El hombre rico

lunes, 2 de junio de 2008
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Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó:  “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?”.  Jesús le dijo:  “ ¿Por qué me llamas bueno?, sólo Dios es bueno.  Tu conoces los mandamientos:  No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre”.  El hombre le respondió:  “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud”.  Jesús lo miró con amor y le dijo:  “Sólo te falta una cosa: ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo.  Después, ven y sígueme”. Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.

Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:  “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”.  Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo:  “Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.  Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”.  Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros:  “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”.  Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo:  “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible”.

Marcos 10, 17 – 27

Así que Jesús salió para ponerse en camino, comienza diciéndonos el evangelio de hoy. Un hombre corrió hacia Él, y arrodillándose a sus pies le dijo, “Maestro bueno que he de hacer para alcanzar la vida eterna”. El evangelio paralelo, aquel que nos narra el mismo episodio en Mateo, nos hace referencia que era un joven. El evangelio de Marcos, no hace referencia si era o no era un joven, alguien que se acercó.

¿Porqué me llaman bueno? Nadie es bueno sino solo Dios, responde Jesús. Una respuesta tajante, como solemos escuchar hoy a nuestros jóvenes, a nuestros chicos. Jesús la tenía clara, Jesús es el hombre que tiene siempre a Dios en la boca, a ese Dios que es su Padre, aquel de quien tiene que hacer y cumplir fielmente su voluntad, es su referencia constante, Dios, sólo Dios. De pronto el poder quedarte ya contemplando desde esta frase todo el evangelio. Hay texto del evangelio que a veces necesitamos leerlos, releerlos y hacer mucho silencio, por allí ayudarnos con algún comentario.

Pero esta primera frase del primer versículo, así como empieza el evangelio de este lunes, Maestro bueno, solo Dios es bueno. Tan pocas palabras pero que tanto nos dice para poder mirar y poder contemplar. En este contemplar el evangelio y contemplar estas dos frases: Maestro bueno, solo Dios es bueno, en algún momento te puede hacer bien también, y si quieres lo puedes hacer ahora.

Viste que a veces cuando escuchamos un texto de la palabra es como que parece que vamos a leer mucho, vamos a escuchar mucho y después una palabra ya te ayuda a detenerte y a reflexionar. Pensar en Dios, el único bueno que tantas cosas buenas te regaló, cuantas cosas buenas nos hizo vivir Dios con seguridad. Jesús contestó tu sabes los mandamientos, Maestro los he observado desde mi juventud. Aquí podemos descubrir también en este hombre, un hombre recto, un hombre con conciencia muy bien formada de la niñez en lo que era la ley de Dios y la había observado, su vida podemos decir estaba en regla.

Leyendo este relato, los primeros lectores del evangelio de Marcos podían comprender que para ser un buen discípulo, no vasta con cumplir la ley. La ley este hombre la cumple y sin embargo le falta algo para ser un buen discípulo. Sin duda que este evangelio de Marcos nos está hablando del camino de la perfección, no es simplemente cumplir sino vivir en plenitud el mensaje de la palabra. Vivir en plenitud la voluntad del Padre, vivir en plenitud sin guardar nada para si.

Le falta algo para ser un buen discípulo y Jesús mirándolo le mostró afecto y le dijo una sola cosa te falta. La mirada de Jesús. Tratar de imaginar que se posa en mí esta mirada de Jesús. Esta mirada de Jesús que está posándose también sobre aquellos con los que convivo, con aquellos que hasta puedo tener a mi cargo de manera responsable, aquellos que ahora están compartiendo el trabajo o el desayuno, o el viaje en coche, o tantas cosas. A ellos también los está mirando Jesús.

El afecto de Jesús, Jesús que ama, Jesús que es afectuoso y todo lo que dirá después Jesús en este diálogo con este joven no es más que una prueba de amor. Una sola cosa te falta, vete y vende cuanto tienes y dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo, luego ven y sígueme. Encontramos a este Jesús y creo que por allí nos viene bien el aprovechar de otras situaciones muy similares donde Jesús no deja de repetir esto, vete, vende, dalo, tendrás un tesoro, ven y sígueme libre.

Así comenzó en el capítulo primero de Marcos la primera llamada, vengan y síganme, y dejando enseguida sus redes, dejando a su padre en la barca lo siguieron. Fue la primera instrucción a los discípulos al enviarlos en misión. Les ordenó no tomar nada para el camino, ni pan, ni saco, ni bolsa, ni dinero, nada. Fue la primera consecuencia que había que sacar del primer anuncio de la pasión; si alguno quiere venir en pos de Mi, que renuncie a sí mismo. Jesús es coherente en sus ideas, lo pide todo, todo o nada, para seguirlo a Él hay que abandonar todo lo que resta, solo Dios basta.

Esta exigencia que es infinita y siempre actual, tanta veces la hemos escuchado, meditado en esta vida, el evangelio no es una buena receta que nos tranquiliza, es la mas formidable aventura, es este riesgo de decir “ahí va todo”. No solamente cuando nos sentimos amados por Dios y cuando sentimos que Él camina con nosotros. Te lo doy todo, te doy la propia vida.

Como aquella mujer en el templo, Jesús iba mirando a los que dejaban limosna y vio aquella mujer que metió la moneda que tenía para comer en ese día, ella y su hijo, lo dejó todo y Jesús la alabó. Y este joven el que hoy nos encuentra a nosotros compartiendo el relato del evangelio y la catequesis, este hombre que se acerca y que era bueno, estaba cumpliendo la ley de Dios, este hombre en el cual estoy yo, seguro, estas vos, seguro también. Se marchó triste porque tenía muchas cosas, mirando en torno suyo dijo Jesús a sus discípulos: “cuan difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que poseen riquezas”.

Los discípulos, se quedaron espantados con estas palabras. Yo creo que a lo largo del tiempo cada vez que hemos pensado, escuchado estas palabras, creo que nos ha pasado a todos lo mismo, “Que difícil que es que un rico entre en el Reino de los Cielos”. Pero Jesús continuó con una palabra que hasta parece un chiste, pero sigue hablando de esta dureza.

Es más fácil a un camello pasar por el agujero de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios. Cada vez más desconcertados los discípulos decían entre si: ¿entonces quién podrá salvarse?. A los hombres si les es imposible, mas no a Dios, porque a Dios todo le es posible. Pero yo aun no se como resuenan estas palabras si de pronto ya van quedando estas preguntas que las podes compartir con nosotros, a través del teléfono, del correo, del mensaje de texto.

Y como van resonando estas palabras tan exigentes de Jesús. Estas palabras que, si no estamos muy atentos, si no estamos dispuestos a dejarlo todo, también son muy duras y también pueden desanimarnos, como en un primer momento desanimaron a los discípulos. Entonces, ¿Quién podrá salvarse?. Esta “humorada de Jesús”, esta comparación del camello que puede pasar por el ojo de una aguja habrás leído y habrás tenido oportunidad de escuchar tantas cosas, tantas interpretaciones de lo que significa.

A mí, siempre me gusto, y lo compartía y lo comparto cada vez que lo escucho también. Compartía mientras preparaba la catequesis de hoy, también aquí con otros sacerdotes esta imagen que algunos sostienen. Las ciudades que existían y estaban amuralladas con cuatro puertas, donde entraba y salía toda la vida de esa ciudad, llegaba la hora de la tarde y cuando comenzaba a caer el sol se cerraban con tranca. Y había unas pequeñas puertitas, donde pasaba esta persona. Era una especie de entrada y salida de emergencia para que pudiera entrar el que llegaba tarde, para aquellos que fuera de horario llegaban a la ciudad. Por aquí, dicen aquellos que estudian y que comentan, podía pasar un camello a duras penas. Pero si pasaba un camello, pasaba sin su carga.

Era todo un lío para aquellos que venían en caravanas de comercio, llegar tarde a la cuidad y tener que pasar por allí: había que bajarlo y dejarlo todo y recién así se podía entrar por esas puertitas tan pequeñas. También sin duda, si por allí viene la comparación de Jesús podemos entender que podemos entrar en el Reino en la medida en que estamos dispuestos a abandonar la carga, en la medida en que estamos dispuestos a dejar aquello que nos estorba. Y aquí podemos entender que no es solamente el dinero y las riquezas, también están a veces los afectos que nos hacen pesados, las ansias de poder, las ansias de un placer sin amor, de ser desordenados. La carga de nuestras ideas y nuestros caprichos que no queremos dejar. Cuantas cosas.

Sin duda que Jesús hace referencia a un hecho particular: los ricos, pero sin duda que también en esto entran estas otras riquezas. Lo serio de Jesús esta en la imposibilidad de entrar en el Reino, pero nada es imposible para Dios. Incluso con la renuncia más extraordinaria, incluso dando todas nuestras riquezas a los pobres, nos va a decir San pablo: cuando habla del amor, si no es con amor, de nada sirve. Si no es con Dios, en Dios y por Dios, somos incapaces de entrar en el Reino de Dios. Dios solo puede hacerlo.

Me puse hacer una pausa en este camino de reflexión de este evangelio tan rico, del que hemos querido quedarnos en alguna mirada particular. En esta, la necesidad de bajar la carga, la necesidad de despojarnos de aquello que no nos deja pasar porque la puerta es estrecha, y la necesidad de contemplar la mirada de Jesús. Dejemos que en nuestro corazón resuene esta palabra cercana a nosotros. Te invito a que dejes que te hable Jesús como le hablo a este hombre.

Sirve de ejemplo cuando éramos chicos y entraba la maestra o el profesor al aula y sabíamos que podíamos caer en el pase al frente, y mirábamos para abajo no sea cosa que nos diga que tenemos que dar la lección. Tengamos esta imagen también para pensar en este día, para que nos anime a levantar la vista y a mirar al hermano y dejarnos mirar por Dios. Con esto de que nada es imposible para Dios. Y realmente es así, y lo podemos testimoniar: lo lindo de leer la palabra de Dios y poder tomarnos este tiempo para rezarlo, es también el poder descubrir como esto que en un primer momento parece tan exigente, después se va transformando y va cambiando.

El joven este que hoy nos tiene cerca y que nos ubica a nosotros en el evangelio no hay duda que es sincero. Tal vez un poco o demasiado seguro de su bondad. Todo lo he cumplido desde pequeño. Jesús lo mira con afecto, con esa mirada que tanto impresiono a sus discípulos, la mirada de afecto al joven de hoy, o la de ira de aquello que no querían que Jesús ayude al enfermo en sábado. O la mirada de Jesús para el perdón a Pedro, después de su negación. Al joven le propone algo que esta, justamente, en el límite de darlo todo: Una cosa te falta, anda, vende lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme.

El joven se fue apenado, se fue triste, no se atreve a dar el paso. Jesús saca rápidamente la lección, esta que nos puede hacer pensar seriamente de cómo estamos viviendo. Los ricos, los que están demasiado apegados a sus cosas no pueden acoger al Reino. Es una escena que hasta podríamos llamar simpatía, la de un joven inquieto que busca caminos, que quiere dar sentido mas pleno a su vida, pero que se encuentra con esta propuesta de Jesús.

El dialogo que prometía mucho, se convirtió en un fracaso. Me llamo la atención mientras meditaba y compartía algunas lecturas ver como Jesús tampoco a veces consigue lo que, a primera vista, quiere en su predicación. Porque a este hombre lo quería para si, lo quería cercano. Sin embargo respeto la libertad de este hombre, como respeta la mía y la tuya cuando no queremos decirle que si, cuando le bajamos la mirada. Algunos sin embrago lo sigue a la primera, dejándolo todo, como los apóstoles, como tantos de aquellos que estamos compartiendo la palabra esta mañana. Otros se echan atrás. Jesús también debió haberse quedado triste, había puesto su cariño en aquel hombre.

Mas tarde mirara con tristeza la higuera estéril que nos recordara ese Israel que no estaba dando frutos de conversión. Mirara con tristeza a los que han convertido al templo en cueva de ladrones. Este hombre que hoy nos convoca, en el evangelio se convirtió en el símbolo del pueblo elegido de Dios que, llegado el momento, no quiso aceptar el mensaje del Mesías. Jesús no tuvo fácil su misión, porque respeto al máximo la libertad de aquellos que lo escuchaban, como hay esta respetando la nuestra. Porque permanentemente Jesús esta exigiendo dejar un poquito mas en el camino de conversión y de crecimiento. Aunque si, seguro, y hasta recién lo sentíamos cuando lo intuís en los mensajes que escuchábamos.

Tal vez a nosotros hoy si nos anima, porque tenemos resultados cercanos cuando tantos hermanos nuestros vemos que lo dejan todo, todos los días, para seguirlo de cerca, en la familia, en el trabajo, y vemos que son felices. Animémonos nosotros también a dar el paso. Que a Jesús, que hoy esta hablando a tu corazón, lo descubras no pidiendo cosas, sino pidiéndote a vos mismo esta entrega absoluta. No se trata de tener o no tener, sino de ser y de seguir con toda la vida.

Que cargue con su cruz cada día y me siga. El que quiera guardar su vida, la perderá. A todos nos cuesta renunciar a lo que estamos apegados, sean riquezas o sean ideas, sean afectos o sean proyectos o mentalidades que están lejos del evangelio. Todo aquello que no nos deja pasar por esta puerta es difícil. Te invito a que nos detengamos en la mirada de Jesús.

Que bueno que te puedas detener y levantar la mirada para verlo a Jesús, tal vez tengas alguna imagen por allí cerca, que puedas mirarlo cara a cara al Señor. Sabemos que el Padre del Cielo se hace presente el en hijo que lo revela. Quien me ve a mi, ve al Padre, dice Jesús. Por lo tanto la mirada de Jesús es la mirada del Padre del Cielo. Mirar es fijar la vista deliberadamente en aquel que te creó. En el mirar hay una intención. En el caso de la mirada de Jesús la única intención es el amor.

Vamos a detenernos en tres situaciones, en tres maneras de mirar. La que hoy nos toca es la de este hombre, que lo decíamos al comenzar la catequesis en el evangelio de Mateo, es el Joven rico; la mirada de Judas, que traiciono a Jesús; y la mirada de Pedro. La mirada siempre tiene un valor expresivo. Cuando miramos decimos, expresamos lo que sentimos y lo que pensamos.

Es que los ojos, lo habrás escuchado tantas veces, son la ventana del alma. A veces podemos decir: esta bien, quedate tranquilo, pero la mirada te esta diciendo que algo esta preocupando. O a veces de lejos ves venir a ese hijo tuyo, a tu esposo o esposa, a tu amigo. Ese regalo que tantas veces recibimos los sacerdotes, vemos venir a alguien de la comunidad, y de lejos, sin que hable, en los ojos se ve la buena noticia que esta trayendo. La mirada dice más que el lenguaje. Los ojos, espejos del alma, ventanas del interior. No nos olvidemos: Jesús es Dios, es verdadero Dios, pero es verdadero Hombre, y por eso no escapa al resto de todos los seres humanos en la forma de mirar. Tres miradas distintas, y tres distintas respuestas.

La del hombre que hoy nos convoca en el evangelio, la de Judas y la de Simón Pedro. La mirada del joven rico, la de hoy. ¿Que debo hacer para heredar la vida eterna?, así se acerca a Jesús. Una problemática que toca el corazón, la vida y la existencia de todo hombre. Queremos ser para ser feliz. Desde el lugar en el que estas, también te habrás echo esta pregunta alguna vez, y espero que hoy la haya despertado la palabra. Y la respuesta de Jesús es clara, pero la venimos repitiendo porque a veces nos cuesta entender. Si lo escucho en vivo y en directo este hombre, también nos va a costar a nosotros.

Cumplir los mandamientos de Dios, la respuesta primera de Jesús, mirada de amor y de aliento, invitación a vivirlo desde la perfección, desde la liberación de todo aquello que ata, de aquello que aprisiona. Un horizonte nuevo, que tantas veces ni siquiera nosotros nos imaginamos, el que nos propone el Señor cuando nos dice: cumplí los mandamientos, vé, vende, y sígueme. Jesús que no obliga ni coacciona, simplemente es si quieres, si quieres ser perfecto. Pero esta atadura de las tantas riquezas de este joven no lo deja volar. Se fue triste, la tristeza de los sin-Dios, le falto coraje, y la tristeza de Jesús, que difícil es que se salve. Esta imagen del no poder volar, tantas veces la has escuchado seguramente, que a un pájaro podemos atarlo, podemos dejarlo en una jaula y no va a poder volar. Jesús quiere que cortemos todo.

La otra mirada, la de Judas: cuando alguien abandona a Dios, cuando alguien le da la espalda a Dios, hace tiempo que lo va traicionando poco a poco en el corazón. No se puede hacer esto de un día para el otro. Creo que es la experiencia, que podemos compartir en esto de abandonarlo a Dios, o de seguirlo, que no se hace de un día para el otro, rápidamente. Lo podemos contemplar en una imagen sencilla, cuando tenemos que subir una montaña, no se hace de un solo paso, y tampoco de desciende de ella con un solo paso. En Judas ocurrió más o menos lo mismo, lento proceso de la traición que comenzó con las cosas pequeñas. En Judas era la avaricia, el desencanto, la envidia, el orgullo, la desesperación.

Todo esto lo llevo a la traición y a la desesperación. Desespero de su vida. Jesús lo busco tantas veces a Judas con su mirada. Y hablando, haciendo referencia a él, alguien me entregará. Cada vez que Jesús en el evangelio refiriéndose a Judas dice: uno de ustedes me entregará, cada vez que en el evangelio leemos a Judas que dice: ¿soy yo señor, soy yo maestro?, Tú lo has dicho. Salud Maestro, Salve Maestro. Y lo besó allá en Getsemani. Amigo, lo llamo Jesús, ¿A que vienes?, con un beso entregas a tu Maestro. A Judas Jesús le recordó, y Judas no sabia como tantas veces nos damos cuenta nosotros que estamos traicionando a Jesús, Judas le recordó su traición, tantas veces. Al que le doy el bocado, al que moja el pan en mi plato. Judas lo que tengas que hacer, hazlo pronto.

Y Judas no entendió esta mirada misericordiosa del corazón de Cristo. Es que había comenzado hacia tiempo el camino de la traición. Por eso la mirada de Judas también nos tiene que hacer reaccionar a nosotros, porque puede que también nos descuidemos demasiado en nuestra vida interior, nos demos demasiado permiso para darle la espalda al Señor. Y por último la mirada de Simón Pedro, éste hombre tan particular, el discípulo de Jesús, la columna, el cimiento, de nuestra fe y de la vida de la Iglesia.

Mezcla de alguien impetuoso, y alguien cobarde. Saca la espada y corta la oreja de aquel hombre en el huerto de los olivos, y al ratito nomás, minutos después, no conozco a ese hombre, no se quien es. Este hombre que mezcla humildad y presunción, apártate de mi Señor, soy un pecador. Aunque todos te abandonen, yo no te voy a abandonar. Aunque todos te abandonen, presunción. Ese desprendimiento total, y deseo de recompensa, que nos va a tocar a nosotros que lo dejamos todo, y antes había dejado a su Padre.

Esta doble realidad con la que nos movemos todos, con la que se movió Simón Pedro, amor y perjuicios. Señor, daré la vida por ti. Pero después termina diciendo no te conozco. Pero después de aquel “no te conozco, no se quien es, no soy uno de ellos” y aquel canto famoso del gallo aquella noche, volviéndose el Señor, lo miró a Pedro, como lo miró al joven, como lo miró a Judas, como lo miró a Saqueo, y como te está mirando a vos. Como debió mirar Jesús a su amigo Pedro. Cuánto tiempo nos podemos detener en esto. Sabes que Cristo en este día también te ha comenzado a mirar.

Hay momentos en nuestra vida en donde nuestra mirada se entristece, y es que hay motivos que van mas allá de nosotros, no tenemos que tenerle miedo, no tenemos que dejar que esa angustia se haga mas grande porque queremos ir en contra de lo que nos esta pasando. También Jesús tuvo momentos en los que justamente, ante el corazón cerrado, ante la mirada baja de los que lo escuchaban, también se entristeció. Por eso no le tengamos miedo cuando este dolor llega a nuestros ojos, y se nos nota y cuando este dolor tiene un sentido. Lo importante es no quedarnos allí, tener paciencia en la entrega generosa de todos los días. Animate hoy a decirle que si al Señor, a hacer la experiencia del abandono para poner toda tu vida en manos de Jesús, a acercarte, a compartirlo con alguien. Jesús te esta diciendo algo particular: “Vé, vende todo, dalo a los pobres, ven y sígueme” como actitud de vida.