¿Qué será del niño que nace?

martes, 23 de diciembre de 2014
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23/12/2014 – Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: “No, debe llamarse Juan”. Ellos le decían: “No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre”. Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: “Su nombre es Juan”. Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: “¿Qué llegará a ser este niño?”. Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.

Lucas 1, 57-66, 80

 

En la jornada de ayer, el Papa Francisco, en su encuentro anual con la Curia Romana enumeró 15 enfermedades del alma con las que nos invita a ingresar al pesebre, como los niños, agachados. Se trata de una exhortación que Francisco hace a los miembros de la Curia Romana, invitándose e invitando a otros a reflexionar. También nos puede hacer muy bien a todas las comunidades, eclesiales y domésticas.

1 – ”La enfermedad de sentirse ‘inmortal’, ‘inmune’ o incluso ‘indispensable’, dejando de lado los controles necesarios y normales. Una Curia que no es autocrítica, que no se actualiza, que no intenta mejorarse es un cuerpo enfermo… Es la enfermedad del rico insensato que pensaba vivir eternamente y también de aquellos que se convierten en amos y se sienten superiores a todos y no al servicio de todos”.

2 – “La enfermedad de ‘martalismo’ (en referencia a Marta), de la excesiva operosidad: es decir, de aquellos que están inmersos en el trabajo, dejando de lado, inevitablemente, ‘la mejor parte’: Sentarse a los pies de Jesús. Por eso, Jesús invitó a sus discípulos a ‘descansar’ porque descuidar el necesario reposo conduce al estrés y la agitación. El tiempo del reposo para aquellos que han completado su misión, es necesario, es debido y debe tomarse en serio: pasar un ‘tiempo de calidad’ con la familia y respetar las vacaciones como un tiempo para recargarse espiritual y físicamente; hay que aprender lo que enseña el Eclesiastés que ‘hay un tiempo para todo’”.

3 –  ”La enfermedad del endurecimiento mental y espiritual:.. Es la de los que, a lo largo del camino, pierden la serenidad interior, la vivacidad y la audacia y se esconden bajo los papeles convirtiéndose en ‘máquinas de trabajo’ y no en ‘hombres de Dios’… Es peligroso perder la sensibilidad humana necesaria para hacernos llorar con los que lloran y se regocijan con los que gozan. Es la enfermedad de los que pierden ‘los sentimientos de Jesús’”.

4 – ”La enfermedad de la planificación excesiva y el funcionalismo: Es cuando el apóstol planifica todo minuciosamente y cree que haciendo así, las cosas efectivamente progresan, convirtiéndose en un contador o contable…Se cae en esta enfermedad porque siempre es más fácil y cómodo quedarse en la propia posición estática e inmutable. De hecho, la Iglesia se muestra fiel al Espíritu Santo en la medida en que no pretende regularlo ni domesticarlo… Él es la frescura, la fantasía, la innovación”.

5 – ”La enfermedad de la mala coordinación: Sucede cuando los miembros pierden la comunión entre sí y el cuerpo pierde la funcionalidad armoniosa y la templanza convirtiéndose en una orquesta que hace ruido porque sus miembros no cooperan y no viven el espíritu de comunión y equipo”.

6 – ”La enfermedad de Alzheimer espiritual: Es decir, la de olvidar la ‘historia de la salvación’ la historia personal con el Señor, el ‘primer amor’. Es una disminución progresiva de las facultades espirituales… Lo vemos en los que han perdido el recuerdo de su encuentro con el Señor…en los que construyen muros alrededor de sí mismos y se convierten, cada vez más, en esclavos de las costumbres y de los ídolos que han esculpido con sus propias manos”.

7 – ”La enfermedad de la rivalidad y la vanagloria: Pasa cuando la apariencia, los colores de las ropas y las insignias de honor se convierten en el principal objetivo de la vida… Es la enfermedad que nos lleva a ser hombres y mujeres falsos y a vivir una ‘mística’ falsa y un falso ‘quietismo’”.

8 – ”La enfermedad de la esquizofrenia existencial: Es la enfermedad de los que viven una doble vida, fruto de la hipocresía típica de los mediocres y del progresivo vacío espiritual que ni grados ni títulos académicos pueden llenar. Se crean así su propio mundo paralelo, donde dejan a un lado todo lo que enseñan con severidad a los demás y empiezan a vivir una vida oculta y, a menudo, disoluta”.

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9 – ”La enfermedad de las habladurías, de la murmuración, del cotilleo: Es una enfermedad grave que comienza con facilidad, tal vez sólo para charlar, pero que se apodera de la persona convirtiéndola en ‘sembradora de cizaña’ (como Satanás), y en muchos casos en ‘asesino a sangre fría’ de la fama de sus colegas y hermanos. Es la enfermedad de las personas cobardes que por no tener valor de hablar a la cara, hablan a las espaldas”.

10 – ”La enfermedad de divinizar a los jefes: Es la enfermedad de los que cortejan a los superiores, con la esperanza de conseguir su benevolencia. Son víctimas del arribismo y del oportunismo, honran a las personas y no a Dios. Son personas que viven el servicio pensando sólo en lo que tienen que conseguir y no en lo que tienen que dar. Personas mezquinas, infelices e inspiradas sólo por su egoísmo fatal”.

11 – ”La enfermedad de la indiferencia hacia los demás: Es cuando todo el mundo piensa sólo en sí mismo y pierde la sinceridad y la calidez de las relaciones humanas. Cuando los más expertos no ponen sus conocimientos al servicio de los colegas con menos experiencia. Cuando, por celos se siente alegría al ver que otros caen en lugar de levantarlos y animarlos”.

12 – ”La enfermedad de la cara de funeral: Es decir, la de las personas rudas y sombrías, que consideren que para ser serios hace falta pintarse la cara de melancolía, de severidad y tratar a los demás – especialmente a aquellos considerados inferiores – con rigidez, dureza y arrogancia. En realidad, la severidad teatral y el pesimismo estéril son a menudo los síntomas del miedo y la inseguridad en sí mismo”.

13 – ”La enfermedad de la acumulación: Cuando el apóstol busca llenar un vacío existencial en su corazón acumulando bienes materiales, no por necesidad, sino simplemente para sentirse seguro… La acumulación solamente pesa y ralentiza el camino inexorablemente”.

14 – ”La enfermedad de los círculos cerrados: Donde la pertenencia al grupo se vuelve más fuerte que la del Cuerpo y, en algunas situaciones que la de a Cristo mismo. También esta enfermedad comienza siempre con buenas intenciones, pero con el paso del tiempo esclaviza a los miembros convirtiéndose en ‘un cáncer’ que amenaza la armonía del cuerpo y puede causar tanto daño – escándalos – especialmente a nuestros hermanos más pequeños”.

15 – ”La enfermedad de la ganancia mundana, del lucimiento: Cuando el apóstol transforma su servicio en poder, y su poder en mercancía para conseguir beneficios mundanos o más poderes. Es la enfermedad de la gente que busca insaciablemente multiplicar su poder y para ello son capaces de calumniar, difamar y desacreditar a los demás, incluso en periódicos y revistas. Naturalmente para lucirse y demostrarse más capaces que los otros”.

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Que será de este tiempo

 Una pregunta se hacía todos ante el nacimiento de Juan el Bautista ¿que será de éste niño? Tan sorprendentemente ha aparecido en medio de nosotros. También nosotros podemos preguntarnos que será del tiempo nuevo en el que nos abrimos a lo nuevo que llega en la Navidad.

Esa pregunta que nos hacemos guarda relación a la expectación de lo que vendrá y nos pone en sintonía con el Dios que está viniendo que es lo propio que el Bautista vino a hacer; vino a proclamar el tiempo nuevo que se acercaba.

La pregunta que será de éste niño y la preguntas que será del tiempo nuevo que vendrá para nosotros nos pone a la expectativa de tensión saludable a la llegada del Señor que viene con una muy Buena Noticia. Se abre a lo grande y nos pone en sintonía con lo pequeño de todos los días donde la vida se juega, con fidelidad a lo concreto que toca hoy. Así decía el P. Ángel Rossi refiriéndose al Papa Francisco: es capaz de intervenir y conseguir un hecho histórico en recuperar las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, y a la vez preocuparse por que los pordioseros de Roma tengan duchas en el Vaticano.  Es más, lo grande se gesta en lo pequeño desde el evangelio. Hay que preparar los caminos del Señor, dice Juan. Preparemos el camino.

Este es el mensaje que nos trae el Bautista en su nacimiento. Nacemos a ésta posibilidad nueva que Dios nos regala de ver cumplida una etapa más de nuestro camino hacia el fin de año, con madurez en nuestro crecimiento con un paso de esos grandes que Dios da sobre nuestra propia historia si de verdad le dejamos libre nuestro camino. Al liberar el camino a la llegada del Señor hay que disponerse. Si un niño trae un pan bajo el brazo, este mismo niño se hace pan y se ofrece como alimento.

Los mensajeros y los mensajes que nos hablan de nuevos tiempos

Este acontecimiento grande del nacimiento de Juan el Bautista como el acontecimiento grande del renacer en nuestra vida viene proclamado por Dios como lo usa el texto bíblico en el caso de Juan el Bautista, por alguien que lo anuncia: un ángel como de hecho ha ocurrido en Israel en el nacimiento de Isaac, Sansón y Samuel o también Dios usa sus mensajeros para hacernos saber a nosotros las novedades con las que Él se acerca.

Como ocurre en las esquinas de nuestro pueblos nuestras esquinas, nuestros barrios. Los pregoneros de la noticia nuestros queridas canillitas que proclaman y anuncian la noticia que trae el diario que no siempre son buenas. Así también hay qu encontrar lugares, puntos de encuentro, donde seamos capaces de escuchar las voces que nos traen desde Dios el tiempo nuevo que llega. Muchas veces vienen en silencios, en testimonios, en movimientos del corazón. La oración sin duda es el gran lugar donde escuchar ese pregón, ese anuncio, esa buena noticia donde Dios nos anuncia eso que viene. 

¿Cómo identificar esas voces de Dios que pueden aparecer en una buena lectura, en la conversación con un amigo, en un sueño, etc? Los pregoneros que anuncian la buena nueva de lo que vendrá dejan paz, gozo alegría en el Espiritu Santo. Sea lo que sea que veamos hacia adelante que nos muestras estos pregoneros que nos hablan de Dios, para identificar si realmente es Èl, en el interior queda paz, alegría, libertad interior, dan fortaleza y nos confortan en medio de la prueba. En estos tiempos el cielo se abre delante de nosotros para bendecirnos; queremos escuchar su voz.

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Llamados a la conversión

La novedad a la que nos invita Dios supone para nosotros un cambio de vida a eso le llamamos conversión. Convertirse es mucho más que modificar algo. Es reorientar la vida a una nueva presencia de Dios que llega.  Cuando el Papa Francisco denuncia estas enfermedades, lo hace para llamarnos la atención y poder trabajar para que llegue la salud de Dios.

En ese sentido la conversión para nosotros es permanente. Si es verdad que hay momentos de conversión que son significativos que marcan un hito en nuestra propia historia. Cada uno de nosotros podría describir cuándo y cómo fue que ocurrió, las personas que rodearon ese acontecimiento, las Gracias que uno recibió. Es lo que Ignacio de Loyola llama ir de gracia tras gracia, de más tras más, o como dice San Pablo, de perderlo todo con tal de ir a la búsqueda de Dios habiéndo sido alcanzado por Él. Sin embargo si uno se deja llevar por la Gracia del Espíritu éste acontecer de conversión no termina nunca. Nos espera la eternidad.

Dios nos hace sentir muchas veces que en la propia biografía experimentamos la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana para que Él pueda actuar con poder. Por momentos estamos en el vacío cuando todavía no hemos sido alcanzados por la gracia, mientras tampoco hemos dejado las situaciones que queremos evitar. Son momentos duros, nuestros Getsemaní en donde dejamos lo viejo y todavía no del todo, pero tampoco vemos lo que llega. Es el tiempo de la expectación, de apertura y confianza, ciertamente marcada por el dolor de lo dejado y la aparición de lo nuevo que no llega. Esa transiciones del camino son las más duras en el tiempo de conversión. Sin estos pasos no hay camino para dejar lo viejo y encontrarnos con el revestimiento de lo nuevo. No es mágico ni de un día para el otro, sino procesos, y sumamente dolorosos. Y sentimos que el Dios que supuestamente nos lleva por ese camino y que pareciera que ahora desaparece.

La noche de Belén es el ícono más acabo de esta situación. Por un lado no se entiende mucho qué esta ocurriendo, desde el anuncio del ángel, al camino al censo, Dios va a nacer pero no hay lugar para Él en el mundo, no están los que deberían estar y si otros, y a la vez el nacimiento que se da que pronto será interrumpido por el sueño de José en donde se le indica que tiene que huir a Egipto porque Herodes no soporta que cuestionen su poder. Todo es muy complejo. Esta es la historia de los hombres y mujeres que Dios elige para la misión, la de cada uno de nosotros. Es una pascua: llega la resurrección pero antes se pasa por la oscuridad de la noche y la cruz. Así es la vida, y vivida en Dios toma sentido; sin Él es muy dificil de vivirla sino escapando.

Es un camino de conversión, de dejar lo viejo para ir hacia lo nuevo. Así esperamos la Navidad: seguramente seremos sorprendidos e iluminados en nuestras noches, reconfortados y consolados por el Señor que viene una vez más a nuestros pesebres.

 

Padre Javier Soteras