Reflexión del Religioso Dominico(Frei Betto)

miércoles, 3 de diciembre de 2008
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Pido disculpas
Frei Betto

ALAI AMLATINA, 24/10/2008, Sao Paulo.- Estoy gravemente enfermo. Me
gustaría manifestar públicamente mis excusas a todos los que confiaron
ciegamente en mí. Creyeron en mi presunto poder de multiplicar fortunas.
Depositaron en mis manos el fruto de años de trabajo, de economías familiares,
el capital de sus emprendimientos.
Pido disculpas a quien mira a sus economías evaporase por las chimeneas
virtuales de las bolsas de valores, así como a aquellos que se encuentran
asfixiados por la imposibilidad de pagar, los intereses altos, la escasez de
crédito, la proximidad de la recesión.
Sé que en las últimas décadas extrapolé mis propios límites. Me convertí en el
rey Midas, creé alrededor mío una legión de devotos, como si yo tuviese
poderes divinos. Mis apóstoles –los economistas neoliberales– salieron por el
mundo a pregonar que la salud financiera de los países estaría tanto mejor
cuanto más ellos se arrodillasen a mis pies.
Hice que gobiernos y opinión pública crean que mi éxito sería proporcional a mi
libertad. Me desaté de las amarras de la producción y del Estado, de las leyes y
de la moralidad. Reduje todos los valores al casino global de las bolsas,
transformé el crédito en producto de consumo, convencí a una parte
significativa de la humanidad de que yo sería capaz de operar el milagro de
hacer brotar dinero del propio dinero, sin el lastre de bienes y servicios.
Abracé la fe de que, frente a las turbulencias, yo sería capaz de auto-regularme,
como ocurría con la naturaleza antes de que su equilibrio sea afectado por la
acción predatoria de la llamada civilización. Me volví omnipotente, me supuse
omnisciente, me impuse al planeta como omnipresente. Me globalicé.
Llegué a no dormir nunca. Si la Bolsa de Tokio callaba por la noche, allá estaba
yo eufórico en la de São Paulo; si la de Nueva York cerraba a la baja, yo me
recompensaba con el alza de Londres. Mi pregón en Wall Street hizo de su
apertura una liturgia televisada para todo el orbe terrestre. Me transformé en la
cornucopia de cuya boca muchos creían que habría siempre de chorrear
riqueza fácil, inmediata, abundante.
Pido disculpas por haber engañado a tantos en tan poco tiempo; en especial a
los economistas que mucho se esforzaron para intentar inmunizarme de las
influencias del Estado. Sé que, ahora, sus teorías se derriten como sus
acciones, y el estado de depresión en que viven se compara al de los bancos y
de las grandes empresas.
Pido disculpas por inducir multitudes a acoger, como santificadas, las palabras
de mi sumo pontífice Alan Greenspan, que ocupó la sede financiera durante
diecinueve años. Admito haber incurrido en el pecado mortal de mantener los
intereses bajos, inferiores al índice de la inflación, por largo periodo. Así, se
estimuló a millones de usamericanos a la búsqueda de realizar el sueño de la
casa propia. Obtuvieron créditos, compraron inmuebles y, debido al aumento
de la demanda, elevé los precios y presioné la inflación. Para contenerla, el
gobierno subió los intereses… y el no pago se multiplicó como una peste,
minando la supuesta solidez del sistema bancario.
Sufrí un colapso. Los paradigmas que me sustentaban fueron engullidos p