La belleza de la creación

miércoles, 24 de mayo de 2017
image_pdfimage_print

DSC_5299

24/05/2017 – Siguiendo las enseñanzas del Catecismo de la Iglesia católica, reflexionamos sobre la creación, la belleza, el trabajo y el descanso.

 

“Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas. Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió. Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas; y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día. Dios dijo: «Que haya un firmamento en medio de las aguas, para que establezca una separación entre ellas». Y así sucedió. Dios hizo el firmamento, y este separó las aguas que están debajo de él, de las que están encima de él; y Dios llamó Cielo al firmamento. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el segundo día. Dios dijo: «Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el suelo firme». Y así sucedió. Dios llamó Tierra al suelo firme y Mar al conjunto de las aguas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces dijo: «Que la tierra produzca vegetales, hierbas que den semilla y árboles frutales, que den sobre la tierra frutos de su misma especie con su semilla adentro». Y así sucedió. La tierra hizo brotar vegetales, hierba que da semilla según su especie y árboles que dan fruto de su misma especie con su semilla adentro. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el tercer día. Dios dijo: «Que haya astros en el firmamento del cielo para distinguir el día de la noche; que ellos señalen las fiestas, los días y los años, y que estén como lámparas en el firmamento del cielo para iluminar la tierra». Y así sucedió. Dios hizo que dos grandes astros –el astro mayor para presidir el día y el menor para presidir la noche– y también hizo las estrellas. Y los puso en el firmamento del cielo para iluminar la tierra, para presidir el día y la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y Dios vio que esto era bueno. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el cuarto día. Dios dijo: «Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes y que vuelen pájaros sobre la tierra, por el firmamento del cielo». Dios creó los grandes monstruos marinos, las diversas clases de seres vivientes que llenan las aguas deslizándose en ellas y todas las especies de animales con alas. Y Dios vio que esto era bueno. Entonces los bendijo, diciendo: «Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas de los mares y que las aves se multipliquen sobre la tierra». Así hubo una tarde y una mañana: este fue el quinto día. Dios dijo: «Que la tierra produzca toda clase de seres vivientes: ganado, reptiles y animales salvajes de toda especie». Y así sucedió. Dios hizo las diversas clases de animales del campo, las diversas clases de ganado y todos los reptiles de la tierra, cualquiera sea su especie. Y Dios vio que esto era bueno”.

Génesis 1,1-25

¿Quién ha creado el mundo?

Cuando uno contempla todo lo que existe, lo primero que nos surge es pensar en quién creó todo esto.

Dios, que existe ante todo más allá del tiempo y del espacio, ha creado el mundo de la nada y ha convocado al ser a todas las cosas. Todo lo que existe, depende de Dios y sólo perdura en el ser porque Dios quiere que exista. [290¬292,316]. Si las cosas existen y permanecen en el tiempo, es porque Dios sostiene la existencia. Dios no se ha descomprometido en el acto creador, sino que sigue siendo el que crea y el que recrea. La existencia de todo lo creado tiene un fin. El Espíritu Santo mantiene todo unido y en armonía.

Mi papá, ya grande, una mañana en el campo descubrió como jugaban en el aire una paloma con un pajarito: “¡Qué belleza! Vení a ver”, me dijo. Que hoy podamos hacernos el tiempo y el lugar para simplemente decir, “¡Qué bello!”. 

La Creación del mundo es, por decirlo así, una “obra en común” del Dios trino. El Padre es el Creador, el todopoderoso. El Hijo es el sentido y el corazón del mundo: “Todo fue creado por él y para él” (Col 1,16). Sólo cuando conocemos a Jesucristo sabemos para qué es bueno el mundo, y comprendemos que el mundo avanza hacia una meta: la verdad, la bondad y la belleza del Señor. El Espíritu Santo mantiene todo unido; él es “quien da vida” (Jn 6,63).

 

¿Las leyes de la naturaleza y las ordenaciones naturales también proceden de Dios?

Sí. También las leyes de la naturaleza y las ordenaciones naturales pertenecen a la Creación de Dios. [339, 346,354]

El hombre no es una hoja en blanco. Está marcado por el orden y las leyes del ser que Dios ha inscrito en su Creación. Un cristiano no hace, sin más, “lo que quiere”. Sabe que se perjudica a sí mismo y a su entorno cuando niega las leyes naturales, usa de las cosas contra su orden interno y quiere ser más listo que Dios, quien las creó. Sobrepasa la capacidad del hombre el pretender hacerse a sí mismo desde cero.

 

¿Por qué el libro del Génesis describe la Creación como un trabajo de seis días?

En el símbolo de la semana laboral, que es coronada por un día de descanso (Gén 1,1-2,3), se expresa qué bien, qué hermosa y que sabiamente ordenada está la Creación. [337-342]

A partir de la simbología de un trabajo de seis días se pueden deducir principios importantes:
1. No hay nada que no haya sido llamado al ser por el Creador.
2. Todo lo que existe es bueno según su naturaleza.
3. También lo que se ha transformado en malo tiene un núcleo bueno.
4. Los seres y cosas creados son interdependientes y se complementan.
5. La Creación, en su orden y armonía, refleja la extraordinaria bondad y belleza de Dios.
6. En la Creación hay una jerarquía: el hombre está por encima del animal, el animal por encima de la planta, la planta por encima de la materia inerte.
7. La Creación está orientada a la gran fiesta final, cuando Cristo venga a buscar al mundo y Dios sea todo en todos. 362

 

 

¿Por qué descansó Dios en el séptimo día?

El descanso de Dios apunta a la consumación de la Creación, que está más allá de todo esfuerzo humano. [349]

Por mucho que el hombre trabajador sea el socio menor de su Creador (Gén 2,15), tanto menos puede él salvar la tierra mediante su esfuerzo. La meta de la Creación es “un nuevo cielo y una nueva tierra” (Is 65,17) mediante una redención que nos es concedida. Por eso el descanso dominical, que es un anticipo del descanso celestial, está por encima del trabajo que nos prepara para ello. 362

Aspiramos a un cielo nuevo y a una tiera nueva, por eso ante el dolor y lo opresivo nos aparece la expresión “esto no es vida”. El descanso es necesario, y nos regenera. Ciertamente hay un desgaste en el trabajo de todos los días, por eso necesitamos del sano ocio.

 

¿Para qué ha creado Dios el mundo?

“El mundo ha sido creado para la gloria de Dios” (Concilio Vaticano I). [293-294,319]

No hay ninguna otra razón para la Creación más que el amor. En ella se manifiesta la gloria y el honor de Dios. Alabar a Dios no quiere decir por eso aplaudir al Creador. El hombre no es un espectador de la obra de la Creación. Para él, “alabar” a Dios significa, juntamente con toda la Creación, aceptar la propia existencia con agradecimiento. 489

 

¿Dirige Dios el mundo y también mi vida?

Sí, pero de un modo misterioso; Dios conduce todo por caminos que sólo él conoce, hacia su consumación. En ningún momento deja de su mano aquello que ha creado. [302­305]

Dios influye tanto en los grandes acontecimientos de la historia como en los pequeños acontecimientos de nuestra vida personal, sin que por ello quede recortada nuestra libertad y seamos únicamente marionetas de sus planes eternos. En Dios “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17 ,28). Dios está en todo lo que nos sale al encuentro en las vicisitudes de la vida, también en los acontecimientos dolorosos y en las casualidades aparentemente sin sentido. Dios también quiere escribir derecho por medio de los renglones torcidos de nuestra vida. Todo lo que nos quita y lo que nos regala, aquello en lo que nos fortalece yen lo que nos prueba: todo esto son designios I (1­165), y señales (166­278), de su voluntad. 43

¿Qué papel juega el hombre en la providencia divina?

La consumación de la Creación a través de la providencia divina no sucede sin nuestra intervención. Dios nos invita a colaborar en la perfección de la Creación. [307­308]

El hombre puede rechazar la voluntad de Dios. Pero es mejor convertirse en un instrumento del amor divino. La Madre Teresa se esforzó toda su vida por pensar así: “Soy únicamente un pequeño lápiz en la mano de nuestro Señor. Él puede cortar o afilar el lápiz. Él puede escribir o dibujar lo que quiera y donde quiera. Si lo escrito o un dibujo es bueno, no valoramos el lápiz o el material empleado, sino a aquel que lo ha empleado”. Si Dios actúa también con nosotros y a través nuestro, no debemos confundir nunca nuestros propios pensamientos, planes y actos con la acción de Dios. Dios no necesita nuestro trabajo como si a Dios le faltara algo sin él.

Si Dios lo sabe todo, ¿por qué no impide entonces el mal?

“Dios permite el mal sólo para hacer surgir de él algo mejor” (Santo Tomás de Aquino). [309­314,324]

El mal en el mundo es un misterio oscuro y doloroso. El mismo Crucificado preguntó a su Padre: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mt 27,46). Hay muchas cosas incomprensibles. Pero tenemos una certeza: Dios es totalmente bueno. Nunca puede ser el causante de algo malo. Dios creó el mundo bueno, pero éste no es aún perfecto. En medio de rebeliones violentas y de procesos dolorosos se desarrolla hasta su consumación definitiva. De este modo se puede situar mejor lo que la Iglesia denomina el mal físico, por ejemplo, una minusvalía de nacimiento o una catástrofe natural. Por el contrario, los males morales vienen al mundo por el abuso de la libertad. El “infierno en la tierra” (niños soldado, ataques de terroristas suicidas, campos de concentración) es obra de los hombres la mayoría de las veces. Por eso la cuestión decisiva no es: “¿Cómo se puede creer en un Dios bueno cuando existe tanto mal?”, sino: “¿Cómo podría un hombre con corazón y razón, soportar la vida en este mundo si no existiera Dios?”. La Muerte y la Resurrección de Jesucristo nos muestran que el mal no tuvo la primera palabra y no tiene tampoco la última. Del peor de los males hizo Dios salir el bien absoluto. Creemos que en el Juicio Final Dios pondrá fin a toda injusticia. En la vida del mundo futuro el mal ya no tiene lugar y el dolor acabará. Del peor de los males hizo Dios salir el bien absoluto. Creemos que en el Juicio Final Dios pondrá fin a toda injusticia. En la vida del mundo futuro el mal ya no tiene lugar y el dolor acabará. D40, 286 287

Padre Javier Soteras

Material elaborado en base al Catecismo de la Iglesia Católica