22/05/2018 – Jesús, en el Evangelio de hoy, anuncia su pasión, mientras tanto los discípulos discuten sobre quién ocupará el primer lugar. Cuando la realidad resulta dura solemos evadirla, racionalizarla o negarla. Jesús nos enseña que la mejor forma de poder resolver las cosas difíciles de la vida es aceptarlas.
Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.» Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.» Marcos 9,30-37
Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.» Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle. Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.» Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.»
Marcos 9,30-37
El evangelio de hoy presenta el segundo anuncio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Como en el primer anuncio (Mc 8,27-38), los discípulos quedan espantados y con miedo. No entienden la palabra sobre la cruz, porque no son capaces de entender ni de aceptar a un Mesías que se hace siervo de los hermanos. Ellos siguen soñando con un mesías glorioso y muestran, además de esto, una gran incoherencia. Mientras Jesús anuncia su Pasión y Muerte, ellos discuten entre sí quiénes de ellos es el mayor. Jesús quiere servir, ¡ellos sólo piensan en mandar! La ambición los lleva a auto promoverse a cuestas de Jesús. Hasta hoy, aquí y allá, el mismo deseo de autopromoción aparece en nuestras comunidades.
Cuando la realidad supera nuestra proyección hay un cierto encierro de la realidad, nos queremos quedar con lo que nosotros creemos. Cuando las situaciones con las que convivimos nos muestran este camino de cruz, que resulta de lo que yo soñé a la realidad que me toca vivir, hay una gran diferencia entre lo esperado y lo que se da, nos impide encontrar en lo que nos toca atravesar nuevos caminos, porque tendemos a quedarnos y no poder mirar en la crisis una gran oportunidad. Hay que saber leer en lo que me toca vivir, después de aceptar la realidad, lo que estaría buscando y anhelando desde lo más profundo de mi ser.
Jesús los pone a los discípulos bajo la escuela de la cruz, bajo la pedagogía de la cruz, bajo el sentido de vida que se esconde bajo la realidad que se presenta dura y difícil.
Que el Señor nos ayude a cargar, con grandeza de alma y actitud de niño, con el peso que se nos presenta por delante. Que puedas caminar con tu cruz, con expectativa de un mundo nuevo.