15/04/2016 – En el 6to encuentro del Taller Radial para Catequistas nos centramos en la Iglesia como comunidad que en continuo movimiento va cambiando. Puntualmente, ahondaremos en el Concilio Vaticano II.
El Concilio Vaticano II es una acontecimiento y un proceso que marca un antes y un después del siglo XX. Habría que hacer un poco de Historia como para entender el momento determinante del Concilio en la vida de la Iglesia.
En primer lugar es importante tener en cuenta esta experiencia eclesial: “Iglesia Semper reformanda” es decir, la iglesia siempre ha de ser reformada. Por la sencilla razón que seguimos a Jesus, y él hace nuevas todas las cosas (Apoc. 21, 5). Hacer nuevo no significa romper todo y comenzar de 0, sino recrear, pero confiando en la acción del Espíritu y en la promesa de Jesus: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 1 ss).
A lo largo de la Historia de la Iglesia vamos a ver distintos movimientos de renovación:
+ Reforma de la vida monacal
+ Aparición de las ordenes Mendicantes con Santo Domingo y San Francisco de Asís
+ La reforma que comenzó con Trento
+ Los Movimientos de reforma a principios del S. XX:
Pío X, con la comunión a la edad de 7 años y la catequesis posterior Movimientos Litúrgico en Bélgica y otras países Movimiento Bíblico con las nuevas herramientas para el estudio e interpretación de la Sagrada Escritura Movimiento Teológico con la llamada “Nueva Teología” Movimiento Catequístico que en nuestro país tuvo su primer Congreso nacional en 1962 ¡Meses antes del inicio del Concilio Vaticano II! Allí tuvo un desempeño destacado fue Frans De Vos
Así llegamos al Concilio Vaticano II que comenzó el 11 de Octubre de 1962 – Lo convoca Juan XXIII y finalizó el 8 de diciembre de 1965 – con Pablo VI.
Nos parece necesario ver que los procesos de reforma no son “hechos aislados” sino que hay gente que, dando su vida por ideales nobles y evangélicos, construyen el Reino esperando el tiempo oportuno… el tiempo de Dios. Por esto mismo, utilizo una expresión que usaba Juan XXIII, “Un nuevo Pentecostés”, como una inspiración del Espíritu. El mismo decía que el Concilio quería ser “un poco de aire fresco para la Iglesia”…
El Concilio tiene varios documentos, entre ellos hay 4 Constituciones, que son como los documentos medulares para poder entender a todos los demás.
Para el tema de hoy, necesariamente tenemos que recurrir a uno de ellos: que se llama “Constitución Dogmática sobre la Iglesia”. Más conocida como Lumen Gentium o en nuestro idioma: Luz de la Gente… ¿pero quién es esa luz? Y el concilio lo dice claramente: Jesús es luz de las gentes, de los pueblos, de las naciones… algo que estamos celebrando desde la Vigilia Pascual
Algunas ideas que nos dice el Concilio sobre nosotros como miembros de la Iglesia Iglesia Misterio… LG 1. Similar, parecido al misterio de Jesús, el Verbo que se hizo carne. + Somos Comunidad de fe, pueblo de Dios. LG cap. II. +Somos Una, porque incluimos a todos los seres humanos. Que incluye a todos los hombres: incluso a los de buena voluntad. + Somos comunidad Santa, porque somos soñados, pensados, fundados y animados por el mismo Abba/Imma. + Somos una asamblea Católica porque los somos interlocutores con todos los hombres. + Somos una experiencia Apostólica porque seguimos a Jesús de quien dieron fe los apóstoles y todos los demás (Cf. Lc. 24, 33.) + Somos solidarios, porque todos los anhelos y deseos, proyectos y sueños de la humanidad, no son ajenos a nuestra vida y vocación. + Somos una expresión humana de fe, porque todas las dimensiones de la vida tienen resonancia en nuestro corazón. + Somos servidores, porque nuestro camino es el hombre, todo ser humano. + Somos promotores de humanidad y de justicia, porque queremos que todos los hombres sean libres, felices y vivan justamente, realizando en ellos y en nosotros la voluntad de Dios: que es la salvación (Cf. DV. 2)
+ Somos profetas, porque anunciamos la Buena Noticia, y denunciamos todas las situaciones que conculcan la dignidad humana, que muchas veces se ven en la misma Iglesia. + Somos fraternos, porque todos somos hermanos, porque no hay distinciones de dignidad sino de funciones, pero nunca estas últimas son mejores que las primeras. + Somos luchadores, porque impulsamos la renovación y la liberación de toda la humanidad. + Somos cálidos, porque acogemos, como lo hace el Padre, a todos las personas + Somos “Madre y Maestra” como nos lo enseñaba nuestro amado Juan XXIII + Somos misterio de amor, sacramento universal de salvación, pueblo de Dios, cuerpo de Cristo… Así, nos lo enseña el Concilio Vaticano II. + Juan XXIII; al iniciar el Concilio en 1962 dijo: que: “En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad”… Si si ya en ese año hablando de Misericordia. + Justamente, el Papa Francisco, quiso que el año de la Misericordia comenzara el 8 de diciembre del año pasado, porque ese día se festejaba los 50 años de la Clausura del Concilio Vaticano II… Quizás, sin expresarlo públicamente, el papa Francisco nos invita este año a volver la mirada y el corazón al espíritu del Concilio Vaticano II… Y a asociar Iglesia – Reforma – Misericordia… O que la Misericordia reforme a la Iglesia… a cada uno de nosotros + Esto Francisco lo afirma en la Bula con la que convocó al Año de la Misericordia, (Misericoridiae Vultus) 4:
“He escogido la fecha del 8 de diciembre por su gran significado en la historia reciente de la Iglesia. En efecto, abriré la Puerta Santa en el quincuagésimo aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II. La Iglesia siente la necesidad de mantener vivo este evento. Para ella iniciaba un nuevo periodo de su historia. Los Padres reunidos en el Concilio habían percibido intensamente, como un verdadero soplo del Espíritu, la exigencia de hablar de Dios a los hombres de su tiempo en un modo más comprensible. Derrumbadas las murallas que por mucho tiempo habían recluido la Iglesia en una ciudadela privilegiada, había llegado el tiempo de anunciar el Evangelio de un modo nuevo. Una nueva etapa en la evangelización de siempre. Un nuevo compromiso para todos los cristianos de testimoniar con mayor entusiasmo y convicción la propia fe. La Iglesia sentía la responsabilidad de ser en el mundo signo vivo del amor del Padre.”
El concilio Vaticano II dijo, repetidas veces, que la Iglesia es “sacramento universal de salvación” (LG 1, 2; 48, 2; 59, 1; GS 45, 1; AG 1, 1; 5, 1). Esta designación conciliar de la Iglesia como sacramento fue una novedad en la doctrina de Magisterio, antes del Concilio, jamás se había dicho.
Esta idea se venía utilizando, por algunos teólogos centroeuropeos, que influyeron en el Concilio Vaticano II. Ya la iglesia no es una “sociedad perfecta” sino “signo de la gracia”. Y esto me parece que es una novedad absoluta, y nos define en nuestra identidad y vocación… “somos signos de la Gracia”.
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