03/02/2017 – La Eucaristía es un inmenso gesto de caridad de Cristo para con nosotros. Nuestros gestos de amor siempre quedarán chiquitos al lado de éste. Pero chiquito no significa ilegítimo. Al contrario: la garantía de que nuestra vida eucarística es legítima es que se traduce en servicio a los más necesitados. Quien se nutre y vive en profundidad la presencia real de Cristo en el sacramento de la Eucaristía, sabe encontrarlo también y hacerse cargo de la otra presencia real de Cristo, la más parecida a la de la Eucaristía y que también exige Fe, que es la de Jesús en los “más pequeños”: “Lo que hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25, 40) dice bien clarito el Evangelio.
Cuando nuestra vida eucarística- por piadosa que parezca y por frecuente que sea- está desconectada de los prójimos, especialmente de los más necesitados, deja de ser una práctica “cristiana”; se vuelve revoque, póliza de seguro, tranquilizador de conciencia, farsa, y finalmente antitestimonio.
Quizás lo mejor que podemos hacer es ir frente al Sagrario, y como los discípulos de Emaús, que también lo tuvieron al Señor tan cerca, que no lo reconocieron, decirle desde lo más hondo del corazón: “¡Quédate con nosotros!”. A pesar de no merecerte, a pesar de nuestra frialdad e indiferencia, a pesar de nuestra ingratitud, ¡por favor, quédate con nosotros!
Y después, pensando en mis prójimos más cercanos y más necesitados, decirle como aquel ciego del Evangelio: “¡Señor, que vea!, ¡que te vea en este hermano mío más pequeño!”.
Autor: P. Angel Rossi – “Eucaristía: encuentro y servicio”