Dios, cercano y encarnado. Misterio para nosotros.

jueves, 25 de septiembre de 2008
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Señor, tú me sondeas y me conoces.
Tu sabes si me siento o me levanto,
de lejos percibes lo que pienso;
te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares.
Antes que la palabra esté en mi lengua,
Tú, Señor, la conoces plenamente.
Me rodeas por detrás y por delante,
y tienes puesta tu mano sobre mí.
Una ciencia tan admirable me sobrepasa,
es tan alta que no puedo alcanzarla.
¿Adónde iré para estar lejos de tu espíritu?,
¿adónde huiré de tu presencia?
Si subo al cielo, allí estás tú;
si me tiendo en el abismo, estás presente;
si tomara las alas de la aurora
y fuera a habitar en los confines del mar,
también allí me llevaría tu mano
me sostendría tu derecha.
Si dijera: Que me cubra la tiniebla
y la luz sea como la noche a mi alrededor,
las tinieblas no serían oscuras para ti,
y la noche sería tan clara como el día.
Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre.
Te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
Que maravillosas son tus obras Señor.
Tú conocías hasta el fondo de mi alma
y nada de mi ser se te ocultaba.
Cuando yo era formado en el seno
en el secreto de tu amor,
cuando era tejido en lo profundo de la tierra,
tus ojos ya veían mis acciones,
todas ellas ya estaban en tu libro.
Mis días estaban escritos y señalados,
antes que uno de ellos existiera.
¡Qué difíciles son para mi tus designios, y
que inmenso, Dios mío, es el conjunto de ellos!
Si me pongo a contarlos, son más que la arena;
y si terminara de hacerlo, aún entonces seguiría a tu lado.
Ojala, Dios mío, hicieras morir a los malvados
y apartaras de mí a los hombres sanguinarios,
esos que hablan de ti, con perfidia,
y en vano, se rebelan contra ti.
Acaso yo, ¿no odio a los que te odian
y aborrezco a los que te aborrecen?
Yo los detesto implacablemente
y son para mi, verdaderos enemigos.
Sondéame, Dios mío, penetra mi interior,
examíname, conoce lo que pienso.
Observa si estoy en un camino falso
y llévame por el camino eterno.”
Salmo 139 (138)

Hay distintas formas, dice en su libro “Para liberarte de una espiritualidad sin vida”, de Víctor Manuel Fernández, de reconocer este modo de estar presente de Dios.

Nuestra conciencia de estar realmente en la presencia de Dios puede darse de distintas maneras, en distintos (podríamos decir así), estadios interiores o estados interiores. Se puede tener por ejemplo, la seguridad interna de estar en la presencia de Dios, pero sin tener una conciencia refleja, psicológica o emotiva de esa presencia.

Es lo que compartíamos estos días, cuando en la conciencia de la presencia de Dios, se camina en la noche oscura de la fe. Nosotros sabemos que existen las estrellas aún cuando no las vemos. Sabemos que el universo está allí mientras dormimos. Pero no estamos en contacto con todo él. Así nos pasa con la presencia de Dios. Tenemos conciencia de que está, pero no tenemos una conciencia absolutamente refleja, psicológica, emotiva, a veces, de su presencia.

Habría como cinco maneras de reconocer a este Dios vivo en el que nosotros creemos. Podríamos decir así; cinco modos de estar frente a Él.