09/04/2014 – El burro o asno (Equus africanus asinus) es un animal doméstico de la familia de los équidos. Los ancestros silvestres africanos de los burros fueron domesticados por primera vez a principios del V milenio a. C., prácticamente al mismo tiempo que los caballos de Eurasia, y desde entonces han sido utilizados por el hombre como animales de carga y como cabalgadura. La aparición de la maquinaria agrícola ha supuesto un descenso considerable en sus poblaciones.
Los burros se convirtieron en importantes animales de carga para las gentes que vivían en las regiones de Egipto y Nubia, ya que son capaces de acarrear entre el 20% y el 30% de su peso corporal, y también se usaron para arar y para ser ordeñados. Para 1800 a. C. los burros ya se habían extendido a Oriente Medio, donde la ciudad comercial de Damasco es denominada la «ciudad de los asnos» en textos cuneiforme.
Entre los egipcios se representaba a la ignorancia con una cabeza de este animal.
A pesar de no ser tan rápidos y fuertes como los caballos, su mantenimiento es menos costoso, tienen una gran resistencia y una larga vida y son más ágiles en terrenos abruptos e irregulares que los caballos. En cuanto a su simbolismo, puede significar simpleza pero también estupidez y terquedad.
En la Biblia, el burro aparece como el animal del tiempo de trabajo y de paz, en oposición al caballo, que es el animal de la guerra, usado por los ejércitos invasores.
Nombres que recibe este animal: burro, asno, borrico, jumento, rucio. La cría es el pollino.
La burra de Balaam (Números 22-24)
Cuando el rey de Moab teme ser invadido por Israel, manda llamar al profeta Balaam para que maldiga al pueblo. El profeta es avisado en sueños para que no responda a este pedido. Finalmente, es su propia burra la que ve al ángel de Dios y le avisa al profeta sobre la inconveniencia de hacer ese camino propuesto por el rey. Ante la terquedad de Balaam, Dios hace hablar a la burra para dar su mensaje.
Entonces Yahvé abrió la boca del asna, y ella, dijo a Balaam: “¿Qué te hice para que me golpearas así tres veces?”. “¡Te estás burlando de mí!, respondió Balaam. Si tuviera una espada en mi mano, te mataría ahora mismo”. El asna le respondió: “¿Acaso yo no soy tu asna, la que siempre has montado hasta el día de hoy? ¿Acostumbro yo a tratarte de ese modo?”. Él respondió: “No”.
Yahvé abrió los ojos de Balaam, y este vio al Ángel del Señor parado en el camino, con la espada desenvainada en su mano; se inclinó y lo adoró con el rostro en tierra. 32 El Ángel del Señor le dijo: “¿Por qué le has pegado tres veces a tu asna? Era yo el que te cerraba el paso, porque tu viaje me disgusta. 33 Ella me vio y se apartó de mí tres veces. Hizo muy bien en apartarse, porque de lo contrario yo te hubiera matado, mientras que a ella la hubiera dejado con vida”. 34 Balaam dijo al Ángel del Señor: “He pecado, porque no sabía que tú estabas apostado delante de mí en el camino. Si esto te desagrada, ahora mismo regreso”. 35 El Ángel del Señor respondió a Balaam: “Ve con estos hombres, pero dirás solamente lo que yo te indique”. Y Balaam se fue con los jefes que le había enviado Balac.
Esta narración popular quiere mostrar por un lado que a veces los seres humanos somos “más tontos que un burro” cuando no vemos las señales que El nos pone, señales que la misma burra supo interpretar y el profeta no. Además, al hacer hablar a la burra, nos dice que Dios puede valerse de cualquier instrumento, incluso un animal considerado terco y estúpido, para dar su mensaje.
Finalmente, el oráculo de Balaam anuncia al Rey Mesías: Lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no de cerca: una estrella se alza desde Jacob, un cetro surge de Israel. (Núm 24,17)
Jesús entra en Jerusalén montado en borrico
Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, respondan: “El Señor lo necesita”». Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?».Y ellos respondieron: «El Señor lo necesita».
Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. 36 Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían: «¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!».
Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». Pero él respondió: «Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras». (Lucas cap. 19, 29-39)
Al entrar montado en un burrito, Jesús realiza las profecías referidas al rey pacífico de la casa de Judá. No vendrá sobre un caballo, animal de guerra, sino manso y pacífico. Por eso trae alegría a la ciudad:
El cetro no se apartará de Judá
ni el bastón de mando de entre sus piernas,
hasta que llegue aquel a quien le pertenece
y a quien los pueblos deben obediencia.
Él ata su asno a una vid,
su asno de pura raza a la cepa más escogida;
lava su ropa en el vino
y su manto en la sangre de las uvas. (Gén 49,10-11)
¡Alégrate mucho, hija de Sión! ¡Grita de júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno, sobre la cría de un asna.
Él suprimirá los carros de Efraím y los caballos de Jerusalén; el arco de guerra será suprimido y proclamará la paz a las naciones.
Su dominio se extenderá de un mar hasta el otro, y desde el Río hasta los confines de la tierra.
(Zac cap. 9, citado en Mt 21)
El burrito y la pobreza de Jesús
Era lo usual que cada familia tuviera un burro para los traslados (como hoy en día lo es tener un coche). El libro de los Jueces describe la opulencia de algunos personajes, justamente porque tenían más de un burro:
Después de él, surgió Iaír, de Galaad. Él juzgó a Israel durante veintidós años. 4 Tenía treinta hijos, que iban montados en treinta asnos y tenían treinta ciudades. Estas últimas se llaman todavía hoy los Poblados de Iaír, y se encuentran en el territorio de Galaad. 5 Cuando murió Iaír, lo sepultaron en Camón. (Jc 10,3-4)
Jesús no tiene ni siquiera un burro propio. Esta es la opción radical de Jesús por la pobreza; no tiene ni siquiera lo mínimo necesario para viajar y trabajar.
Prof. Gloria Ladislao
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