El Celibato

martes, 5 de mayo de 2009
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    Tal vez a raíz de hechos que se han dado a conocer en estas últimas semanas de varios sacerdotes que dejaron sus hábitos y comunicaron públicamente que tenían o que querían casarse, mantener una relación estable de pareja, junto con eso todas las noticias referidas al presidente de Paraguay, han vuelto a poner en el tapete nuevamente el tema del celibato sacerdotal
    Quisimos hoy hablar sobre algunas cuestiones que están bastante confusas y algunas otras cosas que necesitan ser revisadas en torno al tema del celibato, y vamos a hablar de este tema con el Padre Daniel Blanco.

GL: ¿Te parece pertinente que “el tema” en relación a las noticias vinculadas  con el abandono del ejercicio del ministerio de algunos sacerdotes o el hecho de que un ex obispo haya tenido muchos hijos y haya mantenido relaciones con distintas mujeres esté ligado al tema del celibato? Es decir: acá uno podría decir que el tema es “la dificultad para un compromiso estable” que puede afectar tanto a personas célibes como a personas casadas, la
dificultad para hacer opciones definitivas en la vida”.

Opinan los oyentes:
–    Creo que Lugo no ha cumplido con el compromiso del Evangelio de la fidelidad. Además considero que tampoco lo de él es paternidad responsable, no es responsable de la institución ‘familia’, y creo que tampoco ha tenido en cuenta el amor hacia otra persona.

DB: El tema del celibato intriga, abre preguntas. Eso por un lado me alegra, el hecho de que la sociedad se pregunte “¿será posible vivir esto?”. Los sacerdotes, y otras personas por su vocación religiosa, otras por opción particular, vivimos el celibato como una opción válida en su vida. Creo que en estos días hubo muchos temas dando vuelta. Respecto al presidente de paraguay, lo que más dolió es que esto debiera ser aclarado con cuidado con anticipación, para no defraudar la confianza de mucha gente puesta en esta persona como sujeto con garantías éticas.
    Pero aún sin que sucedan estos hechos, creo que el tema del celibato debe ser hablado más en la Iglesia a todos los niveles con la seriedad que el tema requiere.
    Cuando generalizamos, cuando hacemos opciones absolutas, no estamos tratando el tema con seriedad, (quienes no están a favor del celibato, o es pederasta, o es homosexual, o es un pervertido…es imposible vivir el celibato) Si partimos de una afirmación categórica, indiscutible, que se plantea como un dogma, y de allí se descalifica a quien piense diferente, o se sospecha de él. Si ese se constituye en el único enfoque, o en el enfoque privilegiado, no se está tratando el tema seriamente.
    Acepto que el celibato, como el matrimonio, como el ejercicio de una profesión, o determinada máscara social puede encubrir muchas cosas, y eso no es ninguna novedad y se ha dado siempre a lo largo de la historia.
    Creo que uno debiera acercarse al tema reconociendo la experiencia de vivencia gozosa de cantidad de hermanos que han vivido el celibato a lo largo del tiempo.

GL: ¿Dónde se nutre esa experiencia gozosa y plena del celibato?

DB: Ciertamente que no en una patología de base. Por eso es también erróneo partir del análisis de los casos patológicos –aunque también hay que considerar esos casos, porque son parte de la realidad-.
    Creo que el celibato no se puede enfocar desde otra perspectiva que desde la vivencia humana del amor, y de la enorme capacidad que tenemos los seres humanos de vivir el amor no solo de un modo, sino de muchas maneras. Vivir el celibato es una forma de amar. Cuando no se vive así, se vive mal. Entonces el celibato se constituye en fuente de infelicidad, de frustraciones, de profundo sufrimiento para la persona célibe y también para su entorno.
    El aprendizaje para el amor es de todos. No demos por supuesto que quien va por el camino del noviazgo y del matrimonio o de la formación de una pareja, ya , de suyo, aprendió a amar. Aprender a amar es la tarea más grande, más importante, más central en la vida de todos los hombres. Por eso no nos debería sorprender que tengamos dificultades, tanto los célibes como los casados, para vivir el amor plenamente. Todos pasamos por situaciones de aprendizaje, de maduración: soportarse, tolerar, ayudarse a superar dificultades reales, tanto los célibes como los esposos en la vivencia del amor conyugal. A amar se aprende.

Le he prestado la mano a Jesús, el quería escribir de su luz
y es por eso me olvido de mi, y lo dejo que escriba
me hago a un lado y lo dejo escribir, es hermoso mirarlo escribir
y me niego a mi mismo, y conviene que guarde silencio

porque puedo aprender de las cosas que tienen sentido
y nos sirven de mucha experiencia que uno a vivido
oh Señor pon tu letra en tu son pon tus dichos en esta canción
hace falta escucharte otra vez, para sentirse vivo

Y me sigo dejando llevar, no quería que hubiese un final
y es que cada palabra que escribe, me llena la vida
el Jesús que una vez conocí, se quedo conmigo a vivir
yo no cambio por nada del mundo, esta gran alegría

GL: ¿Por qué esta forma de amar, cuyo camino abre el celibato, excluye la vida en pareja?

DB: Se me ocurre contestar la pregunta de otra manera. ¿Por qué la violeta no es un clavel?. Lo que digo es que hay otra forma de amar distinta del amor conyugal: es el amor virginal que vive Jesús. Jesús se constituye en modelo de vida para sus discípulos. Jesús fue realmente hombre y vivió realmente una entrega de corazón célibe, virginal, al Padre y a sus hermanos. Ese amor, a algunas personas, nos invita a seguir sus huellas (por supuesto con cantidad de deficiencias respecto de Jesús que, en esto como en todas las demás cosas, nos muestra a los hombres verdaderos rostros de lo humano). A mí me encantaría poder amar a los diferentes, a los enemigos, como los amaba Jesús. Que yo no siempre lo logre, no significa que eso no sea el sendero normativo por el cual debo avanzar si quiero ir hacia una mayor libertad humana.
    Yo no dejo mi corporeidad,  mi sexualidad al margen cuando me decido a amar. Y esa integración no es tan sencilla
    El célibe no es quien “ha obtenido permiso” de alguna parte para no amar, o para amar a todos en general sin amar a nadie en particular. Esas son posibilidades, son riesgos y son pecados que se han cometido, se cometen y se cometerán. Como también hay gente que define el matrimonio como ‘la tumba del amor’: ‘estábamos tan enamorados, hasta que nos casamos’.

GL: En la historia de la humanidad hubo muchas comunidades que hicieron opciones celibatarias o estilos de vida virginal, tanto en religiones como el budismo como en estilos de vida no religiosos. Da la impresión de que la opción por el celibato tiene también desde lo natural propiamente dicho, tiene una riqueza, una fuerza, una potencialidad que la humanidad –o algunas comunidades-, han valorado y han encontrado en ella una fuente de riqueza
GL: La identificación con Jesús establece un modo de amar virginal que es fuerza para muchos hombres y mujeres en la vida de la Iglesia. Esta fuerza de la virginidad también se vislumbra en otros sistemas de creencias, en otras religiones (Ghandi, en sus últimos años de vida, aún casado, hizo una opción por la vida virginal) Entonces daría la impresión de que el celibato es una fuerza,  una fuente de plenitud de la cual los hombres han bebido más allá de las fronteras de la Iglesia

DB: Creo que el celibato es una posibilidad humana cuando los hombres encontramos un objeto en el cual concentrar nuestras energías que tenga tal capacidad de atracción, una causa tan convocante que sea capaz de polarizar nuestras energías. Este es un tema que está muy estudiado desde Freíd por los psicoanalistas y reconocido en cantidad de personas que lo han vivido como un elemento integrador –y no desintegrador- de su personalidad. Solo que estamos hablando del celibato sacerdotal, y allí sí la figura de Jesús asume un rol preponderante. Jesús es modelo para todos los cristianos, y los valores que él propone los tenemos que vivir todos. Algunos, en la enorme cantidad de vocaciones, carismas y dones que el Espíritu suscita en la Iglesia, seguimos a Jesús por un camino de identificación más particular con algunos aspectos de su vida en este mundo.

GL: Pero cuáles son las características de este amor virginal, celibatario de Jesús?

DB: la pobreza, la obediencia, la virginidad o el celibato son características del estilo de vida de Jesús. El amor virginal de Jesús fue un amor polarizado en la voluntad del Padre y abierto desinteresadamente, y con preferencia por los más humildes. La nota quizá más particular en la vivencia del celibato por parte de Jesús es que  permite vivir con tal grado de libertad que lo acerca a aquellos  que no solo eran los menos amados sino los desechados, los rechazados del mundo. Esa para mí es una  de las notas más características: el celibato es compatible con la pobreza y la obediencia porque dispone a la persona para una entrega libre y total al proyecto inclusivo del Padre en una libertad para cualquier cosa que pudiera impedir el despliegue del amor al modo en que Jesús lo vivió hasta dar su vida en la Cruz. De eso se trata en definitiva: de amar como amó Jesús. Jesús saltó por encima de los tabúes, acortó distancias.
    Una de las cosas que más hacen “des-creer” al pueblo cristiano de que se esté viviendo bien el celibato, es la falta de libertad con que muchos célibes vivimos el Evangelio. Quizá eso no se tenga que conectar tanto con el celibato mismo, sino con una profundización en el seguimiento de Jesús y en el apasionamiento lo más profundo posible con el Reino, que fue lo que identificó a Jesús el se propuso hacer presente el Reino de Dios en el mundo como experiencia de liberación y de vida para todos, poniendo en el centro a los pobres. Por eso cuando un célibe vive en condiciones de confort, de aislamiento de la intemperie en la que viven el resto de sus contemporáneos, yo desconfiaría de ese célibe. El célibe es quien vive con un corazón encendido de amor por el Reino, comprometido realmente para que el evangelio de Jesús se haga realmente presente en la historia aquí y ahora. Si en el corazón de una persona casada seguramente están grabados a fuego el rostro de su esposa y de sus hijos, de sus seres queridos y más cercanos, en el corazón de un célibe deben estar grabados los rostros de los pobres.

GL: A propósito de eso, creo que en muchas personas funciona una asociación sacerdote u obispo comprometido con lo social, lo político: sacerdote que adopta una actitud liberal con respecto a su moral personal. Parece ser frecuente –dicen algunos-, que los sacerdotes que no respetan su celibato o no lo toman con la fuerza que debieran tomar su celibato, son siempre los que están vinculados a los pobres o los que están vinculados a un compromiso social. En cambio los sacerdotes que están recluidos en una vida más piadosa, mas ritual, mas sacramentalizada, daría  la impresión de que esos sí son fieles al celibato.
DB: ese es un estereotipo que no se corresponde con la realidad. El panorama es bien variado. Tal vez se asocia eso porque los sacerdotes más comprometidos con lo social son por eso mismo más conocidos y provocan por eso más resonancia en el sentido que sea, ya sea rechazo o aprobación por parte de la sociedad. En testimonios que yo he recogido, por ej Mos. Angeleli de quien no se puede discutir su profundo compromiso con la proyección social de la justicia del evangelio, desmienten categóricamente esto. El logró una integración afectiva tan profunda, tan verdadera, que lo trasuntaba en cualquier contexto humano: él no tenía problema de abrazar, besar, decir palabras cariñosas, de aproximarse, porque sabía dónde estaba su corazón: en el Señor y su Reino, y estaba en los hombres para invitarlos a reconocer su dignidad de hijos de Dios, hermanos de todos. Ahí tenemos un ejemplo claro de un hombre que vivió una afectividad muy rica, un hombre bueno, que desbordaba cariño, generaba espacios de humanidad por donde quiera que iba. Todo habla de un corazón sereno, habitado por virtudes, dones, gracias.

GL: Un corazón que ama como describís vos, corre riesgos, entre otros, el riesgo de enamorarse. ¿qué hace un corazón célibe cuando se enamora?  El hecho de que un célibe viva el amor virginal de Jesús ¿lo inmuniza, lo defiende, lo protege de cualquier enamoramiento?

DB: En absoluto. Los que vivimos esta respuesta a la vocación en el celibato somos seres humanos que tenemos corazón de carne como cualquier otra persona, y muchas veces tenemos como los otros, dificultades para sostener nuestro compromiso. El tema es cómo se reacciona frente a eso. De la misma manera en que los esposos pueden hablar de una alianza, los sacerdotes hablamos de un vínculo con el Señor. Yo no soy soltero: soy célibe: mi corazón tiene dueño. Uno tiene claramente definido dónde ha puesto el corazón, a quién se lo ha entregado, pero eso no me “vacuna” contra los avatares de la vida. Yo también he tenido épocas donde las cosas se hicieron más oscuras, más difíciles. Las personas no somos estáticas, somos dinámicas. Pero tenemos que tratar de descubrir el Amor que fundamenta nuestro ministerio. Yo permanezco ‘como puedo’ en mi fidelidad, en una lucha cotidiana. Vivir el celibato es tan difícil como vivir la armonía en la relación conyugal

 GL: Y entonces ¿por qué el compromiso tiene que ser definitivo tanto en el sacerdocio como en el matrimonio?

DB: Creo que es muy razonable, pero poco evangélico. Hay una frase del evangelio que dice “Si alguno quiere ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. En primer lugar Jesús no obliga a nadie, por eso dice ‘si alguno quiere’. La búsqueda de autorrealización personal a toda costa puede ser un ideal entendible en un cierto horizonte humano, pero para los cristiano las cosas se nos han revelado de otra manera: yo me realizo entregándome, muriendo. Por eso, el Señor tiene siempre una cuota de vinculación con el misterio de la cruz. Cuando no se mira al celibato desde allí, comienza a perder sentido. Ya a San Pedro no le entraba esto en la cabeza: “no Señor, ¡vos no vas a pasar por la cruz!”. Y eso nos pasa a todos en nuestras luchas, en nuestras búsquedas, y está bien que surjan esas preguntas en el corazón del pueblo cristiano, porque salieron también del corazón de los primeros discípulos. Y Jesús responde a Pedro “la entrega que mi Padre me pide es radical, absoluta. Es un amor nuevo, un amor que el mundo no conoce”. Seguir nuestras pautas razonables de vida, eso ya se venía haciendo. En el celibato hay algo de ‘locura’, como en todo amor grande. ¿Por qué para siempre? Porque el verdadero amor no admite chiquitajes.
    Cuando no hacemos ‘el duelo’, no terminamos de entregar lo que un día dijimos que entregábamos, no podemos vivir bien la opción que hemos hecho. ¿cuándo se vive bien esto? Por misericordia de Dios he podido vislumbrar una luz que a mi me orienta, me ayuda: sentir la pregunta que Jesús le hace a Pedro “Pedro, ¿me amas?” y poder decirle, desde mi verdadera realidad –no desde lo que me gustaría ser-: “Señor, vos que me conocés, sabés que te amo, y te quiero amar con todo y para siempre. Ayudame.”
    Creo que algo que ha hecho mucho daño a la iglesia es por parte de los sacerdotes pretender dar una imagen de impecabilidad que solo la encontramos en Jesucristo y en María. Nuestra respuesta se da siempre en un camino de conversiones.

GL: Creo que esta opción de renunciar a lo que se entregó la vamos haciendo todos en la vida: a medida que nos va ‘tironeando’ la naturaleza, volvemos a renovar nuestra opción.

DB: Y lo primero no es la renuncia. Lo primero es que alguien te robó el corazón. En mí, caló hondo aquel texto de Jeremías donde dice “me dije a mi mismo: ‘no escucharé más la voz del Señor’, y hacía lo posible por apagarla, pero era en mí como un fuego ardiente que estaba contenido en mis huesos, mientras más quería apagarlo, más se encendía”. Yo muchas veces me he revelado y le he preguntado al Señor ¿por qué me complicó la vida llamándome a ser cura? Y una y otra vez, lo que me sacó adelante fue la recuperación de aquella mirada fundamental del Señor a través de esas palabras de Jeremías: algo hay dentro de mí mismo que no puedo sofocar.
    Por eso digo que no es solo fidelidad a un mandato de la Iglesia. Es fidelidad a una voz muy honda dentro de mi. Esa es mi experiencia personal, lo que yo puedo compartir. No sé si vale para otros, pero yo creo que hay una vertiente en lo más hondo del ser humano que lo está llamando a algo en especial.

GL: Por una experiencia personal que tuve siendo muy joven, pude llegar a una conclusión: hay en el corazón célibe un ser humano de dolores, un corazón que sabe de la vida, y sabe hacer lugar a la problemática de otros, sabe mirar con amor y respetar las decisiones del otro porque es capaz de estar abierto a cualquier tipo de respuestas. Esa mirada, esa actitud, esa apertura sin límites, ese dar en el blanco del sufrimiento del otro es propio del corazón célibe.

Si quieres, te acompaño en el camino, y en el camino vamos conversando.
Y al conversar, tus hombros se descargan; descargas, pues tu peso voy llevando.

Pues pesa el peso de tu desencanto y es tu resignación aún más pesada.
Pero te sostendré, pues ya sostuve la cruz de toda cruz en mis espaldas.

Me duele que te alejes de los tuyos, y el creciente dolor de tu aislamiento;
pues toda mi pasión es ver reunidos a los hijos de Dios que andan dispersos.

Yo sé que ya no crees en nuestro sueño. Buscas seguridad retrocediendo.
Pero hasta en dirección equivocada lo mío es ir contigo, compañero.

SI QUIERES, TE ACOMPAÑO EN EL CAMINO SI QUIERES, HOY ME QUEDARE CONTIGO.

Escucha profecías, peregrino, No seas testigo de desesperanza.
Es hora que levantes la cabeza Y, aunque anochece, alientes la confianza.

Pues es posible ver de otra manera La trama que se te hizo tan confusa.
¿no ves el hilo de oro de la pascua Que rediseña todo lo que cruza?

¿no ves que desde dentro de las muertes la muerte fue implotada y ya no mata?
Y se revela el nombre de la vida: Y el nudo que te ataba te desata.

Partir juntos el pan en nuestra mesa descifra quiénes somos y seremos.
La Pascua nos irrumpe, amor de amores, lo más vivo venciendo lo más muerto.

Por fin sabrás quién soy, sabrás quién eres, mientras despiertas del antiguo sueño:
Y entenderás que es fiel a sus promesas el Dios que prometió ser compañero.

Y de la historia mía y de la tuya ya no te escaparás, ni tendrás miedo.
Verás la historia como historia abierta y la esperanza arder su ardor sereno.

Y sentirás nostalgia de tu gente. y querrás compartir tu aliento nuevo.
Sin más demora, ponte ya en camino. sin más demora, ponte en medio de ellos.

Y brillará en tu fe de caminante mi nombre y mi misterio de “camino"
Y de mi fiel estar-acompañando tu amor de acompañante será el signo.

DB: A veces se mira a los sacerdotes con una mirada sacralizada. Los sacerdotes somos hermanos entre hermanos a quienes Dios nos llamó a vivir una vocación particular al servicio de la humanidad. La Iglesia  latina ha considerado muy acorde a ese ministerio y ese servicio, el celibato, que es un don de Dios, que es una gracia que hay que acoger y a la cual hay que corresponder y que ponemos claramente como signo y estímulo de caridad y amor al servicio de toda la gente. Pero también podría ocurrir que esto sufriera una modificación en el futuro. Es claro que esto no fue siempre así. Pero es claro también que hay muchas razones para que quienes hoy vivimos el sacerdocio célibe, busquemos también que esto sea verdaderamente un cauce auténtico de entrega al servicio de los hermanos.
    Nos hace bien que la gente nos vea como personas que necesitamos el apoyo, el cariño, la palabra reconfortante de un hermano, y a veces también necesitamos de un ‘tirón de orejas’, un consejo. Igual que los esposo, nosotros también necesitamos ser sostenidos para vivir nuestra vocación.
    La gracia que Dios nos dio es para ponernos como servidores entre los hermanos como lo hizo Jesús
     El hecho de ser sacerdote no significa de suyo que uno sea más santo que nadie. Hay que desacralizar para humanizar. A Jesús solo lo podemos seguir en la medida en que seamos verdaderamente hombres. Jesús fue verdadero hombre y nos mostró el camino de nuestra verdadera humanización: poner nuestros pies en sus huellas nos humaniza. Cuando nos comprometemos a fondo con el Evangelio nos comprometemos a fondo también con lo humano. Y también quien se compromete plenamente con el hombre se están comprometiendo plenamente con el evangelio aunque no lo expresen

GL: A veces esa mirada de la gente que como vos decís, los ve muy sacralizados y los pone sobre un trono, también constituye un poder del cual puedo o no hacer uso, puedo alimentarlo, desarrollarlo o no. El celibato como poder

DB: El tema del poder en la Iglesia es un tema serio que hay que abordar en profundidad. Puede estar vinculado con el celibato o con otras cosas. El tema es haber distorsionado tan diabólicamente esto del poder y haber dado vuelta las cosas. Jesús es nuestro Maestro y Señor y es quien tiene todo el poder, y El mismo es el que se pone como servidor. Una Iglesia que no se haga sirvienta de la humanidad no es una Iglesia discípula de Jesucristo. Si el celibato sirve para acrecentar la conciencia de un poder, o el ejercicio de un poder en contra de otros y no como cauce de servicio en la caridad, evidentemente es una distorsión de lo que se intenta decir cuando se afirma el celibato como un valor.
      
GL: ¿Por qué se asocia sacerdocio y celibato?

DB: En la Iglesia latina ya es bastante secular esta tradición de unir sacerdocio y celibato. En la Oriental, en cambio, se ha mantenido la posibilidad de contraer matrimonio. De manera que no es de la esencia del sacerdocio que quienes son llamados a él tengan que ser célibes. Hoy por hoy, en un sentido pragmático, diríamos que el estilo del ejercicio ministerial se asocia muy directamente con aquella disponibilidad full time para atender a todos con toda la energía, toda la afectividad al servicio de la comunidad, que difícilmente se podría compatibilizar con la vida de familia

GL: Ahí, en la superficie de la realidad cotidiana, es donde todos podemos palpar la raíz de la situación. Esta disponibilidad práctica, concreta, de tu tiempo, de tu energía para el ‘samaritano’ que se te cruce en el camino, si tuvieras hijos, estarías dañando la vida de los hijos, porque serías un papá que está siempre puesto al servicio de la comunidad, siempre para afuera, y de alguna manera hay una prioridad, una jerarquía de afectos. Los hijos necesitan sentir que ellos están primero, y los de afuera después. Y el sacerdote tiene justamente al revés: primero la vida de los demás.

DB: Muchas veces me ha tomado esa ‘nostalgia’ de haber formado una familia, como también sucede lo contrario: amigos que se han casado y me dicen ‘a mí me gustaría vivir la vida que vos vivís’. Y eso es bueno también, porque debemos aprender a respetar nuestros límites: nadie vive “todas” las realidades humanas. Hay cosas que yo voy a vivir siempre ‘mediatizadas’ a través de mis amigos casados, mis hermanos, mis sobrinos.
    Uno puede entregarse al Reino de muchas maneras. Seguramente los sacerdotes casados, en el oriente, se las han de tener que ingeniar para poder vivirlo y seguramente con una gran generosidad.
    Creo que este es un tema que la Iglesia lo tiene que plantear con libertad de Espíritu, es decir, con la capacidad de no tener miedo, porque Dios es nuestro padre, porque el Espíritu nos empuja, porque hay que tener esperanza, porque el Reino ha sido ya definitivamente hecho presente en la historia en la persona de Jesucristo.

GL: Yo espero que la Iglesia, al menos en la parte jerárquica, diga “estamos acusando recibo” de los fracasos que van tomando cuerpo en las noticias, estamos reflexionando. Que no se presente como algo blindado, impenetrable a la reflexión de los nuevos signos que se van dando en la realidad.

DB: El pueblo de Dios tiene que abrirse a la Palabra y al Espíritu para que le vaya sugiriendo los nuevos rostros, los nuevos modos de la Iglesia del siglo XXI. Creo que nadie lo tiene tan claro. No tenemos que acusarnos unos a otros o descalificarnos, o sospechar actitudes de exclusión. El que se separa –en este caso del ministerio- vive una experiencia un tanto traumática que hacen que muchas veces no encuentre la forma de mantener una buena relación con quienes se separó aunque sea un tiempo.

GL: Es como el hijo que se separa de la madre en la adolescencia: la madre lo busca, le quiere dar el cariño y el chico reacciona mal, porque para separarse de semejante referencia tiene a veces que tener una actitud un tanto violenta

DB: Una iglesia de verdad fraterna, sin las rigideces que se dan en ciertas comunidades, harían más fácil todo. Los vínculos de fraternidad tienen que ser recíprocos.

–    ¿Por qué es tan flexible la Iglesia con aquellos sacerdotes que se equivocaron y tan estricta con aquellos laicos que se equivocaron porque creyeron que se enamoraron? En caso de los sacerdotes ¿qué pasa? ¿los dejan sin Comunión?

DB: La palabra clave es “misericordia”. Tenemos que aprender a mirarnos más misericordiosamente todos. Probablemente también la disciplina de la Iglesia a la luz del corazón misericordioso de Cristo tenga que revisar muchas de estas cosas. También me parece importante aclarar que nunca las generalizaciones son buenas. Eso solo sirve para alimentar nuestro morbo culposo indudablemente alejadísimo del evangelio. Pongámonos más bien en una actitud positiva. Yo intenté mostrar hoy que si bien el celibato no es la vocación de todos, si bien también puede ser vivido por motivaciones in-auténticas, también puede ser la vocación verdadera de algunos, fuente de un gozo muy grande y canal por el cual el amor que todos estamos llamados a vivir se exprese en el mundo. Creo que la humanidad de nuestro tiempo, como la de todos los tiempos, sigue necesitando eso.
    La opción por el otro es una de las claves de la Educación para el amor, y también de la educación para el celibato –que se encuadra también dentro de la educación para el amor-: solo en la medida en que yo reconozco al otro como otro y al amor precisamente como la capacidad de salir de mi mismo para ir al encuentro con el otro generando un vínculo que no es simplemente la prolongación de mi sino la apertura de mi a la novedad del otro (novedad que no siempre es conforme a mis expectativas, porque si no ,no sería realmente ’otro’ y que me abre a algo nuevo, es fundamental. Por eso la vida espiritual de un sacerdote entendida en un sentido fuerte, auténtico, donde Jesucristo para a ser realmente Alguien, el Reino pasa a ser realmente aquella realidad a la cual somos convocados para ofrecer en la persona de los hermanos, que son otros, todas nuestras energías, solo desde ese ángulo se puede vivir auténticamente el celibato, como manifestación de amor.

GL: Al hablar sobre el corazón virginal del célibe, de alguna manera estamos hablando del corazón humano. Y esa es un poco la garantía de la plenitud del celibato: esa apretura del corazón tan grande que al tocarlo sentimos que tocamos la esencia de lo humano. Eso es lo que se siente cuando uno se pone en contacto con Jesús. Todas las otras circunstancias pasan a un segundo plano

DB: Cuando hablamos de estos temas los hombres nos sentimos en una profunda comunión. Uno cava una fosa aquí, otro allá, pero hay una napa profunda que nos vincula a todos. Esa napa profunda es la necesidad que todos tenemos de haber sido amados, haber sido generados desde el amor y de poder ser habilitados para amar. Los célibes también tenemos una inmensa necesidad de esto, y solo echando raíces en esta napa profunda nuestra vida se hace auténtica y feliz. Esto es lo que uno intenta comunicar. Un célibe no tiene menos que ser un ser humano pleno. Si no lo es, ahí hay que entrar a cuestionarse: el celibato sería entonces una máscara que encubre a la humanidad empobrecida de esa persona, y esto sí es triste. El discípulo de Jesús debiera ser un hombre pleno. Cuando vemos personas célibes que viven la consagración de su vida como empobrecida manifestación de su humanidad, tenemos que empezar a preguntarnos ¿qué ha pasado allí?. No me parece que esto siempre tenga que ser aplicable al celibato. Creo que bien puede ser como la máscara que permite ocultar otras cosas. En primer lugar hay que enfrentarlo y llamar a las cosas por su nombre. La verdadera vocación al celibato es una habilitación para amar con un corazón enteramente libre a todos, sin exclusión, con una inclusión lo más abarcativa posible.

He sabido de Ti en hora buena que has entrado en mis noches Jesús
Tu rebaño, Pastor, calmó mis penas, has saciado mi sed con tu luz
Y a pesar que nada cambió, me has tenido,
tu amor baña y enriquece lo que soy
Con mi pobreza, toma mi alma Señor
Solo tu calma y amor quiero llevar en mi
Quiero entregarme a Ti.
 Hasta ayer solo llenaba mi guitarra con la sed de apagar tanta soledad.
Y ahora en cambio tu milagro se ha hecho cuerda , me  has motrado la propuesta a tu verdad.
Necesito continuar al lado tuyo, necesito de tu gracia  y humildad
para ser libre toma mi alma Señor, solo  tu calma y amor quiero llevar en mi, quiero entregarme a Ti, solo a Ti