Entrevista a Cecilia Noriega, laica misionera de la Diócesis de Córdoba e-mail: [email protected]En todas las diócesis hay una comisión de “misión ad gentes”, un responsable para que puedan acercarse a preguntar los que estén interesados
Llévame donde los hombres necesiten tus palabras, necesiten mis ganas de vivirdonde falte la esperanza, donde todo sea triste simplemente por no saber vivir
Te doy mi corazón sincero para gritar sin miedo lo hermoso que es tu amor.Señor tengo alma misionera, condúceme a la tierra que tenga sed de vos
Así en marcha iré cantando por pueblos predicando tu grandeza señor.Tendré mis manos sin cansancio tu historia entre mis labios tu fuerza en la oración
Ser misionero es una actitud, una vocación que Dios pone en el corazón. Amo a esta etnia donde el Señor me envió en África y me gustaría volver a ir, estoy dispuesta a ir donde Dios quieran porque es este estilo de vida, con la mochila puesta donde El quiera, el que me hace feliz: Misionera “ad gentes”. Esto quiere decir, llevar a Jesús por primera vez a gente que no lo conoce. Uno forma una familia y puede decidir si tiene hijos, uno o varios. Dentro de lo que es la misión también hay varias maneras: uno puede disonar en el trabajo, en la familia, en barrios marginales, en pueblos del interior, en comunidades aborígenes… Hay otra manera que es a los que nunca oyeron hablar de Dios. Aunque nos parezca increíble, hoy hay hermanos que nunca han escuchado esta noticia de que Jesús nos salvó. Cuando escuchamos esto y nos lo tomamos en serio, nos cambia la vida.
La comunidad de los mocolé, donde estuve misionando tres años, son personas íntegras, con valores, sentido comunitario, sin mucha formación general (no han sido alfabetizados en el idioma de su país que es el francés, ni en su dialecto, que es el mocolé). Hay algunos escritos del Antiguo Testamento que se han podido traducir al mocolé por un sacerdote salesiano y por pastores evangélicos.. Ellos se comunican por su dialecto. Para el que va de afuera, el francés sirve de poco, y es necesario alguien que te ayude. Es interesante esto de aprender a comunicarse para que el mensaje vaya y vuelva.
El sacerdote que estaba como misionero lo hacía desde hace 12 años, y a la catequesis llegaban solo hombres. En ese lugar, la realidad es netamente musulmana (90%), y solo un 10% de religión cristiana –católica y evangélica-. Las comunidades se van constituyendo con la presencia de los hombres. El padre pudo ir integrando lentamente a las mujeres, en primer lugar las viejas (allá decir viejo es dignificar, darle valor a la persona adulta con toda la sabiduría que engloba el haber vivido), que mas bien observaban: de poca palabra pero con una presencia firme., Luego fueron llegando las mamás jóvenes con los niñitos atados a la espalda y otros de la mano, y más tarde los adolescentes. Y se fue conformando así el rostro completo de la Iglesia-familia. Este proceso fue hermoso. Habiendo raíces musulmanas, lo mas probable es que pervivan criterios de “harén”: la mujer no sale de la casa, la mujer no se va a inmiscuir en la cosa pública –y la religión es cosa pública-.
Llegamos con el bosquejo del trabajo que queríamos hacer, que era el de la formación de comunidades y el de la promoción de la mujer. Nos tocó trabajar también en el área de la salud, cosa para la que no estábamos preparados. Estos son países muy azotados por enfermedades como sida, meningitis, hay mucha mortalidad infantil. Esto es muy fuerte sobre todo para la mamá, que cuando pierde un hijo tiene que seguir siendo fuerte para los hijos que quedan. Y creo que esta alta tasa de mortalidad tiene mucho que ver con la ignorancia, con la imposibilidad de contar con recursos económicos ni con servicios de emergencia
En esta realidad tan dura, sobre todo para la mujer, ir insertando el mensaje cristiano es como estar en la época de Jesús, con los primeros cristianos. El Evangelio les cambia la vida, porque lo reciben y lo creen con toda la plenitud de la palabra. Por ejemplo, implica que delante de Dios el hombre y la mujer son iguales. Esto se les propone: que puedan compartir diálogos, que puedan compartir la economía, los hijos. Que puedan tener este espacio desde el cariño, desde el cuidado mutuo. Como toda la vida en la aldea es al aire libre, la habitación es solo para dormir, si se ven estos gestos, los otros tienden a imitarlos: “mirá: hablan” “mirá, rezan”, ”mirá: comparten”. Todo esto lleva su tiempo: uno va con la Palabra, ellos la van internalizando, y cuando la encarnan, la hacen vida, tiene sus frutos. En este caso, en la vida cotidiana, el Evangelio dignifica a la mujer, a los niños, a la persona en general. También es cierto que esto implica la ruptura de estructuras muy fuertemente arraigadas con las que la mujer se beneficia, pero el varón tiene que renunciar. Pero no queda un hueco porque es llenado por el amor, porque se van dando cuenta que éste es el camino.
GL: Momento de tomar conciencia de lo que es en cada una de las diócesis la “misión ad gentes” y cuánto nutre una comunidad. El testimonio dejado hoy por esta misionera que nutrió y se nutrió, y de cuánto nos ha nutrido.
También lindo para descubrir en este tiempo de Pentecostés, la acción del Espíritu Santo, vivo entre nosotros.
Preguntan los oyentes– Jesús formó una comunidad. Si los Evangelios no hubieran sido rescatados por los evangelistas ¿en qué habría quedado el testimonio de Jesús? ¿No habría desaparecido toda esa historia con el paso del tiempo?GL: No quiero restar importancia a los Evangelios escritos. No nos vayamos a los extremos. Lo que quiero decir es que el “Evangelio” no es el “libro escrito”. El “Evangelio “es el “libro hecho carne en una comunidad”. Por eso quise poner énfasis en esta realidad: JESUS DEJÓ UNA COMUNIDAD DE PERSONAS. LE IMPORTÓ QUE EL EVANGELIO, LA BUENA NOTICIA QUE EL TRAJO, QUEDARA ESCRITA EN EL CORAZON DE LAS PERSONAS, Y NOS DEJÓ SU PRESENCIA, SU ALIENTO EN EL ESPÍRITU SANTO DICIENDO ‘EL LES VA A RECORDAR TODAS ESTAS COSAS’
Los testimonios de personas de estas comunidades que hicieron del Evangelio un estilo de vida, nos dicen que también aprendieron por el Espíritu a leer el martirio. Personalmente acerca de esto, cuando sucedió el martirio de Monseñor Romero: Yo venía siguiendo su obra a través de su diario personal. En un momento me dije ‘¿por qué lo mataron, Señor? Al morir el Pastor se dispersaron las ovejas… Todo lo que acontece al suceder la muerte de un líder, de un pastor, de un santo. ¿Para qué sirve un mártir? Es mejor que esté vivo: sigue animando, sigue testimoniando, enseñando…’ Recibí esta respuesta: UN MARTIR SIRVE PARA SEMBRAR OTROS MÁRTIRES. Y he podido comprobar esto: a causa del martirio de quien da la vida por Jesús, después son muchos los que siguen su ejemplo. En vez de huir, en la dinámica del Espíritu, se suman, se agregan, se entusiasman. El testimonio del amor hasta el final conmueve lo más íntimo del corazón humano, convence más que toda doctrina, más allá que toda palabra. Claro que la muerte importa, sí. Pero hemos sido advertidos por Jesús. Porque por cada mártir la comunidad crece y se enriquece por una dinámica muy diferente a aquella dinámica de la que estamos acostumbrados desde la perspectiva humana. Hoy mismo, al escuchar los testimonios que nos trajo esta misionera, muchos oyentes están agradeciendo su entrega gracias a la cual nosotros somos hoy capaces de permanecer en las tribulaciones, en las arideces, en los ardores de la marcha, permanecer en la fe, en la esperanza.
Tanta sed, tanto dar por la buena tierra, madre fue y será de la libertad
– Al viejo glotón arrope dulzón, al niño llorón arrope con pan
Llegan ya los que van en su raza nuestra a ganar aquel pan que es su realidad
– Mantitas hay, calientes mantitas hay, vellón de luz y telar pa’las noches abrigar
Pueblo soy siendo luz del tiempo que pasa. Doy mi fe: yo sabré de ese despertar– Cacharritos cociditos yo les traigo con bracitay pa’que preparen humitas con queso y sazonaditas