El Mundo esta que arde …

lunes, 24 de agosto de 2009
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Entrando ya en el segundo tercio del ciclo “El Mundo está que arde” deseo compartir con Uds. algunas reflexiones, en función de lo que ya se ha tratado y de los temas por  venir.

En estos últimos días pude escuchar y recordar diversos comentarios que demuestran como hoy por hoy, en nuestra Argentina se minimiza la crisis ambiental. Estos comentarios surgen no de prominentes  figuras sino de ciudadanos comunes y corrientes. La grave crisis ambiental se rechaza y se deja de lado en el marco de una visión reduccionista, simplista, pobre, mezquina o desde la falta de información y del miedo, del miedo a enterarse de lo que puede pasar o del miedo a dar una opinión. Nos olvidamos que esta crisis en la naturaleza es real,  con  graves consecuencias socio-económicas tales como pérdidas en la capacidad productiva, pobreza, enfermedad, escasez de agua y  ríos contaminados (y no sólo el Riachuelo en las puertas de la Capital Federal) entre otros muchos problemas. La crisis ambiental, cuyas causas se encuentran en nuestros comportamientos,  es vista como un mero problema ajeno, distante,   ideológico. 

En una dirección, se hacen comentarios medios jocosos, medios en serio, en referencia a personas dedicadas a la cuestión ambiental, entre los cuales se les llama ‘ sandías: verdes por fuera, rojos por dentro’ o  les dicen ‘ ojo, que este da la mano con la zurda´, o bien comentarios amistosos, bien intencionados,´ cuidado con lo que decís que es un tema medio zurdo…. ´, para sólo mencionar algunos.

Es verdad que la cuestión ambiental sólo figura en algunos agendas políticas de la izquierda vernácula y en las de otras latitudes. Pero ¿es esto necesariamente así?

En otros ámbitos podemos ver o escuchar como se vende ´ambientalismo´ para promover algunos productos o imágenes empresariales que no lo son, se adoptan discursos pseudo-ambientalistas sólo con el fin de escalar posiciones en algunos ámbitos sociales o políticos…. o bien, con el fin de que nada cambie, porque eso es conveniente….  En todos estos casos vemos un comportamiento gatopardista, donde supuestamente se apuesta al  cambio para que nada cambie, donde sólo importa el hoy y el yo.

Sólo se piensa que hablar u ocuparse de estos temas causa dificultades y supuestos atrasos a la sociedad y al ´desarrollo´ presente,  inmediato…. No se piensa en el futuro de nuestros hijos y menos en el futuro de los nietos de nuestros nietos. La ceguera es tal que con el deseo de preservar el statu quo, de maximizar la ganancia ante todo, a cualquier precio, en pos de la gratificación inmediata,  se olvida que estas situaciones encaradas en un marco adecuado pueden, de hecho, representar oportunidades para un crecimiento sostenido, integral de la persona y de la sociedad. No se piensa que en nuestra Argentina, nuestra riqueza y nuestra ventaja está en la naturaleza misma que nos ha tocado, prodiga, variada, extensa, y en nuestros valores sociales y culturales.

 ¿Todo esto no se deberá a que muchos de nosotros miramos para otro lado y nos olvidamos de ocuparnos de las cosas que son esenciales para nuestra vida, para la vida?.

Lo concreto es que el tema ambiental no tiene color político, no es ideológico: nos afecta a todos. El cambio global es un hecho concreto y verificable que responde a una crisis de valores.  Es un tema que sólo se puede comprender y encarar efectivamente desde el conocimiento, sea este desde las ciencias exactas y naturales, desde las ciencias socio-económicas y  también del conocimiento de las raíces culturales. En este ciclo vemos que los valores cristianos incluyen el respeto y la protección del medio ambiente, de la vida en sus diversas formas como mandato bien concreto,  desde los inicios de nuestra fe. Hemos visto que los valores cristianos son esenciales para encaminar dichas soluciones.  Este enfoque  primordial e integrador es necesario tanto para  poder reconocer y cuantificar los problemas como para definir las posibles soluciones, si es que hoy aun las hay, o bien como para tratar de reducir los peores efectos negativos y  poder adaptarse a los cambios irreversibles. Inclusive las acciones apropiadas en pos de la naturaleza son una oportunidad para el progreso social y económico bien entendido.

El debate sobre la implementación de las soluciones sí es un debate donde deben intervenir las ideas políticas, los sectores sociales y los productivos con el fin de encontrar  la mejor manera de encarar tales soluciones con el menor costo posible: el menor costo social, el menor costo ambiental, el menor  costo económico. El costo de la inacción, del statu quo, es infinitamente mayor. Este debate debe apuntar a definir políticas de estado fundacionales en relación a la cuestión ambiental. Pero insisto:  las soluciones deben basarse en el conocimiento iluminado por valores éticos.. Esa es la verdadera sociedad del conocimiento de la que se habla tanto pero  que se hace tan poco por  desarrollar. 

Y es bueno que esto surja de un  debate amplio, abierto, público  porque de él, del intercambio de ideas, de la participación ciudadana y sectorial, pueden mejorarse las soluciones y ampliar las bases y la aplicabilidad de las mismas.

¿Cual es entonces el verdadero punto de partida para enfrentar y superar la crisis ambiental? Acabamos de decir que no es un problema ideológico sino una crisis real, tangible, con un plazo  para encontrar soluciones, acotado en el tiempo. La raíz de la crisis es moral y ética, porque las causas de esta crisis están, como lo dijo Benedicto XVI en In Caritas Veritate, y también Juan Pablo II en diversos escritos y en encíclicas como Sollicitudo Rei Socialis, en el corazón del hombre.

El hombre destruye el ambiente porque no se ama a si mismo, porque no puede amar a los demás. El hombre destruye a otros hombres por la misma razón. La crisis ambiental está indisolublemente vinculada con la crisis social y económica. Entonces la solución  a la crisis ambiental, así como la solución a los grandes problemas de la sociedad pasa por algo mucho más esencial que las ideologías pasajeras en la historia de la humanidad. Pasa por un cambio profundo y serio de corazón, en la caridad y en el compromiso con los valores, en el respeto por los demás, incluyendo a todas las criaturas y toda la obra de Dios. Y por eso mismo es más que importante, me animaría a decir un deber,  que los cristianos nos ocupemos de este tema.