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El Buen Pastor, amor misericordioso
martes, 16 de diciembre de 2008
“¿Qué les parece?. Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió?. Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños”.
Mateo 18, 12 – 14
De la actitud misericordiosa de Jesús frente a los publicanos y pecadores, con quienes come y comparte mesas y encuentros; de su recorrer los lugares de marginalidad de su tiempo, brota una pregunta que cuestiona el orden establecido en aquel
tiempo
por los maestros de la ley, que compartían ese mismo título de maestría con
Jesús. La pregunta es
¿cómo es que éste se sienta así, con ellos?
Jesús responde diciendo que
lo que parece perdido, no está perdido y en realidad a los que están perdidos hay que ir a buscarlos y encontrarlos
.
Misericordia quiero, y no sacrificios
. Los pecadores, ciegos, paralíticos, leprosos y publicanos vivían al límite, al margen, en las orillas de las ciudad. Allí Jesús se para frente a ellos, invitándolos a recomenzar una vida nueva.
Hoy puede ser para nosotros uno de esos días en
que podamos definir los márgenes que limitan nuestra existencia. Allí el Señor se acerca para llamarnos a vivir de una manera nueva, donde el Señor nos contiene y en su Amor nos abraza para que vivamos en plenitud con Él. Reconocer los márgenes por donde nuestra vida se pone en situación de límite y dejarnos rescatar por Jesús. Cuando Jesús se acerca a las situaciones límites de nuestra vida lo hace con la ternura, la dulzura, la firmeza y el amor de un pastor que, al ver que uno se le está por perder, va a su encuentro y desde lo lejano lo trae hacia donde se encuentra el rebaño.
Así el
Señor sale a buscarnos, va a nuestro encuentro, nos carga sobre los hombros y nos acerca hacia donde están los otros hermanos. Cuando nos movemos sobre situaciones que son límites, habitualmente estamos desconectándonos de los demás, desenchufándonos del resto. Y el Señor, al llevarnos a su rebaño, nos dice que nuestra vida tiene sentido cuando es con los otros. Estamos hablando de los límites en términos de los riesgos que nuestra vida corre, cuando sin control vamos más allá de lo que nos corresponde. Hasta allá va Jesús.
Posiblemente esto te ha ocurrido en otro tiempo y vos puedas ser testigo, esta mañana, de cómo el Señor te rescató de los lugares donde tu vida se había enredado o perdido. El Señor te encontró, y te dejaste encontrar. Y te cargó sobre los hombros y te llevó a donde nunca debías haber salido. Y cuando volviste, te encontraste con que aquel lugar al que pertenecías, también era nuevo, a pesar de resultarte familiar. Hay lugares de rescate que son contundentes y uno dice
si
Dios no hubiese estado presente allí, mi vida hubiera sido un desastre.
Hay otras situaciones en las que hubo una corrección a tiempo y de no haber sido así, hubiéramos terminado muy mal. Hay formas y formas, pero todos de una u otra manera hemos sido rescatados.
Cuando Dios apareció en esos lugares límites, lo hizo sin dudas -porque así actúa Él (lo dice la Palabra y lo testimoniamos cada uno de nosotros)- c
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