18/04/20198 – “Yo soy el pan de vida”, dice Jesús, “el que come de este pan no tendrá más hambre.” Jesús está hablando de la Eucaristía de su propio cuerpo que se ofrece como alimento para nosotros, nos da la vida.
Jesús dijo a la gente: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día”. Jn 6,35-40
Jesús dijo a la gente: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día”.
Jn 6,35-40
“¡Danos siempre de este pan!” Este pedido de la gente recuerda la conversación de Jesús con la Samaritana. Jesús había dicho que ella podría tener dentro de sí la fuente de agua que brota para la vida eterna, y ella de forma interesada y espontánea pide: “¡Señor dame de esta agua!” (Jn 4,15). Como hoy los que le siguen le dicen “dános de este pan”.
La Samaritana no percibe que Jesús no está hablando de agua material. Asimismo, la gente no se da cuenta de que Jesús no está hablando del pan material. Jesús responde bien claramente: “¡Yo soy el pan de vida! “El que venga a mí no tendrá hambre y el que venga a mí no tendrá nunca sed”. Comer el pan del cielo es lo mismo que creer en Jesús. Es creer que Él vino del cielo como revelación del Padre.
La palabra de Jesús es el alimento fuerte del alma, explica el Papa, y por eso, tal y como dijo en el Angelus, el Papa sugiere cómo hacerlo a diario: llevando un Evangelio siempre consigo, como hacían los primeros mártires, como hacía Santa Cecilia, dice. Leer a diario un pasaje del Evangelio permite que entre la palabra de Jesús en el corazón y nos hace más fuertes en la fe.
Este es el alimento que el pueblo debe buscar: hacer la voluntad del Padre del cielo. Es éste el pan que sustenta la vida de las personas y les da rumbo. Aquí comienza la vida eterna, vida que es más fuerte que la muerte. Si estuviésemos verdaderamente dispuestos a hacer la voluntad del Padre, no tendríamos dificultad en reconocer al Padre presente en Jesús, particularmente presente en el rostro de los hermanos.
¿Cómo se busca y cómo se halla esa la voluntad del Padre? Verdaderamente nuestra vida se robustece en la voluntad del Padre, y ahí la vida se hace ágil, consistente y dinámica. A través del discernimiento de espíritu. Este instrumento que es gracia de Dios y tarea nuestra, nos ayuda a encaminarnos para descubrir y vivir la voluntad del Padre.