12/07/2016 – Santa Teresa comienza a explicar lo que ocurre en cada una de las moradas. Hoy nos adentramos en la 2º morada.
“Estén prevenidos y oren para no caer en tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil»
Mt 26,41
En la Segunda Morada, Santa Teresa de Ávila explica la batalla o resistencia que ofrece nuestra naturaleza humana inferior una vez que hemos iniciado el viaje de regreso a nuestra esencia espiritual. Afirma nuestra amiga: “¿Quiénes entran en esta Morada? Las personas que ven la importancia de hacer oración y la hacen pero todavía no dejan de lado las ocasiones de caer. ¡Les agrada jugar con el fuego! Los que están en las Primeras Moradas son como mudos que no oyen. En cambio, los que están en las Segundas ya comienzan a oír los llamamientos que hace el Señor. A pesar de que todavía hay caídas y faltas graves, sin embargo la bondad de Jesús es tan grande y su interés por nosotros tan sin límite, que nos deja oír su suavísima voz. Quien la oye se esfuerza en responder y cumplir sus pedidos. No quiero decir que se oiga la voz del Señor. Esto ocurrirá más adelante. En esta etapa su palabra llega hasta nosotros por medio de conversaciones con gente buena, por una lectura, una prédica o conferencia espiritual”.
Otra cuestión a tener en cuenta es que al entrar en nuestra vida interior, atraemos las tentaciones. Aquí hay que entender que los polos opuestos se atraen. La bondad atrae al mal y la luz a la oscuridad. Para protegerse, Teresa aconseja no contar a los demás sobre sus experiencias interiores, salvo a las personas que estén en la misma sintonía, y puedan entender el proceso espiritual que se está realizando. Teresa subraya que las experiencias espirituales pertenecen al ámbito de lo privado, entre nosotros y Dios. Compartirlas con quien no debemos atrae envidias, críticas y celos. Esto dice sobre el llamado que nos hace el Señor: “Se escuchan esos llamados y surge un primer impulso a seguirlos…, pero no terminamos de dar el paso. No hay que desesperar. Jesús espera muchos días y hasta muchos años, en especial cuando ve constancia y buenos deseos de nuestra parte. Aquí la perseverancia es lo más necesario”.
En este estadio la persona se esfuerza en iluminar los conflictos y los miedos que habitan el alma, y que han sido descubiertos en la Primera Morada. Esto supone enfrentarnos con nuestra sombra y nuestros demonios interiores. Santa Teresa advierte que, a medida que se va progresando en el castillo interior, la persona se vuelve más vulnerable a los problemas psicológicos, mentales y espirituales de otras personas. Dice Santa Teresa: “La lucha interna llega a los límites de lo intolerable. Por un lado entendemos que la enseñanza de la fe es realmente valiosa y que merece toda nuestra dedicación pero, por otro lado, lo que vemos en el cotidiano vivir , con nuestros sentidos corporales, es subyugante; ¡tiene tanto atractivo lo que se ve y se oye! Está tan adormecida la fe que queremos más lo que vemos que lo que nos dice la fe. Se necesita la ayuda del Señor. Es preciso pedir y volver a pedir para que nos de fuerza en el camino emprendido. Que nos de valor para renunciar a todo aquello, incluso para dejar amistades que nos apartan de lo comenzado”.
Desde la perspectiva de San de la Cruz, es como si entráramos en una etapa de purificación de los sentidos. Paulatinamente vamos a ir pudiendo distinguir la voz de Dios en lo de todos los días. Podemos repetir el “Efetá”, osea ábrete, que dice el sacerdote en el rito del bautismo. Se pide abrir el oído interior y el corazón para poder oír lo que Dios está queriendo decir.
El alma entra en una tensión fuerte de dos mundos, representados, por un lado, por Dios, y por el otro, la naturaleza propia. La persona que ingresa en la Segunda Morada ha comenzado a tener oración, pero las voces que llegan del mundo exterior lo llaman a vivir cosas ajenas a Dios. En cambio, la voz del Señor tiende a persuadirlo a entrar en el castillo interior, ya que fuera de él no halla seguridad ni paz. Esta es la dramática tensión que vive el hombre cuando se encuentra en esta Segunda Morada, donde Jesucristo lo llama personalmente a conocerlo y a seguirlo.
Añade Teresa: “En las actividades comunes de la vida, abierta o secretamente, siempre se busca una cierta recompensa. Si se trabaja, se espera la paga; si hacemos un favor a un amigo esperamos, llegado el momento, una forma similar de tratamiento para con nosotros; si nos vestimos bien buscamos ser vistos o que se nos felicite por nuestro buen gusto… Siempre, siempre andamos a la conquista de una recompensa para nuestra persona. En el castillo interior se requiere un cambio. En etapas posteriores, el Señor regala a quien le sigue, pues nadie le gana en generosidad. Pero sería un mercenario quien anduviera tras sus regalos. El que comienza este camino de oración debe tratar, con todas sus fuerzas, de conformar su voluntad con la de Dios. Aquí radica la mayor perfección que se puede alcanzar en el camino espiritual. Quien más perfectamente tenga esta conformidad de voluntad con la de Dios, más recibirá de El y más adelante se encontrará.
Por lo tanto no importa si nos cuesta hacer oración. No busquemos ni aspiremos a obtener recompensas o ventajas en esta ruta de oración. Nuestra mirada debe ser que se haga su voluntad en esta tierra -tierra que somos nosotros- como la hacen todos los ángeles y santos que están en los cielos”. Nuestra amiga mística también insiste en que hay que purificar la necesidad que sentimos en nuestro interior de evangelizar, juzgar a los demás, o de adoptar una actitud de superioridad. Sostiene al respecto que los demonios internos saben exactamente cómo pulsar el botón de nuestras partes más oscuras para impedir que la luz de Cristo se expanda.
Padre Javier Soteras
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