Jesús dijo a sus discípulos:
«Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar.
Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible.
Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena.
Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos a la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.Porque cada uno será salado por el fuego.
La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros».
Mc 9, 41-50
27/02/2014 – En la catequesis de hoy el padre Daniel Nardini nos invitó a reflexionar el Evangelio del día teniendo en cuenta la siguiente pregunta: ¿Qué debes arrancar de tu vida para ser sal de la tierra?
En estos dias venimos haciendco, desde el Evangelio de Marcos, un itinerario espiritual que nos ayuda a descubrir esto de ser discípulos, que es lo que afianza nuestra vida de relación con Dios, mi modo de entender la vida y el modo de vivir y esperar La Vida.
Es bueno hacer un repaso de este camino que venimos recorriendo. Partimos de la experiencia de fe que nace del encuentro con Dios, que llama, que hace milagros. Luego con su pregunta “Quién soy yo para ustedes” nos pone de frente a la opción personal, la exigencia de una respuesta radical para avanzar en el discipulado: fe, encuentro y seguimiento y no de calquier manera sino tomando la cruz negándonos a nosotros mismos. Agregando un detalle muy importante.Ese seguimiento tiene que ser en clave de niño, pero un niño al estilo de Jesús que vive a partir de la libertad y la referencia constante al padre.
Resumiendo: el discípulo es un hombre o mujer que sigue a Jesús como niño y entra en comunión con su entorno, sus heramnos y la socieda. Se involucra en el dolor del otro.
Hoy Jesús agrega otro elemento. Este itineradio de la experiencia del discipulo hoy tiene una etapa definitoria que nos pone frente a la radicalidad de la opción. La primera etapa es fruto de los dones y regalos que Dios nos hace pero todo esto exige radicalidad.
Ésta radicalidad nos guia a un punto en donde Jesús quiere que nos reconozcamos que somos de Cristo y esto significa esperar la vida, entrar en la vida en abundancia porque pertenecemos al Reino de los cielos.
El discípulo pertenece al Reino , participa de la vida del Reino pero no de cualquier manera sino como propiedad del Padre. Frente a este anuncio que el Señor nos hace podemos comprender lo que él dice en el Evangelio de hoy en cuanto arrancar aquello que es ocasción de pecado, de rompimiento con Cristo. Todo aquello que me separa de Dios es lo que el Señor me propone arrancar. Nuestra opción es ser de y en Cristo.
En el Evangelio, hoy, el Señor pone el acento en lo que somos y en nuestra misión. Redescubrir el misterio de la salvacion desde lo que el Padre nos ha donado, no desde lo que hacemos mal, desde nuestro pecado.
Es importante que para edscubrir aquello que tenemos que arrancar tiene el sentido de reavidcar la pertenecna a Cristo y su presenci ane nuestra vida.
Ser salados por el fuego es ser purificados por el fuego del espiritu, lavados por él, es la purificacion del bautismo, este fuego que nos salva. Es la purificación de ese fuego que trae el Señor por el Espiritu. Aquel fuego que nos hace hujos, que nos da la salvacion , la purificacion de los salvados. En definitiva todo es gracia, regalo en la comunión con Él. Todos somos salados por el fuego para ser sal de la tierra.
Padre Daniel Nardini
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