21/04/2017 – La resurrección se vive en la vida cotidiana o no se vive. Así lo planteó el Padre Sebastián García en una reflexión en Radio María.
“Que la Resurrección no sea algo ajeno, una película que miramos en el cine. Una manera muy concreta de resucitar es dejar de buscar a Dios en el cielo y buscarlo en la vida cotidiana”, comentó el padre Sebastián al inicio de su charla.
Teniendo en cuenta que la Resurrección no queda sólo en el Domingo de Pascua sino que se vive durante 50 días, el sacerdote nos invitó a aprovechar este tiempo para resucitar en varias dimensiones de nuestra vida: en nuestra relación con Dios, con los hermanos, con la casa común y con nosotros mismos.
Puede ser que tengamos que vivir situaciones de dolor, pero “el error que hemos cometido los cristianos desde hace tiempo es querer evadir el sufrimiento de la vida. Dios conoce las tinieblas del corazón porque Jesucristo, en el misterio pascual, las asumió en su propia carne”, afirmó el sacerdote.
Y continuó: “No es lo mismo atravesar una situación solos, a saber que Cristo está padeciendo conmigo. Cuando veo a Jesús sufriente tengo que contemplar allí mi pasión. Él elige morir para rescatarnos de la muerte y para hacer que todas las muertes encuentren un sentido”.
En este punto, el Padre Sebastián manifestó que tenemos dos maneras de vivir el dolor: Como una condena que debemos cumplir; o asumir el sufrimiento, dejándonos acompañar por Jesús. Para esto, es necesario recuperar la “ofrenda” en nuestra oración: “Estamos acostumbrados a pedir y dar gracias pero tenemos que tomar conciencia de que nuestra vida es un permanente ofertorio. Y siempre, siempre hay esperanza, pero no por el facilísmo de creer que algo nos va a cambiar la vida milagrosamente sino porque, gracias a nuestra ofrenda, vamos a transitar el dolor con Jesús, con la gracia de Dios”.
En la parte final de su reflexión el padre Sebastián habló del amor personal de Jesús hacia nosotros. “No podemos seguir creyendo en un Dios que nos amó genéricamente. El amor de Dios no es genérico, es individual. Él me ama a mí y se entregó por mí. Uno de los frutos que tenemos que pedir en esta Pascua es poder encontrarnos de una manera renovada con Dios, poder hablar con Jesús, de corazón a corazón”.
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