Primera evangelización: despertar la Palabra que está inscripta en cada corazón

miércoles, 14 de junio de 2017
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14/06/2017 – El camino de misión y evangelización que Jesús tiene preparado para cada uno puede tomar distintas forma, tener diferentes destinos y concretarse en diferentes desafíos. El pasado viernes, en el ciclo “La Misión Ad Gentes” el Padre Juan Gabriel Arias, oriundo de Barracas, Buenos Aires, habló a cerca de su experiencia de misión que lleva a cabo en Mozambique y el camino que lo llevó a evangelizar en tierras donde la Palabra de Dios era aún desconocida.

Desde que el P. Arias ingresó al seminario gustó de misionar y lo hacía con diferentes parroquias en zonas más vulneradas del interior del país. Con el tiempo, comenzó a notar que los sacerdotes se encontraban muy concentrados en las ciudades a la vez que grandes de territorio en el campo no contaban con la presencia de curas, lo cual le hizo confirmar que su llamado estaba ligado a la necesidad de anunciar el Evangelio desde un lugar donde su presencia fuera necesaria. “Al comienzo, pensaba consagrarme en la diócesis de Añatuya. Luego comencé a pensar en algo más allá como algún país de Latinoamérica. Pero, al comienzo de mi sacerdocio surgió la posibilidad de misionar por tres meses en Mozambique”, comentó el sacerdote sobre cómo fue el discernimiento antes de que el Espíritu lo llevara a tierras africana.

“Cuando llegué, me quebró la cabeza. Al que le gusta la misión, venir a misionar a África es algo fuerte que te marca, y te enamorás”, dijo el P. Arias, argentino pero con mitad de su corazón en tierras africanas, agregando que se sentía muy contento y cómodo porque su personalidad encajaba con la cultura mozambiqueña. En el año 2005, luego de estar a cargo de una parroquia con cuarenta y dos comunidades, el entonces obispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, preocupado por su soledad y los conflictos seculares que existían en el país africano, le pide su regreso a Barracas, donde estuvo 9 años encargado de la parroquia, pero siempre en contacto y acompañando a la distancia a sus comunidades de Mozambique. “Una o dos veces al año viajaba a visitar a mi parroquia y las comunidades, siempre con el deseo de volver, hasta que el diciembre de 2014 me concedieron el pase para volver”, indicó.

Anunciar “donde no conocen a Jesús”

El sacerdote siempre buscó responder a su llamado de trabajar en lugares donde la Iglesia no estaba instalada, lugares de primera evangelizacion. “En los lugares donde no conocen a Jesús y donde la Iglesia todavía no llegó, ahí me sentía llamado. Donde había mucho más por hacer, encontré mi lugar y estoy feliz con eso”, dijo el P. Arias, que asegura que su tarea de sacerdote es la formación de la gente local para sostener las comunidades que cada vez son más y más grandes.

Además, agregó que la labor de los laicos locales es muy importante para fortalecer la Iglesia, donde cada uno tiene su rol y su tarea. “Aquí se habla de iglesia ministerial. Como hay pocos sacerdotes y cuarenta y dos comunidades, los laicos se ocupan en cada una de celebrar la Palabra y generar los espacio de reflexión, para que yo pueda encargarme solamente de los Sacramentos”, dijo el sacerdote

Remarcando la satisfacción y felicidad que le produce ejercer un rol de paternidad sacerdotal con los laicos de su parroquia, el sacerdote agregó que lo más sorprendente de la misión en Mozambique es la trascendencia que tiene todo lo que uno hace. “Es tanta la falta de sacerdocio y acompañamiento, que todo lo que uno hace impacta. Todo lo que se dice y enseña tiene un gran significado para la gente porque acá no están acostumbrados a recibir ayuda como acompañamiento espiritual, médico o social”, dijo. Y, por sobre todas las cosas, no deja de asombrarse por cómo Jesús, desde la Eucaristía y la Palabra, actúa en la fortaleza de la comunidad, agregando que “es la gracia de Dios la que actúa en las vasijas de barro que somos nosotros que sólo necesitamos estar para ser instrumento de lo que el Señor quiere hacer llegar a la gente”.

Al finalizar el diálogo, el P. Arias invitó a pensar cómo ser testimonio del Amor de Dios en donde vivimos, en la vida cotidiana, sin tener miedo a anunciar el Evangelio y sabiendo que no necesitamos irnos hasta el África para ser anunciadores de la Palabra. “A lo mejor no sé teología o no sé hablar pero se amar, y los gestos de cariño en la vida cotidiana pueden ser el único Evangelio que muchas personas lean en sus vidas”, finalizó.