El Amor

sábado, 31 de octubre de 2009
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El amor, la Caridad, es un valor que no sólo está presente en la doctrina social de la Iglesia, sino que es el valor que puede resumirla. De hecho Jesús dice "en esto consiste toda la ley y los profetas", en el amor. Jesús deja como mandamiento el amor recíproco: "ámense unos a otros" y lo propone según una nueva medida, que supera la llamada "regla de oro" (hacer a los demás lo que quisieras que te hagan a tí, no hagas a otros lo que no quisieras que te hagan a ti…) que es compartida por todas las culturas. Jesús dice "ámense como yo los he amado", es decir que su proyecto es hacernos partícipes de ese amor "divino" que Él comparte con su Padre, en el Espíritu Santo. Esa experiencia de amor que Él trae en sus genes como un extranjero, trae las costumbres propias de su cultura. Jesús viene de la Trinidad, de esa comunidad de amor, de esa lógica del recíproco reconocimiento, del recíproco aprecio, del recíproco don de sí-para-con-otros, que es la reciprocidad uni-trinitaria.

La idea de "ver a Jesús en el otro", no es un principio de evasión, para no amar al otro concreto, sino todo lo contrario, para poder amarlo con el verdadero amor que es la reciprocidad, para poder reciprocar con él, tengo que vivir en la consciencia de que ese "otro, más allá de su apariencia concreta, es Jesús, es trinidad, es amor que desea reciprocar…

En el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia leemos que "descubriéndose amado por Dios, el hombre comprende la propia dignidad trascendente, aprende a no contentarse consigo mismo y a salir al encuentro del otro en una red de relaciones cada vez más auténticamente humanas. Los hombres renovados por el amor de Dios son capaces de cambiar las reglas, la calidad de las relaciones y las estructuras sociales: son personas capaces de llevar paz donde hay conflictos, de construir y cultivar relaciones fraternas donde hay odio, de buscar la justicia donde domina la explotación del hombre por el hombre. Sólo el amor es capaz de transformar de modo radical las relaciones que los seres humanos tienen entre sí. Desde esta perspectiva, todo hombre de buena voluntad puede entrever los vastos horizontes de la justicia y del desarrollo humano en la verdad y en el bien". (4)

En este aspecto, la la doctrina social de la Iglesia "quiere ofrecer las respuestas que los signos de los tiempos reclaman, indicando ante todo en el amor recíproco entre los hombres, bajo la mirada de Dios, el instrumento más potente de cambio, a nivel personal y social. El amor recíproco, en efecto, en la participación del amor infinito de Dios, es el auténtico fin, histórico y trascendente, de la humanidad. Por tanto, « aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios »". (67)

"El amor -expresa el Compendio- debe estar presente y penetrar todas las relaciones sociales (…) La ansiada solución se ha de esperar principalmente de la caridad, de la caridad cristiana entendemos, que compendia en sí toda la ley del Evangelio, y que, dispuesta en todo momento a entregarse por el bien de los demás, es el antídoto más seguro contra la insolvencia y el egoísmo del mundo". Y agrega: "Este amor puede ser llamado « caridad social » o « caridad política » y se debe extender a todo el género humano. El « amor social » se sitúa en las antípodas del egoísmo y del individualismo: sin absolutizar la vida social, como sucede en las visiones horizontalistas que se quedan en una lectura exclusivamente sociológica, no se puede olvidar que el desarrollo integral de la persona y el crecimiento social se condicionan mutuamente. El egoísmo, por tanto, es el enemigo más deletéreo de una sociedad ordenada: la historia muestra la devastación que se produce en los corazones cuando el hombre no es capaz de reconocer otro valor y otra realidad efectiva que de los bienes materiales, cuya búsqueda obsesiva sofoca e impide su capacidad de entrega (581)".