así lo ha dicho Yavé.
(Is 25,6-8; ver también Jer 31,13-14)
Jesús Resucitado prepara él mismo unos pescados asados para compartir con la comunidad:
Cuando tocaron tierra, vieron unas brasas preparadas y un pescado sobre ellas, y también pan. Jesús les dice: “Vengan y coman”. (Jn 21,9.12)