Dejar de resistir al amor de Dios

martes, 6 de mayo de 2008
image_pdfimage_print
A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: “Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. “Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: ¿A dónde vas?” Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido. Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio. El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado”.

Juan 16, 5 – 11

Siempre, la primera clave en la vida de la fe es dar gracias. La gratitud y la alabanza al Señor que se merece lo mejor de nosotros, todo nuestro reconocimiento y toda nuestra obediencia. El acatamiento, todo nuestro mundo interior aceptar con alegría y con gozo este día, gran clave para vivir con autenticidad mi fidelidad a la vocación cristiana. Aceptar con el corazón abierto lo que Dios mande y dejar de resistirme a la alegría, al sufrimiento, a la cruz, a la responsabilidad, al trabajo, a la relación, al encuentro. Dejar de resistirme y estar abierto a lo que Dios manda aunque le duela a mi alma, aunque mi corazón sufra un poquito. No tenga miedo de ese sufrimiento, abra de par en par su persona que está llena de posibilidades y de sabiduría, sólo de esta manera puede el espíritu sanarnos y darnos sorpresas y alegrías que sólo Dios sabe dar.

¿Cómo percibimos la vida? Ya que nos alentamos a abrir de par en par para alabar, dar gracias, a asumir y enfrentar lo que nos toque. Quizás hace un tiempo que estamos disparándole a la vida, dándole vuelta la espalda, quizás mirando para el otro lado cuando en realidad me toca atender ciertos asuntos, cierto tipo de relaciones, ciertos encuentros, ciertas situaciones, esas decisiones que están a la espera, congeladas, en el freezer de nuestros olvidos, congelando nuestra existencia. ¡Cuidado!, cuidado con congelar la existencia porque la electricidad no siempre está funcionando y cuando se corta la electricidad se descongela el freezer y queda fresquito y al vivo todo aquello que escondimos y no aceptamos.

Ser dóciles a la vida es nuestro desafío. Le pedimos al espíritu que nos permita ser dóciles. No queremos tenerle miedo a la vida, queremos vivirla y aceptarla como viene. Ya sabemos que la vida se decide, pero también se decide aceptarla porque no todo depende de nosotros en la vida. Eso es no sólo sentido común, la fe, la vida en Jesús nos permite vivir al desnudo, con el corazón abierto, dejando que la vida nos regale sus caricias y si es necesario también algo de sus espinas. Y no nos olvidemos recordar como consigna “¿cómo estamos dóciles a la realidad, cómo está abierto nuestro corazón? ¿o está cerrado? Bueno, si está cerrado apague la radio y vaya a hacer otra cosa, no pierda tiempo, siga haciendo lo que ha optado hacer por miedo a la vida, o sea vivir en su propia burbuja, siga encerrado, no haga esfuerzos por comunicarse, no luche, no tiene sentido, nada le va a dar la felicidad. No tenga miedo, abra de par en par su alma, esto es la fe, esto es Jesús, esto es el acontecimiento de vivir según el Espíritu de Jesús, tener en la mente, el corazón, el alma, la voluntad, la inteligencia abierta a percibir y a elegir amar la vida y aceptarla, elegir construirla, elegir vivirla como es, con la cruz que tiene, con el dolor que tiene, con el desprendimiento y los despojos que hay metidos en la vida, no tengas miedo de sufrir porque si no nunca podrás saber qué es vivir en Jesús.

Recordamos que las cosas nos influencian según su naturaleza. Este monje tan querido, Bernardo Olivera, un cartujo con el que compartimos a veces algunos pensamientos en la catequesis, del monasterio trapense Nuestra Señora de los Ángeles, escribió cosas tan lindas y cortitas pero fruto de un tiempo de contemplación y de un corazón abierto que se deja impregnar por lo fundamental. Cuántas cosas van entrando en nuestra vida, van golpeando nuestra vida y a veces no nos golpean en lo fundamental, a lo fundamental lo dejamos de lado porque duelen, exigen, hay que dedicarles tiempo, porque hay que hacer sacrificios, porque hay que superar, porque hay que aceptar algunas cosas del pasado, porque hay que tomar algunas decisiones, porque no queremos sufrir y dejamos que lo fundamental quede afuera de nuestra casa.

Hay dos maneras en como me influencian las cosas, como me afectan la realidad, como me tocan la vida. ¿Cómo me llega la realidad a mi interior, si es que llega esa realidad? Bueno es difícil que nos llegue, siempre algo llega ¿verdad? ¿Cómo llegan?, ¿cómo me influencian? Usar la palabra influenciar quiere decir que hay algo que viene a mí y que no depende del todo de mí. Cuando algo me influencia quiere decir que yo lo puedo dejar entrar o no, pero por otro lado va a venir como es la cosa y no como yo quiero que sea, es decir, que hay cosas que entran de otro mundo y que no pueden ser como nosotros las queremos, las formamos, o las decidimos, son como son, tienen su identidad, pero las cosas me influencian según su naturaleza, es decir, su forma, su historia, su identidad, su ser real, y también según como yo las recibo, yo no soy un receptor pasivo, por eso el Señor me ama, por eso Dios me ha elegido y me ha llamado a la vida para que la abrace y me entregue a ella.

¿Cómo recibo yo las cosas? qué importante es eso, no sólo cómo vienen, porque son como son, sino cómo las recibo si es que las recibo. Es buena la pregunta, y tenemos que recibirlas con un poquito de sal, para que tengan sabor, el paladar está hecho a la sal, tenemos la capacidad del gusto para entender el sabor de las cosas, de las comidas. También en el alma hay una capacidad de entender un sentido y un sabor de la realidad. Entonces ese es el ejercicio nuestro, no transformar todo sino más bien aceptar y recibir con libertad, y a aquello que duele ponerle un poquito de sal.

No nos olvidemos el cuento de los puerco-espines: “Hacía mucho frío y dice que ellos tenían miedo del frío, entonces se acobacharon y se pusieron uno al lado del otro para darse calor pero pasó que con sus espinitas se fueron lastimando y se dieron cuenta del dolor que les provocaban las espinas. Entonces decidieron que cada uno se fuera solito a defenderse como podían, pero al poquito tiempo, como era tan crudo el invierno, se dieron cuenta que los más débiles comenzaban a morirse, entonces los más fuertes dijeron “nosotros no escaparemos de este camino, soportemos nuestras espinas y salvemos nuestras vidas dándonos calor a pesar de nuestras espinas”.

Y qué lindo poder preguntarnos nosotros como cristianos, ya que las cosas nos influencian según su naturaleza, lo qué es, es, viene con su identidad, viene como viene a mi interior, ¿cómo lo recibo? y también nos preguntamos en el modo en cómo recibimos, así como le echamos una cantidad de sal a la comida para que tenga sabor, ¿qué pizca de sal le pones? ¿En qué consiste tu pizca de sal? lo que le ponés a lo que viene sin elaborar en tu vida, lo que tenés que cocinar en la hoya de tu corazón, ¿qué pizca de sal, que hace en la fe? qué lindo poder compartir esto. 

Vamos a pedir al que le da ese sabor a nuestro interior, que no es sólo nuestra decisión, nuestra opción, nuestra capacidad, pedirle al Espíritu, de El vivimos, el Espíritu es el único que hace la santidad, que hace la vida en Jesús posible para nosotros porque nosotros no podemos ser cristianos, es imposible para nosotros, ninguno de nosotros puede aspirar a la salvación y lograrla por su esfuerzo, por su capacidad, siempre será un don sobrenatural, una gracia. El amor de Dios es tan grande, vamos a pensar como nos quiere hoy Dios, cómo nos elige y cómo nos mira, cómo hemos de ser dóciles con José también con este llamado, este don que Dios quiere hacer de sí mismo a nosotros. ¡Cómo nos quiere Dios que nos da hasta a su propio Hijo”

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, enciende en ellos el fuego de tu amor, envía tu Espíritu Señor para darnos nueva vida y renovar la faz de la tierra. Dios, que has iluminado los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo danos gustar todo lo recto según el mismo espíritu y gozar siempre de su consuelo. Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor. Amén”.

Estamos caminando en el tiempo final de la Pascua, ¡cuánto tenemos que mirar y agradecer! Esta Pascua nos sirve para mirar hacia atrás, de la Semana Santa hasta ahora, todo este tiempo desde febrero, cuando comenzamos el año, y ya estamos entrando en el mes de mayo, es increíble cómo se nos ha ido la vida de las manos, cuánto, cuánto. Así como se nos va de rápido todo, es una lástima, humanamente hablando, cómo nos cuesta que se nos vayan las cosas de las manos, pero cómo es de abundante Dios, pero nada de lo que pasa entre Dios se nos va de las manos, nada de lo que pasa en esta vida y en este mundo, nada de lo que Dios quiere que vivamos pasa de largo. Pueden pasar las cosas, nuestra mirada no alcanza, nuestro corazón, nuestro sentimiento, son pequeños, pero Dios no pasa y nuestra vida en El tampoco y tan grande es Dios que hasta cuando perdemos la gracia por el pecado, hasta cuando nos ponemos locos y le damos la espalda a Su amor y El por su gran amor nos vuelve a conquistar y nos vuelve a cargar sobre sus hombros como aquella oveja perdida que encuentra el pastor, que alegre la lleva sobre sus hombros, dejando las 99 que están bien custodiadas en el corral, cuando el Señor nos vuelve a cargar, nos devuelve todo ese capital de gracia y toda esa misericordia con la cual nos fue enriqueciendo a lo largo del tiempo. ¡Cómo no hemos de vivir con gratitud mirando hacia atrás!

Pascua, tiempo en el que estamos caminando hacia la fiesta de la Ascensión del Señor, qué misterio este, el Señor viniendo al mundo, participando plena y totalmente de la humanidad, menos del pecado. El pecado no es “original” en la humanidad, el pecado es un triste agregado que ha dañado el proyecto de Dios, pero originalmente Jesús es la reserva del Padre, Jesús es resto de Israel, es la mecha que no se apagó, que sigue humeando, no apagues la mecha humeante. Dios no ha querido apagar la salvación en el mundo y por eso Dios se hace hombre, y no puede asumir el pecado porque es el Señor pero asume toda nuestra humanidad.

¡ Qué fantástico!. ¡Cómo nos quiere Dios! ¿Por qué me quiere Dios tanto? ¿Cómo darnos cuenta que el Señor nos ama tanto? Jesús ahora, preparándonos para celebrar el misterio de la Ascensión, y vamos a estar llamados, hemos muerto al pecado con el, hemos resucitado, estamos ya viviendo del Espíritu, el quiere soplar ese Espíritu expresamente a través del misterio de Pentecostés sobre nosotros, el será el animador de nuestra vida, pero el Señor se va, el Señor cambia, qué bueno que la vida espiritual es cambiar, es ese mudarse, es esa sorpresa, es ese empezar a caminar ahora no sé cómo, es ese recibir de Dios cosas a las que me aferro y luego ser privado de ellas para aprender a caminar nuevamente, es ese aprender a caminar creyendo que ya llego a la cima, que estoy viendo, y cuando llego a ella hay otra cima y que todavía me espera un largo camino.

Así es la vida espiritual, es un asirse y un desasirse, es un apegarse y depender y un depender desprendiéndose, despojándose. Dice el Señor a sus discípulos “pero ahora regreso al que me envió ¿y ninguno de ustedes me preguntan a dónde voy? Jesús les habla de qué se va y los discípulos, que ya habían pasado por la experiencia tremenda de la cruz, habían sido despojados del Señor, lo habían matado al Señor, ahora tenían que empezar un nuevo proceso, tenían que creer en el, y ahora que lo habían descubierto resucitado, que había hecho tantos signos en medio de ellos, ahora una vez más tienen que recibir otro desprendimiento, otra sorpresa.

¿Con qué me vendrá Dios ahora? es una gran pregunta, y cuánta gente tiene esta tremenda situación de estar viviendo, queriendo vivir la fe, pero con esa incertidumbre interior, ¿y qué me pedirá Dios ahora? Dios me cambió las cosas, me cambió la vida, me despojó de esto, de aquello. Me escribía una persona y me decía: “¿Pero por qué Dios me pide esto que son las cosas que me dan calor, alegría, fuerza en la vida? Es como que Dios me va despojando de todo y no entiendo. ¿Le podré preguntar a Dios por qué?, me decía. ¡Qué hermoso!

A veces en la vida espiritual uno vive con sentimiento de culpa, me cuesta entregarme y me hago cargo de lo que no debo hacerme cargo. “Quizás Dios necesita cambiar cosas en mí, cosas que me desorientan. Pues yo diría que si tenemos claro que queremos seguir a Jesús en serio que estoy haciendo lo posible pero que no entiendo, que no se por qué pasa esto, que no manejo, no tengo señorío sobre esto, no se explicarlo, me llena de incertidumbre y de culpa y me siento responsable y me parece que no se como pero no le estoy siendo fiel al Señor”.  ¿No ves lo concreto de tu infidelidad? entonces quizás sea Dios que se está mudando en tu corazón.

Dios va cambiando, mi corazón va cambiando, es necesaria esa ausencia, esa ida de Dios. Vendrá una nueva vida del Señor, vendrá el consolador, vendrá el Espíritu, vendrá aquél que va a terminar de darle sentido a tu vida, y en cuántos momentos concretos de nuestra existencia se realiza esto, por eso no te desanimes si estás buscando a Dios.

Si sentís que la vida se te va, que se te cambian las cosas, que no podés controlar, ten paciencia y pide al Espíritu que al Espíritu Jesús lo envía, lo sopla, es su hálito de vida, el eterno hálito que Dios no puede dejar de dar, y nadie como el, como Jesús y como el Padre, quieren soplar el Espíritu, porque ellos saben que es El, el que hace la nueva creación, este nuevo momento de la vida y de la gracia en el que Dios dirá cuánto tengo que afirmarme o cuánto tengo que estar de inestable, cuánto tengo que dejar, cuánto tengo que alegrarme, estar, poseer y disfrutar, dejar que Dios obre, que el realice su proyecto en mi. Señor, quiero que se realice tu designio de amor sobre mi porque sé que eres mi Padre y que me amas, por eso te pido te pido el Espíritu: “Ven Espíritu, consuélame, y lléname de sentido la vida”