Virgen de la Medalla Milagrosa Los signos de los tiempos

martes, 9 de diciembre de 2008
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Cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que está a punto de ser destruida. Entonces los que estén en Judea que huyan a las montañas, los que estén dentro de la ciudad que se alejen, y los que estén en el campo que no entren en la ciudad. Porque son días de venganza, en lo que se cumplirá todo lo que está escrito.

Ay!, de las que estén encintas, y las que estén amamantando en aquellos días, porque habrá gran dolor. La tierra y el castigo vendrá sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada y verán cautivos a todas las naciones y Jerusalén será pisoteada por los paganos hasta que llegue el tiempo señalado.

Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Y en la tierra la angustia se apoderará de los pueblos. Asustados por el estruendo del mar y de sus olas, los hombres se morirán de miedo al ver esa conmoción del universo. Pues las fuerzas del cielo se estremecerán violentamente. Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas cobren ánimo y levanten la cabeza porque se acerca su liberación.

Lucas 21, 20 – 28

Hoy se anuncia en este texto, en la primera parte, la ruina de Jerusalén, como cumplimiento de las amenazas de los profetas, contra Jerusalén infiel. Esa amenaza con la que los profetas solían advertir desde siempre. Lo podemos ver a lo largo de todas las expresiones de la Palabra de Dios, cómo el Espíritu Santo fue expresando el designio del Padre, del dolor del Padre, el llamado del Padre a la conversión. Toda la Palabra es un llamado a la conversión.

Las amenazas de los profetas no son sino anuncios, porque Dios llama a la persona que es capaz de responder. También le da la Gracia para que responda. Porque no somos nosotros los que podemos responder a Dios, ni somos nosotros los que podemos encontrar a Dios. Siempre será el Señor el que haga posible las cosas. Dios crea la Gracia del encuentro con el hombre, viene al encuentro del hombre. Y el hombre es libre, porque fue creado con capacidad de Dios. Y desde la libertad, sólo el hombre puede responder al llamado de Dios.

Por eso el Concilio va a decir, que sólo la persona humana es el ser adecuado, capaz de responder a Dios, por sí mismo, por el don de la libertad. Porque como dice el libro del Génesis, “el hombre fue creado a Su imagen y semejanza”.

Pero Dios también tiene que sanar esa libertad. También tiene que acompañar y apuntar la pulsión de la libertad. Porque yo soy libre, también me equivoco y elijo lo que está mal. Aunque eso no sea un acto estricto de libertad, que me haga madurar, sino no una elección que me empobrece. Y que por ser una elección de la libertad, se llama libertinaje. Es el pecado.

Pero el hombre puede responder desde su libertad, pero siempre que puede responder al llamado de Dios, sólo porque su libertad es asistida por la Gracia.

Entonces, no es que no seamos capaces. Somos capaces y tenemos claro que podemos tener buenos deseos, pero es posible responder a Dios por la Gracia. Dios siempre llama al hombre a la conversión. Y Dios también muestra, cómo hace una expresión antropológica del proceder de Dios, que Dios quiere castigar al hombre por su pecado. Pero como el hombre se arrepiente y hace penitencia. Porque Dios le envía un mensajero, para invitarlo a la conversión. Entonces Dios dice: “no, depongo mi ira”. Entonces, es como