23/08/2016 – Felipe encontró a Natanael y le dijo: “Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret”. Natanael le preguntó: “¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?”. “Ven y verás”, le dijo Felipe.
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: “Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez”. “¿De dónde me conoces?”, le preguntó Natanael. Jesús le respondió: “Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera”.
Natanael le respondió: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.Jesús continuó: “Porque te dije: ‘Te vi debajo de la higuera’, crees. Verás cosas más grandes todavía”. Y agregó: “Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
San Juan 1, 45-51.
“¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?” La pregunta de Natanael nos demuestra como los juicios previos o los llamados también prejuicios nos cierran a la posibilidad de encontrarnos con lo nuevo, en este caso con la novedad del evangelio. El prejuicio de Natanael se venció a partir de una invitación a abrirse a una nueva experiencia: “ven y verás”. Ese llamado de Felipe abre los condicionamientos de Natanael que consideraba que de Nazaret nada nuevo podía salir.
Los prejuicios básicamente nos cierran a una experiencia de algo sobre lo que ya de alguna manera nos hemos formado una idea, la única manera de alimentar y enriquecer nuestra percepción o de favorecer una mirada distinta a la que tenemos es por el camino de una nueva experiencia, es el caso de Bartolomé quien guiado por Felipe se deja encontrar por Jesús quien dice conocerlo desde debajo de la higuera: “Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera”.
Yo te conocí y te amé cuando estabas debajo de la higuera. Este conocer de Dios a Natanael por la gracia del amor es la que lo abre a una percepción distinta de la que tenía respecto de todo lo que venía de Nazaret. Jesús lo conoce desde el amor que profundiza en su ser, Bartolomé se sabe amado y a partir de aquella experiencia de amor puede descubrir a Jesús en su condición de Señor y Dios: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.
Cuando uno ama y es amado mira la realidad con otros ojos. De ahí que para darse en la vida una nueva oportunidad y abrirnos al conocimiento de lo no sabido necesitamos la gracia de un nuevo amor que nos abra a un nuevo conocimiento a una nueva luz. En esa luz nueva nada nos parece extraño, el amor como experiencia fundante de la vida se transforma en una revelación.
En la vida hay experiencias de amor que nos muestran lo mejor de la vida, por las que vale pena vivir y darse todo. Experiencias que revelan lo mejor de la vida y por las que nos comprometemos con la vida. Cuando el amor cambio mi vida.
En el evangelio de hoy, donde Jesús revela la identidad profunda del corazón discipular de los que Él llama a su seguimiento, nos encontramos con una contagiosa presencia de amor que se comunica de unos a otros. Juan el Bautista se lo muestra a Andrés y a Juan, he ahí al cordero de Dios, estos se lo presentan a Pedro, Jesús que lo llama a Santiago mueve el corazón de éste para que termine por contagiar el corazón de Bartolomé. El amor de Dios que llama es contagioso.
El amor como fuerza contagiosa es la única posibilidad de transformar a un enemigo en amigo. El amor sigue siendo más fuerte, convincente y eficaz.
Pon amor y el fruto de sembrarlo con generosidad será sacar más amor. El amor compartido puede generar un círculo virtuoso. Radio María es un ejemplo de que un instrumento puede ser utilizado para el bien de manera virtuosa o para el mal, en nuestro caso la profundidad del compartir nos permite ahondar en el crecimiento de la fe.
Ambientes llenos de amor atraen, sanan, permiten respirar aire puro, nos dan claridad en los vínculos, nos regalan consuelo, nos fortalecen y traen paz. Son lugares desde donde somos invitados a imitar lo que recibimos y a propagar lo que el ambiente de amor nos regala.
Esa experiencia es la de la primitiva comunidad cristiana, la palabra de Dios dice que se unían cada vez más miembros a la comunidad por que veían como se amaban.
“Porque te dije: ‘Te vi debajo de la higuera’, crees. Verás cosas más grandes todavía”. Esta expresión indica que el amor es una fuente de conocimiento y en él se esconde la posibilidad de una gran sabiduría, así lo expresaba santa Teresita cuando afirma que el amor es una ciencia, es decir una fuente de conocimiento. Es por el camino de la caridad donde la inteligencia de conocimiento profundo del misterio de la vida se nos abre y a partir de ahí podemos movernos con seguridad y alegría, con libertad. En este sentido siguiendo la palabra de Jesús que dice: “verás cosas mayores”, nos animamos a afirmar que el amor nos lleva más allá de lo que suponemos o sabemos, o esperamos. En definitiva nos muestra nuevos horizontes, la vida se nos hace desafiante y llena de posibilidades. Ante esta experiencia, ¿cómo los llamados por el AMOR no lo van a dejar todo para seguirlo, si han encontrado el secreto de la vida?
Te invito a consagrarte al amor de Dios que muestra nuevos caminos y a animarte a vivir en Él.
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