Resolviendo el pecado de la gula

lunes, 2 de junio de 2008
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Basta de excesos en las comidas y en la bebida.  Basta de lujuria y libertinaje.  No más peleas ni envidias.  Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne.

Romanos 13, 13

La gratificación en el comer y en el beber es una necesidad que brota de nuestro ser natural, creado por Dios. Para darle gloria a Él, y servir a los hermanos, necesitamos del sustento necesario y suficiente como para poder sencillamente cumplir con la misión. Hemos sido creados para Él, y este hecho de ser de Él, se concretiza en nuestra propia historia y en nuestro andar y peregrinar a partir del servicio a los hermanos.

Para sostenernos en este sentido, aunque resulte una obviedad, es necesario comer y beber lo necesario, lo que hace falta para, poder estar de pie.

Claro, ¿Y entonces de qué se trata la gula? Se trata de un desenfreno, una falta de mesura, de discreción. Una incapacidad de poder reconocer los límites que supone en comer y en beber, la gratificación que de esto deviene, para el sustento de la vida.

Es la búsqueda, diría yo, insaciable del placer, en el comer y en la bebida, que no tiene límites.

Claro, y la pregunta surge inmediatamente, ¿Y cuál sería el límite?

¿Y como se descubre? Se descubre andando. Evidentemente haciendo experiencia y evaluando. Entre prueba contra prueba, evaluación y discernimiento, dándonos cuenta cuál es la medida justa, exacta, la que corresponde a toda nuestra estructura, personal, física, psíquica, espiritual. De servicio, con la que debemos valernos para que, ni de más, ni de menos. Sino equilibradamente.

No se trata de ponerle un límite externo. No se trata de querer dominar con cierto rigor, se trata de un estabilizar el aparato global, de uno mismo, el psíquico-físico-espiritual, desde esta dimensión del comer que colabora y mucho. Cuando comemos de más, o bebemos de más, o cuando comemos de menos, se resiente nuestra estructura. Y hace falta verdaderamente en esto, aprender a educarse.

Cuando se come de menos detrás de algún modelito, por allí preestablecido por la cultura, del consumo en el que vivimos, las consecuencias son terribles. Bueno hasta hace no mucho tiempo, cualquiera era el peso con el que podían a la pasarela las modelos que, representan las figuras a imitar, por fuera, por supuesto. Dentro de la cultura en la que vivimos. Ahora, en algunos lugares, en España concretamente, se le ha dado un peso mínimo, con el cual deben contar las modelos para poder subir a modelar. Casi como el resultado y la consecuencia de un abuso.

En este sentido uno ve por ahí en la televisión, no sabe si lo que está caminando por la pasarela, es una persona, o un esqueleto al que le han tirado algunos trapos arriba.

Y esto porque justamente se exagera y se juega con los límites. 

Por otra parte y como contrapartida de esto, se sabe por estudios hechos en los EE. UU. Que una altísimo número, en proporción a la cantidad de la población estadounidense, padece de obesidad.

Como la otra cara. El exceso en el comer. Desde la infancia. Por una vida sumamente sedentaria, y por un consumo en la alimentación chatarra desenfrenado, sin límites.

Tenemos como los dos puntos. Entre los dos hay una realidad concreta. No hay educación alimenticia. Mientras además de todo esto, si la cámara que pasó por la pasarela, y después se estableció por allí. La cámara invisible se estableció en las estadísticas de los EE.UU., creo que es más del setenta por ciento, de la población que padece obesidad, ahora nos vamos hacia zonas como India, y algunos lugares del África, cuando no también en China, y ahí percibimos, en el país de la alimentación también, el norte argentino, la desnutrición. Como una cachetada dura, que la cultura de la injusticia, ha establecido, sobre el comer y el beber desde la más tierna infancia.

¿Cómo ordenarse?

En todo caso, hay que poner las cosas en su lugar, para poder intentar ordenarse, no hay que ordenar sólo las comidas, como me toca a mi en este tiempo que estoy con una dieta, para poder establecer un poquito mejor mi peso, no es que solamente hay que distribuir la comida. Hay que saber el fin para el cuál uno está y a partir de allí en todo caso, ordenarse.

Cuando se pierde el horizonte, cuando se pierde el fin para lo cual uno fue creado, entonces todo se desestabiliza. Hemos sido creados para Dios, para su gloria, y para el servicio de nuestros hermanos. Esta es la razón de ser de nuestro ser más hondo.

Y entonces, en la medida que, yo cuente con las suficientes energías para llevar adelante esta tarea, bienvenida sea. Cuando yo me excedo, y acumulo energía de más, cuesta más poner en movimiento toda la estructura y entonces mi servicio también se ve como reducido. Cuando me excedo en un sentido o en otro.

El equilibrio en el comer y en el beber es una tarea, de vigilancia sobre nosotros mismos permanente. Porque está muy vinculado a todo el aparato psíquico-físico-espiritual. Y un buen equilibrio, y una buena educación en el comer y en el beber, colabora desde la base y mucho, a poner las cosas en su lugar, es decir, a ponerlas en función de lo que, y para que hemos sido creados. Nosotros hemos sido creados para el servicio. Si nos faltan energías no nos alcanzan. Si nos sobran, no nos podemos mover. Es la justa medida. La discreción que nos hace falta para poder avanzar, en un buen servicio.

La buena comida y la buena bebida pueden provocar muchas represiones dentro de nosotros, nos dice Anselm Grün. Cuando habla a cerca del ayuno. El sedentario desagrado, y el vacío de lo más profundo del corazón, apenas pueden como aflorar cuando nosotros, tapamos con la gratificación que nos llega a través de la boca. En el comer y en el beber.

Mediante el ejercicio del ayuno lo que hacemos es justamente es liberar aquellas partes ocultas nuestras que muchas veces, la gratificación en el comer y en el beber vienen como a querer tapar. Y justamente de este modo aflora lo que está más interiormente establecido. Nuestros deseos, nuestros anhelos incumplidos. Nuestra aridez. Aquellos pensamientos que giran en torno a nosotros, en torno a nuestro éxito, a nuestras posesiones. En torno a nuestra salud, en torno a nuestra conformidad, a nuestros sentimientos, tan nuestros como la ira, la amargura, la tristeza.

Mediante actividades y muchos medios de auto consuelo que encontramos en la comida y en la bebida, se abren heridas que permanecían ocultas, a duras penas.

El ayuno lo que hace es descubrir quienes somos. Y nos muestra nuestros peligros y nos indica donde tenemos que comenzar, la lucha, la tarea.

Nos fijemos por un instante en el relato de la tentación de Jesús, allí se describe a todos nuestros enemigos. Dios nos lo pone allí. A la mano, a partir del hecho de que Jesús allí se establece para ayunar. Pone al descubierto al que ataca, al que oprime. Al que reprime. Al que enreda. Al que confunde; al que nubla la vista. Al que angustia, al que entristece.

Este es el poder del ayuno, y a partir de allí del ordenamiento en el comer y en el beber.

Por el ayuno hacemos que, de verdad salgan a la luz lo que estaba oculto.

El ayuno y el desierto están relacionados entre sí. En el desierto nos disponemos a ponernos bajo el cielo como nuestro único refugio.

El ayuno nos hace, aun más vulnerables mediante esa falta de encontrar un punto de reposo a una necesidad básica. Comer y beber la reducimos un poco junto al camino del desierto, y quedamos como librados como demasiado a nuestras propias fuerzas.

O mejor dicho. Quedan libras nuestra real fuerza. Y descubrimos qué frágiles que somos. No tenemos nada con que llenar ese conciente vacío que comienza a aparecer, desde lo más hondo de nuestro ser cuando, en el desierto ayunamos con Jesús. Nos enfrentamos sobre todo contra la gula, contra la lujuria, contra la codicia. La gula, dice Anselm, que es lo que hoy nos ha convocado para compartir la catequesis, no sólo perjudica al cuerpo, sino que también al espíritu. La gula, no sólo se debe combatir con el ayuno sino también con la lectura espiritual, con la oración, y con un ordenamiento, con una reeducación, en la alimentación.

Eso es justamente lo que estoy trabajando con mi médico en este tiempo. La cosa no está solo en bajar de peso, sino ordenarse en el comer.

Es decir, aprender lo que se desaprendió, cuando uno sin haber tenido demasiada prudencia, atención en el comer y en el beber, se fue de mambo, como dicen los chicos. Se le soltó la cadena. Y bueno, buscó en la gratificación en el comer y en el beber, una cierta compensación. Porque en el fondo la gratificación tiene como este juego dentro de nosotros. Compensa nuestros lugares de angustia, nuestros lugares de tristeza, de conflicto, y uno inconcientemente, pellizca, no come. Pellizca acá, pellizca allá, o cuando come, no come tampoco, traga. Sino que deglute.

Darse el tiempo para ese lugar cultural tan rico que es el de la mesa. El compartir, de la conversación, en el gustar, en el no atragantarse. Sino en el disfrutar. Hay que ordenarse para poder vencer este pecado muy establecido entre nosotros del desorden alimenticio, y que forma parte de una vuelta de la creatura, de nosotros como creados por Dios, sobre la creatura, sobre lo creado, olvidándonos en cierto modo, de el orden que el Creador quiere que tengamos, en el uso del comer y el beber en función del fin para el cual fuimos creados. Fuimos creados para amar y para servir. Y entonces hay que pensar, cuanto de energía tengo, y cuanto me sobra. Cuanto me falta verdaderamente para cumplir bien, con este mi servicio.

Claro, no se puede medir eso, no es que uno se puede subir en una balanza y decir, acá me sobra unos quilos entonces me sobra energía. Y eso me hace de contrapeso. No pasa por ahí la cosa. Porque también en esto, convengamos que nos hemos dejado llevar, por una cultura de lo light, y creemos que sólo bajo una determinada figura la persona está equilibrada. No es verdad. Hay flacos que tienen una polenta bárbara, y que no se puede decir que estén desnutridos, tienen fibra interior. Y hay gorditos que no se les pueden decir que sean pesados, es su estructura personal, la que permite que pueda ejercer lo que tiene que hacer, y si tuviera unos quilos me menos, no sé si lo podría hacer así.

Y si tuviera unos quilos de más el otro, el flaco, no sé si lo podría hacer así. Guarda, porque no se trata de medirlo en función de la balanza o el espejo. Sino del discernimiento. Y en este lo que se juega es el sentir de la persona. El ordenamiento que hay que poner no es un orden cualquiera si no un orden de discernir, claro que el espejo y la balanza no hay que despreciarlo no, porque tiran sus datos. No hay que depender, para no entrar en la vorágine de la cultura de la imagen con la que la sociedad de hoy ha modelado un determinado modo de hacer culto a lo corpóreo.

No es un culto al cuerpo el que estamos proponiendo sino un ordenamiento en función de la razón de ser. Tal vez te vaya mejor si vos estás buscando equilibrar tu peso, para bajar o para aumentar tu peso para que lo puedas meditar desde esta perspectiva. 

A ver, que me sobra y que me falta. No según lo establecido ya por la altura, y en función de la altura, la edad y el peso que eso no es que hay que despreciar esto, sino que es un dato interesante, objetivo, sino también desde este otro dato, el dato subjetivo. Mi sentir. ¿Cómo interiormente siento que debo caminar?

No como me hacen sentir los demás. “Che que flaco que estás… che que gordo que estás!” No, no es ese sentir de la imagen corpórea construida en el diálogo social, el peso social. Donde se determina cuanto como, y cuanto dejo de comer. Sino es este otro sentir interior que es propio del discernimiento de espíritu. 

 

Una buena liberación, y un buen ordenamiento en el comer y en el beber, deben ir como de la mano, de repuestas existenciales, que vengan como a darle mayor consistencia a nuestro andar. Y a todo nuestro ser.

En este sentido, el camino de la oración genuina, no de la fantasía orante. No del orar como loros. Sino del orar con el corazón, de la oración hecha con el corazón, es una muy buena posibilidad para ir encontrándole el rumbo a la respuesta interior, que, cuando no la tenemos nos llenamos los huecos que tenemos interiormente, con cosas. Entre otras, con el comer y con el beber. Por eso es que se recomienda el ayuno, que pone al descubierto, estas falencias, estas heridas, estos fantasmas estos vacíos, acompañarlos con oración. Ayuno y oración. Oración y ayuno.

Van de la mano y tienen una relación intrínseca, dice Anselm Grün. Mi oración no es simplemente mental. No se reduce sólo a un para de pensamientos o de frases sino, que engloba toda mi existencia. Esta es la verdadera oración.

Ruego a Dios también con mi cuerpo. Y reconozco mediante el ayuno, dice Grün, que yo solo no puedo encontrar el camino, y que dependo de la ayuda de Dios. Claro porque cuando yo ayuno, Lo que me digo a mi mismo, es que no necesito para sobrevivir, ni aun de lo que en principio es básico para vivir. El comer y el beber.

Claro, no es que no como y no bebo más. No la locura y la tontera. Sino que aun yo, reduciendo en el comer y en el beber, expreso que hay alguien más fuerte; que está por encima de esto que cuando el vacío es grande, y sólo nos vinculamos desde ese lugar para cubrirlo, terminarlo por endiosarlo.

La presencia de DIOS es la que nos ayuda, nos asiste, nos fortalece, para poder encontrar esas respuestas que el alma, las clama con dolor. Que las expresa con angustia. Habitualmente esos lugares existenciales, vacíos, carentes de sentido que, hay en nosotros, permanecen en un lugar que nosotros no los tenemos bien identificar. No los tenemos bien abordados. Le llamamos inconciente, a este lugar. El inconciente nos hace hay veces, compulsivamente ir sobre, en este caso el comer, y beber. Como que hay algo que nos empuja de adentro y no lo podemos dominar.

Por eso hay que ir en el proceso de sanidad interior, hasta el inconciente; que dice Sigmund Freud, en los sueños, en los chistes, en los actos fallidos.

Hay que prestarles mucha atención a los sueños porque en los sueños, aunque parezcan cosas locas, siempre el sueño es un poco loco, porque junta un caballo, y la posibilidad de estar volando arriba de él. Siempre se junta cosas muy dispares. Y que uno se pone a analizar, uno dice, ajá, esto me viene de este lado. Esto me viene de aquel lado, esto tiene que ver… Uno empieza como a encontrar conexiones que están dentro de uno. Están como todas mezcladas. El sueño nos puede servir para discernir y separar, que es lo que desde dentro está empujando, pidiendo permiso para, ser resuelto.