El árbol, por hundir sus raíces en la tierra y elevar su copa al cielo, es considerado eje y sostén del mundo, que une lo terrenal y lo celestial. Simboliza también el orden de todo el cosmos, por la disposición de sus diversas partes.
Es símbolo de vida y fecundidad, por su renovación año tras año, por su crecimiento, y, en el caso de los árboles frutales, por el alimento que ofrecen al hombre. El árbol es símbolo de vida por todo lo que provee para la existencia humana: cobijo y sombra, hojas medicinales, frutos sabrosos, leña para calentarse, y madera necesaria para muebles y casas.
Se asocia con los cuatro elementos de la naturaleza: agua, tierra, aire, fuego. Sus raíces se hunden en la tierra y de allí toman el agua, su copa se eleva a los cielos, y con su leña se hace fuego.
Los salmos cantan la majestuosidad de algunos árboles, por ej. de los cedros; pero aún siendo majestuosos, están sujetos a la voz de Dios:
¡La voz del Señor es potente,
4 la voz del Señor es majestuosa!
La voz del Señor parte los cedros,
5 el Señor parte los cedros del Líbano;
hace saltar al Líbano como a un novillo. (Salmo 29)
Las personas justas son comparadas con árboles frondosos y fecundos:
¡Feliz el hombre
1 que no sigue el consejo de los malvados,
1 ni se detiene en el camino de los pecadores,
1 ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
2 y la medita de día y de noche!
Él es como un árbol
3 plantado al borde de las aguas,
3 que produce fruto a su debido tiempo,
3 y cuyas hojas nunca se marchitan:
3 todo lo que haga le saldrá bien. (Salmo 1)
Los árboles del Edén
Según el Génesis, en el jardín de Edén Dios plantó dos árboles:
Cuando el Señor Dios hizo la tierra y el cielo, aún no había ningún arbusto del campo sobre la tierra ni había brotado ninguna hierba, porque el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra. Tampoco había ningún hombre para cultivar el suelo, pero un manantial surgía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo. Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.
El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, que eran atrayentes para la vista y apetitosos para comer; hizo brotar el árbol de la vida en medio del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal. (Gén 2,4-9)
Este texto nos plantea qué tipo de relación existe entre Dios y los hombres. En esta relación, Dios tiene la iniciativa y hace una llamada al compromiso libre del hombre. El árbol del conocimiento del bien y del mal está allí para simbolizar el drama de la opción. La serpiente, símbolo del mal, lleva a la mujer y al varón a comer de este árbol del conocimiento. Entonces, ellos quedan fuera del edén, sin acceso al árbol de la vida.
El árbol de Navidad
A todo el simbolismo que ya de por sí poseen los árboles, se le agregan las características propias de los árboles usados para esta fiesta. Se trata de los pinos o abetos de los bosques europeos, que soportan el invierno y la nieve, y por eso recrean el significado del árbol de la vida, permaneciendo verdes aún en medio de las peores inclemencias del tiempo.
Algunos creen que el hecho de poner adornos de color rojo es una evocación de los frutos del árbol del conocimiento del bien y del mal. La Biblia no identifica ese árbol con ningún frutal en particular, pero diversas lecturas lo interpretan como un manzano.
Hay que sumar a esto el simbolismo de la Cruz de Cristo como Arbol de la Vida. Cristo, en el árbol de la cruz, venció al pecado y recuperó para la humanidad la Vida del paraíso. Desde esta mirada, el árbol de Navidad con sus adornos rojos está uniendo Nacimiento y Pascua.
El árbol se remata con la estrella, símbolo de aquella que guió a los Magos de oriente hasta Belén. Las luces del árbol son señal de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.