14/12/2015 – Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?”.
Jesús les respondió: “Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. ¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Del cielo o de los hombres?”. Ellos se hacían este razonamiento: “Si respondemos: ‘Del cielo’, él nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no creyeron en él?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, debemos temer a la multitud, porque todos consideran a Juan un profeta”. Por eso respondieron a Jesús: “No sabemos”. El, por su parte, les respondió: “Entonces yo tampoco les diré con qué autoridad hago esto”.
Mt 21,23-27
¡Bienvenidos a la Catequesis! Jesús enseña con una autoridad especial. ¿Qué es lo propio de la autoridad de Jesús que seduce y genera adhesión? ¿A vos que te atrae de Jesús? Posted by Radio María Argentina on lunes, 14 de diciembre de 2015
¡Bienvenidos a la Catequesis! Jesús enseña con una autoridad especial. ¿Qué es lo propio de la autoridad de Jesús que seduce y genera adhesión? ¿A vos que te atrae de Jesús?
Posted by Radio María Argentina on lunes, 14 de diciembre de 2015
La escena del evangelio de hoy es especial: Jesús entra en el Templo. Aparece un contexto religioso en donde se esperan temas también religiosos. Aparece claramente el tema de la autoridad, ante el planteo de los escribas y fariseos.
Autoridad, etimológicamente es el autor de la unidad, el que ayuda a la unidad. Nuestros padres tienen autoridad, nos ayudan y nos educan. Lo mismo un maestro, que tiene autoridad y está llamado a hacer crecer. Quien no tiene autoridad está descentrado. Un ciego no puede guiar a otro ciego. La autoridad no viene tanto del saber sino del ser. Seguramente tendrá conocimientos pero sobretodo ha hecho un proceso personal que le permite acompañar a otros. La autoridad suele venir delegada por alguien. Nuestras autoridades son elegidas. Es bueno rezar por las autoridades, sean del color político que sean.
La autoridad de Jesús le viene dada, Dios lo ha enviado y ha derramado su Espíritu sobre Él. En la escena de Jesús en Jordán aparece un teofanía, una manifestación de Dios: “Este es mi hijo muy querido, escúchenlo”. Lo mismo aparece en la Transfiguración junto a Elías y Moises. Mientras, cada curación o milagro de Jesús, será una manifestación de su autoridad.
Quien es ungido tiene autoridad, quien roba lugares de poder no tiene autoridad. Un papá es quien ha engendrado un hijo, pero su actitud paterna será quién le de autoridad, no lo meramente biológico.
Jesús tiene autoridad porque enseña de otra manera, tiene autoridad porque es coherente, hace lo que dice, y tiene autoridad porque es ungido y nos invita a nosotros a renovar un seguimiento que no quede atado a los formalismos. Jesús nos invita a no quedarnos atados en el “corralito” de los cumplimientos.
Nosotros tendremos autoridad como cristianos si estamos centrados en Jesús y no sólo por hablar de Él.
Socialmente hablamos de una crisis de autoridad. Eso no implica que no haya autoridad, sino que pareciera que faltan personas con autoridad. El mundo está sediento de autoridad, por eso ante la aparición de un Papa Francisco se produce tal adhesión aún lejos de la Igleisa.
En tiempos de Jesús hay muchas personas que de alguna manera conducen al pueblo de Dios, como los escribas que hablaban al pueblo pero su mensaje no llegaba al corazón. También estaban los fariseos, que algunos eran buenos, pero Jesús denuncia que hacían de Dios una colección de mandamientos cargando sobre las espaldas del pueblo un gran peso moral. A un Dios que es simple lo habían complicado con normas. El pueblo los respetaba, pero también se sentían ahogados. Los saduceos habían perdido la fe pero estaban vinculados a los poderes políticos y económicos. Que feo cuando en la Iglesia se pierde el fuego del evangelio y nos centramos en rodeos políticos o económicos para sacar provecho de algo. Por otro lado estaban los escenios, gente muy buena dedicada a la contemplación, pero estaban lejanos al pueblo.
Jesús era distinto, y la multitud se maravillaba porque les llegaba al corazón. Su mensaje se hace cercano, y camina en medio de la gente, no enseña sólo en el Templo. Además, lo que enseña lo manifiesta y lo hace. Jesús tiene la autoridad del Buen Pastor, el que cuida las ovejas, que se aleja del fariseísmo, que se aleja de la tentación guerrillera de los celotes que buscan recuperar el poder, ni es tampoco de los contemplativos de monasterio sino que camina con su pueblo. Su autoridad de Buen Pastor, es la autoridad del que vive de lo que cree y muestra lo que anuncia. Esa autoridad que tiene Jesús porque es ungido por el Espíritu es la que tenemos que tener nosotros, también ungidos por el bautismo. Todos somos pastores y debemos acompañar. Un papá o una mamá es pastor de sus hijos y debe hacerlo con autoridad.
Muchos se alejan de la Iglesia porque los defraudamos. Sobretodo cuando hablamos mucho. Creemos que hablar, hablar y hablar nos da autoridad y no es así. También los silencios y las palabras pocas pero hondas, dan autoridad. La autoridad en Jesús se hace cercanía.
Jesús tiene autoridad porque se abajó para ser hermano. Nosotros somos hijos en el Hijo de Dios, adoptados por Él. Nuestro hermano mayor es quien hace que podamos ser hermanos entre nosotros e hijos de Dios. En el cristianismo la autoridad es cercanía, no es mandonear, sino ayudar a crecer. A veces en la Iglesia quienes tenemos autoridad podemos irla deformando. Por ejemplo cuando decimos algo y hacemos otra cosa, o cuando nos complicamos y ponemos en el centro lo que no es el centro y siendo Jesús sencillo nosotros empezamos a dar cátedra complicándola.
En su homilía del 15 de diciembre del 2014, el Papa Francisco recordaba “Cuando el ayuno eucarístico se ve transformado en una especie de cruz para quien va a recibir la comunidad. Ni si quiera se podía beber ni una gota de agua o lavarse los dientes”. Tenemos que atravesar la puerta de la misericordia para que la iglesia pueda ser misericordiosa como el Padre, y así ser como una madre que cuida a sus hijos.
Un peligro que puede suceder, es caer en el “nominalismo”. Cuando empezamos a poner palabras vacías, y nuestros discursos se transforman en discursos vacíos. Así en una reunión se habla y habla, se enseña, y sin embargo eso que dice no tiene nada que ver con su vida. Cuanto más hablamos y declamamos, más tenemos que temer vaciar el contenido. Jesús habla poco pero facilita el poder entender lo que nos dice. Cuando Jesús habla de no juzgar y de entender al pecador, ya está la imagen grabada de los discípulos de tantas veces que ha perdonado y se ha puesto del lado de los pecadores. Nos viene bien en este tiempo de Adviento preguntarnos ¿somos capaces de en verdad ver si estamos viviendo lo que decimos?. Hagámonos cargo de nuestras palabras, hablemos con peso, con autoridad, integrados en lo que hacemos y decimos.
Que en este adviento podamos acercarnos a Jesús. Acercarnos para aprender y dejarnos transformar por Jesús. Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?”. Los sumos sacerdotes se acercan para cuestionar, para intentar hacer pisar el palito, y no para ser cuestionados.
La autoridad tiene la marca de lo cotidiano. Hay personas que están como disociados, y suben al atrio y se transforman, pero después no son vida, como si fuera una cuestión de roles. La autoridad se muestra en lo de todos los días, cotidianamente.
A todos nosotros nos ungieron con el santo crisma en el bautismo, nos perfumaron al ungirnos. La misericordia es ese perfume de Dios. Nosotros podemos transmitir la fragancia de Cristo en cada uno de nuestros actos, por más sencillos que sean. La fragancia de Dios, el santo crisma se desparrama despacito y es el perfume que impregna todas las cosas.
Padre Alejandro Puiggari
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