Voy a leer un pedacito del libro de Harold Kushner, un rabino “Cuando la gente buena sufre” que dio origen al tema que hoy nos convoca y dice así: algunas personas creen ver la mano de Dios detrás de todo lo que sucede, una vez fui al hospital a visitar a una mujer cuyo auto había sido atropellado por un conductor ebrio que pasó un semáforo en rojo, su vehículo quedó destrozado pero escapó milagrosamente con solo dos costillas rotas y unos cortes superficiales causados por los vidrios al astillarse. Me miró desde su cama y me dijo, ahora sé que Dios existe, si logré salir con vida de este accidente, tiene que ser porque El me está cuidando desde allá arriba. Le sonreí y guardé silencio, corriendo el riesgo de que pensara que estaba de acuerdo con ella, porque no era el lugar ni el momento para una clase de teología, pero recordé un funeral que había llevado a cabo dos semanas antes para un padre y esposo joven, fallecido en un choque similar con una persona ebria y recordé también otro caso, un niño que estaba patinando, asesinado por un conductor que huyó después de atropellarlo, y todos los artículos periodísticos acerca de vidas truncadas en accidentes automovilísticos. La mujer que estaba frente a mí podía creer que estaba viva porque Dios deseo que sobreviviera y no me pareció conveniente decirle lo contrario, pero qué les diríamos a las otras familias, o qué le diría ella a esas otras familias, Dios quiso que yo viviera y tu papá no, o tu hijo no, o tu esposo no; que son menos meritorias que ellas, que son menos valiosas a los ojos de Dios, que Dios quiso que fallecieran en ese momento y de ese modo no hizo nada por salvarlas. Recuerdan nuestra discusión acerca del puente de San Luís Rey cuando cinco personas mueren al caer un puente, el hermano Juniper investiga y se entera de que cada una de ellas acababa de solucionar su vida y cae en la tentación de llegar a la conclusión de que la ruptura de la soga del puente no fue un accidente sino un aspecto de la providencia divina. Los accidentes, decía él, no existen, pero cuando las leyes de la física, la fatiga del metal hacen que se desprenda el ala de un avión o cuando el descuido humano provoca una falla en un motor y el avión se estrella matando a 200 personas, fue por voluntad de Dios que esas 200 personas y no otras, estaban ese día en un avión condenado a la muerte, y si al pasajero 201 se le pinchó un neumático cuando iba camino al aeropuerto y perdió el avión, protestando y maldiciendo su suerte mientras lo veía decolar sin él, fue la voluntad de Dios que él viviera y que los otros 200 no?. De ser así tendríamos que preguntarnos que clase de mensaje nos está enviando Dios con sus actos aparentemente arbitrarios de condena y de salvación.Todo un tema, como se darán cuenta y podemos seguir nombrando un montón de casos, por ejemplo los incendios. Fue voluntad de Dios los incendios que tuvimos en este momento o fue una combinación de viento, clima seco, que pueden convertir un bosque en un infierno. Lo extraño es que muchas veces las personas prefieren pensar que Dios es cruel a pensar que Dios ha perdido el control sobre las cosas que sería como pensar que las cosas a veces ocurren por azar, es decir que no hay causa sobrenatural que se pueda adjudicar al origen o a la intencionalidad de las cosas. Para hablar sobre este tema “El azar” estamos en contacto telefónico con el Padre Marcelo González, doctor en teología, sacerdote de la diócesis de San Isidro. Profesor de Teología dogmática de la Facultad de Teología de la Universidad Católica Ar