26/05/2015 – Pedro le dijo a Jesús: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Jesús respondió: “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”.
Mc 10,28-31
Es el seguimiento de Jesús lo que está en juego. Seguir a alguien en el antiguo testamento tenía dos miradas: por un lado un discípulo elegía seguir a un maestro y abandonaba a los suyos. El maestro tiene un legado que Dios ha puesto respecto del discípulo. Más tarde el rabinismo presenta otra imagen: la de un maestro que va montado en un asno y un grupo de discípulos que lo siguen a la distancia. Aquí aparece una imagen del maestro que es seguido, mostrando experiencia, superioridad.
Agudizar el oído interior para descubrir esa voz de Dios, y por otra parte, descubrir cómo y donde esa llamada del Señor hoy se concreta. Porque es Dios, el eterno que nos llama, y que hace su sentir su llamada en un tiempo y un espacio concreto. Aquí se da el sentido de plenitud que da el Dios eterno, y por otro lado la finitud de la encrucijada concreta en que el Señor se me manifiesta. La llamada del Señor siempre es muy simple y a la vez muy concreta. El Señor te llama y te invita a que lo sigas por ese “senderito” que te va mostrando, que supondrá un camino de plenitud al que nos invita a los que con sencillez nos animamos a ir tras sus pasos.
Es el Señor el que pasa, toca la puerta y llama… si alguno escucha su voz y le abre el pasará para compartir juntos el camino.
El seguimiento nos pone frente a estas dos posibilidades: seguirlo o no. Dios pasa una y otra vez, pasa, buscando nuestra respuesta. En el Nuevo Testamento el seguimiento tiene muchas posibilidades. Por un lado, está quienes se abren al seguimiento a partir de la atracción que nos genera, y por otra parte la llamada explícita de “sígueme”. Hay un llamado personal que el Señor hace profundo llamando a participar de la comunidad. En el caso de Jesús, a diferencia del llamado rabínico, es el Señor quien toma la iniciativa y llama. Él elige a sus discípulos, a diferencia de los maestros de su tiempo que eran elegidos por quienes los iban a seguir.
Hay ciertas condiciones en el seguimiento interior: disposición interior a dejarlo todo, que no sólo supone hacerlo exteriormente sino también desde el interior. Es como al joven rico que no puede dejar sus bienes. también supone dejar algunas cuestiones interiores, como invita el Señor “el que quiera seguirme que renuncie a sí mismo y que cargue con su cruz”. El joven rico se siente cómodo por eso es incapaz de ir más allá.
Cuando Dios llama, llama a la radicalidad e invita también a dejar cosas muy amadas y queridas. Esto no solo es en la vida consagrada, sino también en la laical. Por ejemplo en el trabajo, o cuando uno ha hecho una opción de vida de austeridad, no supone que no sean legítimos ciertos lujos, pero la opción lo lleva a otro lado. El Señor nos invita a responder con fidelidad a la llamada que Él nos hace. Eso supone un tiempo de discernimiento antes de dar una respuesta a la iniciativa del Señor.
El P. Javier Soteras recordó la experiencia de llamado que le compartió Emanuele Ferrario, el Presidente de la Familia Mundial de Radio María, fundador de este gran proyecto.
Emanuele contó que un día escuchó que el Señor le decia “Necesito que seas misionero en el mundo y también necesito todos mis bienes.” Emanuele Ferrario, un importante empresario lácteo italiano, respondió “mañana te contesto”. Es importante este detalle: él se tomó tiempo para reflexionar, para pensar qué significaba lo que el Señor le pedía. “¿Mis bienes? Mis bienes sí, los de mi familia no, respondió”. Y el Señor se habrá sonreído. Entonces le dejó la fábrica a sus hijos. Distinguió la herencia de su familia, de los suyos propios (bienes no necesariamente materiales), y a todos ellos los puso al servicio del Señor y de la obra que comenzó a nacer y que se hizo inmensa hasta el punto de llegar a más de 70 países.
Uno tiene que ser inteligente a la hora de responder al Señor. Sin duda ser generoso, como de hecho lo hizo Emanuele, que dejó su actividad, su familia y sus bienes personales detrás del Señor.
Es muy importante tomarse el tiempo para responder. Primero para entender lo que se nos pide, y en eso hay que tomarse tiempo, preguntar y preguntarse, y ahí sí decidir con grandeza y generosidad.
Padre Javier Soteras
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