26/03/2018 Una hermosa anécdota que nos enseña acerca de por qué debemos dejar a Dios hacer su voluntad en nuestra vida
El organista de una iglesia estaba practicando una pieza de Felix Mendelssohn pero no estaba tocando muy bien.
Frustrado, recogió su partitura de música y se dispuso a irse. No había notado a un extraño que se había sentado en unos bancos atrás.
Cuando el organista se dio la vuelta para retirarse, el extraño se le acercó y le preguntó si él podía tocar la pieza. El organista respondió bruscamente: «Nunca dejo que nadie toque este órgano».
Finalmente, después de que el extraño insistiera amablemente, el organista le dio permiso, aunque con renuencia.
El extraño se sentó y comenzó a tocar la pieza, llenando el santuario de una hermosa e impecable música.
Cuando terminó, el organista le preguntó asombrado: «¿Quién es usted?», a lo que el hombre contestó: «Yo soy Felix Mendelssohn.»
¡El organista por poco impide al creador de la melodía que tocara su propia música!
Hay veces en que nosotros también tratamos de tocar los acordes de nuestra vida e impedimos a nuestro Creador que haga una música hermosa y, al igual que el obstinado organista, quitamos nuestras manos de las teclas con resistencia y desconfianza.
Dios tiene una hermosa sinfonía pensada para nuestras vidas. Dejémosle que haga su voluntad en nosotros.