No se nos llama en primera instancia a la actividad. Nuestra vida no consiste únicamente en transformar el mundo; si así fuera, quedaríamos atrapados en un círculo sin fin.
Si queremos transformar el mundo tenemos que empezar por amar y por abrirnos a la experiencia del amor, de lo infinito; experiencia tan frágil que empieza por un suave susurro de paz. Ahí, en unos momentos de oración o después de haber recibido el cuerpo y la sangre de Jesús, percibimos los primeros llamamientos del Espíritu al banquete de bodas; al encuentro con el Esposo; a la unión con el cordero.
Jean Vanier
en “No temas amar”
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