La Lujuria

viernes, 23 de mayo de 2008
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“¿No saben acaso que sus cuerpos son miembro de Cristo? ¿Cómo voy a tomar los miembros de Cristo para convertirlos en miembros de una prostituta? De ninguna manera. ¿No saben que el que se une a una prostituta, se hace un solo cuerpo con ella? Porque dice la Escritura: Los dos serán una sola carne. En cambio, el que se une al Señor se hace un solo espíritu con él. Eviten la fornicación. Cualquier otro pecado cometido por el hombre es exterior a su cuerpo, pero el que fornica peca contra su propio cuerpo.

Corintios 6, 15 – 18

¿Qué es la lujuria? La lujuria es un deseo de goce, desordenado por el placer en sí mismo en el goce sexual, el placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo separado de el fin para el cual ha sido pensado, para la expresión de la unidad de las personas que legítimamente están vinculadas por un vínculo de alianza matrimonial.

Cuando el uso sexual está orientado solo al gozo y al placer, sin tener en cuenta al otro como lugar de unidad, de complementariedad con el otro, entonces estamos en un camino de lujuria. Antes se pensaba que desde la teología, que era todo un lujo la lujuria, parece que el origen de la lujuria hacía referencia al lujo y a todo lo referente a lo placentero, todo lo que era visto como desborde de los sentidos, era considerado como lujurioso.

Por ejemplo una expresión de San Bernardo, dirigiéndose al clero, teman los clérigos, teman los ministros de la iglesia.

Porque en la tierra de los santos que ellos poseen, cometen grandes iniquidades, no se contentan con los impuestos suficientes para sus necesidades, atesoran para sí impía y sacrídicamente lo superfluo, cuando con ello deberían alimentar a los necesitados, no sienten rubor alguno en devorar para su ostentación y lujuria el sustento de los pobres.

Acá tenemos una perspectiva aún más rígida si se quiere en cuanto al concepto de lo lujurioso, referido a todo lujo, a toda superflua posesión de bienes que no se necesitan para la vida, para su sustento. ¿Cómo se da este desorden, en qué lugares se vive el desorden de lo sexual y cómo se orienta la vida sexual integrándola como aquella que ordena e integra una parte importante de todo nuestro ser. Se da en distinta forma, por la fornicación, por la pornografía, dice el catecismo en la iglesia católica, en la prostitución, en la masturbación. ¿Qué serían unas y otras? Son formas de desviar la propia sexualidad, sobre un fin para el cual esta no fue pensada, concebida, y entonces, nos apartamos del proyecto de Dios, en un lugar que es clave para la integración de la persona.

Es en la castidad dónde podemos ir encontrando el modo de integración de todas nuestras fuerzas físicas, psíquicas y espirituales para que la punción sexual sea vitalmente orientadora e integradora de todo nuestro ser. La lujuria de una manera desenfrenada nos saca del camino y la castidad bien vivida integra todo nuestro ser en una persona integralmente concebida.

A veces la moral cristiana ha reducido su perspectiva respecto del apartamento que genera el pecado en la relación con Dios, a los pecados vinculados directamente a la lujuria y con juicios morales bastantes reduccionistas en relación al modo de considerar las situaciones de desórdenes, la sexualidad sin terminar de integrar siempre en la perspectiva de juicio moral, los procesos de las personas, sobre todo los procesos de madurez afectiva, de hábitos adquiridos, de las circunstancias y los factores psíquicos y sociales que reducen y hasta muchas veces anulan la responsabilidad moral de las personas. Lo que acabo de decir no es una expresión particular, personal, es una expresión de la iglesia, en su magisterio particularmente, en el catecismo de la iglesia católica en el número 2352 dice: Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral en relación al crecimiento de las personas, debemos tener en cuenta la inmadures afectiva de la persona, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que reducen e incluso anulan la culpabilidad moral.

Cuando nosotros hemos puesto demasiado sólo la mirada en los pecados en contra del desarrollo moral sexual normal hemos reducido la moral, la hemos reducido al sexto mandamiento y entonces hemos creado como un circulo vicioso a la hora de plantear un crecimiento moral maduro e integral, porque hemos puesto solo la mirada en un aspecto y hemos reducido en el torno al tema del desorden sexual, solo bajo un juicio moral, nuestra invitación al crecimiento de Jesús que debe proponer todo un camino ético, todo camino moral cristiano.

A veces se pregunta ¿tal pecado contra la sexualidad, es pecado o no es pecado? Y uno puede decir ciertamente como lo indica el catecismo de la iglesia católica, la masturbación en cuanto a la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer pasajero, claro que es pecado porque va en contra de el proyecto de Dios, en relación a la genitalidad como parte esencial de la vida sexual que es mucho mas que lo genital. Cuando es solo para un goce pasajero, un uso de excitación del órgano genital si, ¿En cuanto es pecado? En cuanto a que se aparta del querer de Dios respecto de esta dimensión de nuestro ser personal.

La fornicación en cuanto la unión carnal de un hombre y una mujer fuera del ámbito del matrimonio ¿Es pecado? Si porque Dios los hizo varón y mujer para que tuvieran una alianza de amor para siempre y en función de ese para siempre pudieran unirse entregándose en el dialogo corporal en la unión carnal. La unión carnal es la mejor forma en el ámbito del matrimonio en que el hombre y la mujer encuentran la manera de decir que se aman y se complementan mutuamente, este es su sentido.

La pornografía es pecado porque objetivamente hablando es la exhibición que hacen delante de terceros lo que esta llamado a ser vivido en la intimidad del vinculo entre un hombre y una mujer en el ámbito de la vida matrimonial dentro de lo que nosotros entendemos el proyecto de Dios, la prostitución podríamos decir lo mismo, ni que decir de la violación.

Ahora todos estos pecados objetivamente definidos en la medida en que son puestos en situaciones particulares, merecen por parte de nosotros una atención que debe considerar lo que clarísimamente dice el catecismo de la iglesia católica en el 2352: la iglesia católica nos invita a emitir un juicio prudente, justo acerca de la responsabilidad moral del sujeto, la responsabilidad subjetiva de quien infringe un dato objetivo, que es el que dijimos hace un momento, y ahí lo que debemos tener en cuenta es ¿Que tipo de madurez afectiva la persona tiene? ¿Cuáles son las fuerzas o los hábitos a lo que ah quedado prendida la persona en un ambiente particular en el cual puede haber crecido en una cierta promiscuidad por ejemplo, el estado de angustia o de otros factores que influyen en la vida de la persona, el equilibrio psíquico en el que vive, la influencia social en la cual la persona esta sometida hace que a veces la responsabilidad moral, no pueda ser juzgada desde lo objetivo con la dureza que a veces sentimos, que percibimos que se juzga a ciertas personas.

¿Cuál es el camino a través del cual nosotros podemos superar esta mirada reduccionista, pecaminosa y mal vista de la sexualidad? Que hace que tengamos no solamente cuando hablamos del pecado y mal, los ojos solo puestos en este lugar.

Yo digo que la mejor propuesta que podemos hacer nosotros para una vida moral, integradora e integral, es el proponer y reproponer la virtud de la castidad que también la hemos reducido, la hemos reducido y la hemos confundido, pensamos en la castidad y la reducimos y la confundimos con la virginidad de las personas llamadas a vivir en este estado en la vida consagrada o la pensamos solo para algunas etapas de la vida, cuándo somos niños o jóvenes y no estamos casados, o en la edad adulta cuándo el uso sexual por la declinación de la vida sexual de la persona hace que esta se mueva “castamente”.

La verdad que es reducir justamente también la castidad a la genitalidad de algún modo a la posibilidad o no del uso de la genitalidad, en el fondo es el reduccionismo que hacemos desde una interpretación y una vivencia negativa de la sexualidad sobre una estructura ciertamente represiva en nuestra forma de comprender la sexualidad. La sexualidad como fuerza vital que impulsa nuestra vida esta en todo nuestro ser que nos hace ser varón o mujer.

Esta en todo lo que define mi ser varón en el caso de los varones, el ser mujer en el caso de la mujer, y esto le da una perspectiva a mi ser que le regala su identidad. Cuando esa fuerza interior de la sexualidad que le da identidad a mi ser personal en un genero determinado no encuentra causas adecuadas entonces entramos en esos lugares donde la sexualidad se reduce y nosotros no comprendiendo el plan y el proyecto de Dios lo negamos al mismo Dios, cayendo en aquello que llamamos pecado de lujuria.

Pero como se hace para integrar la sexualidad dentro del proyecto de Dios en la vivencia de la virtud de la castidad. ¿Qué es la castidad? Justamente la castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal, en su ser espiritual, en su ser psíquico, la virtud de la castidad es la vivencia de la castidad justamente la posibilidad de la integración de todo nuestro ser personal, quien vive castamente se posee a si mismo y la castidad se vive a partir del ordenamiento que el amor pone en nosotros en el estado de vida en el que estamos.

La castidad se la vive desde la caridad o no se la vive. En este sentido la fuerza interior de la sexualidad esta llamada a ser orientada en este lugar que nosotros descubrimos en la invitación de Jesús, llamado caridad, y por eso Jesús lo pone en el centro de su predicación porque sabe que nuestra fuerza interior, que nos la regala el don de ser sexuados, donde encontramos nuestra identidad, va ha apoyarse fuertemente en la caridad, la que él le va ha dar sentido a todo el impulso interior que hay en nosotros, todas las fuerza interior que hay en nosotros, y en esto es para con Dios y para con los hermanos.

En la sexualidad en la que se expresa la pertenencia de hombre-mujer, al mundo corporal y biológico se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo y total. La virtud de la castidad por tanto entraña la integridad de la persona y la integridad del don.

Cuando una persona vive castamente bajo el signo de la caridad, se posee a sí misma, solamente cuando nos poseemos a nosotros mismos nos podemos entregar, ¿Cómo nos poseemos a nosotros mismos y nos podemos entregar, cuando vivimos signo de la caridad bajo ello que compartíamos días pasados en el amor de Ágape que es un amor libre, ama sin esperar nada a cambio, entrega su vida a otro sin esperar nada a cambio, no tiene como expectativa la correspondencia al amor, en cambio el amor Eros, espera la correspondencia y en cierto modo esta dependencia hace que en esa correspondencia guarde una expectativa de cierta posesión de la persona amada, entonces fácilmente se puede convertir esta en un objeto, ¿está mal esta expectativa de esperar correspondencia? No, lo que está mal es hacer depender la entrega del amor a la correspondencia.

Entonces, cuando la persona se posee a sí misma, cuando es dueña de sí misma bajo la virtud de la castidad, porque todo su ser está integrado, desde el amor en la fuerza sexual que invade toda su persona, entonces la persona tiene más posibilidad de entregarse, de donarse. No puede donarse a sí mismo el que no es dueño de sí mismo, el que entrega algo de sí, nosotros estamos llamados a entregarnos todo, y esta posibilidad de entregarnos todo nosotros, lo da la virtud de la castidad.

La castidad implica un aprendizaje en esto de ser dueños de nosotros mismos, y es una pedagogía en el ejercicio de la libertad humana, donde se acierta y se yerra, se vuelve a intentar, se reencamina, la alternativa es clara, o vamos por este camino de control, de dominio, posesión de nuestras pasiones y allí nos encontramos con el don de la paz por la armonía que genera el tener ordenado nuestro esquema psico y espiritual desde la fuerza interior que la sexualidad me imprime cuando nos dejamos dominar por las pasiones y nos desviamos y perdemos el don de la alegría y el don de la paz, que deviene de no encontrarle cauce, rumbo a la fuerza interior que impulsa con el don maravilloso de ser sexuados.

La dignidad del hombre y de la mujer decía Gaudio Netesped 17, requiere en efecto que actúe según una elección conciente y libre, es decir movido e inducido personalmente desde dentro, y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de una mera coacción externa.

Es interesante el dato porque a veces, es decir, la castidad no encuentra lugar como virtud, cuando nosotros decimos hay que darle libre cauce a todo lo que sentimos, y entonces todo está legítimamente considerado, valorado en función del sentir como si este fuera el quicio en torno al cuál encontramos el eje de nuestra vida o cuando no nos damos la posibilidad de vivir bajo esa fuerza interior ordenada desde dentro sino cuando la coartamos, la coaccionamos exteriormente a partir de algunos mandatos de educación moral rígida que no nos permite dialogar con esta parte clave para la integración de nuestra persona, que es la sexualidad, que cuando no está ordenada, puede estar bajo el extremo de, todo vale o todo está prohibido, por decirlo de una manera rápida y simple.

El hombre decía Gaudio Netesped 17, logra esta dignidad cuando liberándose de toda esclavitud de las pasiones persigue su fin en la libre elección del bien y se procura con eficacia debilidad los medios adecuados. Es decir cuando nosotros no tenemos miedo a lo que sentimos, no tenemos temor a los impulso que desde adentro vienen, pero sabemos que estos liberados por sí mismo sin un uso adecuado de la racionalidad, y sin un conocimiento adecuado de nosotros mismos y de las circunstancias donde nos movemos, pueden no hacernos bien, pueden terminar por hacer que la vida se desborde, que es un poco lo que pasa en la sociedad en la que vivimos habitualmente, hay como un desenfreno sexual, que después uno recoge en la vida pastoral, lo que aparentemente es gusto, placer de momento después deja un mal gusto y ciertamente una gran incomodidad cuando no encuentra cauce, se ve sobre todo en el ámbito de la vida juvenil, escuchar lo que los chicos cuentan de lo que pasa en los boliches, se encuentran unos con otros y de repente en una primera noche, sin que haya nada de por medio de conocimiento, se produce eso que ellos llaman trance, y que termina a veces en relaciones sexuales, genitales prontas como una acción compulsiva que no tiene justamente la integración de la sexualidad de la persona que se dona a sí misma, que se entrega a sí misma, sino que le da lugar al uso sexual en la genitalidad sin poder donarse y entonces es el placer el que determina el lugar del encuentro y no la mutua donación. No es ni el tiempo, ni el lugar, ni la forma, esta todo como fuera de un control pero no de un control que deben ejercer desde afuera sino, fuera del control de la persona en sí misma.

Hay que ver después las caras de los chicos y lo que dicen cuando se animan a contar por lo que pasan. ¿Cómo se hace para acompañar, como papá, como mamá esa circunstancia o como hace un joven para darle cauce a ese impulso que además en el ambiente en el que viven, dónde todo tiene un fuerte carácter erótico, es difícil de frenar. Para el caso del papá, de la mamá lo primero que hay que hacer es no asustarse, no querer moralizar el discurso, no querer ponerlo bajo el signo de pecado si, pecado no, lo que hay que hacer es proponer un modo de vivir la sexualidad que además tiene que ser igualmente vivida por la persona que propone el camino, que ayude a quien está en este caso siendo víctima de si mismo a encontrar un rumbo.

Y si vos sos joven y has pasado por esto, es bueno que pienses que hay otra posibilidad de vivir la sexualidad que va mucho más allá de lo que no se propone, o mal se propone, o eróticamente se propone la sociedad, que es este modo de ser dueño de tu propia sexualidad y que nadie te roba tu dignidad ni tu intimidad, ni que nadie viene a arrebatarte, ni sos menos porque no participes de ese juego que termina por ser como un revolver que entra en una ruleta rusa y que se te pone sobre la cabeza para que veas cual es tu suerte.

Es realmente preocupante, no tanto, por otro lado, es mucho menos preocupante que otros pecados que están instalados en la sociedad, otros modos, atrás estructuras que están instaladas en la sociedad y que son mucho más grave que esta. Y en esto quiero detenerme particularmente para sacar justamente del centro de nuestra mirada, la moral sexual como la única o a la que más debemos prestar atención.

Es mucho más delicado la situación de injusticia en la que estamos viviendo en este tiempo, es mucho más delicado, es mucho más grave la situación de corrupción en la que vive nuestra sociedad, yo realmente acercándome a partir de la ley de la radio difusión, y mi participación en aportar al estado nacional y a quiénes dirigen los destinos del pueblo, nuestra mirada como iglesia, siendo quién representa en este caso a una parte de la sociedad, como es la iglesia católica, me he encontrado en conversaciones, en análisis, en búsquedas de caminos, en lugares desde donde las personas se paran para proponer el bien común en un punto tan delicado como es el de la comunicación en clave social, que la conclusión a la que yo he llegado es que este país no sale adelante por el entramado de corrupción en el que estamos metidos si no generamos una clase dirigente nueva en nuestra sociedad que sea capas de poner de pie, no dentro de poco tiempo, de acá a 50-60 años, a una Nación que se merece otra clase dirigente que la que tenemos, entre los cuales me pongo también.

Tenemos que repensar nuestra manera de estar al frente de la conducción de los destinos de la familia, papá, mamá, de la comunidad quienes tenemos responsabilidades comunitarias de los destinos de un pueblo que tiene la responsabilidad representada por el voto popular. Realmente se merecen, sobre todo las nuevas generaciones que vienen, otra propuesta. Volviendo al tema de los boliches, la propuesta es de adulto para jóvenes, entonces no culpabilicemos a las víctimas, son víctimas de una situación que merece ser revisada.

Nos hace reaccionar bienvenido sea la muerte en las rutas que se produce por el uso del alcohol que es todo un tema también entre los jóvenes y reaccionan padres que han visto morir a sus hijos y se toman el tiempo para medir en una pipeta cuanto de alcohol han consumido, y si no pueden manejar los detienen a los chicos, les dan un café, conversan con ellos, bendita reacción de ese grupo de padres, que han encontrado en el dolor de la muerte de un hijo, la respuesta para una sociedad, no puede quedar librado a ello, o vas a esperar que se muera tu hijo para reaccionar, para ponerte de pie. Hay que reaccionar, y rápido y no de cualquier manera, no es acusando, no es demonizando, es orientando, educando, reproponiendo, en este sentido ayudando desde muy chiquito a que las personas sean responsables y que sean responsables de sí mismas, que adquieran responsabilidad por sí misma, esto la hace dueña de sí misma y por ello no da lo suyo de cualquier manera, no lo hecha, no le tira perlas a los chanchos, sabe que dar de sí misma.

Tenemos que hacer un proceso educativo que vaya desde el niño, el adolescente, el joven y el adulto, donde esta virtud que es la virtud del ser dueño de si mismo, la virtud de la castidad se realmente repropuesta. Lamentablemente a veces cuando la hemos propuesto, la hemos propuesto de una manera que aparece represiva, porque hemos moralizado el tema y no hay que moralizarlo, no es que allá que dejar de lado la moral, tiene que ser en todo caso orientativa, pero un proceso de educación donde hay que incluir montón de realidades que rodean la posibilidad de opción de la persona, que no siempre la tenemos en cuenta.

La templanza tiende como a impregnar de una cierta racionalidad, desracionalidad, diría yo, todas las paciones, y los apetitos sensibles nuestros, en el comer, en el beber y en la sexualidad. La virtud de la templanza pone orden razonable en el comer, en el beber y en la sexualidad. Es una virtud clave para este tiempo, no debemos abandonar la búsqueda de su vivencia aún cuando por momentos sintamos que no terminamos de acertar en hacer más razonable, racional, ordenado esos impulsos que a veces nos llevan a equivocarnos en el comer, beber, y en la vida sexual. El dominio de nosotros mismos es una obra que no es fácil y lo enseña el catecismo, es dura la vida en este punto, nunca podemos decir que ya hemos alcanzado la plenitud, el equilibrio. Supone siempre por parte nuestra un esfuerzo reiterado en todas las edades de la vida. El esfuerzo puede ser más intenso en algunas épocas como cuando se forma la personalidad durante la infancia, en la adolescencia.

Y por eso nuestra particular mirada de la educación, de la formación en la sexualidad en estas etapas de la vida. La educación y la formación que no sólo es información, sino escucha, atención seguimiento, espacio de libertad para que las personas puedan expresar su sentir, el no moralizar, el saber que hay procesos y leyes de crecimiento en esto, hay grados marcados por a veces  la imperfección y a veces por a pesar de intentar poner orden no terminar de encontrarlo y salirnos del proyecto. Dice Familiares consorcio en el número 34 : El hombre es llamado a vivir responsablemente el designio sabio y amoroso de Dios, su nombre histórico que se construya día a día con sus opciones numerosas y libres por eso el conoce ama y realiza el bien moral según diversas etapas de crecimientos.

Cuando uno moraliza sobre ciertas cuestiones, que no es el intento que tenemos desde este lugar de compartir con ustedes, lo que hace el acompañamiento es hacer que la persona que tiene un proceso de crecimiento no responda a ese modo de acompañar porque se siente coartada en su libre forma de proceso de crecimiento. Uno puede acompañar, escuchar, guiar, formar, indicar, ayudar a que la persona deduzca como y de que forma y por donde, pero siempre termina por ser una opción personal. La castidad como todo camino de seguimiento de Jesús en una virtud, todo esfuerzo de uno por vivir según ese plan de Dios es una tarea personal. El desarrollo de nuestra persona no se da en cualquier lugar, se da en una sociedad. Vivir la castidad en el ambiente erotizado en el que estamos no es simple pero tampoco imposible.

Tal vez estemos en presencia de algunos otros discursos de otros tiempos, donde se ubicó al pecado sexual como “el pecado” y a la sexualidad como el lugar de la moral y hemos reducido la moral, y hemos quitado del medio, los grandes obstáculos que tenemos para caminar en el proyecto de Dios poniendo en el centro el sexto mandamiento como si fuera el único lugar desde donde se puede ver el camino de propuesta, de seguimiento de Jesús y contemplar los obstáculos con el que a veces nos encontramos para alcanzarlo.