04/06/2018 – Recordamos esta sencilla fábula que nos ayuda a reflexionar acerca de cuáles son nuestros modos o actitudes a la hora de intentar conseguir algo.
A cierta altura sobre el bosque y ocultos detrás de la densa pantalla de las nubes, el sol y el viento discutían sobre cuál de ellos era el más fuerte.
-Soy yo -decía el sol-. Mis rayos son tan poderosos que puedo chamuscar la Tierra .
-Sí, pero yo puedo inflar mis mejillas y soplar hasta que se derrumben las montañas, se astillen las casas convirtiéndose en leña y se desarraiguen los grandes árboles del bosque- insistía el viento.
-Pero yo puedo incendiar los bosques con el calor de mis rayos -dijo el sol.
– Y yo, hacer girar la vieja bola de la Tierra con un solo soplo – ya casi gritaba el viento.
Mientras estaban sentados disputando detrás de la nube, y cada uno de ellos profería sus jactancias, salió del bosque un joven granjero. Vestía un grueso abrigo de lana y tenía calado sobre las orejas un sombrero.
-¡Te diré lo que vamos a hacer! -bramó el viento-. El que logre arrancarle el abrigo al joven, habrá probado ser el más fuerte.
Apurado por probar su fuerza, el viento tomó aliento e hinchó las mejillas como si fueran dos globos.
Luego, sopló con fuerza… y sopló… y sopló. Los árboles del bosque se balanceaban a los lados. Hasta el gran olmo se inclinó ante el viento. cuando éste lo golpeó sin piedad.
El mar formó grandes crestas en sus ondas, y los animales del bosque se ocultaron de la terrible borrasca.
El granjero entonces, con mucha dificultad, se levantó el cuello del abrigo, se lo ajustó con fuerza y siguió avanzando trabajosamente.
Sin aliento ya, y luego de un rato de soplar con toda su fuerza, el viento se rindió desencantado.
A su turno, el sol asomó por detrás de la nube y empezó a calentar lentamente, más y más, tanto que el joven empezó a sudar y finalmente se quitó el abrigo.
El sol había conseguido con sus rayos lo que el viento con toda su fuerza no pudo.
-Ya lo ves -dijo el sol al viento- Lo que no conseguiste con tu violencia, lo conseguí con calidez y paciencia.
Fábula de Esopo (Adaptación)