Las Bienaventuranzas

viernes, 26 de junio de 2009
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Seguían a Jesús, grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la tras Jordania.  Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó y sus discípulos se acercaron a Él.  Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles diciendo:  “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos le pertenece el reino de los Cielos.  Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra como herencia.  Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.  Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.  Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.  Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.  Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.  Felices ustedes cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se les calumnie en toda forma a causa de mí, alégrense, regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo. De la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron”.

Mateo 5, 1-12

El texto se inicia diciendo, que Jesús contemplaba a la muchedumbre que lo sigue, sube a la montaña, se sienta y sus discípulos se acercan a Él. El monte significa en términos de Mateo para Jesús, que Él es el que viene a proclamar la nueva revelación en el nuevo Sinaí, es el nuevo Moisés. En ese contexto de auto revelación de Jesús, se proclama este anuncio de dicha, de gozo, de alegría, las bienaventuranzas.

En el monte de Sinaí, Moisés recibe la revelación de Dios ofrecida en la palabra hecha ley, y aquí la palabra muestra la nueva ley, más adelante, en el mismo texto de Mateo, en el capítulo 5, va a mostrar esto justamente, “a ustedes se les dijo en la ley antigua, ahora Yo les digo…”, y en el sentido más concreto de la revelación que aquí se presenta, es la teofanía, el gozo, la felicidad, la alegría que se puede encontrar en medio de las dificultades y el dolor, con lo cual, el camino está ofrecido desde la perspectiva del amor, como la nueva ley con una perspectiva de mucha esperanza, y como diciendo que no hay situación en la vida que pueda con esta presencia del amor de Dios presente en medio de nosotros, Jesús de Nazaret.

Tomando la palabra les decía, bienaventurados los pobres de espíritu, porque a ellos les pertenece el reino de los cielos, bienaventurados o dichosos, esta es una fórmula corriente, que aparece ya en los salmos y en la literatura sapiensal del Antiguo Testamento.

También aparece con frecuencia en los libros del Nuevo Testamento, especialmente aparece así, presentado en el Apocalipsis. Pero vamos por parte, qué significa la bienaventuranza de la pobreza, ¿está identificada con la miseria?, ¿tiene que ver con esa decisión de no querer crecer, madurar, sostenerse en la vida con un bienestar que lo pide, lo reclama la naturaleza legítimamente?, muy lejos de eso está la expresión de Jesús.

La diferencia entre los pobres de Lucas y los pobres de espíritu de Mateo, no es sustancial. Mateo, no se refiere a los que a pesar de ser rico, están espiritualmente despegados en su riqueza, sino la expresión es muy probablemente un eco de Isaías 61,1, “El espíritu de Yahvé está sobre mí, por cuanto me ha ungido Yahvé, anunciar la buena noticia a los pobres, me ha enviado a vendar los corazones rotos, a pregonar a los cautivos la liberación y a los que están privados de la libertad el gozo de ser liberados”.

En ambos casos, se designa la clase de pobre, que constituía la mayor cantidad de la población en el tiempo de Jesús. La expresión pobre de espíritu de Mateo, carga el acento en la condición humilde, de los pobres, más que en la efectiva carencia de recursos. Su pobreza les impide tener la arrogancia y la seguridad en si mismo, que es la característica de los que se sienten que son importante, de los que son algo. Con lo cual la categoría pobre, no es una categoría social, es teológica, es una categoría que establece un nuevo orden desde una mirada que Dios ofrece sobre la realidad.

Quien se siente dependiendo de Dios y en su vida todo está puesto en las manos de Él, es pobre. Quién confía que todo lo que hace en la vida está en las manos de Dios, es pobre. Claro, es el que no tiene posesión de bienes, tiene como al principio mayor disponibilidad o una mejor posibilidad de encontrarse con esta dimensión de confianza absoluta en la presencia de Dios que sostiene la vida, mucho más allá de lo que pueda uno con su propio esfuerzo conseguir en la misma.

Cuando uno en la vida se hace hacedor de lo que posee, en la lucha, en el trabajo, en el esfuerzo, en el ganarse el pan con sacrificio y siente que puede poseer lo que gana desde este lugar, tiene como una cierta mayor dificultad para encontrarse con esta dimensión. Pero cuando Dios se muestra grande, cuando Dios se muestra inmensamente mayor a lo que uno puede conseguir con su propio esfuerzo, rápidamente uno se ubica en esta dimensión, que es una categoría, repito, no tanto sociológica como teológica, y así encontramos personas que poseen muchos bienes pero que tienen un corazón desprendido, pobre, entregado a Dios.

Cuando la vida te da un golpe duro, en la posesión de sus bienes, o ante una enfermedad, o un sufrimiento, uno se da cuenta que la persona permanece en Dios porque no estaba atada a lo que poseía sino que lo que tenía estaba en manos del mismo Dios. La pobreza de la que aquí se habla no es una categoría social, es una categoría teológica.

Quiere decir que la persona se ubica desde su corazón, desprendida de todo, porque sabe que todo lo que tiene le pertenece a Dios. Es como vivir de cara a lo que se posee, sabiendo que lo que se tiene a uno no le pertenece, está en las manos de Dios. Desde esta perspectiva, Jesús dice, así van a poder ser felices, porque?, porque el corazón está libre, no está pendiente, ni dependiente del tener, se suelta, se libera, es capaz de volar, de soñar.

A esto nos invita hoy la palabra, a re significar el sentido de lo que poseemos, poniéndolo en las manos de Dios, y sabiendo que desde ese lugar, sea poco o mucho lo que tenemos, tomamos la libertad que nos falta a veces cuando nuestra vida está construida sobre el tener, más desde lo que somos. Claro, en el tiempo en el que vivimos, tiempo de consumismo, el tener y el poseer casi define a las personas. En este sentido la bienaventuranza de la pobreza, es una profecía para este tiempo, y un anuncio de que hay una riqueza mayor, de cualquier bien que podamos hoy poseer, de confort, de bien estar, que es el estar bien en Dios, lo que verdaderamente nos hace feliz.

Bienaventurados los mansos, dice Jesús, porque ellos poseerán la tierra en herencia. Los mansos son los mismos a los que se alude en Mateo 5, 3. los humildes incapaces de agresividad, no porque no tengan deseos grandes de vencer las dificultades propias que se presentan en la vida, sino porque su vida está puesta en Dios y saben que en Él vencen siempre y que en realidad son agresivos en el buen sentido de la agresividad, son capaces de enfrentar la vida con esa decisión y determinación que hace falta para acometer en ella con lo que supone ella como desafío, que en más de una oportunidad nos pone en situación de lucha para vencer lo que aparece como obstáculo en esos desafíos.

La mansedumbre, no es acá la incapacidad de reacción frente a lo que se presenta como desafío, sino capacidad de entrega en las manos de Dios, que con Él sabemos que vencemos en la espera del mejor tiempo para hacerlo con el Señor. el ideal de la mansedumbre se describe claramente, más adelante en Mateo 5, 39-42, “Les digo yo, decía Jesús, no resistan al mal, antes bien, al que te abofetea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra, al que quiera pleitear contigo, para quitarte la túnica, déjale también el manto y al que te obliga a andar una milla, vete con él dos, a quién te pida da y al que desee que le prestes algo no le devuelvas la espalda”.

Así en la vida de Maximiliano Colves, por ejemplo, cuando era por el verdugo castigado en el campo de concentración. El experimentaba, el mismo que le pegaba, cuanto vencía en la resistencia de el corazón entregado en Dios de Maximiliano, más te pego, decía el verdugo nazi, más me vences sacerdote de Jesucristo. Los mansos saben soportar desde la mirada, no en cualquier cosa sino, en lo que está más allá.

La mirada en la tierra que vendrá. Los mansos poseerán la tierra, ¿De qué tierra se habla?,  se entiende la tierra en términos escatológicos, el mundo nuevo que vendrá, que no es un más allá después de la muerte, es un más acá, que el mundo en el que vivimos ya no nos sirve cuanto y como está planteado, en donde las situaciones de injusticias estructurales en las que vivimos, el desencuentro en el vínculo que tenemos, las situaciones fraticidas en las que las guerras nos ponen enfrentados unos a otros, la lucha por el poder, como lugar de nueva dominación, desde ámbitos de distintas formas, nos hace pensar en que este mundo interiormente, no es un mundo habitable, no es el que uno siente, debe ser en el que estaba llamado a vivir, o es en el que se sentía que estaba llamado a vivir. Ese mundo con el que soñamos que es la tierra nueva, se conquista desde el lugar de saber esperar en las promesas con la que Dios va ha llevar a su tiempo las cosas como corresponden, que para eso falta paciencia, mansedumbre, resistencia, no como una actitud pasiva, sino como una actitud esperanzada en el tiempo mejor que vendrá.

La expresión recuerda la promesa de la tierra prometida a los patriarcas en el antiguo testamento. Los que saben esperar en Dios son los que esconden el secreto de los tiempos que vendrán. También los mansos de corazón son profetas del tiempo que vendrá y son los que van a poseer la tierra, la tierra nueva y el tiempo nuevo. Bienaventurados, dice Jesús también los que lloran, ellos serán consolados, aparece en Mateo 5,3 como un eco de Isaías 61,1. Aparece como el Dios que consuela al pueblo y que consuela particularmente a los que sufren bajo cualquier condición.

Dios viene a consolar a su pueblo y por eso dice, bienaventurados los que lloran porque los que lloran van a recibir no cualquier consuelo. Los que sufren y sufren esperando en Dios, el tiempo nuevo en el que Dios vendrá, ese sufrimiento se hace pasajero y es como ocurre dice el evangelio de San Juan, cuando la mujer va a dar a luz, cuando padece partos de dolor por la situación de la nueva vida que está viniendo, sufre en el momento de padecer el parto, pero una vez nacido, todo dolor desaparece, forma parte de la historia y en realidad lo que queda es el gozo de tener a su hijo entre sus manos. Así también es el tipo de consuelo que Dios da al que sufre y padece.

Cuando recibís el consuelo de Dios, cuando Dios es el que abraza tu corazón, vos te das cuenta que aquello que sufriste, porque sabías que tenías que pasar por ese lugar, para ir hacia donde Dios te estaba conduciendo, no es nada de cara a lo nuevo que Dios te regala con el don del consuelo y llevando a término lo que uno mismo con su esfuerzo intentó pero no pudo, hasta que el mismo Dios lo puso en su lugar. de esto dábamos testimonio días antes en Buenos Aires, cuando decíamos cuanta lucha y trabajo fue poner la señal de Radio María en la capital federal y gran Buenos Aires, años de búsqueda, de trabajo, de viajes, de reuniones, de propuestas, de discusiones, de intentos, de fracasos, de muchos que estábamos detrás de lo que Dios nos había puesto como promesa en el corazón, que alguna vez en esa poblada grande de 15 millones de habitantes, también la señal de esta pequeña obra de Radio María iba a estar presente.

Y fue que de golpe encontrarnos en unos pocos meses con una señal multiplicada, que cubre toda la población y que está ofrecida para que muchos encuentren lo que buscan y lo que anhelan esta presencia del Dios vivo que a través de esta señal se comunica. Cuanto gozo para el alma de quienes teníamos la responsabilidad de llevar adelante este proyecto y cuanto saber que en realidad éramos un simple instrumento de lo que Dios quería hacer a su tiempo, ni antes ni después, sino en el momento justo.

Por eso el sufrimiento, el dolor que este es nada a otros muchos que vos sufrís por causas muchos más vitales en lo existencial de cada día, yo te invito a que lo que te haga sufrir en este tiempo lo pongas en Dios y que te desprendas del dolor, no que dejes de sufrir porque posiblemente te toque padecer tu enfermedad, tu crisis, tus búsquedas, tus sueños del todo no cumplidos, tu lucha por llevar adelante la tarea que te corresponde cada día, con lo que supone empezar cada jornada en el contexto complicado en el que estamos, dónde no sabemos como se va a seguir desarrollando la historia, ni que nos espera en el tiempo que vendrá. Pero todo eso que angustia muchas veces tu corazón y con el que permaneces aferrado al dolor, casi como haciendo de él un motivo de vivir, yo te invito a que lo entregues en Dios y lo pongas en Él y vas a ver cómo y de qué manera la gracia del Señor hace que ese dolor, que posiblemente no se te vaya del corazón, tome una significación y un sentido distinto, y cómo el don del consuelo llega a tu vida.

Feliz de vos que en el medio del dolor y del sufrimiento puedas encontrar esta caricia de Dios, este consuelo del Señor, esta presencia suya que ungiéndote interiormente te permite sentir no solamente alivio, sino paz, gozo, alegría y capacidad de acompañar a otros que igualmente sufren y no le han encontrado el sentido que tiene ese padecer en su vida.

Bienaventurados, no porque está sufriendo, sino porque en medio de tu dolor, Dios se hace presencia de consuelo. El padecer y el sufrir, no es una realidad que le acontece a algunos en la vida, vos dirás, pero si hay algunos que la pasan muy bien, no te la creas, es una ficción muchas veces la que los medios nos presentan de los que la pasan bien por el mundo.

No hay personas que pasen por esta tierra, que como dice la oración a la virgen, no transite por un valle de lágrimas. Todos pasamos por el dolor. El sufrimiento es parte constitutiva del ser humano mientras transita por la tierra. Ese dolor puede ser transformado en fuente de vida cuando nosotros entregándolo en Dios, recibimos por parte de Él, el gozo y alegría, el consuelo que nos da la presencia suya que todo lo transforma y lo hace nuevo.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados, dice hoy Jesús en el evangelio. Que significa esto, la justicia de la que aquí se habla, de la que estamos hambriento y sedientos, es un término amplio diría yo, distinto al que a veces entendemos en la sociedad en la que vivimos, donde la categoría única que se ha establecido son lo mismo, es la relación entre ricos y pobres y la injusticia que se percibe en la distribución de los bienes materiales, si bien esta está incluida en el concepto de justicia de la que habla Jesús, en el evangelio de Mateo, es mucho más amplia, tiene que ver con toda las buenas relaciones que se deben establecer en el orden en la que deben estar, que se ha perdido por la fuerza con la que el pecado ha destruido las relaciones armoniosas. Y esto tiene que ver en la relación con Dios, con los demás y con lo creado.

Justo es el que vive en relación al el vínculo determinante en el orden de la vida que es el que establece la relación entre Dios y el hombre en su voluntad. Claro, para los fariseos y judíos del tiempo de Jesús, todo esto venía de la mano de la ley, ahora Jesús ha dicho claramente en el evangelio, Yo les digo que si su justicia no es mayor que la de los fariseos y escribas, no van a entrar en el Reino de los cielos. ¿Qué está hablando Jesús?, de un nuevo orden, este lo trae la caridad y el nuevo nombre de la justicia, es justamente la caridad, en términos del evangelio de Jesús. Es el amor el que establece el nuevo orden.

Cuando nosotros nos entregamos por amor a las personas con las que vivimos, con las que compartimos el camino y un amor que trascienda aún a las dificultades que nos ofrecen las personas que nos resultan agresivas en el trato, seguramente vamos a encontrar el orden que estamos buscando.

El orden y la justicia. El amor pone las cosas en su lugar. y hablamos no de un amor sentimental, pasajero, de enamoramiento, un amor de fondo, un amor que nos estructura la vida desde adentro, comprometido, entregado, que se expresa en sacrificio, pero que no es sacrificio, que muchas veces se hace sacrificio pero que no se entiende desde el sacrificio, sino que lo trasciende, que lo puede soportar porque va mucho más allá de lo que aparece como dolor, sufrimiento en la vida. Cuando que hay que entregarlo todo por ese mismo motivo de amar.

O acaso como hemos dicho en otras oportunidades, para vos cuando a la noche cuando te tenías que levantarte a cuidar tu hija, tu hijo, era un sacrificio, sí después habrá hecho el cuento, no me deja dormir, las noche que he pasado en vela. Pero seamos sinceros, cuando el amor es genuino por los hijos, esos son cuentos.

Hasta con gusto yo diría, que lo hacías. Es verdad que sarna con gusto no pica, no me vas a decir que no es así. Cuando uno hace las cosas por amor, por más que pase por dificultades y sea conciente mirando otras realidades que lo que hace tiene un sentido distinto, es sacrificio porque renuncia a alguna posibilidad, en realidad no le interesa mucho por lo que está renunciando o lo que le supone de entrega, porque está más movido por el amor que lo lleva que por lo que deja detrás.

De eso se trata de este tipo de orden nuevo que plantea Jesús. El orden del amor que nos permite poner las cosas en su lugar. y poner las cosas en su lugar, muchas veces supone justamente, salir de la comodidad, salir de el establecer, es movilidad la vida que propone Jesús y esa movilidad la trae el amor que nos hace poner las cada cosa en el lugar que tiene que estar, y no hablo de un orden externo solamente, sino de un orden interior que se expresa hacia fuera, en un orden interior que habla de lo que está adentro en el corazón.

Los fariseos tenían un orden exterior, pero adentro decía Jesús, estaban como podridos. Nosotros hablamos de un orden que va de adentro hacia fuera, desde los sentimientos más profundos, los pensamientos, los proyectos, la vida como proyecto, en Dios como proyecto y a partir de allí, todo lo que supone ir acomodando nuestra existencia en función de eso mismo que Dios nos ha revelado en el corazón y nos ha puesto en lo más profundo de nuestra interioridad. Eso se sostiene solo con una entrega amorosa. De eso se trata esta invitación de bienaventurados los que viven en esta justicia, en este orden, de vínculo de amor discernido con Dios que en el presente tiene un proyecto para nosotros, en eso creemos y en eso confiamos.

Padre Javier Soteras