La Esperanza

viernes, 4 de septiembre de 2009
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Señor, derramate sobre nosotros y permití que los dones que he recibido en el bautismo y los dones, carismas, cualidades que mi familia recibió se vuelvan activos y dinámicos en todos sus miembros. Espíritu Santo ven sobre nosotros, derramate en este momento, ven dador de la vida, ven dador de la esperanza, ven dador de la sanación de Dios, ven luz de mi corazón, visita mi alma en tu gracia visítame, tráeme consuelo, descanso en las enfermedades familiares en mis sufrimientos familiares, en mis miedos y tormentos familiares, en las tentaciones de la vida llename con tu divino poder y misericordia, en los sufrimientos de mi familia llename de esperanza y paz, en todos mis problemas familiares quédate conmigo y se mi defensor. Ven Espíritu Santo, ven Rua santa ven porque te necesitamos, sin vos ni tu Divina Gracia nada bueno puedo hacer y todo en mi vida es oscuridad.

 Llena mi mente de paz y de alegría, de discernimiento y de luz, dame un corazón nuevo lleno de amor Divino y regala tu misericordia a las almas sedientas de mi familia, entre mis amigos, en mi comunidad, en mi trabajo, en mi barrio, mi escuela, en mi pueblo, en mi ciudad. Permíteme Espíritu Santo compartir la victoriosa resurrección de Jesús, permitime compartir su victoria sobre la enfermedad, el pecado, la muerte, la maldad y sobre cada poder del maligno ahora y eternamente. Permitime ser el canal de gracia para esos dones y carismas para cada uno de los miembros de mi familia. María, madre de Jesús, madre nuestra orad conmigo, ora con nosotros, ora para que yo y cada uno de los oyentes y sus familias podamos experimentar un nuevo Pentecostés en nuestras vidas, en nuestras comunidades, en nuestra patria, en la iglesia y en el mundo. Que seamos instrumentos del Espíritu Santo llenos del poder y la sabiduría divina, ven Espíritu Santo, ven a través de la poderosa intersección del Corazón Inmaculado de María  Amen

Todos los sábados comparto un testimonio sacerdotal porque yo quiero hacer pie en que este es un año de gracia, es un año sacerdotal y por eso trato de compartir brevemente un testimonio que me van enviando. Aquí me habla Marta Inés López del padre Calixto Camilloni que fue párroco por más de 25 años en la parroquia Ntra Sra del Rosario y San José Obrero. Marta es del barrio Deán Funes de la ciudad de Córdoba, capital y dice “es un sacerdote cuya humildad, mansedumbre y entrega a los demás dejó huellas en todos los que lo conocimos. Sus privilegiados fueron siempre los pobres y a ellos se dedicó con alma y vida. Ningún necesitado llegaba a la parroquia sin llevarse algo así fuera la comida que tenía ese día para él. Daba todo y se daba todo y lo sigue haciendo ya que ahora es párroco de un barrio muy humilde. Es el verdadero pastor que cuida sus ovejas afanosamente y a la par que hace vida el evangelio lo trasmite con una claridad tremenda.

 El era el asesor de nuestro grupo de Liga de Madres de Familia y lo que yo aprendí cuando nos explicaba las palabras del evangelio hicieron que éstas entraran profundamente en mi corazón. El solo hecho de verlo caminar por el barrio hacia sentir que Jesús iba con él. Su humildad es tan grande que si escucha este testimonio se que se va a sentir incomodo por no decir enojado ya que se considera indigno de cualquier alabanza pero creo que es bueno que él sepa lo que ha dejado en tantos corazones de los que fuimos sus fieles y que tuvimos la dicha de compartir la vida con él. Ruego a Dios lo siga bendiciendo en su tarea actual y ojalá muchos sepamos seguir el ejemplo que él nos dio” Esto nos dice Marta hablando del padre Calixto Camilloni a quién le mandamos un abrazo y una bendición también en este año sacerdotal

Hoy el tema es el de la esperanza, como les prometí el sábado pasado así como ahora les prometo el sábado que viene tocar el tema de cómo integrar una sana agresividad en nuestra vida en estos tiempos en que hay tantas cosas que nos provocan bronca, impotencia, rebeldía, como vivir desde la espiritualidad esto como vivirlo con Jesús, con la palabra estro que ciertamente esta en nuestro corazón y no podemos negarlo. Recibí un mensaje de Viviana Fernández que me hablaba de esto, dice, me encanta escuchar a los sacerdotes cuando siento que desean que el fuego del Espíritu ya este ardiendo como nos pide el Señor. Un día mirando lejos, deseaba llegar a tocar la línea horizontal que une cielo y tierra sin darme cuenta que estaba debajo de mis pies eso que parecía tan lejano y difícil de alcanzar. Puede pasarnos esto con respecto a las virtudes sobrenaturales. No siempre el ser humano tiene en claro la meta final porque nace y muere sin encontrar el verdadero sentido de la vida, porque se alimenta por sí mismo con esperanzas terrenales las cuales muchas veces están irracionalmente orientadas que llevan a la desesperanza al no tener en cuenta el origen de la fuente de gracia divina, bloqueamos lo que es inagotable y verdadero con grandes pecados como por ejemplo diciendo “después de esta vida no hay otra” jurar ante la palabra sin profundizarla ni conocerla, agradar a los seres humanos antes que a Dios. Cuantos prejuicios que envuelven nuestras almas, cuanto morimos sin ser testigos de la luz, esperanza eterna que es Cristo Jesús. El Padre Dios alimenta nuestra fe, el Hijo alimenta nuestra esperanza, el Espíritu Santo alimenta nuestra caridad. Como no existe separación en la Santísima Trinidad, donde está uno están los tres

Lo mismo pasa con las virtudes teologales, donde hay esperanza también hay fe y caridad. La palabra que simplifica y unifica todo es amor. Estoy convencida que un amor así cambia mucho, el sentimentalismo de hoy, deja mucho que desear, de nada sirve porque si no obran con y por amor a Dios no hay verdadero amor. Que la paz del Señor este con usted y todos los oyentes. Entonces a partir de esto que nos envía Viviana Fernández vamos a hablar del tema de la virtud teologal de la esperanza, porque ustedes y yo en este tiempo lo necesitamos. San Pablo que viene una vez más en nuestra ayuda les decía a los cristianos de Roma y nos dice a nosotros en la carta a los Romanos 5-3-5 “Y la esperanza no quedará defraudada porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” Ciertamente que a ustedes y a mi cuando vemos que pasan tantas cosas en nuestra patria, muchas cosas, no voy a enumerarlas todas pero ustedes y yo sabemos cuantas y a que me refiero

Rebeldía, bronca, impotencia, cinismo, doble discurso, falta de diálogo de comunicación, violencia, agresividad, también en el mundo, también en nuestra iglesia y cuando pasan muchas cosas es lógico que nos preocupemos y suframos, porque somos seres humanos y porque además debemos integrar al dolor a nuestra visión de fe, a nuestra oración cotidiana, a nuestra liturgia de vida porque los seres humanos se matan entre hermanos, abundan los secuestros y las muertes, los odios, la persecución y la violencia. Todo esto engendra miedo y desconfianza, angustia, tristeza y pesimismo Uno se pregunta porque suceden estas cosas si el Padre Dios ha pensado un proyecto maravilloso para todos sus hijos e hijas en el mundo entero incluso en nuestra patria, en esta patria como decía el himno eucarístico de Corrientes “no es posible morirse de hambre en la patria abundante de pan” algo así ¿no? Digo, el Padre Dios ha pensado una mesa abundante para todos sus hijos e hijas y uno se pregunta porque hay tantos que están excluidos

Humanidad sobrante que también va quedando en el camino atrapado por las adicciones como la droga que va quemando las neuronas y te deja a los 20 años con un cuerpo supuestamente joven pero sin cerebro, sin voluntad. El juego compulsivo que se extiende por todas partes y hace creer que produce obras. Es cuestión de pasar por los pueblitos y ciudades de nuestras provincias, donde hay más cola es en los puestos de quiniela y nuestros casinos que se reparten a lo largo y a lo ancho de nuestro país que provocan tanta desgracia y tanta miseria que nunca se dice. En fin, ¿no habrá alguien que pueda arrancarnos de la violencia, de la sensación del miedo de este mundo? Indudablemente vivimos tiempos difíciles. Por eso es importante hablar de la esperanza pero más que nada meditarla, encarnarla, contagiarla, comunicarla, en palabras, actitudes, gestos contundentes porque somos, como cristianos, ustedes y yo bautizados tenemos que ser suplemento del alma en este mundo sin alma

Tenemos que ser luz en este mundo de oscuridades, mentira, hipocresía  Tenemos que ser verdad también, Por eso esto es una simple meditación de mi parte que quiere suscitar en ustedes y en mí también, algo mucho más profundo que es el trabajo del Espíritu Santo que como cirujano perfecto irá profundizando en sus propias vidas. Es casi una meditación en voz alta pero que quiere ayudarnos a quitar el miedo que paraliza y sobre todo que confiemos en la presencia del Espíritu Santo que penetra. Por eso en los tiempos difíciles tenemos que volver a descubrir el proyecto del Padre Dios y además ver como vivió Jesús sus tiempos difíciles especialmente en la misión y como los superó por el misterio de la Pascua.  Yo creo que si hay un texto del evangelio que manifiesta esto de superar miedos en tiempos difíciles es sin lugar a dudas, el
Sermón de la montaña, las Bienaventuranzas Mateo 5.  Porque el momento cumbre es su muerte en la cruz y su resurrección. Su exhortación principal es el llamado al amor universal, al espíritu de las bienaventuranzas y a la fecundidad de la cruz. Así Jesús nos abre el camino para vivir con amor y gratitud los tiempos difíciles. Que necesario para los tiempos difíciles es tener la seguridad de que Jesús es el Señor de la historia que permanece en su iglesia hasta el final y que va haciendo con nosotros la ruta hacia el Padre, como leemos en Marcos 16-15 “Vayan, anuncien el evangelio a toda la creación. Yo estaré siempre con ustedes hasta el final del mundo” porque como dice San Pablo en la carta a los Efesios 2-14-18 “Cristo es nuestra paz. El vino a proclamar la buena noticia de la paz, paz para ustedes que estaban lejos, paz también para aquellos que estaban cerca”  Todo el evangelio, palabra viva, palabrea poderosa, es una invitación a la seguridad interior, a la concordia, armonía, equilibrio de los pueblos, a la caridad fraterna

El Señor siempre anunció tiempos difíciles para El y para nosotros. Nunca predijo a sus discípulos tiempos fáciles ni cómodos, al contrario, les exigió una opción muy clara por la pobreza, el amor fraterno y la cruz. Leemos en Lucas 9-23 “Si alguno quiere venir en pos de mí niéguese a si mismo tome su cruz de cada día y sígame” Todo esto, sin embargo, queda iluminado por una nota de esperanza realista que leemos en Juan 16-20 “Les aseguro que van a llorar y se van a lamentar, el mundo en cambio, se alegrará, ustedes estarán tristes pero esa tristeza se transformará en gozo” Siempre fue útil y necesario que hubiera hombres pobres y fuertes con capacidad de presentir en la noche la proximidad de la aurora porque viven abiertos a la comunicación de la luz. Esos hombres y mujeres que hoy, de alguna manera, llamamos los profetas de la esperanza y vos y yo tenemos que ser por el bautismo, profetas de la esperanza que anuncien el camino correcto y denuncien lo que está mal con la palabra y con la vida

Esos hermanos son los que dan seguridad y convicción en la presencia del Señor ahora y aquí, en su poderosa presencia y en su inminente venida. Hoy faltan esas personas, faltan esos bautizados, hombres y mujeres jóvenes y adultos que sean profetas en sus ambientes, en su familia, en su escuela, en su trabajo, en su oficina, en su universidad, en su comunidad, en su movimiento, en su barrio. Que sean profetas, verdaderos profetas, hombres y mujeres enteramente poseídos por el Espíritu Santo que den testimonio de una esperanza verdadera, es decir, hombres y mujeres desinstalados,  desaburguesados y contemplativos que saben vivir en la pobreza es decir en el despojo, en la libertad interior, en la fortaleza y el amor del Espíritu Santo y por eso se convierten en serenos y ardientes testigos de la Pascua, del triunfo, de la victoria, pero no solo en un más allá sino en un más acá, aquí y ahora que nos hablan abiertamente del amor del Padre Misericordioso, que nos muestran el rostro viviente de Jesús y nos comunican el don y el fuego de su Espíritu

Cuando todo parece que se quiebra en el interior de la sociedad, de la familia, de los matrimonios, de las comunidades, en el interior del corazón de la historia surgen para el mundo y para la iglesia la alegría y la esperanza. La esperanza cristiana nace del inevitable y providencialmente absurdo de la cruz como leemos en Lucas 24 “Era necesario pasar todas estas cosas para entrar en la gloria” Pero la esperanza cristiana es activa, no es escapismo no es evasión, no es alienación y exige paciencia y fortaleza. Solo los pobres, en el sentido bíblico, o sea los que tienen libertad interior ante su propia imagen, ante las cosas, ante los demás. Los desprovistos según el mundo también pueden esperar de veras. Los tiempos nuestros, en la iglesia y en el mundo son muy difíciles. Por eso mismo son bien del evangelio, significan que el reino de Dios está cerca. Es ahora cuando el cristiano verdadero está llamado, como dice San Pedro, a dar razón de su esperanza, primera carta de Pedro 3-15

Es decir, a penetrar por la fe y el Espíritu Santo en el escándalo de la cruz y sacar de allí la certeza inconmovible de la Pascua para comunicar a otros. En los tiempos difíciles abunda el miedo, la tristeza, el desaliento, el no te metas, la ambigüedad, la incoherencia, el cholulaje, la frivolidad entonces se multiplica la violencia desde adentro y desde afuera. La violencia es signo de oscurecimiento de la verdad, del olvido, de la justicia, de la pérdida del amor. Los períodos en que se multiplica la violencia son los más miserables y estériles, rebela claramente que falta la fuerza del Espíritu, por eso se la intenta sustituir con la imposición absurda de la fuerza. Precisamente es este, en los tiempos difíciles, uno de los más graves riesgos, creer que
uno a alcanzado definitivamente a Cristo Jesús, lo cual es una negación de la esperanza en la psicología y en la espiritualidad de San Pablo. Nos dice “esto no quiere decir que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo por el camino con la esperanza de alcanzarla habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo. Hermanos, yo no pretendo haberlo alcanzado, corro para alcanzarlo” Filipenses 3-12-14.  Santo Tomás define el objeto de la esperanza como un bien futuro arduo, pero posible de alcanzar. Por eso es más que nunca necesaria hoy una simple meditación sobre la esperanza, no con ánimo de consolar a los superficiales o adormecer su conciencia sino con deseo de alentar a los audaces particularmente a los jóvenes es a ellos sobre todo, aunque no solo a ellos, a quienes corresponde rescatar la tradición y construir el mundo nuevo en la esperanza. Leemos en Juan 1-2-14 “jóvenes les escribo porque ustedes son fuertes y la palabra de Dios permanece en ustedes y ustedes vencerán al maligno”

Es saborear y vivir con intensidad la fecundidad providencial e irrepetible de esta hora no es la hora de los débiles o cobardes, de los que han elegido a Cristo por la seguridad de la salvación o por la recompensa del premio sino de los fuertes y audaces en el Espíritu. Es la hora de los testigos y los mártires aunque sea el martirio incruento de cada día, vivir la espiritualidad martirial. Interesa ver como Cristo, nuestra feliz esperanza, venció los tiempos difíciles. Porque lo importante en El es que no vino a suprimir los tiempos difíciles, vino a enseñarnos a superarlos con serenidad, fortaleza y alegría como no vino a suprimir la cruz sino a darle sentido. Cuando Jesús quiere enseñarnos a vivir en la esperanza y a superar así los tiempos difíciles siempre nos señala tres actitudes fundamentales, la oración, la cruz, la caridad fraterna. Son tres modos de sentirnos fuertes en El y experimentar la alegría de servir a los hermanos, es decir, que la esperanza brilla para el mundo cuando Jesús nace y muere por los seres humanos.

 Jesús no anula los tiempos difíciles, tampoco los hace fáciles, simplemente los convierte en gracia, en bendición. Los tiempos difíciles se vencen siempre con la plenitud del amor, la fecundidad de la cruz y la fuerza transformadora de las bienaventuranzas del evangelio, el sermón de la montaña. Para afrontar los tiempos difíciles, para superarlos en la fecundidad y la fuerza transformadora de la esperanza, hace falta ser simples, sencillos, pobres, es decir libres interiormente, no atados a nada ni a nadie, sin seguridades humanas, sin supersticiones, sin falsos ídolos y con una profunda actitud de oración, ser pobres, solo los pobres se sienten inseguros en sí mismo, sin derecho a nada ni ambición de nada, saben esperar porque ponen en Dios toda su confianza y lo ponen a Dios como centro y eje de sus vidas, sin medias tintas, sin falsas seguridades. La conciencia clara y serena de la propia limitación, de la fragilidad hace que entre nosotros, Jesucristo sea el salvador, el único salvador

En María, la pobre por excelencia, hizo maravillas el Todopoderoso por eso María, la humilde servidora del Señor, cambió la historia. El canto de María, el Magfnificat que deberíamos meditar todos los días, es el grito de esperanza de los pobres. En los tiempos difíciles hay una falsa tentación contra la esperanza, ponerse inútilmente a pensar en los tiempos idos o soñar pasivamente en que pase pronto la tormenta sin que nosotros hagamos nada para crear los tiempos nuevos. ¿Cómo puede hablarse de esperanza cuando tantos niños mueren cotidianamente de hambre, cuando tantos pueblos padecen miseria y opresión? ¿Cómo puede hablarse de esperanza cuando se multiplican las injusticias, las acusaciones falsas, los secuestros y las muertes? ¿Cómo puede hablarse de esperanza cuando la iglesia es herida adentro? Sin embargo es entonces cuando los cristianos verdaderos tocan la esencia de su fidelidad a la palabra, creen de veras en el Dios que nunca falla y arrancan del corazón de la cruz, la esperanza que necesitan comunicar a los demás.

 Los seres humanos tienen derecho a que nosotros esperemos contra toda esperanza, los cristianos. Que seamos constructores positivos de la paz, comunicadores de la alegría y verdaderos profetas de la esperanza anclados en la oración diaria y sobre todo en la adoración eucarística. Por eso tenemos que ser fundamentalmente, hombres y mujeres contemplativos, contemplativos en la acción porque las tres frases del ángel de la Anunciación a María son significativas. Alégrate, no tengas miedo, para Dios nada es imposible. Saborealas en lo profundo de tu corazón

Hablando de la esperanza que como virtud teologal, se alimenta de la certeza de la presencia de Jesús y por eso de ese rato de estar con El frente al sagrario, frente a su palabra, de hacerlo vida también con la comunidad. Esta no es una palabra de tipo psicológico lo de la esperanza es una virtud teologal que por supuesto se derrama por la presencia del Espíritu. Si deseamos crear esperanza en los que nos rodean debemos demostrar con nuestra vida que tenemos metas, dignas, por las cuales vale la pena realizar sacrificios. Esto es importante porque si vos no tenes la convicción de que hay una meta, un objetivo, un porque, un para que, ciertamente no vas a mostrar a nadie el sentido de tu esperanza. Yo te preguntaría ahora a vos, en lo personal, que hagas una revisión sincera y profunda de nuestra conducta para mejorar nuestro testimonio. También para liberarnos de todo sentimiento de rencor, egoísmo y envidia que nos encierran y separan de los demás. Tenemos que preocuparnos por nuestra formación integral y  permanente sobre todo en los temas que requieran respuestas seguras en el esclarecimiento de las conciencias

Hoy, más que nunca hay que poner mucha luz en las conciencias. Yo a veces escucho mensajes que la gente da a la radio y hay una gran confusión de conciencia. Se confunde amor con sentimentalismo ¿no? Y también debemos fortalecernos en la oración, la práctica de los sacramentos. Eso sería en lo personal y en nuestros ambientes, familia, trabajo, escuela, comunidad, para sembrar la esperanza, digo, hay que crear relaciones fraternales, con nuestros compañeros actuando con sencillez, cordialidad, humildad, tolerancia, espíritu de colaboración, con caridad, respetando a los demás. También acostumbrarnos a trabajar comprometiendo a otros cristianos en nuestra labor apostólica de ambiente y coordinar con ellos nuestra acción, evaluando periódicamente los resultados. También intervenir con oportunidad cuando la situación lo requiera dejando ideas y pensamientos que serenen los ánimos, mostrando caminos de esperanza y sobre todo, en estos tiempos más que nunca tenemos que tener capacidad de auténtico diálogo saber escuchar a los
demás, poner oreja y corazón.

 Sembrar la esperanza será para cada bautizado comenzar a construir un mundo mejor conduciendo a otros hermanos al ejercicio de las virtudes y a las conductas morales. Por eso es importante descubrir que uno se pregunta ¿Cuál es la actitud frente a la tentación del desaliento? Recordar que siempre existen soluciones posibles en cuya búsqueda hay que perseverar. Esto nos convoca al esfuerzo y la esperanza, no podemos buscar en el evangelio alternativas políticas o económicas concretas pero sí caminos que permitan crear y afianzar entre nosotros la verdadera solidaridad, reconocer el destino universal de los bienes ordenados no a la posesión de unos pocos sino al desarrollo de todo ser humano y de todos los seres humanos, considerando a los otros como personas, atender a sus necesidades y tratarlos como hermanos. Por eso uno se pregunta en este momento concreto de la historia de la patria, de la Argentina, de la iglesia que peregrina en Argentina.

¿Y cual es el hombre nuevo, la mujer nueva que necesita Argentina? Joven, adulto, anciano, adulto mayor, casado soltero, sacerdote, religiosa, laico ¿Cuál es? Yo creo que si se pudiera resumir, el hombre nuevo que surge de la gracia y la presencia del Espíritu es el que cree en primer lugar, que los argentinos somos los primeros causantes de nuestros propios males. El que cree que este país tiene salida y piensa que es mejor quedarse aquí para cambiarlo, el que cree que con el esfuerzo y el trabajo, interesándose seriamente por el prójimo podremos avanzar en nuestra búsqueda. El que no pone su esperanza en el dinero, en la especulación y en la sola obtención de cosas materiales, el que cree que progresar y estar a tono con la época que nos toca vivir, es ante todo trabajar por la mayor dignidad de los seres humanos. El que mira la vida Argentina con horizontes de esperanza y no anclándose nostálgicamente en el pasado, el que sigue pensando que nuestra crisis es ante todo moral y busca primordialmente caminos más éticos para solucionar los problemas.

El que busca creativamente multiplicar la riqueza espiritual y material, el que se esfuerza por saber compartir incluso lo poco que tiene en lugar de refugiarse en especulaciones egoístas o sea, hombre nuevo, mujer nueva es aquel que porque se inspira en los valores que Dios trajo al mundo no se ve fatalmente determinado a un futuro de derrotas sino el que aprendió de Cristo Jesús que cualquier realidad histórica por dolorosa que sea, puede ser cimiento de felicidad si se la fecunda desde la visión esperanzada del evangelio. ¿Qué te parece esto? ¿no te parece maravilloso?. Yo recuerdo una frase del que fuera Arzobispo de Santa Fe Monseñor Vicente Zaspe que decía “toda situación presente, por difícil y oscura que parezca, desde la Pascua, tiene salida, tiene un sentido. Desde el Cristo Pascual, desde el Cristo resucitado, desde el Cristo que venció la muerte y nuestras muertes cotidianas, todo, por muy oscuro y difícil que parezca tiene salida y tiene sentido

Esto es lo que tenemos que aprender a diario como discípulos, delante del sagrario, en un tú a tú, de corazón a corazón, sin apuros, sin prisas psicológicas ni de reloj, delante de la palabra, saboreando la palabra viva, recibiendo las gracias que los sacramentos nos dan especialmente el sacramento de la reconciliación y el sacramento de la eucaristía, presencia viva de Jesús y ejercitándonos en las obras de misericordia  espirituales y corporales viviéndolas en comunidad de iglesia no como francotiradores, no cortándonos solos no como sectas sino viviendo en iglesia, integrándome a la comunidad concreta que tengo en mi pueblo, en mi ciudad, en mi barrio. No por lo que me van a dar ni porque sean buenos, perfectos, maravillosos sino porque lo que yo, desde la gracia que me da Cristo Jesús, puedo aportar como riqueza original, única e irrepetible. No por lo que me van a dar sino por lo que yo puedo aportar, mi ladrillo para construir el edificio, el edificio sólido que es la iglesia cimentada sobre la roca firme que es Cristo Jesús

Oración final

 Hoy Jesús te dice y me dice “Cuando las cosas vayan mal como a veces pasa, cuando el camino parezca cuesta arriba, cuando tus recursos mengüen y tus deudas aumenten y al querer sonreír tal vez solo suspires, cuando tus preocupaciones te tengan agobiado descansa si te urge pero no te rindas, no te rindas cuando te falte valor intenta encenderlo cada mañana porque con él despejarás el camino y sin él te encerrarás a vos mismo las puertas, así que no te rindas aunque el paso sea lento, el triunfo puede esperarte a la vuelta de la esquina. El triunfo es el fracaso al revés y el fracaso es esa nube incierta que no te deja ver la meta aún estando a veces tan cerca. Por eso decidete a luchar sin dudar porque en verdad cuando todo empeora el que es valiente no se rinde, sigue luchando, luchando en el nombre del Señor, con El, luchando con El”

Por eso Jesús en este momento en que quizás nos encontramos exaltados, angustiados, molestos, con bronca, con ira, con rebeldías, con impotencias queremos hacerte presente. Te invito en este momento Jesús a que entres a mi corazón y al corazón de cada uno de los oyentes y sus familias especialmente los enfermos, los débiles, los que están sin trabajo, los que están pasando por conflictos, los que están luchando con adicciones, que entres al corazón de cada uno y lo purifiques, lo limpies y lo sanes de todas las heridas que han quedado, dejando huellas de inseguridad, tristeza, miedos y temores. Por eso hoy, concientemente, liberando mi subconsciente y mi conciente de toda oscuridad, de toda negatividad, hoy concientemente dejo en tu santa voluntad toda mi vida para que vos hagas de mi persona lo que vos querés que sea.

Yo se Jesús que vos podes hacer maravillas en mí por eso en este momento cerrando mis ojos y con fe viva imploro la presencia del Espíritu Santo para que me inunde de todo su poder y me conceda la gracia de romper con todas las barreras que me impiden consagrarme y entregarme con confianza y abandono íntegramente al Padre Dios en tu nombre Jesús. Voluntariamente renuncio a todo lo que me está impidiendo que Tu Gracia Divina me inunde, que tu Amor incondicional me inunde y proclamo, en tu nombre, Jesucristo que las promesas de la palabra de Dios se cumplen en mí porque quiero ser un servidor sencillo, humilde y por eso en tu corazón de Padre yo en este momento, en el nombre de Jesús, entrego mi vida, entrego mis intenciones, entrego aquello que me inquieta aquello que me duele, aquello que me rebela porque se que me estás escuchando. Gracias papá Dios, gracias Abba, gracias padre porque me has dado la oportunidad de seguirte respondiendo al llamado de ser un testigo fiel, un profeta de esperanza, una luz en el camino, un testigo fiel y perseverante de la palabra que tu Hijo Jesús nos ha enseñado. Amen

                                                                                      Padre Rubén Francisco Bellante